13 octubre 2009

Mis adorables vecinos

Blasón de la ciudad de Valencia (Foto: Fuenterrebollo)


Provengo de una familia muy supersticiosa, más por el lado paterno que materno. Mi padre tardó años y más años en aceptar mi luto cuasi permanente, hahaha, y qué mal lo pasaba si se cruzaba en su camino un gato negro o si debía pasar por debajo de alguna escalera. El número trece ni se lo mencionemos y dejar los sombreros sobre la cama lo pone casi histérico y corriendo va y los pone en otro lugar. Tampoco permite que se abran los paragüas dentro de casa y cree firmemente en la buena y en la mala suerte.

Yo soy un fifty-fifty: a veces más por precaución que por superstición, evito pasar debajo de las escaleras de pintores, obreros y albañiles :P así tenga que bajar la acera y hacer un gran rodeo. Me da mucho repelús que se me rompa algo de cristal como un vaso, una copa o un espejo por pequeño que sea. Y durante mucho tiempo llevé en mi monedero algunas semillas de mostaza porque mi madre creía que daban buena suerte con el dinero, no es que lo multiplicaran, jejeje, pero lo cierto era que nunca lo tenía vacío.

Los gatos negros me dan igual. No me tomo a la tremenda que alguno se cruce en mi camino. Ahora mismo recuerdo a Salem, el gato de un amiguete que me hacía la ropa en México ;-) Aquello no era un gato negro, era una verdadera pantera que siempre insistía en colarse dentro de mi bolso, hahaha. También recuerdo a mis oscuros felinos vecinos durante dos o tres años: habitaban a sus anchas en la azotea de la panadería que está al lado del edificio donde vivo en Valencia. Siempre que me ponía a tender la ropa, los veía tirados al sol o hechos bolita dormitando. Pronto también descubrí a otro felino de color beige con manchas más oscuras y un poco más grande y robusto que los tres morenazos, hahaha, que curiosamente no tenía una oreja :P Algunas veces me miraban con cierta curiosidad, otras más pasaban de mí y seguían holgazaneando. A mi padre nunca se lo conté ni se los enseñé en alguna de sus visitas, hahaha. Le hubiese dado un infarto, seguro. A mí me hacían gracia, me parecía muy curioso tener esa clase de "vecinos" con tanta personalidad, sobre todo el desorejado que, por supuesto, era el que más llamaba la atención.

Hace tiempo que dejé de verlos. Según me he enterado, parece ser que alguien del barrio se dedicó a envenenar a cuanto felino habitaba libremente por las azoteas. Es probable que mis vecinos hayan sido de los primeros que cayeron porque caseros no se veían aunque tampoco estaban raquíticos. Probablemente se alimentaban y muy bien de las ratotas que campean a sus anchas en el patio trasero de una de las plantas bajas del edificio donde vivo, que hace tiempo está deshabitada. En más de una ocasión las he visto escurrirse por los tubos del desagüe. Así que quien envenenó a los gatos no se detuvo a pensar que los felinos mantenían cierto control sobre las ratas.

También hace tiempo que durante varias noches escuchaba una especie de chillido bajito y curioso que iba y venía por delante de la ventana de mi dormitorio. Yo no alcanzaba a descifrar qué clase de bicho podría ser y por más que miraba por la ventana entre la media penumbra que prevalece en esa gran área que conforman todas las partes traseras de varios edificios, no veía nada de nada, pero sí que percíbía más claramente el chillido.

Poco tiempo después, una noche de verano que estábamos sentados fuera del apartamento donde mi suegra pasa algunos días en el pueblo de Chiva, casi me muero de puro gusto al ver un montón de pequeños murciélagos revoloteando alrededor de una de las farolas que iluminan la pequeña urbanización. Sí, suena a pose total, lo sé, hahaha, pero jamás me han dado miedo ni asco los quirópteros. Y nunca había estado tan cerca de ellos como aquella noche que sólo había algunos metros de distancia. Repito: eran pequeños y mi señor marido, con toda la parsimonia del mundo, como quien habla del vecino de toda la vida, me dijo que aquellos murciélagos se alimentaban de las polillas que siempre están pululando alrededor de las farolas de la calle. Que él los veía desde que era niño pero que no les daba mayor importancia.

Yo lo más cerca que había estado de un murciélago fue gracias al biólogo William Lopez-Forment que al ser un especialista en quirópteros, conserva varios disecados. Hace unos diez años o un poco más, cuando TV UNAM nos entrevistó para un programa especial de vampiros, apareció al más puro estilo doc. Van Helsing, jejeje, con un maletín que contenía dos especímenes de la variedad hematófaga con las alitas extendidas y todo eso. Eran pequeños no aquellos enormes que nos muestran en las películas. Que esos, se alimentan de fruta, vamos que son cuasi vegetarianos, jejeje. Los que se alimentan de sangre no miden más allá de diez u once centímetros (y sólo son tres especies de casi mil existentes en todo el mundo). Recuerdo con cariño y admiración a López-Forment pues es una persona más que agradable y afable, siempre dispuesto a enseñarte todo sobre el fascinante mundo de los murciélagos.

Durante el verano, era cuando escuchaba con más frecuencia los chillidos delante de la ventana de mi dormitorio. Iba y venían con gran velocidad. Y hace realmente poco tiempo descubrí, con mucha sorpresa y emoción, qué los emitía: una tarde, mientras tendía la ropa en la parte trasera del departamento donde vivo (que da hacia esa área que conforman todas las partes traseras de todos los edificios de casi una manzana) vi una sombra veloz que pasaba cuasi zumbando por delante de mí, a corta distancia. Traté de enfocar todo lo bien que podía mi vista miope aunque un poco mejorada gracias a las gafas de aumento, jejeje, y voilà: un pequeño murciélago pardo que iba y venía soltando pequeños chillidos, iguales a los que todas las noches escuchaba delante de mi ventana. V-a-l-g-a-m-i-t-o. Mientras sonreía toda emocionada, el murciélago se metió en una pequeña grieta en la pared de ladrillos de una pequeña casita que tienen en una extensión de su terraza, mis vecinos del departamento de enfrente O_O

Madre del Amor Hermoso, hahaha, la Mac tiene murciélagos como vecinos. Si lo cuento, seguro que nadie me cree, para empezar mi marido que juraba y perjuraba que los murciélagos sí chillaban pero en una frecuencia casi imperceptible para el ser humano. Pues yo aseguro que no es así. Es más, varias noches que tengo la ventana del comedor abierta (para refrescarnos), con tres cuartos de la persiana bajada porque mis ventanales son muy altos y por seguridad para que Happy Demon no asome medio cuerpo, he escuchado los chillidos demasiado cerca. Será que al filtrarse la luz, se acercan muchas polillas, que este verano hemos tenido cuasi una plaga que se colaban alegremente en casa para abrazarse y abrasarse, hahaha, con las lámparas :P Así que el murciélago vecino o sus camaradas (no creo que sólo habite uno en esa brecha de la pared) han de acercarse a mi ventana para papearse a los bichos.

Lo curioso es que Valencia está muy familiarizada con la imagen del murciélago. Es más, el quiróptero "corona", por así llamarlo, el blasón de la ciudad y el escudo del equipo de fútbol que también tiene como mascota a un murcielago :P La leyenda cuenta que cuando el rey Don Jaime I (1206-1278) luchaba durante la Reconquista contra la dominación musulmana un murciélago se posó sobre el casco o celada del rey durante la reconquista de Valencia. Según las ideas de aquellos tiempos, esto se quiso interpretar como un aviso al rey para que vigilara. Desde entonces, fue escogido como símbolo y en 1503 el murciélago se empezó a usar en el escudo de Valencia y se creó también una bandera real en recuerdo de aquel murciélago que se posó en la Celada de Don Jaime I. Otra versión dice que una flecha lanzada contra el monarca en plena batalla dio contra un murciélago que volaba cerca de el y que le salvo la vida. La más conocida es aquella donde el rey Don Jaime (Jaume en valenciano) estaba acampado en las cercanías de Valencia en su intento de arrebatar el control de la ciudad a los moros. Una noche que dormía el ejército cristiano tranquilo y confiado, se escuchó un sonido muy extraño en las proximidades de la tienda del mismo rey. Un soldado que oyó el misterioso ruido corrió a despertar al monarca que de inmediato dio la orden de que estuvieran todos alertas y vigilantes.

Fue entonces cuando alguien descubrió que el ejército moro se hallaba muy cerca del campamento, emprendiendo un ataque sorpresa contra las tropas de Jaume I. Rápidamente, tomaron todos los soldados las armas para presentar la batalla al ejército moro. La lucha fue terrible, los moros sufrieron un número elevado de bajas que les obligaron a retirarse. El ataque sorpresa, casi a la desesperada había sido rechazado.

Al acabar la batalla, se quiso saber el origen de aquel misterioso sonido que había puesto en guardia al ejército cristiano cuando descubrieron que había sido un murciélago, el que había estado golpeándose a sí mismo en un tambor y tirando al suelo algunas armas que habían provocando el misterioso estruendo que habían escuchando en mitad de la noche.

En agradecimiento al quiróptero, Jaume I hizo poner al murciélago en la parte más alta del escudo de la ciudad de Valencia.

En la página dedicada a la conservación de los murciélagos de la Comunidad Valenciana se cuenta otra versión: Según la leyenda los árabes los domesticaban y los empleaban para mantener a raya a los mosquitos de los terrenos pantanosos cercanos a la ciudad de Valencia. En la época de Jaume I un profeta árabe auguró que mientras el murciélago del dueño de la ciudad pudiera volar todas las noches, la ciudad se mantendría en poder musulmán.

Una noche, el murciélago quedó fascinado por la figura del dragón que decoraba el casco de Jaime I. Fue entonces cuando el rey cristiano pudo capturarlo y al día siguiente tomó la ciudad. Consciente de la importancia que había tenido la captura del murciélago en la consecución de sus fines, el rey cristiano concedió a la ciudad de Valencia un nuevo escudo.

Sea cual sea la verdadera historia que dio pie a la leyenda, lo cierto es que Valencia se identifica con el símbolo del murciélago, 'rat-penat' en valenciano. Y a mí me encanta tener a uno como vecino ;-)


Medio Ambiente celebra hoy una jornada sobre murciélagos en el Parc Natural de l'Albufera en Valencia.



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1 comentario:

Korkuss dijo...

Y sí que tiene su encanto.

Es de buena suerte, me cae! :)