Mostrando entradas con la etiqueta Tolkien. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Tolkien. Mostrar todas las entradas

02 enero 2015

Este no es el final de la jornada

Pippin:- Nunca pensé en este final.

Gandalf:- ¿Final? El viaje no concluye aquí. La muerte es otro sendero que recorreremos todos. El velo gris de este mundo se levanta y todo se convierte en plateado cristal. Es entonces... cuando se ve...

Pippin:- ¿Qué, Gandalf? ¿Qué se ve?

Gandalf:- La blanca orilla, y más allá la inmensa campiña verde tendida ante un fugaz amanecer.

Pippin:- Bueno, eso no está mal.

Gandalf:- No, no desde luego. 








***

30 diciembre 2014

Tolkien se salvó de morir en la 1a Guerra Mundial

El frente de Passchendale, en noviembre de 1917, como la Ciénaga de los Muertos


J. R. R. Tolkien, el gran autor fantástico de «El Hobbit» y «El Señor de los anillos», lo dijo claramente: «Mi obra está escrita con la sangre de mi vida, sea en líneas gruesas o delgadas. Y no puedo hacer otra cosa». Esa confesión incluye, convertida en un elemento central de la épica que rodea sus libros, la experiencia vivida en la I Guerra Mundial (IGM). Pero hay una pizca de suerte que se añade a todo ello, porque ahora se ha sabido que el escritor fue salvado, literalmente, por la fiebre.
 
Acaba de aparecer en Gran Bretaña un documento de la 11ª Estación de Gestión de Bajas -parte de los primeros 50.000 archivos transcritos de un total de 1,5 millones- que demuestra que J. R. R. Tolkien fue desmovilizado del frente del Somme en octubre de 1916. Su batallón, el Undécimo de Fusileros de Lancashire, había sufrido 38 muertos, 63 desaparecidos y 166 heridos en solo dos días. Todos los heridos fueron bajas forzosas, según los archivos. El destino tiraba los dados a su favor y en contra de sus compañeros.

Compañeros aniquilados

Aquejado de la «fiebre de las trincheras», que se contagiaba por parásitos, fue trasladado por la 75ª compañía de ambulancias a la citada 11ª Estación, donde fue tratado dos días, antes de ser extraído en el 22º Tren Ambulancia, antes de ser devuelto a Inglaterra. Entonces, mientras convalecía, el destino castigó a sus compañeros de armas con una tirada de dados mortal: el cuartel general de la compañía D de su batallón fue destruido por morteros alemanes, con enormes bajas. Por si fuera poco, a ese ataque le siguió un bombardeo masivo que aniquiló al resto de su batallón casi por completo. Así que la fiebre -que cursaba con pirexia, cefaleas, erupciones, inflamación ocular y fuertes dolores musculares- pudo también salvar su vida. Una curiosidad es que su gran amigo C. S. Lewis, autor de «Las crónicas de Narnia», también la tuvo.
 
¿Cómo llegó Tolkien al frente? Como sus amigos de Oxford, el estallido de la conflagración les hizo pensar que su deber era alistarse. Y así lo hicieron todos. Con el 11º batallón de fusileros de Lancashire, llegó a las playas de Francia después de un breve entrenamiento en los campamentos de Straffordshire, en los que, como uno de los 50 oficiales, ejecutaba mil y una ordenanzas, mientras reflexionaba: «Esto de la guerra multiplica la estupidez humana».
 
Una vez en Francia, como oficial de señales cuyo equipo, bastante caro, se perdió durante el viaje, sintió la opresión de la guerra: «Tengo ahora 21 años y no puedo dejar de dudar si cumpliré 22», le escribía su amigo, también alistado, Rob Gilson, en 1915, cuando el frente occidental estaba estancado y ni el gas venenoso de Yprés ni la masacre de Verdún habían alterado las líneas. Se había casado in extremis con su querida Edith Bratt. Aquellos hombres, como él, lanzados para alimentar la maquinaria bélica, no tenían expectativas de sobrevivir: «Los oficiales subalternos eran exterminados, doce por minuto -recordaría más tarde-. Dejar atrás a mi esposa entonces, fue como morir».

Algo murió en Tolkien

En cierto modo, algo murió en Tolkien entonces, como moriría algo de Frodo Bolsón, su personaje, cuando abandonó la Comarca, su patria querida, para partir, sin saberlo, hacia Mordor. En el verano de 1914, precisamente, había escrito un poema, titulado «El viaje de Eärendel, la estrella de la tarde», que sus estudiosos toman como el verdadero origen de su mitología personal. Tiempo después recordará: «Fue cuando la guerra de 1914 estalló sobre mí cuando descubrí que las leyendas dependen del lenguaje que las crea, y que un lenguaje vivo depende de las leyendas que conforman su tradición». 

A pesar de todo, la vida en las trincheras era incompatible con la creación literaria. «Podías garabatear algo en el dorso de un sobre y metértelo en el bolsillo trasero, pero eso es todo. No podías escribir agazapado entre moscas e inmundicia», recordará. Porque es momento de atizar los fuegos del destino, con marchas interminables por los campos polvorientos del verano y embarrados o congelados en invierno. No era un oficial que se desplazara a caballo. Como sus hijos le oyeron tantas veces relatar, en ocasiones ayudaba a los soldados a cargar con el equipo, para animarlos.

La convivencia con los soldados, humildes guerreros que poco antes eran mineros, tejedores, menesterosos alistados, a veces con sus zuecos de molinero en el petate, también tendrá su latido en las páginas escritas años después: «Mi Sam Gamgee es en realidad un reflejo del soldado inglés, de los asistentes y soldados rasos que conocí en la Guerra, y que me parecieron tan superiores a mí mismo».

Cosecha sangrienta

Junto a ellos vivió el horror de las trincheras, el silbido de los proyectiles de artillería zumbando aquí y allí. Los cuerpos desfigurados de soldados anónimos, como él, amontonados en el barro que tragaba cualquier esperanza. La acción de las ametralladoras que su gran amigo Gilson -del círculo íntimo de literatos y soñadores Oxonienses de la Tea Club Barrow Society (TCBS)- describía como el arma ante la que los hombres sucumbían como el cereal ante la segadora del granjero.

La cosecha sangrienta incluía rostros conocidos, demasiado cercanos para olvidarlo. A ellos rinde tributo en la Ciénaga de los Muertos de «El señor de los anillos». Estaba escrito con la sangre de sus amigos, la ciénaga dibujada con los trazos del Somme, una de las batallas más cruentas de la I Guerra Mundial, que sólo en su primer día, el 1 de julio de 1916, causó 57.740 bajas británicas. En aquel frente Tolkien tenía bajo su cargo las señalizaciones de la unidad. Gran responsabilidad. De ahí el «agotamiento absoluto» de Octubre. El honor dió paso a la decepción. A la locura. La privación de sueño. De aquí para allá como un autómata, en medio de aquel desierto de lodo y compañeros muertos

Tolkien fue testigo directo de la toma de la trinchera Regina. Las tropas de asalto avanzaban entre la maraña de alambres de púas y nidos de ametralladoras, lentamente ocupando el campo alemán, hasta alcanzar las líneas y el fortín enemigo. Él mismo informaba al cuartel general de la brigada que se empezaban a recibir los primeros prisioneros alemanes. Con aquella conquista, para el subteniente Tolkien, del 11º de los fusileros de Lancashire y la 25 división, la batalla del Somme había terminado.
Ese viernes, un día frío con chubascos, acudió al oficial médico tiritando, con una temperatura de 39.4 C. Tenía fiebre de las trincheras, un regalo de algún piojo, la Bartonella quintana, que le salvó la vida. Dejó el regimiento de los fusileros para ser transferido a un hospital para oficiales en Beauval. Días después partiría en una nave hacia Inglaterra. Curiosamente en un barco de nombre español (lengua, por cierto, que adoraba, quizás por la ascendencia de su mentor durante su orfandad, el padre Francis), el Asturias.

«Escribe lo que soñábamos»

«En mi mente puedo visualizar claramente las trincheras, las casas sórdidas y las largas carreteras de Artois, y si pudiera iría a visitarlas de nuevo». Nostalgia indeleble debida a que Tolkien fue el único superviviente de aquel grupo de jóvenes idealistas, que eran sus grandes amigos de juventud y de universidad. Dos meses despúes de ser retirado del frente, el joven Tolkien, recibió una carta de Wiseman, que servía en la marina, en donde le daba la noticia de que su gran amigo Smith, tan especial para él, había muerto en el frente. Poco antes había escrito al propio Tolkien de su propia pluma: «Mi mayor consuelo es que si esta noche me voy por los imbornales -salgo en misión dentro de unos minutos- todavía quedarán miembros de la TCBS para anunciar lo que yo soñaba y lo que todos concordábamos. Que Dios te bendiga, querido John Ronald, y que digas las cosas que yo intentaba decir cuando yo no esté para decirlas, si esa es mi suerte. Siempre tuyo. G. B. Smith.»

Suena a película épica. Sin embargo, fue su realidad. A Tolkien aquello le marcaría en silencio para toda su vida. Y claro que escribiría lo que ellos soñaban. Desde entonces vivió entre rutinas. Se levantaba a las 7 (no le gustaba madrugar) y con su conjunto de pantalón de franela y chaqueta de tweed, iba a misa (la religión y el amor, sus prioridades) a la iglesia más cercana. Luego el desayuno y el periódico. Un día a la semana, consagrado a los amigos, «The Inklings», entre pintas y pipas humeantes, para debatir sobre algún tema. En su pub favorito, el «Eagle & Child» de Oxford. 

Como profesor, en un retiro clásico, construyó su vida soñada. Los lodos y las tristes muertes de la Gran Guerra le dejaron bien claro el lugar del hombre en el mundo y definieron el que iba a ocupar él. De ahí nacen los orcos. Y Saruman. Allí vencen Gandalf y los héroes que poblarían la maravillosa e inmortal Tierra Media. Así, con pocas variaciones, hasta su muerte, a los 81 años, trabajaría en miles de páginas maravillosas el escritor, en el afán de no vivir a cualquier precio cada instante. Porque según expresó John Ronald Reuel Tolkien, hablando del momento más importante de su vida, «en 1918, todos mis amigos habían muerto».



 John Garth, referencia mundial

 John Garth es la gran referencia mundial si queremos conocer el papel y el significado que tuvo la horrible I Guerra Mundial en la vida y la obra de Tolkien. Editado por Minotauro, su libro «Tolkien en la Gran Guerra. El origen de la Tierra Media» conmueve. Por múltiples razones. En primer lugar por su sensibilidad para ponerse en la piel del autor, algo tan especial, como el propio Tolkien ya advirtió, por el acoso de la fama y la petición de entrevistas por reporteros de todo el mundo. 

Garth lo borda. Asistido por su notable intuición y erudición, nos acerca a un Tolkien en sus múltiples facetas, de oficial, escritor, estudioso y ser humano. El detallado conocimiento de su vida, llevado por su pasión, le ha hecho investigar hasta el ultimo documento en relación a la vida de Tolkien durante esos años. Pero no solo eso. Lo ha integrado en un contexto, el de la Gran Guerra, y da profusos detalles de su día a día en el entorno bélico, cotejándolo con su evolución personal, a la apertura hacia el mito y el lenguaje, sustrato y base de su posterior obra. Todo esto enmarcado en una hábil construcción emocional del personaje. Conocedor de Oxford (Garth estudió allí) nos acerca a un Tolkien alumno en su juventud y sobre todo amigo y camarada de su inseparable Tea Club Barrow Society
 
Pasión y conocimiento, dos rasgos que llaman la atención de este amable periodista británico que ahora, con el centenario de la Gran Guerra, anda muy ocupado escribiendo ponencias y artículos en todos los periódicos del mundo. Hoy mismo en Twitter se podía leer que, en China, hablaba acerca del dragón Smaug en el Hobbit. Y hace apenas unos días, en las propias aulas del centenario y coqueto Merton College, en donde tuve la oportunidad de departir con él aprovechando las Jornadas que el propio College, en su 750 aniversario, titulada «Tolkien en Oxford». Fue allí donde además del entusiasmo y el conocimiento sobre la obra tolkieniana, pude conocer en persona la amabilidad y simpatía de este joven autor. Uno de los grandes sobre Tolkien.
Javier Noriega
ABC.es
27 de diciembre de 2014
***

11 octubre 2012

Poema inédito de Tolkien


Ve la luz un poema inédito de Tolkien dedicado al Rey Arturo
Consta de 200 páginas y será editado en mayo de 2013


Un visitante inesperado ha llegado a Camelot, un viajero que viene desde las remotas Tierras Medias, un nuevo caballero que se suma a la ilusionante legión de la literatura artúrica. 

Un caballero al que antaño y hogaño se conoce como JRR Tolkien, creador del inmortal territorio de «El Señor de los Anillos», que antes de esta obra escribió un poema de doscientas páginas titulado «La caída del Rey Arturo», según ha informado la editorial HarperCollins. Hasta ahora inédito, el libro se publicará en el mes de mayo de 2013, tal como recoge el diario «The Guardian»

El poema está inspirado en los cuentos sobre el mítico rey de Britania, la antigua Inglaterra, escritos por Geoffrey of Monmouth y Thomas Malory, y se sitúa en los años finales del reino de Arturo, cuando ya viejo, el rey ha de lanzarse al campo de batalla para vencer al usurpador Mordred. 

El interés de Tolkien por Arturo es conocido y a él se debe la traducción al inglés contemporáneo del romance del siglo XIV «Sir Gwain y el Caballero Verde», y no poco del mundo mitificado y ancestral de Arturo nutre las páginas de «El Señor de los Anillos».

Antes que «El Hobbit»

Al parecer, Tolkien empezó a escribir «La caída de Arturo» antes de que lo hiciera con «El Hobbit» y aunque se tenía alguna noticia del poema por la biografía de Tolkien escrita por Humphrey Carpenter y por algunas menciones en cartas del propio Tolkien, los editores de HarperCollins nunca pensaron que el texto llegará a aparecer como así ha sucedido, como ha señalado Chris Smith, que ha señalado esta aparición como «una sorpresa inesperada». 

Smith también ha subrayado que el poema es «extraordinario» y supone «alentar de nueva vida a uno de nuestros grandes héroes, alejándolo del tratamiento romántico de autores como Malory, y mostrando a Arturo como un hombre muy complejo, que deberá sobreponerse a la mayor de las traiciones para defender y liberar a su reino». Arturo deberá luchar contra Mordred, su hijo ilegítimo, y en la lid ambos morirán. 




abc.es
10 de octubre de 2012






***

18 agosto 2008

El origen de las leyendas


Noche de jueves en Oxford a finales de los años cuarenta. Habitaciones del profesor de Literatura C. S. (Clive Stamples) Lewis, en el Magdalen College. Una docena de escritores y docentes sentados en unos sofás raídos y sucios leen como cada semana algunos textos que han escrito, para someterlos al juicio del grupo. Hoy, es el propio Lewis quien empieza, mientras sus colegas beben cerveza -ya no hay problemas de abastecimiento, como en años anteriores- y saborean las viandas que un admirador del titular del apartamento les ha enviado: "Había una vez cuatro niños que se llamaban Peter, Susan, Edmund y Lucy, y esta historia cuenta algo que les sucedió cuando los enviaron lejos de Londres durante la guerra, debido a los ataques aéreos". Hugo Dyson, James Dundas-Grant, Roger Lancelyn Green, Nevill Coghill, Owen Barfield y algunos más, entre ellos Warren Lewis, el hermano mayor del autor que pasa el examen, hacen gestos de aprobación. En un ángulo de la sala, otro de los contertulios sonríe al comprobar la diferencia entre el texto de Lewis y la larga historia que él está escribiendo y que también lee periódicamente en esas mismas reuniones, aunque ambas discurran por el camino de la fantasía y el mito. Su nombre es J. R. R. (John Ronald Reuel) Tolkien y quedará escrito con letras de oro en la historia de la literatura del siglo XX junto al de su amigo.

Las crónicas de Narnia y El Señor de los Anillos son en gran medida fruto de aquellas reuniones semanales en Oxford. No todos los contertulios disfrutaron de tanto éxito literario, pero la literatura fantástica reciente no se entendería sin la influencia mutua de un grupo de chalados con gran talento que se autodenominaron los Inklings. Ahora, la publicación en español de un libro del biógrafo británico Humphrey Carpenter titulado así, Los Inklings (Ed. Homolegens), permite reconstruir la vida cotidiana de aquellos intelectuales conservadores en lo político, defensores a ultranza de la amistad, levemente misóginos e inadaptados a los cambios sociales que se dieron tras la guerra.

El encuentro

Lewis y Tolkien se conocieron en marzo de 1926, cuando ambos llevaban medio año impartiendo clases de materias afines (Lengua y Literatura Inglesa) en Oxford. El primero tenía 28 años y había obtenido el empleo tras haber hecho algunas sustituciones. El segundo, de 34, tenía ya experiencia docente en la Universidad de Leeds. Tolkien estaba casado. Lewis convivía con una mujer con edad de ser su madre. Una extraña relación que el escritor se negó a explicar y sobre la que mantuvieron silencio tanto la hija de ella como el hermano de él, que vivieron muchos años bajo el mismo techo.

Tolkien era una de esas personalidades capaces de arrastrar tras de sí a cuantos se encontraran en su órbita. Poco después de conocer a Lewis creó uno de esos clubes tan frecuentes en aquella Universidad. Sólo que en el caso de los 'Coalbiters', como se autodenominaban, el eje de las reuniones era poco habitual: los mitos islandeses. Los integrantes del club tenían como tarea traducir textos originales de la literatura islandesa. A Tolkien, que había aprendido la lengua en su infancia, sin ayuda de profesor, no le resultaba costoso, pero para Lewis y otros debía de ser algo parecido a una tortura, porque apenas eran capaces de poner en inglés un solo párrafo cada tarde.

Durante años, los 'Coalbiters' se reunieron con regularidad. El grupo fue creciendo y uno de sus miembros más activos pronto fue Warren Lewis, hermano mayor del creador de Narnia. Historiador y escritor también él, Warnie, como lo llamaban todos, ha dejado testimonio de aquellas reuniones, abundantes en cerveza y licor, no exentas de chistes verdes (Tolkien los contaba en islandés, Lewis insistía en que no se llegara a la pornografía) y vetadas a las mujeres. Ahora puede parecer extraño pero no lo era tanto desde la mentalidad de aquel momento. De hecho, hasta 1870 los profesores de Oxford no podían casarse.

Fueron años felices. El grupo era un verdadero submundo dentro de la Universidad y su amistad llenaba el abundante tiempo libre de sus miembros. Con frecuencia, C. S. Lewis organizaba grandes caminatas, con paradas en posadas para cumplir el ritual de las comidas, las cervezas y el té. A Tolkien le gustaba detenerse a contemplar plantas y aves, y se quejaba de las largas rutas -de 30 kilómetros diarios y a veces más- que planificaban los hermanos Lewis.

Los Inklings nacieron en 1933 con objeto de reunirse para leer en voz alta textos inéditos de los integrantes del grupo. Lewis pronto asumió el liderazgo del mismo hasta el punto de que las reuniones se celebraban en sus habitaciones en el Magdalen College, un edificio hermoso pero no tan céntrico como el Exeter, donde enseñaba Tolkien, o el Merton, donde impartían clase otros componentes del grupo. Al acabar una de las primeras reuniones, Tolkien dejó a Lewis un texto sin corregir e inacabado, escrito con la única pretensión de entretener a sus hijos. Ignoraba que iba a convertirse en un clásico. Su título: El Hobbit.

Los integrantes de los Inklings discutían sus obras y se apoyaban mutuamente. Lewis, que ya era un crítico reputado, escribió una reseña muy elogiosa de El Hobbit en el Times. Poco después, Tolkien le ayudaría a publicar Más allá del planeta silencioso, acudiendo a sus contactos entre los editores.

El club no tenía reglas escritas ni normas de aceptación de nuevos miembros. Pero Lewis era quien, de facto, decidía dónde se reunían y dónde acababan las tertulias (en el hotel situado frente al Magdalen; en un pub junto a la Biblioteca Bodleian, su lugar de trabajo; es decir, siempre en su entorno más inmediato) y quién formaba parte y quién no.

Y fue él quien se empeñó, ante la tibieza de Tolkien y algunos otros, en admitir en 1939 a Charles Williams, un escritor prolífico (su obra más conocida es Guerra en el cielo), creador de una teología romántica y capaz de meter en una misma novela a un brujo africano y una flota de submarinos. Además de su afición por los mitos, tenía también en común con Tolkien y Lewis un sólido cristianismo.

Los oxonienses sufrieron poco durante la guerra. Pese a que la ciudad está a 80 kilómetros de Londres, parecía como si los bombardeos fueran cosa de otro mundo y sólo la escasez de algunos víveres les recordaba el conflicto bélico. Cuando éste se encontraba ya en su recta final, el grupo se comprometió a celebrar la paz, cuando llegara, muy en su estilo: con una estancia de una semana en una posada campestre, charlando de todo lo divino y lo humano y bebiendo cerveza sin parar.

El éxito

A mediados de los cincuenta, Lewis y Tolkien alcanzaron la fama con la publicación de sus títulos fundamentales. El primero había escrito su ciclo de siete relatos a la carrera, sin importarle un cierto desaliño estilístico ni que quedaran cabos sueltos en sus cuentos. El segundo, en un trabajo de muchos años, cuidando cada detalle (sus contertulios le advirtieron de que Sauron podía ser identificado con Stalin) y creando cada aspecto de los mitos narrados.

En 1954, Lewis consiguió por fin una cátedra, pero en Cambridge. Y aunque en la práctica vivía más tiempo en Oxford, las reuniones del grupo se fueron distanciando. Williams había muerto. Barfield estaba en Londres y a Tolkien no le gustaba la nueva vida que llevaba Lewis, casado con una joven escritora (la mujer con la que había vivido una extraña relación materno-marital había muerto en 1951). Al creador de Narnia tampoco le sentó bien Cambridge. Ya había dado lo mejor de sí mismo y ni siquiera le gustó el trato recibido en los aspectos más domésticos: "Se queja porque en Oxford le servían tres copas de oporto después de la cena y en Cambridge sólo le dan una", escribió divertida Joy Gresham, su esposa.

C. S. Lewis murió el 22 de noviembre de 1963 (el día que dispararon sobre Kennedy en Dallas). Los demás inklings trataron de continuar las reuniones pero el club se disolvió enseguida. Warnie Lewis, sin la sombra protectora de su hermano, vagó desnortado durante años, abusando del alcohol. Tolkien apenas publicó nada interesante. En las habitaciones del Magdalen College había ya otros inquilinos.

César Coca
Las Provincias
18 de agosto de 2008
*******
Sin embargo, según una búsqueda rápida, hay otro libro sobre los Inklings publicado el año pasado en Inglaterra: The Company they Keep: C. S. Lewis and J. R. R. Tolkien as writers in community. Para más información, pinchen aquí

30 noviembre 2006

De hadas y cuentos

Mi propósito es hablar de los cuentos de hadas, aunque bien sé que ésta es una empresa arriesgada. Fantasía es una tierra peligrosa, con trampas para los incautos y mazmorras para los temerarios. Y de temerario se me puede tildar, porque, aunque he sido un aficionado a tales cuentos desde que aprendí a leer y en ocasiones les he dedicado mis lucubraciones, no los he estudiado, en cambio, como profesional. Apenas si en esa tierra he sido algo más que un explorador sin rumbo (o un intruso), lleno de asombro, pero no de preparación. Ancho, alto y profundo es el reino de los cuentos de hadas y lleno todo él de cosas diversas: hay allí toda suerte de bestias y pájaros; mares sin riberas e incontables estrellas; belleza que embelesa y un peligro siempre presente; la alegría, lo mismo que la tristeza, son afiladas como espadas. Tal vez un hombre pueda sentirse dichoso de haber vagado por ese reino, pero su misma plenitud y condición arcana atan la lengua del viajero que desee describirlo. Y mientras está en él le resulta peligroso hacer demasiadas preguntas, no vaya a ser que las puertas se cierren y desaparezcan las llaves.

Hay, con todo, algunos interrogantes que quien ha de hablar de cuentos de hadas espera por fuerza resolver, intenta hacerlo cuando menos, piensen lo que piensen de su impertinencia los habitantes de Fantasía. Por ejemplo: ¿qué son los cuentos de hadas?, ¿cuál es su origen?, ¿para qué sirven? Trataré de dar contestación a estas preguntas, u ofrecer al menos las pistas que yo he espigado..., fundamentalmente en los propios cuentos, los pocos que yo conozco de entre tantos como hay.

¿Qué es un cuento de hadas? En vano acudirán en este caso al Oxford English Dictionary. No contiene alusión ninguna a la combinación cuento-hada, y de nada sirve en el tema de las hadas en general. En el Suplemento, cuento de hadas presenta una primera cita del año 1750, y se constata que su acepción básica es: a) un cuento sobre hadas o, de forma más general, una leyenda fantástica; b) un relato irreal e increíble, y c) una falsedad.

Las dos últimas acepciones, como es lógico, harían mi tema desesperadamente extenso. Pero la primera se queda demasiado corta. No demasiado corta para un ensayo, pues su amplitud ocuparía varios libros, sino para cubrir el uso real de la palabra. Y lo es en particular si aceptamos la definición de las hadas que da el lexicógrafo: «Seres sobrenaturales de tamaño diminuto, que la creencia popular supone poseedores de poderes mágicos y con gran influencia para el bien o para el mal sobre asuntos humanos».

"Sobrenatural" es una palabra peligrosa y ardua en cualquiera de sus sentidos, los más amplios o los más reducidos, y es difícil aplicarla a las hadas, a menos que "sobre" se tome meramente como prefijo superlativo. Porque es el hombre, en contraste, quien es sobrenatural (y a menudo de talla reducida), mientras que ellas son naturales, muchísimos más naturales que él. Tal es su sino. El camino que lleva a la tierra de las hadas no es el del Cielo; ni siquiera, imagino, el del Infierno, a pesar de que algunos han sostenido que puede llevar indirectamente a él, como diezmo que se paga al Diablo.

EL CUENTO DE HADAS Y FANTASÍA
La mayor parte de los buenos cuentos de hadas trataban de las aventuras de los hombres en el País Peligroso o en sus oscuras fronteras. Y es natural que así sea; pues si los elfos son reales y de verdad existen con independencia de nuestros cuentos sobre ellos, entonces también resulta cierto que los elfos no se preocupan básicamente de nosotros, ni nosotros de ellos. Nuestros destinos discurren por sendas distintas y rara vez se cruzan. Incluso en las fronteras mismas de Fantasía sólo los encontraremos en alguna casual encrucijada de caminos.

La definición de un cuento de hadas -qué es o qué debiera ser- no depende, pues, de ninguna definición ni de ningún relato histórico de elfos o de hadas, sino de la naturaleza de Fantasía: el Reino Peligroso mismo y que sopla en ese país. No intentaré definir tal cosa, ni describirla por vía directa. No hay forma de hacerlo. Fantasía no puede quedar atrapada en una red de palabras; porque una de sus cualidades es la de ser indescriptible, aunque no imperceptible. Consta de muchos elementos diferentes, pero el análisis no lleva necesariamente a descubrir el secreto del conjunto. Confío, sin embargo, que lo que después he de decir sobre los otros interrogantes suministrará algunos atisbos de la visión imperfecta que yo tengo de Fantasía. Por ahora, sólo diré que un cuento de hadas es aquel que alude o hace uso de Fantasía, cualquiera que sea su finalidad primera: la sátira, la aventura, la enseñanza moral, la ilusión. La misma Fantasía puede tal vez traducirse, con mucho tino, por Magia, pero es una magia de talante y poder peculiares, en el polo opuesto a los vulgares recursos del mago laborioso y técnico.
Hay una salvedad: lo único de lo que no hay que burlarse, si alguna burla hay en el cuento, es la misma magia. Se la ha de tomar en serio en el relato, y no se la ha de poner en solfa ni se la ha de justificar. El poema medieval Sir Gawain y el Caballero Verde es un ejemplo admirable de ello.

LA MÁGICA INVENCIÓN DEL ADJETIVO
La mente humana, dotada de los poderes de generalización y abstracción, no sólo ve hierba verde, diferenciándola de otras cosas (y hallándola agradable a la vista), sino que ve que es verde, además de verla como hierba. Qué poderosa, qué estimulante para la misma facultad que lo produjo fue la invención del adjetivo: no hay en fantasía hechizo ni encantamiento más poderoso. Y no ha de sorprendernos: podría ciertamente decirse que tales hechizos sólo son una perspectiva diferente del adjetivo, una parte de la oración en una gramática mítica. La mente que pensó en ligero, pesado, gris, amarillo, inmóvil y veloz también concibió la noción de la magia que haría ligeras y aptas para el vuelo las cosas pesadas, que convertiría el plomo gris en oro amarillo y la roca inmóvil en veloz arroyo. Si pudo hacer una cosa, también la otra; e hizo las dos, inevitablemente. Si de la hierba podemos abstraer lo verde, del cielo lo azul y de la sangre lo rojo, es que disponemos ya del poder del encantador. A cierto nivel. Y nace el deseo de esgrimir ese poder en el mundo exterior a nuestras mentes. De aquí no se deduce que vayamos a usar bien de ese poder en un nivel determinado; podemos poner un Verde horrendo en el rostro de un hombre y obtener un monstruo; podemos hacer que brille una extraña y temible luna azul; o podemos hacer que los bosques se pueblen de hojas de plata y que los carneros se cubran de vellocinos de oro; y podemos poner ardiente fuego en el vientre del helado saurio. Y con tal "fantasía" que así se la denomina, se crean nuevas formas. Es el inicio de Fantasía. El Hombre se convierte en subcreador.

Así, el poder esencial de Fantasía es hacer inmediatamente efectivas a voluntad las visiones "fantásticas". No todas son hermosas, ni incluso ejemplares; no al menos las fantasías del Hombre caído. Y con su propia mancha ha mancillado a los elfos, que sí tienen ese poder real o imaginario. En mi opinión, se tiene muy poco en cuenta este aspecto de la "mitología": subcreación más que representación o que interpretación simbólica de las bellezas y los terrores del mundo.

EN EL MUNDO SECUNDARIO
Naturalmente que los niños son capaces de una fe literaria cuando el arte del escritor de cuentos es lo bastante bueno como para producirla. A esa condición de la mente se la ha denominado "voluntaria suspensión de la incredulidad". Más no parece que ésa sea una buena definición de lo que ocurre. Lo que en verdad sucede es que el inventor de cuentos demuestra ser un atinado "subcreador". Construye un Mundo Secundario en el que tu mente puede entrar. Dentro de él, lo que se relata es "verdad": está en consonancia con las leyes de ese mundo. Crees en él, pues, mientras estás, por así decirlo, dentro de él. Cuando surge la incredulidad, el hechizo se quiebra; ha fallado la magia, o más bien el arte. Y vuelve a situarte en el Mundo Primario, contemplando desde fuera el pequeño Mundo Secundario que no cuajó. Si por benevolencia o por las circunstancias te ves obligado a seguir en él, entonces habrás de dejar suspensa la incredulidad (o sofocarla); porque si no, ni tus ojos ni tus oídos lo soportarán. Pero esta interrupción de la incredulidad sólo es un sucedáneo de la actitud auténtica, un subterfugio del que echamos mano cuando condescendemos con juegos e imaginaciones, o cuando (con mayor o menor buena gana) tratamos de hallar posibles valores en la manifestación de un arte a nuestro juicio fallido.

LA FANTASÍA Y LA SUBCREACIÓN
La mente del hombre tiene capacidad para formar imágenes de cosas que no están de hecho presentes. La facultad de concebir imágenes recibe o recibió el nombre lógico de Imaginación. Pero en los últimos tiempos y en el lenguaje especializado, no en el de todos los días, se ha venido considerando a la Imaginación como algo superior a la mera formación de imágenes, adscrito al campo operacional de lo Fantasioso, forma reducida y peyorativa del viejo término Fantasía; se está haciendo, pues, un intento para reducir, yo diría que de forma inadecuada, la Imaginación al "poder de otorgar a las criaturas de ficción la consistencia interna de la realidad".

El logro de la expresión que proporciona (o al menos así lo parece) "la consistencia interna de la realidad" es ciertamente otra cosa, otro aspecto, que necesita un nombre distinto: el de Arte, el eslabón operacional entre la Imaginación y el resultado final, la Subcreación. Para el fin que ahora me propongo preciso de un término que sea capaz de abarcar a la vez el mismísimo Arte Subcreativo y la cualidad de sorpresa y asombro expositivos que se derivan de la imagen: una cualidad esencial en los cuentos de hadas.

Me propongo, pues, arrogarme los poderes de Humpty-Dumpty y usar de la Fantasía con ese propósito; es decir, con la intención de combinar su uso más tradicional y elevado (equivalente a Imaginación) con las nociones derivadas de "irrealidad" (o sea, disimilitud con el Mundo Primario) y liberación de la esclavitud del "hecho" observado; la noción, en pocas palabras, de lo fantástico. Soy consciente, y con gozo, de los nexos etimológicos y semánticos entre la fantasía y las imágenes de cosas que no sólo "no están realmente presentes", sino que con toda certeza no vamos a poder encontrar en nuestro mundo primario, o que en términos generales creemos imposibles de encontrar. Pero, aun admitiendo esto, no puedo aceptar un tono peyorativo. Que sean imágenes de cosas que no pertenecen al mundo primario (si tal es posible) resulta una virtud, no un defecto. En este sentido, la fantasía no es, creo yo, una manifestación menor sino más elevada, del Arte, casi su forma más pura, y por ello -cuando se alcanza- la más poderosa.
La fantasía, claro, arranca con una ventaja: la de domeñar lo inusitado. Pero esta ventaja se ha vuelto en su contra y ha contribuido a su descrédito. A mucha gente le desagrada que la «dominen». Les desagrada cualquier manipulación del Mundo Primario o de los escasos reflejos del mismo que les resultan familiares. Confunde, por tanto, estúpida y a veces malintencionadamente, la Fantasía con los Sueños, en los que el Arte no existe, con los desórdenes mentales, donde ni siquiera se da un control, y con las visiones y alucinaciones.

Crear un Mundo Secundario en el que un sol verde resulte admisible, imponiendo una Creencia Secundaria, ha de requerir con toda certeza esfuerzo e intelecto, y ha de exigir una habilidad especial, algo así como la destreza élfica. Pocos se atreven con tareas tan arriesgadas. Pero cuando se intentan y alcanzan, nos encontramos ante un raro logro del Arte: auténtico arte narrativo, fabulación en su estadio primario y más puro.

FANTASÍA Y RENOVACIÓN
La Renovación, que incluye una mejoría y el retorno de la salud, es un volver a ganar: volver a ganar la visión prístina. No digo "ver las cosas tal cual son" para no enzarzarme con los filósofos, si bien podría aventurarme a decir "ver las cosas como se supone o se suponía que debíamos hacerlo", como objetos ajenos a nosotros. En cualquier caso, necesitamos limpiar los cristales de nuestras ventanas para que las cosas que alcanzamos a ver queden libres de la monotonía del empañado cotidiano o familiar; y de nuestro afán de posesión.

Los cuentos de hadas, naturalmente, no son el único medio de renovación o de profilaxis contra el extravío. Basta con la humildad. Y para ellos en especial, para los humildes, está Mooreeffoc, es decir la Fantasía de Chesterton. Mooreeffoc es una palabra imaginada, aunque se la pueda ver escrita en todas la ciudades de este país. Se trata del rótulo "Coffee-room", pero visto en una puerta de cristal y desde el interior, como Dickens lo viera un oscuro día londinense. Chesterton lo usó para destacar la originalidad de las cosas cotidianas cuando se nos ocurre contemplarlas desde un punto de vista diferente del habitual. La mayoría estaría de acuerdo en que este tipo de fantasía es ya suficiente; y en que siempre abundarán materiales que la nutran. Pero sólo tiene, creo yo, un poder limitado, por cuanto su única virtud es la de renovar la frescura de nuestra visión. La palabra Mooreeffoc puede hacernos comprender de repente que Inglaterra es un país harto extraño, perdido en cualquier remota edad apenas contemplada por la historia o bien en un futuro oscuro que sólo con la máquina del tiempo podemos alcanzar; puede hacernos ver la sorprendente rareza e interés de sus gentes, y sus costumbres y hábitos alimentarios. Pero no puede lograr más que eso: actuar como un telescopio del tiempo enfocado sobre un solo punto. La fantasía creativa, por cuanto trata de forma fundamental de hacer algo más -de recrear algo nuevo-, es capaz de abrir nuestras arcas y dejar volar como a pájaros enjaulados los objetos allí encerrados. Las gemas todas se tornarán en flores o llamas, y será un aviso de que todo lo que poseían (o conocían) era peligroso y fuerte, y que no estará en realidad verdaderamente encadenado, sino libre e indómito; sólo de ustedes en cuanto que era ustedes mismos.

"Sobre el cuento de hadas"
Teoría literaria
(versión abreviada)
J. R. R. Tolkien

*******

Yo no fui la clásica niña cuya madre le leía cuentos de hadas (o de lo que fueran) antes de dormir. Al contrario, mi madre tenía una forma muy particular de contar de viva voz las historias, fueran de fantasmas, de hechos familiares o históricos y siendo yo muy pequeña, descubrí la oscura maestría de el maestro Poe. Siempre me sentí más atraída hacía lo siniestro que hacía lo "cursi" que trasmitían los cuentos de hadas made by Factoría Disney. Aunque no niego que hay varias películas que me gustan y varias de ellas hasta logran que derrame lágrimas a pesar de que las tenga muy vistas, jejeje. Nunca me sentí la clásica "princesita de cuento", ni soñé con tener un pony de larga melena y cola, ni montar un unicornio, pero suelo disfrutar mucho de películas que remiten al mundo de los cuentos de hadas como Legend (una de mis favoritas, de todos los tiempos) o la siempre adorable Historia Interminable (una de las mejores adaptaciones hechas en cine). Echar mano del maestro Tolkien para hablar sobre los cuentos de hadas ha sido un pretexto perfecto, jejeje, para dos cosas: invitar una vez más al Maese en mi humilde blog y para mostrar tres videos musicales originales que retoman ese mundo con acierto.

El primer video es Send me an angel del grupo Real Life (1983). De alguna manera, este fue su "one hit wonder", jejeje, y uno de los videos que más me marcó cuando tenía once años y lo veía en aquel programa de videos que se llamaba "A toda música" y que conducía una jovencísima Gloria Calzada. Lo emitía por el viejo canal 9 de Televisa, los sábados por la noche, y ahí estaba yo, en primera fila, hahahaha, mirando a través de aquella ventana que me mostraba el mundo de los videos musicales y me contagiaba de ese gusto visual y musical que se ha incrementado con los años. "Send me an angel" muestra una historia que coquetea de alguna manera con la historia de la Bella y la Bestia.

El segundo video es I'd do anything for love (but I won't do that) de Meat Loaf (1993). La canción es poderosa y totalmente del estilo de este cantante que lo mismo se enfunda en la piel de un personaje patético en películas como "The Fight Club" como canta con la Melbourne Orchestra. No soy fan super-fan de Meat Loaf, a veces me cansa un poco su estilo tan de ópera rock enfatizado por su amigo, productor y creador de varias de sus canciones más famosas que es Jim Steinman (muy conocido por ser el creador de los temas más emblemáticos de la película "Streets of fire", por ser el creador del temazo "Eclipse total of the heart" de Bonnie Tyler, entre otras cosas), pero por lo regular me emociona. Este video dicen que tiene guiños con la Bella y la Bestia o algunos de el Fantasma de la Opera, pero a decir verdad, yo le veo muchos detalles que me remiten totalmente a la película "Bram Stoker's Dracula", aunque aquí, no hay vampiros como tales ;-)

El tercer video es Du riechst so gut (Hueles tan bien) de Rammstein (1998). La primera vez que lo vi, casi muero de la emoción, hahaha. Es como la historia bizarra de una Caperucita Roja, ambientada en el siglo XVIII, acosada por un grupo de lobos-hombre y seducida por la llamada de lo salvaje. Me encanta la fotografía y la forma de mostrar la historia, el contraste entre la música poderosa de los Rammstein y la ambientación antigua.

Queda claro que a mí me gusta más el cuento de hadas bajo la visión de un Shrek, hahaha, que la noñería que tanto siguen embutiéndole a las niñas actuales edulcorado con ese color rosa que me suele dar náuseas ;-)










09 noviembre 2005

Poeta inédito


Demiurgo de la Tierra Media, lingüista capaz de crear lenguas élficas como el Quenya y el Sindarin y dotarlas de sus propias normas gramaticales, John Ronald Reuel Tolkien fue un poeta eclipsado por la fuerza de su propia obra narrativa, especialmente por el mítico El Señor de los Anillos, donde asomaba, casi siempre en forma de cántico, esa pasión por la poesía que le llevó en su juventud a realizar su propia versión de Beowulf (texto escrito en inglés antiguo anes del siglo X y que cuenta las aventuras del mítico guerrero escandinavo del siglo VI). Admirado por W. H. Auden (Wystan Hugh Auden, poeta, dramaturgo y crítico literario norteamericano, considerado por muchos el poeta más influyente de la literaura inglesa después de T. S. Eliot), el Tolkien poeta creó una ingente obra poemática entre 1922 y 1962. Algunos de esos versos inspiraron pasajes y personajes de El Hobbit, El Señor de los Anillos y El Silmarillion, como es el caso de Tom Bombadil y Baya de Oro, que a pesar de su fugaz aparición en La comunidad del anillo se han convertido en algunos de los personajes más conocidos y entrañables. Ahora, la editorial Minotauro publica en España Las aventuras de Tom Bombadil (a partir del 15 de este mes), un conjunto bilingüe de 16 poemas de Tolkien inéditos en España, ilustrados por su admirada Pauline Baynes".

El último navío

A las tres de la noche ya estaba muriendo
y Firiel fiera miraba;
un gallo dorado erguido a lo lejos
un canto claro elevaba.
El alba era pálida; los árboles pardos;
las aves, al despertarse
piaban; las hojas venían arrastrando
una brisa fresca y suave.

Vio crecer la luz dese la ventana
e iluminarse la hierba:
el rocío gris, intenso, brillaba
en las hojas y en la tierra.
Sus pies descendieron como blanca nieve;
veloces se deslizaron
sobre el verde prado: bailaban alegres
de rocío salpicados.

Bajó entonces Firiel al río corriendo
con su túnica enjoyada;
se apoyó en un tronco, curvo, sauce viejo,
y observó un temblor en el agua.
Cayó un rayo azul y se zambulló:
un martín pescador, raudo;
el banco de lirios se desparramó,
los juncos se balancearon.

De pronto, una música hasta ella llegó;
en sus hombros centellaba
su cabello libre, derramado al sol,
al calor de la mañana.
Oyó soplar flautas, oyó arpas tañidas;
jóvenes voces de viento
trayendo canciones claras, cristalinas;
y campanas a lo lejos.

Vio acercarse un barco de blanco esplendor,
de proa erguida, elevada,
con oro en los remos y en el espolón;
unos cisnes lo guiaban.
Venían remando las hermosas gentes
de la Tierra de los Elfos;
de plata y de gris; tres resplandecientes
con coronados cabellos.

Alzaban su canto siguiendo las olas,
llevando en sus manos arpas:
"Los campos son verdes, largas son las hojas,
y todas las aves cantan:
con auroras de oro y otra vez
se iluminará esta tierra,
y una y otra flor veremos nacer,
sin que el trigal envejezca".

"¿Hacia dónde vais, hermosos remeros,
embarcados por el río?
¿Acaso al crepúsculo? ¿A un lugar secreto,
en el gran bosque escondido?
¿Poderosos cisnes en su vuelo os llevan
al Norte, a habitar las olas,
a las islas frías de costas de piedra,
donde lloran las gaviotas?"

Responden del barco: "¡No! Marchamos lejos
por el último camino
dejamos atrás estos grises puertos,
desafiando al mar sombrío.
Vamos donde siempre crece el Árbol Blanco,
hacia la última ribera,
Hogar de los Elfos donde está brillando
sobre la espuma de la Estrella"

"¡Abandona ya los mortales campos;
laTierra Media dejemos!
Vuela una llamada desde el campanario
en el Hogar de los Elfos.
Aquí se marchitan las hierbas, el sol,
la luna, y las hojas caen;
nosotros oímos, lejana, esa voz
que nos empuja a este viaje"

Dejaron los remos, viendo a la doncella:
"¡Firiel!, ¡Firiel!", exclamaron.
"¿Oyes la llamada? ¡Niña de la Tierra!
Queda sitio en nuestro barco,
sólo para uno: llevarte podemos.
Tus días rápidos pasan.
Niña de la Tierra, bella como un Elfo,
oye la última llamada."

Firiel los veía desde la ribera,
osando dar sólo un paso;
profundo se hundieron sus pies en la arena,
y se detuvo, mirando.
Se alejó la nave, susurró al pasar
rozando las aguas, lenta;
"¡No puedo partir!", la oyeron llorar,
"¡Yo soy hija de la Tierra!".

Y sobre su túnica, al estar de vuelta,
ninguna joya brillaba
bajo el techo oscuro y bajo lapuerta,
en la sombra de la casa.
Ciñó su jubón de marrón rojizo,
trenzado el largo cabello,
y volvió al trabajo, a paso cansino.
El sol se fue diluyendo.

Todavía fluyen los Siete Ríos
los años, uno tras otro;
y pasan la nube y el sol con su brillo,
y se agitan temblorosos,
el sauce y el junco. Pero nunca más
hacia el oeste pasaron
como antes, los barcos, en agua mortal;
y se acallaron sus cantos.

*******

Tolkien y la metáfora

J. R. R. Tolkien es conocido, sobre todo, por ser el autor de El Señor de los Anillos. Sin embargo, son muy pocos los que saben que en la raíz de esa obra magna y de toda su mitología late una profunda inspiración lingüística. La creación literaria de Tolkien nace de la invención de idiomas profundamente coherentes, verosímiles. Además de las veinte lenguas que dominaba, Tolkien inventó otras cinco como bastidor sobre el que desarrollar su mitología para Inglaterra. La necesidad de dar cohesión histórica a esos lenguajes inventados empujó al autor a desarrollar un universo de culturas y tradiciones orales que se entrecruzan, hablándonos de un mundo tan vasto como el nuestro, precisamente porque es el nuestro transfigurado por la metáfora esencial que es la vida.

Tal y como Tolkien expone en su poema Mitopoeia ("el arte de contar historias"), puesto que creamos a imagen y semejanza de un Creador, el hilo que debe enebrar el quehacer del artista ha de ser análogo al de la esencia del mundo. El núcleo de la teoría y la praxis literarias de Tolkien es un profundo amor por el valor metafórico de las palabras, pues sólo ellas son capaces de captar y nombrar -de cantar- la esencia polisémica de la Creación. Él mismo reconocía la honda raigambre poética de su labor creativa. La riqueza de significado del mundo exige, para Tolkien, el vehículo apropiado para la invención de mundos secundarios: la poesía.

Por esta razón hay poesía en la Comarca, en Bree, en Rivendel; y más allá de Moria, en las llanuras de Rohan y entre los muros elevados de Minas Tirith; en Lothlórien y en Ithilien. Hay poesía y canciones en casa de Tom Bombadil, que habla en verso, que designa la realidad or medio de cantos, sencillos y profundos, a la medida del mundo natural cuyo núcleo aspiran a desentrañar. Porque Bombadil se mueve en la frontera del misterio que es la vida pegada a la tierra, al amor a los árboles. Sólo en Mordor no hay canciones -hasta que llega Sam Gamyi a conmover los muros de Cirith Ungol con su canto de esperanza-, y el país entero permanece silencioso y amenazante.

La poesía, tal y como Tolkien la concebía, es el medio exacto para designar la belleza y el dolor del mundo. Al igual que Chesterton, el autor pensaba que, si fuéramos coherentes, hablaríamos como poetas. Porque la esencia del mundo se ha ido ensanchando, y ahora tan sólo es comunicable de mente en mente por medio de actos creativos, de nuevas maneras de designar la multiplicidad del ser de las cosas, la gloria de este mundo paradójico, desgraciado y redimido. (Eduardo Segura, profesor de Humanidades de la UCAM y traductor y biógrafo de Tolkien)
Revista El Cultural
Diario El Mundo
3 - 9 noviembre 2005


*******

A ver, reconozco que soy casi una néofita en la obra de Tolkien y a partir de la adaptación cinematográfica del El Señor de los Anillos, entono con todo el dolor de mi alma un mea culpa :p porque hace muchos, muchos años, jejeje, vamos, cuando era peque, tuve la oportunidad de leer la obra gracias al hermano adolescente de un amigo mío, y nada, damas y caballeros, que me negué pues Poe me guiñaba el ojo y yo adoraba La caída de la casa Usher y no veía más allá de su obra... ainss. Sin embargo, gracias a Mr. Jackson que ha logrado captar la esencia de Tolkien (aunque existan varios fans que denuncian errores garrafales :P) y a mi señor marido que ha leído todo desde el Silmarillion, el Hobbit y por supuesto El señor de los Anillos y que me ha "ilustrado" básicamente, jejeje, ahora aprecio y mucho a ese magnífico escritor. Me falta descubrir muchísmo, pero no pierdo la esperanza de poder lograrlo.

Tengo muchas cosas en el tintero, y es que trato de aprovechar el poco tiempo libre que me deja mi Happy Demon, jejeje. Hace algunos días que mi marido y yo alquilamos El Reino de los Cielos (Kingdom's Heaven) y menuda decepción que me llevé a pesar de que pintaba bien y de que Ridley Scott es un buen director de cine. En pocas palabras puedo decir que Orlando "Legolas" Bloom aún está un poco verde para ser el protagonista de una hisotria épica y que en sí, el guión, es tal como reza aquello de "mucho ruido y pocas nueces". Por otro lado, aún sigo con la "resaca" de la semana pasada, jejeje. Ya veré si en días próximos hablo un poco de la celebración de Día de Muertos en mi tierra aunque sea a destiempo. Ainsss, ya vi La Novia Cadáver y me encantó, sísísí, hahahaha. Oh Gran Guana Tim Burton, que los dioses te conserven mucho tiempo y que sigas teniendo la oportunidad de darnos gusto a aquellos que disfrutamos de las historias siniestras y tiernas. Para ser sincera, no imaginaba el final y me ha parecido genial, muy pero que muy tierno. Por cierto, el diseño en general, tanto de personajes como de escenografía y fotografía, me recordó mucho al Expresionismo alemán, sobre todo, al Gabinete del Doctor Caligari.

Bien, es todo lo que puedo decir de momento. Intentaré escribir con mayor frecuencia y no "actualizar" cada semana ;-)




***