30 noviembre 2006

De hadas y cuentos

Mi propósito es hablar de los cuentos de hadas, aunque bien sé que ésta es una empresa arriesgada. Fantasía es una tierra peligrosa, con trampas para los incautos y mazmorras para los temerarios. Y de temerario se me puede tildar, porque, aunque he sido un aficionado a tales cuentos desde que aprendí a leer y en ocasiones les he dedicado mis lucubraciones, no los he estudiado, en cambio, como profesional. Apenas si en esa tierra he sido algo más que un explorador sin rumbo (o un intruso), lleno de asombro, pero no de preparación. Ancho, alto y profundo es el reino de los cuentos de hadas y lleno todo él de cosas diversas: hay allí toda suerte de bestias y pájaros; mares sin riberas e incontables estrellas; belleza que embelesa y un peligro siempre presente; la alegría, lo mismo que la tristeza, son afiladas como espadas. Tal vez un hombre pueda sentirse dichoso de haber vagado por ese reino, pero su misma plenitud y condición arcana atan la lengua del viajero que desee describirlo. Y mientras está en él le resulta peligroso hacer demasiadas preguntas, no vaya a ser que las puertas se cierren y desaparezcan las llaves.

Hay, con todo, algunos interrogantes que quien ha de hablar de cuentos de hadas espera por fuerza resolver, intenta hacerlo cuando menos, piensen lo que piensen de su impertinencia los habitantes de Fantasía. Por ejemplo: ¿qué son los cuentos de hadas?, ¿cuál es su origen?, ¿para qué sirven? Trataré de dar contestación a estas preguntas, u ofrecer al menos las pistas que yo he espigado..., fundamentalmente en los propios cuentos, los pocos que yo conozco de entre tantos como hay.

¿Qué es un cuento de hadas? En vano acudirán en este caso al Oxford English Dictionary. No contiene alusión ninguna a la combinación cuento-hada, y de nada sirve en el tema de las hadas en general. En el Suplemento, cuento de hadas presenta una primera cita del año 1750, y se constata que su acepción básica es: a) un cuento sobre hadas o, de forma más general, una leyenda fantástica; b) un relato irreal e increíble, y c) una falsedad.

Las dos últimas acepciones, como es lógico, harían mi tema desesperadamente extenso. Pero la primera se queda demasiado corta. No demasiado corta para un ensayo, pues su amplitud ocuparía varios libros, sino para cubrir el uso real de la palabra. Y lo es en particular si aceptamos la definición de las hadas que da el lexicógrafo: «Seres sobrenaturales de tamaño diminuto, que la creencia popular supone poseedores de poderes mágicos y con gran influencia para el bien o para el mal sobre asuntos humanos».

"Sobrenatural" es una palabra peligrosa y ardua en cualquiera de sus sentidos, los más amplios o los más reducidos, y es difícil aplicarla a las hadas, a menos que "sobre" se tome meramente como prefijo superlativo. Porque es el hombre, en contraste, quien es sobrenatural (y a menudo de talla reducida), mientras que ellas son naturales, muchísimos más naturales que él. Tal es su sino. El camino que lleva a la tierra de las hadas no es el del Cielo; ni siquiera, imagino, el del Infierno, a pesar de que algunos han sostenido que puede llevar indirectamente a él, como diezmo que se paga al Diablo.

EL CUENTO DE HADAS Y FANTASÍA
La mayor parte de los buenos cuentos de hadas trataban de las aventuras de los hombres en el País Peligroso o en sus oscuras fronteras. Y es natural que así sea; pues si los elfos son reales y de verdad existen con independencia de nuestros cuentos sobre ellos, entonces también resulta cierto que los elfos no se preocupan básicamente de nosotros, ni nosotros de ellos. Nuestros destinos discurren por sendas distintas y rara vez se cruzan. Incluso en las fronteras mismas de Fantasía sólo los encontraremos en alguna casual encrucijada de caminos.

La definición de un cuento de hadas -qué es o qué debiera ser- no depende, pues, de ninguna definición ni de ningún relato histórico de elfos o de hadas, sino de la naturaleza de Fantasía: el Reino Peligroso mismo y que sopla en ese país. No intentaré definir tal cosa, ni describirla por vía directa. No hay forma de hacerlo. Fantasía no puede quedar atrapada en una red de palabras; porque una de sus cualidades es la de ser indescriptible, aunque no imperceptible. Consta de muchos elementos diferentes, pero el análisis no lleva necesariamente a descubrir el secreto del conjunto. Confío, sin embargo, que lo que después he de decir sobre los otros interrogantes suministrará algunos atisbos de la visión imperfecta que yo tengo de Fantasía. Por ahora, sólo diré que un cuento de hadas es aquel que alude o hace uso de Fantasía, cualquiera que sea su finalidad primera: la sátira, la aventura, la enseñanza moral, la ilusión. La misma Fantasía puede tal vez traducirse, con mucho tino, por Magia, pero es una magia de talante y poder peculiares, en el polo opuesto a los vulgares recursos del mago laborioso y técnico.
Hay una salvedad: lo único de lo que no hay que burlarse, si alguna burla hay en el cuento, es la misma magia. Se la ha de tomar en serio en el relato, y no se la ha de poner en solfa ni se la ha de justificar. El poema medieval Sir Gawain y el Caballero Verde es un ejemplo admirable de ello.

LA MÁGICA INVENCIÓN DEL ADJETIVO
La mente humana, dotada de los poderes de generalización y abstracción, no sólo ve hierba verde, diferenciándola de otras cosas (y hallándola agradable a la vista), sino que ve que es verde, además de verla como hierba. Qué poderosa, qué estimulante para la misma facultad que lo produjo fue la invención del adjetivo: no hay en fantasía hechizo ni encantamiento más poderoso. Y no ha de sorprendernos: podría ciertamente decirse que tales hechizos sólo son una perspectiva diferente del adjetivo, una parte de la oración en una gramática mítica. La mente que pensó en ligero, pesado, gris, amarillo, inmóvil y veloz también concibió la noción de la magia que haría ligeras y aptas para el vuelo las cosas pesadas, que convertiría el plomo gris en oro amarillo y la roca inmóvil en veloz arroyo. Si pudo hacer una cosa, también la otra; e hizo las dos, inevitablemente. Si de la hierba podemos abstraer lo verde, del cielo lo azul y de la sangre lo rojo, es que disponemos ya del poder del encantador. A cierto nivel. Y nace el deseo de esgrimir ese poder en el mundo exterior a nuestras mentes. De aquí no se deduce que vayamos a usar bien de ese poder en un nivel determinado; podemos poner un Verde horrendo en el rostro de un hombre y obtener un monstruo; podemos hacer que brille una extraña y temible luna azul; o podemos hacer que los bosques se pueblen de hojas de plata y que los carneros se cubran de vellocinos de oro; y podemos poner ardiente fuego en el vientre del helado saurio. Y con tal "fantasía" que así se la denomina, se crean nuevas formas. Es el inicio de Fantasía. El Hombre se convierte en subcreador.

Así, el poder esencial de Fantasía es hacer inmediatamente efectivas a voluntad las visiones "fantásticas". No todas son hermosas, ni incluso ejemplares; no al menos las fantasías del Hombre caído. Y con su propia mancha ha mancillado a los elfos, que sí tienen ese poder real o imaginario. En mi opinión, se tiene muy poco en cuenta este aspecto de la "mitología": subcreación más que representación o que interpretación simbólica de las bellezas y los terrores del mundo.

EN EL MUNDO SECUNDARIO
Naturalmente que los niños son capaces de una fe literaria cuando el arte del escritor de cuentos es lo bastante bueno como para producirla. A esa condición de la mente se la ha denominado "voluntaria suspensión de la incredulidad". Más no parece que ésa sea una buena definición de lo que ocurre. Lo que en verdad sucede es que el inventor de cuentos demuestra ser un atinado "subcreador". Construye un Mundo Secundario en el que tu mente puede entrar. Dentro de él, lo que se relata es "verdad": está en consonancia con las leyes de ese mundo. Crees en él, pues, mientras estás, por así decirlo, dentro de él. Cuando surge la incredulidad, el hechizo se quiebra; ha fallado la magia, o más bien el arte. Y vuelve a situarte en el Mundo Primario, contemplando desde fuera el pequeño Mundo Secundario que no cuajó. Si por benevolencia o por las circunstancias te ves obligado a seguir en él, entonces habrás de dejar suspensa la incredulidad (o sofocarla); porque si no, ni tus ojos ni tus oídos lo soportarán. Pero esta interrupción de la incredulidad sólo es un sucedáneo de la actitud auténtica, un subterfugio del que echamos mano cuando condescendemos con juegos e imaginaciones, o cuando (con mayor o menor buena gana) tratamos de hallar posibles valores en la manifestación de un arte a nuestro juicio fallido.

LA FANTASÍA Y LA SUBCREACIÓN
La mente del hombre tiene capacidad para formar imágenes de cosas que no están de hecho presentes. La facultad de concebir imágenes recibe o recibió el nombre lógico de Imaginación. Pero en los últimos tiempos y en el lenguaje especializado, no en el de todos los días, se ha venido considerando a la Imaginación como algo superior a la mera formación de imágenes, adscrito al campo operacional de lo Fantasioso, forma reducida y peyorativa del viejo término Fantasía; se está haciendo, pues, un intento para reducir, yo diría que de forma inadecuada, la Imaginación al "poder de otorgar a las criaturas de ficción la consistencia interna de la realidad".

El logro de la expresión que proporciona (o al menos así lo parece) "la consistencia interna de la realidad" es ciertamente otra cosa, otro aspecto, que necesita un nombre distinto: el de Arte, el eslabón operacional entre la Imaginación y el resultado final, la Subcreación. Para el fin que ahora me propongo preciso de un término que sea capaz de abarcar a la vez el mismísimo Arte Subcreativo y la cualidad de sorpresa y asombro expositivos que se derivan de la imagen: una cualidad esencial en los cuentos de hadas.

Me propongo, pues, arrogarme los poderes de Humpty-Dumpty y usar de la Fantasía con ese propósito; es decir, con la intención de combinar su uso más tradicional y elevado (equivalente a Imaginación) con las nociones derivadas de "irrealidad" (o sea, disimilitud con el Mundo Primario) y liberación de la esclavitud del "hecho" observado; la noción, en pocas palabras, de lo fantástico. Soy consciente, y con gozo, de los nexos etimológicos y semánticos entre la fantasía y las imágenes de cosas que no sólo "no están realmente presentes", sino que con toda certeza no vamos a poder encontrar en nuestro mundo primario, o que en términos generales creemos imposibles de encontrar. Pero, aun admitiendo esto, no puedo aceptar un tono peyorativo. Que sean imágenes de cosas que no pertenecen al mundo primario (si tal es posible) resulta una virtud, no un defecto. En este sentido, la fantasía no es, creo yo, una manifestación menor sino más elevada, del Arte, casi su forma más pura, y por ello -cuando se alcanza- la más poderosa.
La fantasía, claro, arranca con una ventaja: la de domeñar lo inusitado. Pero esta ventaja se ha vuelto en su contra y ha contribuido a su descrédito. A mucha gente le desagrada que la «dominen». Les desagrada cualquier manipulación del Mundo Primario o de los escasos reflejos del mismo que les resultan familiares. Confunde, por tanto, estúpida y a veces malintencionadamente, la Fantasía con los Sueños, en los que el Arte no existe, con los desórdenes mentales, donde ni siquiera se da un control, y con las visiones y alucinaciones.

Crear un Mundo Secundario en el que un sol verde resulte admisible, imponiendo una Creencia Secundaria, ha de requerir con toda certeza esfuerzo e intelecto, y ha de exigir una habilidad especial, algo así como la destreza élfica. Pocos se atreven con tareas tan arriesgadas. Pero cuando se intentan y alcanzan, nos encontramos ante un raro logro del Arte: auténtico arte narrativo, fabulación en su estadio primario y más puro.

FANTASÍA Y RENOVACIÓN
La Renovación, que incluye una mejoría y el retorno de la salud, es un volver a ganar: volver a ganar la visión prístina. No digo "ver las cosas tal cual son" para no enzarzarme con los filósofos, si bien podría aventurarme a decir "ver las cosas como se supone o se suponía que debíamos hacerlo", como objetos ajenos a nosotros. En cualquier caso, necesitamos limpiar los cristales de nuestras ventanas para que las cosas que alcanzamos a ver queden libres de la monotonía del empañado cotidiano o familiar; y de nuestro afán de posesión.

Los cuentos de hadas, naturalmente, no son el único medio de renovación o de profilaxis contra el extravío. Basta con la humildad. Y para ellos en especial, para los humildes, está Mooreeffoc, es decir la Fantasía de Chesterton. Mooreeffoc es una palabra imaginada, aunque se la pueda ver escrita en todas la ciudades de este país. Se trata del rótulo "Coffee-room", pero visto en una puerta de cristal y desde el interior, como Dickens lo viera un oscuro día londinense. Chesterton lo usó para destacar la originalidad de las cosas cotidianas cuando se nos ocurre contemplarlas desde un punto de vista diferente del habitual. La mayoría estaría de acuerdo en que este tipo de fantasía es ya suficiente; y en que siempre abundarán materiales que la nutran. Pero sólo tiene, creo yo, un poder limitado, por cuanto su única virtud es la de renovar la frescura de nuestra visión. La palabra Mooreeffoc puede hacernos comprender de repente que Inglaterra es un país harto extraño, perdido en cualquier remota edad apenas contemplada por la historia o bien en un futuro oscuro que sólo con la máquina del tiempo podemos alcanzar; puede hacernos ver la sorprendente rareza e interés de sus gentes, y sus costumbres y hábitos alimentarios. Pero no puede lograr más que eso: actuar como un telescopio del tiempo enfocado sobre un solo punto. La fantasía creativa, por cuanto trata de forma fundamental de hacer algo más -de recrear algo nuevo-, es capaz de abrir nuestras arcas y dejar volar como a pájaros enjaulados los objetos allí encerrados. Las gemas todas se tornarán en flores o llamas, y será un aviso de que todo lo que poseían (o conocían) era peligroso y fuerte, y que no estará en realidad verdaderamente encadenado, sino libre e indómito; sólo de ustedes en cuanto que era ustedes mismos.

"Sobre el cuento de hadas"
Teoría literaria
(versión abreviada)
J. R. R. Tolkien

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Yo no fui la clásica niña cuya madre le leía cuentos de hadas (o de lo que fueran) antes de dormir. Al contrario, mi madre tenía una forma muy particular de contar de viva voz las historias, fueran de fantasmas, de hechos familiares o históricos y siendo yo muy pequeña, descubrí la oscura maestría de el maestro Poe. Siempre me sentí más atraída hacía lo siniestro que hacía lo "cursi" que trasmitían los cuentos de hadas made by Factoría Disney. Aunque no niego que hay varias películas que me gustan y varias de ellas hasta logran que derrame lágrimas a pesar de que las tenga muy vistas, jejeje. Nunca me sentí la clásica "princesita de cuento", ni soñé con tener un pony de larga melena y cola, ni montar un unicornio, pero suelo disfrutar mucho de películas que remiten al mundo de los cuentos de hadas como Legend (una de mis favoritas, de todos los tiempos) o la siempre adorable Historia Interminable (una de las mejores adaptaciones hechas en cine). Echar mano del maestro Tolkien para hablar sobre los cuentos de hadas ha sido un pretexto perfecto, jejeje, para dos cosas: invitar una vez más al Maese en mi humilde blog y para mostrar tres videos musicales originales que retoman ese mundo con acierto.

El primer video es Send me an angel del grupo Real Life (1983). De alguna manera, este fue su "one hit wonder", jejeje, y uno de los videos que más me marcó cuando tenía once años y lo veía en aquel programa de videos que se llamaba "A toda música" y que conducía una jovencísima Gloria Calzada. Lo emitía por el viejo canal 9 de Televisa, los sábados por la noche, y ahí estaba yo, en primera fila, hahahaha, mirando a través de aquella ventana que me mostraba el mundo de los videos musicales y me contagiaba de ese gusto visual y musical que se ha incrementado con los años. "Send me an angel" muestra una historia que coquetea de alguna manera con la historia de la Bella y la Bestia.

El segundo video es I'd do anything for love (but I won't do that) de Meat Loaf (1993). La canción es poderosa y totalmente del estilo de este cantante que lo mismo se enfunda en la piel de un personaje patético en películas como "The Fight Club" como canta con la Melbourne Orchestra. No soy fan super-fan de Meat Loaf, a veces me cansa un poco su estilo tan de ópera rock enfatizado por su amigo, productor y creador de varias de sus canciones más famosas que es Jim Steinman (muy conocido por ser el creador de los temas más emblemáticos de la película "Streets of fire", por ser el creador del temazo "Eclipse total of the heart" de Bonnie Tyler, entre otras cosas), pero por lo regular me emociona. Este video dicen que tiene guiños con la Bella y la Bestia o algunos de el Fantasma de la Opera, pero a decir verdad, yo le veo muchos detalles que me remiten totalmente a la película "Bram Stoker's Dracula", aunque aquí, no hay vampiros como tales ;-)

El tercer video es Du riechst so gut (Hueles tan bien) de Rammstein (1998). La primera vez que lo vi, casi muero de la emoción, hahaha. Es como la historia bizarra de una Caperucita Roja, ambientada en el siglo XVIII, acosada por un grupo de lobos-hombre y seducida por la llamada de lo salvaje. Me encanta la fotografía y la forma de mostrar la historia, el contraste entre la música poderosa de los Rammstein y la ambientación antigua.

Queda claro que a mí me gusta más el cuento de hadas bajo la visión de un Shrek, hahaha, que la noñería que tanto siguen embutiéndole a las niñas actuales edulcorado con ese color rosa que me suele dar náuseas ;-)










22 noviembre 2006

Sueños

Seguramente no encontraremos ningún otro motivo de inspiración literaria tan persistente como los sueños. Para los antiguos, tenían una naturaleza revelada y que actuaba sobre sus vidas; los dioses y los espíritus de ultratumba los empleaban como cauce de comunicación con sus criaturas predilectas. Los héroes de Homero, cuando se acogían al benéfico descanso, recibían la visita de sus dioses tutelares, que les dictaban el signo de la batalla o el itinerario de sus odiseas; también los elegidos por Yavé poseían -como Jacob- el don de recibir encomiendas a través de los sueños, o bien -como José- el de interpretar los presagios que eso sueños pudieran contener. Suetonio se atrevió a catalogar la materia onírica, según la sombra premonitoria que arrojase sobre nuestra existencia, otorgando carta de naturaleza a los "íncubos" -sueños angustiosos que anuncian alguna calamidad- y a las "larvas" -sueños muy concurridos de fantasmas y criaturas monstruosas-. Los ingleses poseen una palabra que siempre me ha estremecido para designar la pesadilla, ese afluente febril y desbocado del sueño: nightmare o, literalmente, "yegua de noche": cada vez que pronuncio esta palabra surge en mi imaginación, nítida como un escalofrío, la estampa de una yegua huyendo despavorida en mitad de la oscuridad, con los ollares henchidos por el horror y la piel lustrosa de un sudor frío. El sueño, convertido en una yegua clandestina que chapotea en charcos de sangre todavía tibia, se aposenta en las mejores tragedias de Shakespeare; también Dante dejó que el sueño, transformado en un gran monumento alegórico, o en una terrible ensoñación escatológica, inundase su genialidad.

Hubo un momento en que el hombre, deseoso de gobernar su destino, quiso negar el poder premonitorio de los sueños, que empezaron a ser recluidos en mazmorras extramuros de la razón. Aquel esfuerzo racionalista, tan ímprobo y estéril, quedaría negado por el fervor romántico, que ya no entendería los sueños como emanaciones de una divinidad que se insmicuye en nuestro reposo, sino como expresiones máximas de la libertad del hombre, como cristalización incoherente y desaforada de sus anhelos y fantasmas interiores. El aroma lúgubre y desquiciado, tempestuoso y aquietado de estos sueños se filtraría a partir de entonces en la literatura. El arte de la modernidad resultaría inexplicable sin esta concepción del sueño como vigilia de la fantasía, liberada de coartadas y fiscalizaciones; los infiernos mentales urdidos por Edgar Allan Poe, los paraísos artificiales invocados por Baudelaire, no habrían germinado sin la aportación de este legado romántico.

Aunque no hayan faltado épocas en que el sueño ha caído en el descrédito, lo cierto es que la literatura del extinto siglo XX ha rendido obcecadamente tributo a este manantial de inspiración, que se ha hecho caudaloso por influencia del psicoanálisis y de la escuela surrealista. Extinguida la efervescencia de aquellos movimientos culturales, el sueño ha ejercido su influencia (ya liberada de los encorsetamientos y dogmatismos impuestos por Breton y sus secuaces) en los creadores más heterodoxos, de Cocteau a Cortázar, y ha hallado un nuevo cauce expresivo a través del cine, donde los sueños adquieren una traducción en imágenes que los hace más perturbadores. ¿Alguien podría entender el muy particular universo de Hitchcock, Buñuel o David Lynch sin aceptar previamente el acoso que el mundo onírico ejerce sobre la realidad en sus películas?

Jorge Luis Borges llegó a afirmar que los sueños constituyen el más antiguo y el no menos complejo de los géneros literarios. Para demostrar este aserto, compiló en un volumen misceláneo la evolución de tan profundo género, desde los sueños proféticos del Antiguo Oriente hasta los alegóricos de la Edad Media y los puramente lúdicos de Lewis Carroll y Franz Kafka. En este delicioso Libro de los sueños (del que Borges, muy maliciosamente, destierra a todo autor sospechoso de vanguardismo), se congregan las visiones del profeta Daniel, las revelaciones del babilónico Gilgamesh, las puertas divinas de las que -según Homero- emanan los sueños (una puerta de marfil para los sueños falaces; otra de cuerno, para los proféticos) y otras muchas especies de pesadilla y espanto infligidas por los más conspicuos escritores. Entre tanto pasaje desconcertante o estremecedor, me quedo con esta perplejidad propuesta por Coleridge: "Si el hombre atravesara el Paraíso en un sueño y le dieran una flor como prueba de que había estado ahí, y si al despertar encontrara esa flor en su mano... ¿entonces qué?".

Juan Manuel Prada
XL Semanal Magazine
5 de noviembre de 2006


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Lo reconozco: no estoy muy inspirada :p y he echado mano de una sección que suele gustarme mucho cuando compro los domingos el diario Las Provincias. A veces se disputa rabiosamente mi preferencia con la Arturo Pérez-Reverte, jejejeje. Sin embargo, volviendo a mi falta de inspiración es que he estado muy tensa, diversos motivos y sobre todo, unos dolores de cabeza angustiantes que me dan con cierta frecuencia sin llegar a convertirse en migraña, por fortuna. A veces me atacan por las tardes, me tomo las pastillas que están en mi top ten particular de remedios contra esos dolores de cabeza que desde niña sufro, y para la hora de la cena se han aplacado, pero a la mañana siguiente me despierto con ellos (inclusive esos son la causa de que me encuentre incómoda acostada o con la cabeza apoyada). En fin, que me tomo otro par de pastillas y espero, inútilmente, que en poco tiempo hagan efecto. Y así, a los dos de la tarde, aún estoy un poco aturdida por el dolor que es como si me comprimieran la mitad de la cabeza (en esta ocasión, el izquierdo) aunque ya con menor intensidad.

Me gustaría que en esta ocasión, ustedes, los que amablemente me leen y en muchas ocasiones no dejan comentario alguno, ahora lo hiciesen. Quiero saber si sueñan, si hay sueños que se hayan cumplido o con qué sueñan. Y justo en este momento, me viene a la cabeza la serie de televisión "Medium" cuyo personaje principal lo interpreta Patricia Arquette. Yo no he tenido sueños "premonitorios" como tales aunque parece ser que debería tener una herencia vía materna, porque mi madre si los padecía pero con el tiempo dejó de prestarles atención. Yo nunca he sabido lo que es una pesadilla, pero los sueños me han servido para desahogar muchos nudos del alma y para, inclusive, recibir visitas muy especiales.

Música de fondo: "Ojos de triste llanto" de Alameda (uno de los grupos más representantivos del rock andaluz de finales de los '70, me encanta esa fusión de rock que rozaba con lo progresivo y muchos, muchos toques de flamenco).




16 noviembre 2006

El agua del dragón

Mis padres no fueron como aquellos que pretenden que sus hijos asistan a clases de todo tipo y ocupen sus tardes en estudiar guitarra, ballet, natación, artes marciales. Yo hubiese dado lo que fuera porque mis padres hubiesen caido en ese prototipo, jejeje (aunque, muy pronto me convertí en devoradora de libros y de las viejas series de dibujos animados que llenaban las tardes del Canal 5) . Más aún porque soy de la generación que cuando fuimos niños alucinamos (y de algún modo lo intentamos imitar) con el grandioso Bruce Lee. Yo recuerdo que en los '70 brotaron por todos lados escuelas de kung-fu, fue como un boom debido a la popularidad tanto de la serie de televisión del mismo nombre y protagonizada por David Carradine (sí, niños y nuevas generaciones: Bill, el hijoputa de la peli de Tarantino) como a la de un atractivo renovador y revelador de los misterios de las disciplinas de combate oriental: Bruce Lee.

Ahora, a más de teinta años de su muerte (ocurrida en causas extrañas), la tele de aquí, lleva algunas semanas emitiendo un spot de la marca BMW que muestra la parte más sutil y espiritual de Lee. Este anuncio recoge un fragmento de una entrevista que le fue realizada después de aparecer en uno de los capítulos de la serie Longstreet. El protagonista, un detective ciego, tras ser salvado por Lee de varios rufianes, le pide que le enseñe a pelear como él. Entre las primeras lecciones que le da se halla la pequeña enseñanza que se retoma en el spot: Lee utiliza el símil del agua, que era de su propia cosecha. La entrevista se llevó a cabo el 9 de diciembre de 1971 en Hong Kong para el programa canadiense El show de Pierre Breton. La cita que rescata el anuncio de BMW, se la repite Lee a ese periodista recordando un diálogo con el protagonista de la serie Longstreet.

Según James Bishop, uno de los biógrafos americanos que mejor conoce a Bruce Lee,"la entrevista en la que se basa el anuncio, es el único documento en imágenes reales que quedan sobre él, al margen de los personajes que interpretó para el cine. El hecho de que el spot haya llamado la atención, no me sorprende. Es él vemos al hombre real expresando con sinceridad su filosofía de vida. Lee creía que todos los hombres estaban unidos en una hermandad universal y que todos nuestros mezquinos conflictos son el resultado de la inseguridad. La naturaleza esencial de la filosofía de Lee es el autodesarrollo, un intento de maximizar el propio potencial de cada uno en todas las áreas. Para hacerlo, él creía que el hombre debía ser adaptable y completamente honesto consigo mismo para alcanzar la verdad".

Un hecho poco conocido es que Bruce Lee fue el argumentista de la popular serie de televisión Kung Fu y que debería haber protagonizado él. Sin embargo, los productores no confiaron en él como el Pequeño Saltamontes y en el último momento escogieron a David Carradine.

Muchos se preguntarán cómo es que una persona tan esencial no ponía reparos para protagonizar películas tan violentas como Karate a muerte en Bangkok o Furia Oriental. James Bishop declara que "él utilizó sus películas como vehículo para captar la atención del mundo, pero murió antes de poder articular la conexión que pretendía entre su filosofía y el gran público. De no haber muerto tan joven -en 1973, a los 32 años-, hubiera sido un símbolo de paz".





El texto completo de la cita es el siguiente: "Si intentas recordar, perderás. Vacía tu mente. No tengas forma, ni filo... como el agua. Pones agua en una taza y se convierte en la taza. Si la pones en una tetera, se convierte en la tetera. El agua puede fluir, o arrastrarse, o gotear o estrellarse... Sé agua, amigo mío".


13 noviembre 2006

Clan MacLeod

He is immortal, born in the Highlands of Scotland four hundred years ago. He is not alone. There are others like him, some good, some evil. For centuries he has battled the forces of Darkness, with Holy Ground his only refuge. He cannot die, unless you take his head and with it, his power. In the end there can be only one. He is Duncan MacLeod, the Highlander.

Hace veinte años que nació mi pasión por las katanas debido a una historia que reunía tres temas que siempre me han gustado: espadas, honor e inmortalidad: un don o una maldición que nadie sabe cómo se adquiere o quién la otorga. Highlander. Soy fan de la primera película y acepto de buena gana Endgame que viene siendo la cuarta parte (la segunda y la tercera son infumables). Y soy fan super fan de la serie de televisión a pesar de que la última temporada no la vi completa (fueron seis).
Christopher Lambert no me inspira más que el sentimiento de que parece buena persona, retraído y con esa mirada distraída que inquieta porque no sabes si tiene un dejo de estrabismo, jejeje: Connor MacLeod, el "primer" highlander, entrenado por Juan Ramírez, un Sean Connery españolizado que se convierte muy pronto en un personaje entrañable.

La serie de televisión, que surge en 1992, logró mantener el mito de "los inmortales", magníficos espadachines que sólo pueden morir si se les corta la cabeza y que se enfrentan entre ellos porque al final sólo quedará uno. Adrian Paul, con esa mezcla de sangres inglesa e italiana, se convirtió en el perfecto Higlander: Duncan MacCleod, guerrero, amante, fiel amigo, experto én espadas y artes marciales.

De los escasos personajes femeninos inmortales que aparecieron en la serie, mi favorita ha sido Amanda (Elizabeth Gracen), la simpática e incorregible ladrona que a principios del siglo XX abre un casino en San Francisco y lo llama Queen of the Swords, uno de sus apodos. Siempre me pareció la pareja que más se complementaba con Duncan aunque también esa relación intermitente (surgida en el siglo XVII) que mantenían le daba un toque especial. Posteriormente, Amanda tuvo su propia serie de televisión, The Raven, pero no tuvo éxito alguno y muchos preferimos quedarnos con la imagen de la serie que la vio surgir.

Este año se ha cumplido el vigésimo aniversario de la película Higlander con una verdadera legión de seguidores. No hubo festejos oficiales como tales, pero en youtube.com he encontrado un par de video-homenajes que me encantan debido a su manufactura y a los temas musicales elegidos que no están firmados por el grupo Queen, como los del soundtrack original reunidos en el album "It's a kind of magic" junto con otros temas propios de Freddy Mercury y cía., sino por Rod Stewart y su tema "Forever Young" acompañando imágenes de la primera película y "Once in a lifetime" de Dragonforce que reúne imágenes de las películas y de la serie de televisión mostrándonos los personajes más representativos.


There can be only one.





07 noviembre 2006

Día de Muertos II

Para los mexicanos, el Dia de Muertos representa algo más que veneración de sus difuntos. Podría decirse que el pueblo mexicano, a diferencia de otros países, lo refleja burlándose, jugando y conviviendo con la muerte. Esta convivencia ha dado lugar a diferentes manifestaciones de arte popular tan originales como lo son: las calaveras de dulce, el pan de muerto, las "catrinas" y esqueletos de cartón, dibujos que se burlan de la muerte, versos en los que se ridiculiza a cualquier personaje vivo de las artes, ciencias y en especial de la política, y las tradicionales ofrendas.

La herencia nos demuestra que las creencias antiguas mexicanas aseguraban que los muertos regresaban del más allá, para visitar a sus parientes que han quedado en la Tierra. Así que los vivos debían esperarlos alegres, con música y todo aquello que les gustaba en vida. Se levantaban altares donde los difuntos se alimentarían con los olores y el colorido de la ofrenda.

Ofrendar significa compartir con los parientes y amigos fallecidos ciertos goces y algo de los frutos obtenidos de la anualidad pasada, así como ofrecer alimentos, además de los tradicionales que se ofrendan en cada población, los preferidos en vida por los difuntos. Todas las ofrendas o Altares de Muertos tienen la misma finalidad: recibir a los familiares difuntos para compartir con ellos los buenos frutos de la tierra, recordarlos y halagarlos. Pero sobre todo, tener presente de que a pesar de que se han ido, los días 1 y 2 de noviembre volverán para estar nuevamente reunidos con los suyos. La ofrenda es el reencuentro con un ritual que convoca a la memoria.

La fotografía del ser querido ocupa el lugar principal de la ofrenda o altar y alrededor se colocan objetos que la persona disfrutaba en vida como: los alimentos que más les gustaban, tal vez cigarros, dulces y hasta una botella de licor que prefería "pues hay que atender bien al difunto". También se colocan algunas imágenes religiosas. La ofrenda, en sí, es una escenografía donde participan los muertos que llegan a beber, comer, descansar y convivir con sus deudos.

Los platillos de la ofrenda son una estela de aromas, el banquete de la cocina en honor de los seres recordados. La buena comida tiene por objeto deleitar al ánima que nos visita. El agua se le ofrece a las ánimas ya sea en un jarrito o en un vaso y es para que mitiguen su sed después de un largo recorrido y para que fortalezcan su regreso al más allá. La sal, que se coloca en un plato pequeño, representa un elemento de purificación y sirve para que el cuerpo no se corrompa, en su viaje de ida y vuelta para el siguiente año. También es la señal que indica al difunto que está invitado al banquete y representa lo bueno de la existencia.

Las velas o veladoras con su flama titiliante guían a las ánimas para que puedan llegar a sus antiguos hogares y alumbran el regreso a la moradas. Toda ofrenda tiene una para cada uno de los seres queridos invitados al banquete y otra más para un alma olvidada. El copal (el incienso que usaban los antiguos mexicanos desde tiempos prehispánicos) que se quema en sahumerios, con su particular fragancia, es un saludo reverente. Muchas veces también se utiliza para limpiar el lugar de malos espíritus y así el alma puede entrar a su casa sin ningún peligro.

Las flores son símbolos de fertilidad por sus colores y estelas aromáticas. Adornan y aromatizan el lugar durante la estancia del ánima, la cual al marcharse se irá contenta. Los floricultores siembran en los meses de mayo y junio la siempreviva, , nube, cresta de gallo, nardo, gladiolo y el cempasúchitl que se cosechan en fechas cercanas al Día de Muertos.

Los panaderos se encargan de satisfacer el paladar de vivos y muertos con los panes especiales para esta época del año como son: el pan de muerto (hecho con harina, mantequilla, esencia de azahar, esencia de anís, azucar y sal), la rosca de la vida, pan cruzado, huesitos de manteca, entre otros. Cabe mencionar que muchos panes especiales tienen formas humanas o de animales. Los dulceros hacen lo suyo con las famosas calaveritas de azúcar (y también de chocolate) que llevan impreso el nombre del comprador, las cruces, los violines oel sabroso dulce de pepita de calabaza.

En muchas comunidades donde prevalecen las viejas costumbres, el repique de campanas de las iglesias, a las ocho de la noche del 31 de octubre, anuncia la llegada de los espíritus de los niños que "ya vienen". Para esa hora, las señoras de la casa ya tienen arreglado el altar: dos mesas puestas en dos niveles con manteles blancos o con papel de china, en donde se coloca la ofrenda para los "angelitos". Esta consiste en alimentos que les gustan a los niños: pan de muerto, fruta, elotes, atole de masa o "champurrado" (atole de chocolate), leche en jarritos especiales, tamales de dulce y de elote, arroz con leche, dulce de calabaza (calabaza en tacha), conserva de tejocotes y refrescos. Varias familias ponen juguetes de madera y barro: jarritos, canastitas, coches, muñecas de trapo, baleros, sin faltar en ningún lado las calaveritas de azúcar. Todo el día siguiente, 1 de noviembre, repican las campanas por el gozo que causa la visita de los infantes. La hora de retiro de los "chiquitos" varía, en algunos lugares lo hacen desde las doce del día, en otros lo llevan a cabo a las ocho de las noche.

Al mediodía del 2 de noviembre, se tocan las campanas anunciando que vienen los difuntos grandes. Entonces se cambian las ofrendas y mientras se hace esto, se colocan jarros con "agua porque empiezan a llegar los difuntos y vienen cansados, acalorados, con sed y se les debe recibir con un jarro de agua fresca".Al instalar la ofrenda, las mujeres persignan la mesa del altar cone l primer pan que van poner. Principian por invitar al último ser querido que falleció y con él a todos sus ancestros difuntos. Entre el pan y la fruta colocan las velas formando una cruz también flores de cempasúchitl alrededor de la mesa o sobre el pan (los pétalos). Frente al altar de muertos, se ponen ramos de flores, sahumerios con copal, candeleros con velas encendidas o veladoras, también cazuelas con mole, tortillas, pan de muerto, cigarros, botellas de tequila, mezcal o cualquier otro licor, calaveritas de azúcar y por supuesto, el retrato del difunto.

En estos días todos los cementerios del país se llenan de gente que está ansiosa de compartir con sus difuntos. En algunos lugares, se pasa toda la noche delante de la tumba, iluminándola con varias velas y adornándola con la calidez y vitalidad que dá la tradicional "flor de muerto": el cempasúchitl. Familiares y amigos llegan a la tumba de su ser querido con flores y escoba en mano, ya que ha pasado mucho tiempo desde la última visita, algunos llevan comida para disfrutar en compañía de sus difuntos, otros hasta músicos para alegrar el momento que pasan en el cementerio. Y es que la música se escucha por todos lados: en el panteón, acompañando las comparsas, en las casas, en la iglesia.

Si bien es cierto que a muchos les angustia la perspectiva de morir, los mexicanos nos diferenciamos de otros pueblos, porque transformamos a la muerte en algo familiar y cotidiano. Y quizá, a pesar del juego y de la burla, hay mucho respeto, el mismo que se muestra el Día de Muertos.

"Qué maldita costumbre de enterrar a los muertos, de aniquilarlos, de acabar con ellos. Tal parece que un día se levantarán de sus tumbas y nos preguntarán: ¿por qué lloras?" Jaime Sabines.

02 noviembre 2006

Día de muertos I

Para festejar a la muerte, los mexicanos nos pintamos solos. Tal vez está muy trillado aquello de que la muerte nos pela los dientes, pero es cierto. En la memoria colectiva de nuestro país los ejemplos de una convivencia jocosa con la Pelona son tan variados y ricos, que los extranjeros nos miran como especie de simpáticos lunáticos, jejeje."Sobre el muerto las coronas", "Cayendo el muerto y soltando el llanto", "Caíte cadáver", "Se espantan del muerto y abrazan la mortaja", "Triste tu calavera", refranes y dichos populares que todos hemos escuchado o que repetimos con frecuencia. Es tal la muestra de convivencia diaria y cuasi desenfrenada con la calaca tilica y flaca que en el D.F. hasta tenemos calles con nombres mortuorios: Calzada del Hueso o Barranca del Muerto, por ejemplo.

En México, las ceremonias rituales dedicadas a los muertos se practican desde el 1800 antes de nuestra era. Dentro de las ceremonias de las culturas del centro del país, se encontraban las fiestas para la celebración de los muertos. La muerte fue para muchos pueblos de Mesoamérica de gran importancia dentro del sistema de creencias. El simple acto de morir fue motivo de creación artística. El ritual de los primeros tiempos ha sido olvidado, pero quedaron los objetos materiales resistentes, las ofrendas que acompañaban a los muertos con fines utilitarios: vasos, ollas, vertederas, cazuelas. Con estilo propio estas culturas dedicaron talentos artísticos para cubrir necesidades ideales prosteras: el ajuar que los muertos requerían para su estancia en el sitio del universo que les correspondía iba de acuerdo a las jerarquías, ocupaciones, formas de morir, etc., y produjo gran variedad de objetos.

La noción azteca del más allá contempla 3 paraísos: en primer lugar estaba el Paraíso Oriental del Sol, al que iban los guerreros muertos en batalla y los sacrificados en los altares del templo. En el crepúsculo de la tarde, sus almas se congregaban para acompañar jubilosamente al sol en su batalla nocturna para resurgir a la mañana siguiente. Después de 4 años, podían regresar a la tierra como pájaros cantores o mariposas. Al Paraíso Occidental del Sol iban las mujeres muertas al dar a luz. Cuando el sol cruzaba su cenit, ellas ocupaban el lugar de los guerreros y lo escoltaban hasta el horizonte occidental. También podían regresar a la tierra como mariposas nocturnas o podían adquirir el siniestro hábito de acechar en las encrucijadas, las noches de luna llena y devorar niños (entonces se convertían en terribles "citaviteos", brujas-vampiro).

En las honras fúnebres y entierros de estas mujeres había aspectos muy peculiares: después de múltiples abluciones al cadáver de la mocihuaquetzqui (mujer valiente), se vestía con sus mejores galas y, llegada la hora del entierro, que se hacía a la puesta del sol, el marido la llevaba a cuestas hasta el patio del templo dedicado a las cihuateteo, donde habría de ser sepultada. El cortejo fúnebre lo formaban parientes y amigos de la muerte, armados todos "con rodelas y espadas y dando voces como cuando vocean los soldados al tiempo de acometer a los enemigos". Tales actitudes, además de rituales, tenían una función práctica, pues debían defenderse de los guerreros jóvenes, que irrumpían contra el cortejo fúnebre con el propósito de apoderarse del cadáver y cortarle el dedo central de la mano izquierda y los cabellos, prendas a las que atribuían poder mágico para adquirir valor en la lucha e infundirles miedo a los enemigos.

El Tercer Paraíso o Cielo Meridional era para las almas acogidas por Tláloc, el dios de la lluvia. Iban ahí los que habían muerto ahogados, fulminados por el rayo, suicidándose o por enfermedades asociadas con el agua: lepra, hidropesía, gota o reumatismo. Era un jardín verde y exhuberante, pleno de flores donde la gente cantaba, jugaba y cazaba mariposas. Se consideraba que los que ingresaban a Tlalocan, habían sido distinguidos por los dioses del agua y de la lluvia, de entre la mayoría de sus congéneres. Los niños al morir eran considerados como joyas, por ello después de muertos permanecían en la casa de Tonacatecuhtli, alimentados por el "huichihuaicautli" o árbol nodriza, de donde manaban chorros de leche.

Para los que no lograban entrar en ninguno de los tres paraísos quedaba el Cielo Septentrional, sitial de los Muertos o Mictlán. El alma (teyolia) iba en un viaje que duraba 4 años, y atravesaba ocho submundos antes de alcanzar su meta final en el submundo noveno. Los frailes del siglo XVI lo confundieron con el infierno. Era el regreso al vientre materno, al lugar de origen. Ahí residían Mictlantecuhtli y Mictlancihuatl, señor y señora del mundo de los muertos. Todos los que morían debían ser previamente devorados por Tlatecuhtli, el Señor de la Tierra, para poder continuar su transitar al destino que su forma de muerte les hubiera deparado.

Antes de la cremación o de la inhumación (los investigadores e historiadores no se ponen de acuerdo y algunos dicen que sólo los nobles eran cremados y el resto de la población enterrada), el sacerdote instruía al cadáver sobre las peripecias que lo aguardaban equipándolo con una buena provisión de comida, agua, estandartes de papel amate y un perro "xoloitzcuintli". En la boca le colocaban una piedra que simbolizaba el corazón , verde en le caso de los nobles, y le dejaban presentes para que se los llevaran a los Señores del Mundo Subterráneo.

Los detalles de la travesía varían. Según algunas versiones, el alma debía cruzar primero un ancho río, aferrándose a la cola de su perro mascota; luego debía atravesar altas montañas cuyas laderas frecuentemente chocaban entre sí, después recorrer un pasaje donde el viento era tan frío y áspero como las hojas de obsidiana; después abrirse paso a través de las rocas; luego eludir ráfagas de dardos; ahuyentar jaguares y otras bestias feroces que intentaban devorarle el corazón; después trepar por un desfiladero de roca quebradiza, y finalmente llegaría al lugar de las tinieblas y el piadoso olvido. Al finalizar las exequias, los mexicas acostumbraban realizar fiestas y ritos subsecuentes a los cuatro, viente, cuarenta, sesenta y ochenta días del entierro, y luego cada año hasta completar cuatro que era cuando se consideraba que el alma llegaba al mundo de los muertos.

Siempre llama la atención que las escasas figuras de cerámica de Mictantecuhtli, dios del inframundo, tenga diversas peculariedades entre ellas, sus facciones, fiel testimonio de la unión entre la vida y la muerte. No es un esqueleto completo, sino un personaje descarnado. Manos, piernas y pies se encuentran íntegros, como de una persona viva, pero se exponen las costillas de la caja torácica, la columna vertebral y la cabeza cadavérica. La expresión del rostro es otro de los enigmas ya que parece sonreír y burlarse de quienes lo enfrentan.



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