29 marzo 2009

Insoportable

No es coña, es la portada real
(Qué ridícula, por Dio...)


Insoportable, no hay nada mejor para definir todo lo que ha generado la mormona esa y sus vampiros descafeinados.

Aún no acabo de digerir la entrevista que lei el domingo pasado donde la Meyer suelta unas perlas que más le hubiera valido pensarlas muy bien antes de dejarlas escapar. Una de las que verdaderamente fue como un gancho al hígado es esta: En su vida le habían interesado los vampiros –a fecha de hoy aún no ha leído Drácula y a continuación: Nunca había escrito nada en serio. A lo más que había llegado es a ganar un concurso de dibujo. Pero un día tuvo un sueño. En su sueño un guapísimo vampiro hablaba con una chica. Inmediatamente, se puso a transcribirlo en el ordenador de su marido. V-a-l-g-a-m-i-t-o. O_O

Ahora entiendo por qué no conecto con su estilo. Ahora entiendo a esas fans desquiciadas (que no sólo se compone de adolescentes histéricas sino también de sus madres) que orgullosas muestran por la red que las escasas neuronas funcionales que les quedaban se han cocido al crear lo que sería la matriz de Bella con un feto vampiro en su interior (pinchen aquí) o que se dedican a hacer camisetas con slogans tan ridículos como: ''I Love Hot Guys With Superpowers (and Fangs)'' (Amo a los chicos guaperas con super-poderes (y colmillos) ) y ''I Love Vegan Vampires'' (Amo a los vampiros vegetarianos) . Vaya insulto: vampiros sin pasión en todos los sentidos. Vampiros que contienen sus instintos a costa de todo y aquellos que los sacian o pretenden saciarlos, son castigados severamente. ¿A qué me suena esto? Echemos un vistazo a este párrafo: Meyer dice recibir muchas cartas de mujeres mayores que ella que se han redescubierto a sí mismas con la historia de Bella Swan y el irresistible y atormentado vampiro Edward McCullen, atrapado entre el deseo y el miedo a matar a su amada. Muchas afirman que a través del libro han encontrado una forma de hablar de sexo con sus hijas. De hecho, el que Bella y Edward no lleguen más que a besarse ha sido objeto de un intenso debate sobre si los vampiros de Crepúsculo son paladines de la abstinencia sexual promovida por sectores conservadores, una polémica que, inevitablemente, ha salpicado a las convicciones religiosas de Meyer.

Claro que sus convicciones religiosas han tenido qué ver y mucho con esa historia: esa absurda abstinencia de parte del vampiro de pacotilla lo que despierta no es simpatía sino ganas de darle dos madrazos a ver si espabila y deja de hacer el lelo luego de casi cien años de vida vampírica. Además, en un mundo tan hipócrita que dice estar saturado de excesos carnales, entre muchos otros, la "romántica" historia de un ser maligno que reniega de sí mismo, de su estirpe y pretende redimirse amando a quien debiera ser su enemigo o en todo caso, su presa, resulta atrayente para un puñado de féminas que por mucho que lo nieguen, en su inconsciente aún esperan la llegada de un príncipe azul que las "respete" y las proteja en todos los sentidos. Y no olvidemos que también está salpicada con detalles fundamentales de la historia de la Bella y la Bestia (Disney rules). No en balde la protagonista de la serie se llama igual que la valiente chica que desoye las advertencias y decide encontrar el alma de aquel ser atormentado y maldecido.

La vieja historia de la niña buena que se siente atraida por el chico peligroso y malo. La vieja historia de la chica que siente una terrible atracción por meter la mano en la jaula del tigre confiada en que no le hará daño porque en el fondo no es más que un "gatito". La vieja y misma historia de la mujer que está convencida de que cambiará a la bestia parda que se ha agenciado como novio o marido.

¿Y por qué no decirlo? La misma historia, tantas veces comprobada, de que lo "anti-natural" es atrayente. Lo raro, lo poco común. ¿Cuántas de esas madres e inclusive abuelas que se unen con sus hijas y nietas en un fanatismo ridículo (y escalofriante, por qué negarlo, visto lo visto es un termómetro de como andan las cosas en cuanto al sector femenino que dice leer) no han soñado con cambiar sus vidas por algo más apasionante? Porque, señoras y señores, el vampiro como tal, es un mito lleno de pasión, un mito que exuda más vida de la que quizá pueda arrebatar.

Algo que se echa en falta en la historia de la mormona Meyer.

Por eso me resulta incomprensible, hasta cierto punto, a qué se debe en realidad su éxito. Hace cosa de un mes comprobé que dos madres que conozco del colegio de Happy Demon están fascinadas con las barrabasadas de la mormona. Una llevaba el tercer tomo, (me parece), como lectura para esos viajes en el transporte público y sin vergüenza alguna lo lucía y declaraba lo enganchadísima que estaba. La otra esperaba como agua de mayo que le prestasen el libro porque se moría de ganas de leer una historia tan bonita antes de mirar la peli o_O Y yo conteniéndome, casi atragantándome con el café con leche antes de soltar una burrada para hacerlas callar... La Meyer no tiene ni puta idea de lo que realmente es un vampiro literario.

De regreso a la entrevista, he aquí otra perla: Otras críticas, en cambio, se han dirigido contra la calidad de sus obras. La más sonada, la del rey del best seller, Stephen King. Comparando a Meyer con J.K. Rowling, el autor de El resplandor comentó: «La diferencia es que Jo Rowling es una magnífica escritora y lo que escribe Stephenie Meyer no vale nada». «No voy a decir nada sobre eso», afirma Meyer con la misma cordialidad con que se ha conducido durante toda la entrevista. «No he leído nada suyo. Soy bastante miedica y no me gusta el género de terror». Y acto seguido, habrá sonreido como si posara para un anuncio de pasta de dientes. No te jode...

Queda claro que la Meyer es una imbécil.

27 marzo 2009

Fuego



http://www.youtube.com/watch?v=r3pE0kexHkY


"The Unforgettable Fire" - U2 (live Paris, 1987)


Ice.
Your only rivers run cold,
These city lights,
They shine as silver and gold,
Dug from the night.
Your eyes as black as coal.

Walk on by, walk on through,
Walk till you run.
And dont look back.
For here, I am.
Carnival, the wheels fly and the colors spin
Through alcohol.
Red wine that punctures the skin.
Face to face in a dry and waterless place.
Walk on by, walk on through
So sad to beseige your love so,
Head on, stay this time.
Stay tonight, in a lie.
Im only asking but I think that you know.
Come on take me away.
Come on take me away.
Come on take me home.
Home again.

And if the mountain should crumble,
Or disappear into the sea.
Not a tear, no not I stay in this time.
Stay tonight in a light.
Ever after, this love in time.
And if you save it all, save you love.
Dont push me too far tonight.


Del álbum "The Unforgettable Fire" (1985)

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Esta es una de las canciones de U2 que más me mueven fibras. No tiene una gran letra aunque en algún momento podría ser hasta críptica. Sin embargo, siempre logra colarse en mi mente y durante dias y días puedo tararearla.

He preferido subir el video surgido de uno de los conciertos de aquel mítico "The Joshua Tree Tour". Aún puede notarse la fuerza y la entrega absoluta que este cuarteto irlandés exudaban a finales de los '80, algo que ciertamente perdieron en los '90.

20 marzo 2009

Lucretia



"Lucretia, my reflection" - Sisters of Mercy (live Top of the Pops)


I hear the roar of a big machine
Two worlds and in between
Hot metal and methedrine
I hear empire down
I hear empire down

I hear the roar of a big machine
Two worlds and in between
Love lost, fire at will
Dum-dum bullets and shoot to kill, I hear
Dive, bombers, and
Empire down
Empire down

I hear the sons of the city and dispossessed
Get down, get undressed
Get pretty but you and me,
We got the kingdom, we got the key
We got the empire, now as then,
We don't doubt, we don't take direction,
Lucretia, my reflection, dance the ghost with me

We look hard
We look through
We look hard to see for real
Such things I hear, they don't make sense
I don't see much evidence
I don't feel. I don't feel. I don't feel

A long train held up by page on page
A hard reign held up by rage
Once a railroad
Now it's done...

I hear the roar of a big machine
Two worlds and in between
Hot metal and methedrine
I hear empire down...

We got the empire, now as then,
We don't doubt, we don't take reflection,
Lucretia, my direction, dance the ghost with me...



Del álbum "Floodland" (1987)

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El video original está filmado en la India. Pero me quedo con esta presentación donde se ven aún más impresionantes Andrew Eldtrich y claro está, Patricia Morrison.

Uhh... cuánto he sacudido el esqueleto con esta canción y en qué cantidad de ocasiones, jejeje.

17 marzo 2009

La tercera resurrección



Mickey Rourke y Loki, fotografiados por Bryan Adams
(sí, el cantante)


La tercera resurrección de Mickey Rourke.

Con "El Luchador", la pugna de un hombre en busca de una segunda oportunidad, Mickey Rourke firma el papel de su vida, un rol que lleva a la pantalla una historia que bien puede ser la suya. Esta vez, Rourke vence a los puntos.



1952-1980: El Luchador.
Philip Andre Rourke Jr. (Schenectady, Nueva York, 1952) crece en Liberty City, uno de los barrios más duros de Miami. El beisbol y el boxeo le sirven para huir del entorno complicado. Mi padrastro era un hombre violento, dice. No hacía más que pegarnos. Acumulé mucho, demasiado resentimiento. Tendría que haberme enfrentado a él, pero nunca lo hice. Lo que sí hizo fue dejar el colegio. Con 12 años empieza su carrera de boxeador amateur. Seis años más tarde, por consejo médico, abandona. Después de probarse como actor, pide 400 dólares a su hermana para ir a Nueva York. A finales de los 70, es uno de los alumnos más brillantes del Actors Studio.


1981-1985: Los años del Dragón.
Olviden el Brat Pack. El James Dean, el Marlon Brando de ese grupo de mocosos que marcaron los años 80 era Rourke. Rebelde, salvaje, su presencia e intensidad quemaba la vista en pantalla. Fuego en el cuerpo (Lawrence Kasdan, 1981), Diner (Barry Levinson, 1982), La ley de la calle (Francis Ford Coppola, 1983), en la que borda al magéntico Chico de la moto o Manhattan Sur (Michael Cimino, 1985) le auparon como actor de culto. Sólo le faltaba encontrar ese gran éxito comercial.


1986-1989: Mickey, el guapo.
Y lo encontró doblemente. Primero compartiendo lecho con Kim Bassinger en 9 semanas y media (Adrian Lyne, 1986), y después, ascensor con Robert De Niro en El Corazón del Ángel (Alan Parker, 1987). Por la primera se convirtió, a su pesar y ante el estupor de su partenaire en el film -besarlo era como lamer un cenicero sucio, dijo-, en el guapo de moda. Una etiqueta que no sabes cómo llegué a odiar. ¿Yo sex-symbol? ¡Que se jodan! Lyne lo dijo mejor que nadie: Si Mickey hubiese muerto justo después de El Corazón del Ángel habría sido un nuevo James Dean. Pero Rourke no murió. En vez de eso, asesinó su carrera. La cagué, recuerda el actor. Hoy veo a gente como Matt Damon, George Clooney o Sean Penn y me digo: ¡Qué jodidamente listos son! Saben de qué va el juego... Creía que con mi talento bastaba. ¡Qué equivocado estaba! Razón no le falta: Orquídea salvaje (Zalman King, 1989), otro thriller erótico en el que conoció a su segunda esposa, la modelo Carré Otis, y después Dos duros sobre ruedas (Simon Wincer, 1991), con Don Johnson, hicieron que (casi) tirara la toalla en el cine y subiera al ring.


1992-1996: Contra las cuerdas
Oviedo, 12 de diciembre de 1992. Mickey Marielito Rourke, teloneado por Samantha Fox, vence en el cuarto asalto al canadiense Terry Jessmer. Después se va de marcha con Poli Díaz, que acaba arrestado en una discoteca. La noche siguiente, Manolo Escobar le entrevista en Goles son amores. Este periplo resume su carrera pugilística. Rourke, sin embargo, se la tomó en serio. Estuve a tres combates de luchar por un título, dice. La disciplina, el compromiso, los golpes... eran verdad. No como esa mierda de películas. Otra vez los médicos le aconsejaron que abandonase. Su vida sentimental (denuncias por malos tratos a Otis, drogas, alcohol) y su carrera en el cine le mortificaban, pero el boxeo podía acabar con él. Como en Homeboy (Michael Seresin, 1988), escrita de su puño y letra. Perdía la memoria, cuenta. Podía ser el siguiente puñetazo o al cabo de 1.000, pero una vez que cruzas esa línea... Seis operaciones estéticas después, para reconstruir su nariz y pómulos, y con una conjuntivitis crónica gracias al impacto de los guantes bañados en resina, nacía un nuevo Rourke: desfigurado, divorciado y en bancarrota.


1997-2009: Tres resurrecciones.
De lo único que podía presumir era de perros y amigos. El primero en llamar fue Coppola en Legítima defensa (1997), su primera, aunque modesta, resurrección. Algunos papeles menores después llegaron: Sean Penn, con El juramento (2001), y Robert Rodriguez con El Mexicano (2003) y Sin City (2005, codirigida por Frank Miller), su segundo renacimiento. Ahora, con El Luchador (Darren Aronofsky, 2008), la tercera, Rourke parece haber aprendido por fin la lección: Si llego a saber que me habría costado tanto volver a trabajar, a estar orgulloso de lo que hago... Habría hecho las cosas de otra manera, seguro. Ahora sólo quiero aprovechar esta oportunidad.

R. S.
Revista Fotogramas nº 1985
marzo 2009

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He visto El Luchador y sinceramente no me ha defraudado. Se nota que Rourke se identificó al cine por cien con el personaje y que por encima de todo, desea resurgir de sus cenizas.

Quizá mucha gente no valore su desempeño en Sin City pero sin duda es una de las mejores historias de la peli.

Y aquí no se menciona su enorme papel en Domino donde detrás de esa facha de duro hay un enorme corazón y un infinito deseo de ser mentor.

Ahora me froto las manos esperando su intervención en Iron Man 2.

Mickey Rourke es uno de mis actores favoritos, un diamante que no llegó a ser pulido del todo pero que bien vale la pena verlo en pelis como Johnny el Guapo o Requiem por los que van a morir.

13 marzo 2009

Hero



"We don't need another hero" - Tina Turner (Mad Max:Beyond the Thunder Dome, soundtrack)


Out of the ruins
Out from the wreckage
Can't make the same mistake this time
We are the children
The last generation
We are the ones they left behind
And i wonder when we are ever gonna change it
Living under the fear till nothing else remains

We don't need another hero
We don't need to know the way home
All we want is life beyond the thunderdome

Looking for something we can rely on
There's got to be something better out there
Love and compassion, their day is coming
All else are castles built in the air
And I wonder when we are ever gonna change it
Living under the fear till nothing else remains
All the children say

We don't need another hero
We don't need to know the way home
All we want is life beyond the thunderdome

What do we do with our lives
We leave only a mark
Will our story shine like a life
Or end in the dark
Give it all or nothing.






Del álbum "Mad Max: Beyond the Thunder Dome (Soundtrack)" (1985)


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Imágenes post-apocalípticas de un guerrero de la carretera.

La trilogía de Mad Max forma parte de mis películas favoritas de todos los tiempos y quizá, sin proponérselo, la que sería considerada como la tercera parte, casi cierra con broche de oro una historia cada vez más probable y menos fantasiosa.

No necesitamos otro héroe, proclaman los niños que han sido abandonados, los "esperando". La voz de Tina Turner es el mejor vehículo.

Veinticuatro años después, tanto la peli como el video siguen siendo intemporales.

03 marzo 2009

Cervantes, esquina a León

Miguel de Cervantes Saavedra
Grabado de Meaulle (1881-1887)


Me gusta la calle Cervantes de Madrid. No porque sea especialmente bonita, que no lo es, sino porque cada vez que la piso tengo la impresión de cruzarme con amistosos fantasmas que por allí transitan. En la esquina con la calle Quevedo, uno se encuentra exactamente entre la casa de Lope de Vega y la calle donde vivió Francisco de Quevedo, pudiendo ver, al fondo, el muro de ladrillo del convento de las Trinitarias, donde enterraron a Cervantes. A veces me cruzo por allí con estudiantes acompañados de su profesor. Eso ocurrió el otro día, frente al lugar donde estuvo la casa del autor del Quijote, recordado por dos humildes placas en la fachada –en Londres o París esa calle sería un museo espectacular con colas de visitantes, librerías e instalaciones culturales, pero estamos en Madrid, España–. La estampa del grupo era la que pueden imaginar: una veintena de chicos aburridos, la profesora contando lo de la casa cervantina, cuatro o cinco atendiendo realmente interesados, y el resto hablando de sus cosas o echando un vistazo al escaparate de un par de tiendas cercanas. Cervantes les importa un carajo, me dije una vez más. Algo comprensible, por otra parte. En el mundo que les hemos dispuesto, poca falta les hace. Mejor, quizás, que ignoren a que sufran.

Pasaba junto a ellos cuando la profesora me reconoció. Es un escritor, les dijo a los chicos. Autor de tal y cual. Cuando pronunció el nombre del capitán Alatriste, alguno me miró con vago interés. Les sonaba, supongo, por Viggo Mortensen. Saludé, todo lo cortés que pude, e hice ademán de seguir camino. Entonces la profesora dijo que yo conocía ese barrio, y que les contase algo sobre él. Cualquier cosa que pueda interesarles, pidió.

La docencia no es mi vocación. Además, albergo serias reservas sobre el interés que un grupo de quinceañeros puede tener, a las doce de la mañana de un día de invierno frío y gris, en que un fulano con canas en la barba les cuente algo sobre el barrio de las Letras. Pero no tenía escapatoria. Así que recurrí a los viejos trucos de mi lejano oficio. Plantéatelo como una crónica de telediario, me dije. Algo que durante minuto y medio trinque a la audiencia. Una entradilla con gancho, y son tuyos. Luego te largas. «Se odiaban a muerte», empecé, viendo cómo la profesora abría mucho los ojos, horrorizada. «Eran tan españoles que no podían verse unos a otros. Se envidiaban los éxitos, la fama y el dinero. Se despreciaban y zaherían cuanto les era posible. Se escribían versos mordaces, insultándose. Hasta se denunciaban entre sí. Eran unos hijos de la grandísima puta, casi todos. Pero eran unos genios inmensos, inteligentes. Los más grandes. Ellos forjaron la lengua magnífica en la que hablamos ahora.»

Me reía por los adentros, porque ahora todos los chicos me miraban atentos. Hasta los de los escaparates se habían acercado. Y proseguí: «Tenéis suerte de estar aquí –dije, más o menos–. Nunca en la historia de la cultura universal se dio tanta concentración de talento en cuatro o cinco calles. Se cruzaban cada día unos y otros, odiándose y admirándose al mismo tiempo, como os digo. Ahí está la casa de Lope, donde alojó a su amigo el capitán Contreras, a pocos metros de la casa que Quevedo compró para poder echar a su enemigo Góngora. Por esta esquina se paseaban el jorobado Ruiz de Alarcón, que vino de México, y el joven Calderón de la Barca, que había sido soldado en Flandes. En el convento que hay detrás enterraron a Cervantes, tan fracasado y pobre que ni siquiera se conservan sus huesos. Lo dejaron morir casi en la miseria, y a su entierro fueron cuatro gatos. Mientras que al de su vecino Lope, que triunfó en vida, acudió todo Madrid. Son las paradojas de nuestra triste, ingrata, maldita España».

No se oía una mosca. Sólo mi voz. Los chicos, todos, estaban agrupados y escuchaban respetuosos. No a mí, claro, sino el eco de las gentes de las que les hablaba. No las palabras de un escritor coñazo cuyas novelas les traían sin cuidado, sino la historia fascinante de un trocito de su propia cultura. De su lengua y de su vieja y pobre patria. Y qué bien reaccionan estos cabroncetes, pensé, cuando les das cosas adecuadas. Cuando les hacen atisbar, aunque sea un instante, que hay aventuras tan apasionantes como el Paris-Dakar o mira quien baila, y que es posible acceder a ellas cuando se camina prevenido, lúcido, con alguien que deje miguitas de pan en el camino. Le sonreí a la profesora, y ella a mí. «Bonito trabajo el suyo, maestra», dije. «Y difícil», respondió. «Pero siempre hay algún justo en Sodoma», apunté señalando al grupo. Mientras me alejaba, oí a algunos chicos preguntar qué era Sodoma. Me reía a solas por la calle del León, camino de Huertas. Desde unos azulejos en la puerta de un bar, Francisco de Quevedo me guiñó un ojo, guasón. Le devolví el guiño. La mañana se había vuelto menos gris y menos fría.



Arturo Pérez-Reverte
XL Semanal
1 de marzo de 2009

02 marzo 2009

Intentar ser felices




Coca-Cola, siempre positiva

Adaptarse al contexto. Cambiar y no esperar que el resto cambie en función de uno. Las agencias de publicidad y los anunciantes han asimilado el mensaje. Son tiempos difíciles, delicados. Los consumidores no están receptivos. Por eso toca apelar a las emociones, los sentimientos. Prohibido la publicidad agresiva. Nada de números. Apostar por lo lacrimógeno. La marca, el anunciante, al final.

"Desde sus inicios Coca-Cola siempre ha intentado a través de la publicidad reflejar su visión positiva del mundo", resume Marcos de Quinto, presidente de Coca-Cola España. La sonrisa por bandera, pase lo que pase. Aunque la presentación de esta nueva campaña coincida con la noticia que la marca bajó su volumen de producción un 1,7% en 2008. La crisis, ya se sabe. "El optimismo es clave para enfrentar cualquier crisis", es la receta de Marta Fontcuberta, directora de publicidad de McCann España.

'La chispa de la vida', 'Sensación de vivir'... sus esloganes más recordados apelan a la vitalidad, el lado positivo. Hoy, más importante que nunca. "La nueva campaña muestra que, a pesar de las dificultades actuales, se pueden encontrar oportunidades, y disfrutar con los pequeños detalles y placeres de la vida. Coca-Cola está y estará para recordarnos que hemos nacido para ser felices", explica De Quinto.

En esta ocasión, han puesto nombres y apellidos a su "mensaje de felicidad": Josep Mascaró, mallorquín de 102 años, y Aitana Martínez, una bebé madrileña recién nacida. Dos personas en el extremo opuesto del hilo de la vida y un 'Encuentro' para unirlas. Sí, porque 'Encuentro' es el nombre de esta campaña, creada por McCann España. "Quisimos tener en cuenta lo que pasa en el país y hacer un anuncio optimista pero comprometido", apuntó Fontcuberta.

Para buscar una conexión mucho mayor con el público, el viaje que narra el anuncio es real. Mascaró viaja a Madrid para trasmitirle a Aitana en persona, y a través de su ejemplo, que hay que disfrutar de la vida, de los buenos momentos y dejarle un mensaje muy sencillo y claro a la vez: que estamos aquí para ser felices o, cuando menos, intentarlo.

El consumidor, protagonista

Este 'spot' que se estrena en España supone la puesta de largo del nuevo eslogan mundial de la compañía: "Destapa la felicidad". Como ya sucediera con una de sus últimas propuestas en España, la máquina gigante, interactiva, de Coca-Cola, sugiere a los consumidores que participen. Ya no son sujetos pasivos, se les invita a ser activos. Interacción.

La marca de refrescos ha llegado a un acuerdo de colaboración con los Hospitales Nisa para que, bajo el consentimiento de los padres, se pueda poner una 'webcam' con una pantalla en las cunas de los bebés, del tal manera que los internautas en tiempo real, puedan ver a los recién nacidos en sus primeras horas y enviarles un mensaje de optimismo. Porque ellos, mejor que nadie, representan la chispa de la vida.

Destapar la felicidad (pincha aquí)


Raúl Piña
Diario El Mundo
26 de febrero de 2009



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No, señoras y señores, no recibo ningún pago extra por hacer publicidad a esta marca de refrescos. Sin embargo, soy una fan casi incondicional de sus campañas publicitarias y la más reciente, me parece que da en el clavo en esta situación de crisis mundial que vivimos.

Me hizo ilusión ver el estreno tres días después de mi cumpleaños, jejeje. Y dos después del de Happy Demon que ha cumplido cuatro años... Puffhh, es un topicazo, pero el tiempo se va volando y me cuesta trabajo asmilar que Happy Demon está creciendo y que, como muchos otros niños, le ha tocado esta etapa llena de desesperanza.

Tenemos doble carga de trabajo los padres, sin duda. De nosotros depende que esta situación afecte lo menos posible a esas pequeñas máquinas de producción de felicidad que con un beso y un abrazo logran que podamos ser felices sin tantos trámites, jejeje.

01 marzo 2009

El Sexto Centinela (última parte)

Hice que Rosalie alquilara un bote.

Le resultó sencillo aprender a llevarlo: el canotaje corre en la sangre cajun. Hicimos un recorrido de exploración o dos a lo largo de Barataria -donde dos pequeños tinglados, parecidos a los del pueblo natal de Rosalie, llevaban mi nombre- y entretuve a una joven mujer, fascinada del todo, con historias de sepelios en alta mar, de tumbas al ras del suelo en el Bayou, de las cuencas vacías en el cráneo de un patán por donde escurría musgo espeso.

Cuando la consideré lista, la guíe a un lugar que yo recordaba bien: un claro donde cinco enormes robles crecían desde un inmenso y retocido tronco. En mis días los llamábamos los cinco centinelas. El viento ululaba entre las ramas más altas. El pantano que nos rodeaba estaba callado, expectante.

Después de una hora de estar cavando, la brillante pala nueva de Rosalie se encontró con la tapa y la parte superior de un gran baúl de hierro. Su cabello quebradizo estaba apelmazado por el sudor. Su vestido de encaje negro estaba manchado de barro y arcilla. Su tez se veía más pálida que de costumbre debido a la fatiga; en la tenue luz del pantano parecía casi luminiscente. Nunca me había parecido más hermosa que en ese momento.

Me miró. Sus cansados ojos refulgían como el reflejo de la fiebre.

-Ábrelo-, le dije, apresurándola a hacerlo.

Rosalie levantó la pala y rompió el cerrojo en forma de corazón al primer intento. Con otro golpe más, se desmoronó en un torrente de óxido y herrumbre lodosa. Me miró una vez más -mirando qué, me pregunto, buscando qué cosa- y después levantó la pesada tapa.

Y el sexto centinela se levantó para recibirla.

Siempre llevaba un hombre extra cuando iba al pantano a enterrar mis tesoros. Uno en el que no confiara, o que no fuese necesario. Él y mis confiables ayudantes cavaban un agujero y arrastraban el baúl hasta el borde, listos para empujarlo dentro. Entonces yo veía fijamente a los ojos a cada uno de mis hombres y preguntaba: "¿Quién desea ser guardián de mi tesoro?" Mis hombres, conociendo bien la rutina, permanecían en silencio. El hombre extra -buscando favor como todos los tipos inútiles y de poca confianza buscan hacer-, siempre se ofrecía como voluntario.

Era entonces cuando mi teniente más confiable daba tres pasos y le metía un perdigonazo en la cabeza al pobre imbécil. Su cuerpo era depositado, con extrema ternura, dentro del baúl, su sangre empapando los montones de oro y plata y joyas rutilantes, y yo acomodaba entre sus manos una de mis bolsas de mojo, las cuales mandaba a hacer en Nueva Orleans. Luego de esto, el baúl era enterrado en la tierra del pantano y mi hombre, que se había convertido en uno de los confiables, se quedaba para guardar mi tesoro hasta que yo lo necesitase.

Yo era el único que podía abrir aquellos baúles. La magia combinada de la bolsa de mojo y la furia que permeaba el espíritu del hombre traicionado, se encargaban de ello.

Mi sexto centinela rodeó con sus brazos esqueléticos a Rosalie, tomándola por el cuello y la arrastró hacia abajo. Sus mandíbulas estaban bien abiertas y pude ver dientes que aún seguían hambrientos, tras doscientos años, cerrándose sobre su cuello. Un rocío de sangre se detuvo en el aire; desde el baúl se escuchó el sonido de algo desgarrándose, luego el rumor de una rápida y ahogada agonía. Deseé no haberlo hecho demasiado doloroso para ella. Después de todo, ella era la mujer que había escogido para pasar a su lado, el resto de la eternidad.

Le había dicho a Rosalie que nunca más tendría que despojarse de aquellos etéreos disfraces delante de hombres babeantes, y no le había mentido. Le dije que no tendría que preocuparse por conseguir dinero nunca más y tampoco era mentira. No le confesé que no deseaba compartir mis tesoros... Sólo la deseaba muerta, a mi pobre Mala Suerte Rosalie, libre de este mundo que le dolía tanto, libre para vagar conmigo a través de los pantanos y el Bayou inmaculado, a través de una ciudad varada en el tiempo.

Muy pronto, el espíritu de Rosalie abandonó su cuerpo y voló hacia mí, no tenía otro lugar a donde ir. La sentí luchando con rabia contra mi amor, pero cedería pronto. No carecía de tiempo para convencerla.

Rodeé con mi brazo el cuello de Rosalie y deposité un beso en sus labios de ectoplasma. Entonces, tomé su manecita diminuta entre la mía y ambos desaparecimos juntos.


Poppy Z. Brite (C) (1993)
Traducción: Javier Barriopedro (1999)
Corrección de Estilo: Macarena Muñoz (2009)