17 marzo 2009

La tercera resurrección



Mickey Rourke y Loki, fotografiados por Bryan Adams
(sí, el cantante)


La tercera resurrección de Mickey Rourke.

Con "El Luchador", la pugna de un hombre en busca de una segunda oportunidad, Mickey Rourke firma el papel de su vida, un rol que lleva a la pantalla una historia que bien puede ser la suya. Esta vez, Rourke vence a los puntos.



1952-1980: El Luchador.
Philip Andre Rourke Jr. (Schenectady, Nueva York, 1952) crece en Liberty City, uno de los barrios más duros de Miami. El beisbol y el boxeo le sirven para huir del entorno complicado. Mi padrastro era un hombre violento, dice. No hacía más que pegarnos. Acumulé mucho, demasiado resentimiento. Tendría que haberme enfrentado a él, pero nunca lo hice. Lo que sí hizo fue dejar el colegio. Con 12 años empieza su carrera de boxeador amateur. Seis años más tarde, por consejo médico, abandona. Después de probarse como actor, pide 400 dólares a su hermana para ir a Nueva York. A finales de los 70, es uno de los alumnos más brillantes del Actors Studio.


1981-1985: Los años del Dragón.
Olviden el Brat Pack. El James Dean, el Marlon Brando de ese grupo de mocosos que marcaron los años 80 era Rourke. Rebelde, salvaje, su presencia e intensidad quemaba la vista en pantalla. Fuego en el cuerpo (Lawrence Kasdan, 1981), Diner (Barry Levinson, 1982), La ley de la calle (Francis Ford Coppola, 1983), en la que borda al magéntico Chico de la moto o Manhattan Sur (Michael Cimino, 1985) le auparon como actor de culto. Sólo le faltaba encontrar ese gran éxito comercial.


1986-1989: Mickey, el guapo.
Y lo encontró doblemente. Primero compartiendo lecho con Kim Bassinger en 9 semanas y media (Adrian Lyne, 1986), y después, ascensor con Robert De Niro en El Corazón del Ángel (Alan Parker, 1987). Por la primera se convirtió, a su pesar y ante el estupor de su partenaire en el film -besarlo era como lamer un cenicero sucio, dijo-, en el guapo de moda. Una etiqueta que no sabes cómo llegué a odiar. ¿Yo sex-symbol? ¡Que se jodan! Lyne lo dijo mejor que nadie: Si Mickey hubiese muerto justo después de El Corazón del Ángel habría sido un nuevo James Dean. Pero Rourke no murió. En vez de eso, asesinó su carrera. La cagué, recuerda el actor. Hoy veo a gente como Matt Damon, George Clooney o Sean Penn y me digo: ¡Qué jodidamente listos son! Saben de qué va el juego... Creía que con mi talento bastaba. ¡Qué equivocado estaba! Razón no le falta: Orquídea salvaje (Zalman King, 1989), otro thriller erótico en el que conoció a su segunda esposa, la modelo Carré Otis, y después Dos duros sobre ruedas (Simon Wincer, 1991), con Don Johnson, hicieron que (casi) tirara la toalla en el cine y subiera al ring.


1992-1996: Contra las cuerdas
Oviedo, 12 de diciembre de 1992. Mickey Marielito Rourke, teloneado por Samantha Fox, vence en el cuarto asalto al canadiense Terry Jessmer. Después se va de marcha con Poli Díaz, que acaba arrestado en una discoteca. La noche siguiente, Manolo Escobar le entrevista en Goles son amores. Este periplo resume su carrera pugilística. Rourke, sin embargo, se la tomó en serio. Estuve a tres combates de luchar por un título, dice. La disciplina, el compromiso, los golpes... eran verdad. No como esa mierda de películas. Otra vez los médicos le aconsejaron que abandonase. Su vida sentimental (denuncias por malos tratos a Otis, drogas, alcohol) y su carrera en el cine le mortificaban, pero el boxeo podía acabar con él. Como en Homeboy (Michael Seresin, 1988), escrita de su puño y letra. Perdía la memoria, cuenta. Podía ser el siguiente puñetazo o al cabo de 1.000, pero una vez que cruzas esa línea... Seis operaciones estéticas después, para reconstruir su nariz y pómulos, y con una conjuntivitis crónica gracias al impacto de los guantes bañados en resina, nacía un nuevo Rourke: desfigurado, divorciado y en bancarrota.


1997-2009: Tres resurrecciones.
De lo único que podía presumir era de perros y amigos. El primero en llamar fue Coppola en Legítima defensa (1997), su primera, aunque modesta, resurrección. Algunos papeles menores después llegaron: Sean Penn, con El juramento (2001), y Robert Rodriguez con El Mexicano (2003) y Sin City (2005, codirigida por Frank Miller), su segundo renacimiento. Ahora, con El Luchador (Darren Aronofsky, 2008), la tercera, Rourke parece haber aprendido por fin la lección: Si llego a saber que me habría costado tanto volver a trabajar, a estar orgulloso de lo que hago... Habría hecho las cosas de otra manera, seguro. Ahora sólo quiero aprovechar esta oportunidad.

R. S.
Revista Fotogramas nº 1985
marzo 2009

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He visto El Luchador y sinceramente no me ha defraudado. Se nota que Rourke se identificó al cine por cien con el personaje y que por encima de todo, desea resurgir de sus cenizas.

Quizá mucha gente no valore su desempeño en Sin City pero sin duda es una de las mejores historias de la peli.

Y aquí no se menciona su enorme papel en Domino donde detrás de esa facha de duro hay un enorme corazón y un infinito deseo de ser mentor.

Ahora me froto las manos esperando su intervención en Iron Man 2.

Mickey Rourke es uno de mis actores favoritos, un diamante que no llegó a ser pulido del todo pero que bien vale la pena verlo en pelis como Johnny el Guapo o Requiem por los que van a morir.

1 comentario:

Asilo Arkham dijo...

Mac, vaya que me impresionó esta entrada, y también me identifique con él. Es cierto que nadie experimenta en cabeza ajena; y que cuando uno se da cuenta de todos los errores que cometió por muchos años, se arrepiente por no haber hecho las cosas de diferente manera.

Ni modo: como dice P.Z. Brite, el tiempo no quiere regresar. Ahora, no se vale volver hacer estupideces.

Un abrazo muy fuerte, Mac.