30 enero 2012

The voodoo power of rock n' roll

Ian Astbury en Tokyo 
Foto: Jeremy Shutton-Hibbert (2010)

The past few years have been rough for Astbury. Laid low by an operation on his left hip and the suicide of a close friend, he also checked himself into a therapeutic retreat in Arizona to exorcise the lingering trauma of being sexually abused at 15 by a former employer. Afterwards the singer says, he felt reborn.

"I went though a very bad period about three years ago", he nods. "A lot of it was physical, my hip was deteriorating. I was in pain. Mortality was staring me in the face. And also being of a generation that I felt was shutting up shop. The culture was changing dramatacally and I wondered if there was a place for me." Astbury insists he is now back in good shape, and recently seetled back in LA with his new girldfriend, Aimee Nash of the psych-rockers the Black Ryder.

Meanwhile, the Cult have been through their own middle crisis, splitting and re-forming several times sinces the mid 1990s. Currently without a record label, Astbury and Duffy recently resorted to DIY tactics, self-releasing their Capsule EP series. Like many rockers of their vintage, the Cult are struggling for survival in a harsh new music-business landscape.

Between Cult duties, Astbury has proved a promiscuous collaborator with the reconstituted Doors, Trent Renzor, Slash, UNKLE and now Boris. But his volatile long-term alliance with Duffy remains his musical centre. Arriving in Britain nex month, their latest tour is subtitled "New Blood and Deeper Cuts", with new song promised.

And judging by his three-song performance in Tokyo, the singer is on grand form, his signature baritone boom soaring high above the ear-bleeding noise attack of Boris. Beyond the leather-trousered clowing, beyond the aches and pains of middle age, Astbury still believes in the voodoo power of rock n' roll. An absurdly romantic and old-fashioned notion, maybe, but some endangered species are worth preserving.



A Cult above the rest
The Times
17 de diciembre de 2010




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En la cuenta atrás de días que faltan para cumplir mis primeras cuatro décadas, (hoy faltan exactamente  veinticuatro) resulta un verdadero aliciente leer este tipo de artículos aunque haya más de doce meses de retraso :) Más aún tratándose de uno de mis ídolos musicales.

Y sip, señoras y señores, niños y niñas y mascotas varias que les acompañan: el rock n' roll tiene el poder de revivirlo todo, de generar fuerza y renacer la pasión por vivir, por sentir. A veces creo que aquellos cuya vida no posee un soundtrack específico, que pasan por la vida sin ningún tema musical que los refuerce, son algo así como entes. Serán inteligentes, serán cuasi sabios, serán genios, serán importantes, pero carecen de esa pasión que da la música en todos y en cada uno de los momentos que vivimos, respiramos, sufrimos y celebramos.

El rock n' roll es pura energía.








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25 enero 2012

'El actor que se cree eterno es ridículo'



Personal. Así es su carrera y su belleza. Un atractivo picassiano y arrollador enganchado a los papeles de malos complejos. Ahora interpreta a un fraile que pasa de las luces a las sombras.

Uno puede discutir sobre la belleza o eficacia estética de todos y cada uno de los elementos que integran el rostro de Vincent Cassel (París, 1966). Observados y analizados por separado, no parecen nada del otro mundo, alguno de ellos resulta tosco, otro casi banal. Pero el mundo del cine está ante un rostro picassiano, así que al juntarlos y verlos ya como un todo, como una cara, hay que rendirse a la evidencia: Vincent Cassel, que entra en el estudio fotográfico de París como un vendaval pero a la vez como pidiendo perdón, posee un físico arrollador y, lo que marca la diferencia en este negocio, distinto. A los dos minutos de conversación acaba resultando cristalinamente comprensible que guste tanto a las chicas. Y a los chicos.

Salvando las distancias, que las hay, casi cabe contemplarlo como una especie de Javier Bardem a la francesa. Tipos duros de belleza no evidente, sex symbols del cine con tintes de estibadores portuarios, estrellas de lo suyo y partidarios de carreras edificadas sobre elecciones tremendamente personales, casi radicales. Y, como asegura Cassel hablando de su propio caso, han sido convenientemente "glamourizados", quién sabe si por los santos expertos de la imagen y el marketing, por sus respectivas y célebres parejas (Penélope Cruz y Monica Bellucci, respectivamente) o por una mezcla de las dos cosas.

"En mi caso, Monica me glamourizó claramente", confiesa Cassel, que tiene dos hijas con la actriz italiana -Deva y Léonie- y que vive con ella a caballo entre Londres, París y Río de Janeiro. "Fue ella quien derribó los últimos bastiones de mi ferocidad y mi oscuridad", comenta desde una abierta sonrisa. Así pasó el hijo del fallecido actor Jean-Pierre Cassel de encarnar a aquel pavoroso esquizoide de los suburbios parisienses (en El odio, de Mathieu Kassovitz, 1995, inicio de una brillante carrera) a... anunciar perfumes de Saint Laurent. O a trabajar a las órdenes de Steven Soderbergh (Ocean's twelve), David Cronenberg (Promesas del Este y Un método peligroso) o Darren Aronofsky (Cisne negro).

Lo que ahora le ocupa es el estreno en España (el próximo viernes) de El monje, una coproducción hispano-francesa dirigida por el franco-alemán Dominik Moll e inspirada en la novela escrita en 1796 por Matthew Lewis. En ella, Vincent Cassel interpreta a un inquietante fraile que pasará de las luces a las sombras sin solución de continuidad. La lucha entre el Bien y el Mal, siempre una historia sabrosa. Tanto que el mismísimo Luis Buñuel y su amigo Jean-Claude Carrière quisieron llevarla al cine -sin éxito- allá por la década de los sesenta.

Agarrando como pretexto su papel en 'El monje', a lo mejor podríamos empezar hablando de las luces y de las sombras, y de las contradicciones de la vida... Ese tema me va, me va al dedillo...

¿Le va como actor o como persona? No sé, me interesa la contradicción, así, en general. Pero es cierto que, a nada que examine un poco las películas que he hecho, es ese el tema que vuelve una y otra vez. Nunca haré de bueno. Pero siempre desearé hacer de ese tipo de malos que al final la gente puede acabar queriendo.

¿Odia las certidumbres? No es que las odie, sencillamente pienso que no representan la realidad. Creo que en realidad lo que menos me gusta son los buenos sentimientos porque sí, esa especie de mentira permanente que consiste en catalogar, etiquetar y simplificar las cosas solo para darnos buena conciencia... que si los musulmanes son malos, que si los americanos son buenos... y esas cosas. La verdad no tiene nada que ver con todo eso.

¿Y con qué tiene que ver esa verdad? Con las cosas complejas, ni blancas ni negras.

¿Con lo que no es clasificable? Más bien sí. Y luego ocurre que cada uno de nosotros representa... una tasa de contradicción y de paradoja enorme. Estamos obligados a vivir con eso.

Y por eso le gustan más los personajes así, oscuros, paradójicos, al borde del abismo... Encuentro que es más divertido hacerlo así, elegir personajes que para mí representan la realidad mucho mejor que esos otros clichés falsos de los que hablaba.

Siempre mejor el antihéroe que... ¡Que el héroe a secas! No puedo con él.

Bien, eso, como actor, pero como ciudadano... Mmm, ciudadano tiene que ver con patria, y yo no soy alguien patriótico. Vivo en Francia y tal, pero no...

Bueno, pues como 'peatón'. Vale. Pues sí, en realidad es lo mismo, porque lo que hago como artista no deja de ser una extensión de aquello que me hace pensar, de aquello que me gusta.

Ya, pero si le entiendo bien, y teniendo en cuenta que vivimos en plena dictadura de corrección política y de hipocresía 'etiquetista' -aun bajo las formas más solemnes-, ¿es usted alguien que, por su personalidad, vive a contracorriente? No diría eso, porque tengo una profesión que consiste en que la gente venga a verme, vivo del espectáculo, así que no puedo decir que sea precisamente un rebelde que va contra la sociedad. Al revés, tengo claro que me sirvo del sistema para poder seguir haciendo lo que hago, viviendo como me gusta y alimentando a mi familia. Donde sí me siento a contracorriente es en las elecciones que hago y en las decisiones que tomo. Porque desde que era muy, muy joven había un camino preparado para mí, que rechacé de forma consciente porque me parecía aburrido. Y hoy veo que mis elecciones y decisiones artísticas son poco o nada académicas. Si lo fueran un poco más, a lo mejor hacía papeles más comerciales que mucha gente espera que haga... pero los rechazo sistemáticamente.

¿Así, porque sí? Hace muy poco rechacé un papel en un gran proyecto porque quería hacer otro con un director que fue muy importante en los años setenta, un director de culto, da igual cuál, y claro, mi representante me dijo: "Mira, Vincent, con todos los papeles que rechazas, si ahora haces ese, la gente de la profesión no lo va a entender...". Bueno, pues creo que justo eso es lo que define mi identidad.

Bueno, al final tiene razón porque... ¡En relación a mí, desde luego que sí! En relación a los demás, ni idea. Ni me importa.

Quería decir que, al fin y al cabo, el tiempo o su propia testarudez parecen darle la razón, porque su carrera, una carrera de éxito, está jalonada de papeles que parecen fruto de, digamos, decisiones radicales, o viscerales... y eso no es fácil. No sé si mi carrera es radical o visceral... en todo caso es mi carrera, no la de otro a quien quiera imitar, ni la de alguien que busca solo hacer carrera fácilmente en este oficio. Mire, yo parto de un principio: la vida es realmente corta y no tengo tiempo para aburrirme. Perder el tiempo me pone enfermo. Necesito trabajar, y trabajar divirtiéndome además.

Vaya, ese debe de ser el ideal de todo el mundo... Ya, pero no digo lo de divertirme como algo ligero, ¿eh?, sino como una forma de descubrirme a mí mismo, de experimentar cosas, de pasar el tiempo haciendo algo que me apasiona, en vez de hacer un oficio a secas.

Bueno, la verdad es que el cine es un 'oficio' distinto. No parece exactamente lo mismo ser actor de éxito que funcionario de correos, con todo el respeto para... Distinto hasta cierto punto. Repito: si un actor dice "bueno, voy a hacer carrera en esto rápida y fácilmente" -y eso es posible, y relativamente sencillo-, pues entonces es un oficio más, como ser político o modelo, o sea, nada. Pero si uno va descubriendo sus preferencias, impone sus criterios artísticos, se construye como actor, entonces... Mire, ayer estuve con David Cronenberg y le dije: "Gracias por escribir para mí papeles así".

Papeles de atormentado, de gente poco recomendable... Sí, papeles de mafioso, de homosexual rebotado, de psicoanalista cocainómano... y resulta que es en ese tipo de personajes donde encuentro más verdad. Para mí, lo más apasionante del ser humano es el momento en el que está a punto de caer al abismo y lo da todo para enderezarse y sobrevivir.

Desde luego, eso es mucho más complejo que "a Vincent Cassel le gusta hacer de malo". Es... sí, creo poder decir que yo encarno a malos que gustan a la gente. A las mujeres, por ejemplo, les encantan los malos.

¿Ah, sí? Puede que ese sea el titular de esta entrevista: "A las mujeres les gustan los malos". Tendrá éxito. Es que... encuentran algo, ven que ahí dentro hay algo de verdad. La belleza del mal. Lo prohibido. Todas esas cosas que no tenemos posibilidad de hacer en nuestras vidas, puesto que somos animales sociales y se supone que tenemos que comportarnos bien.

A muchas mujeres y a muchos hombres les gustan, además de los malos, los feos atractivos y los brutos. Quiero decir los actores de belleza no tan evidente o académica, pero con innegable tirón físico. Javier Bardem, por ejemplo. Usted mismo. Bien, hablemos de ese canon de belleza al que usted alude. Dejaré de lado a Javier Bardem, que es uno de mis actores favoritos, y me remontaré al caso de Jean-Paul Belmondo. ¡Si usted supiera lo que mucha gente decía de él en Francia y en Italia en los sesenta...! Ese tipo de la boca torcida, ese tipo con gesto de mala leche... pues para mí era la clase. Clase con mayúscula. Era el encanto, la elegancia, la masculinidad, más allá de lo plástico.

Menos una hermana mía que estaba loca por él, las chicas preferían a Alain Delon... Pues tenía razón su hermana; bueno, Delon era magnífico, era guapo, era arrollador y todo eso, pero ¿y hoy?, ¿qué ha quedado de él? Nada de nada, ¡pfff!, cero. No me interesa, mientras que Belmondo, con esa especie de desenvoltura, era arrebatador y lo sigue siendo. Él encarnaba a ese actor intuitivo, de aspecto despreocupado, auténtico.

¿Le interesa más esa escuela que la del Método? ¿Se queda con el Actor's Studio o con la preparación autodidacta? Todo eso del Actor's Studio, la concentración, el trabajo, la técnica depurada, es muy interesante para un actor en un momento dado porque le da como más solidez a la profesión de actor a ojos del público. Pero a mí nada me gusta más que un actor al que parece que todo le sale porque sí, de forma espontánea, fácil, como que todo le da igual. Mastroianni, vamos. Actores en los que lo importante no es el trabajo previo, sino la capacidad de sorprender en el momento de abrir la boca o de proyectar una mirada. Y eso no se estudia. Hay gente capaz de eso, actores que se dejan llevar por las pulsiones y triunfan.

Y ahí, ¿a quién ponemos? Depardieu, claro. Él puede haber hecho un enorme trabajo previo para el papel, o no haber hecho nada de nada, pero da igual, llega al rodaje y nadie sabe lo que va a pasar. Y si estás trabajando con él y no estás bien metido en situación, te lleva por delante. Porque es una bestia del instante. Y yo creo que Javier Bardem es así también. Y los actores que prefiero son así.

¿Le ha pasado eso a usted? ¿Haber preparado el personaje de forma obsesiva y de repente llegar al rodaje y ¡zas!, olvidarlo todo y atenerse a la intuición? Desde luego. Pero no se hace a propósito, eso sale. Yo primero fui un actor muy estudioso, tomaba notas, leía, trabajaba como un buen alumno... y de repente...

¿Qué cambió? Que de repente no tuve tiempo. Y me di cuenta de que era mejor así. No tener tiempo para intelectualizar las cosas. Hoy tengo claro que hay cosas que hay que preparar a nivel técnico -un acento, un aspecto o una actitud física...-, pero creo que lo que de verdad se me pide y aquello por lo que me pagan está relacionado con el instante, no con el pasado.

Ha dicho "intelectualizar las cosas". Un día, en una entrevista, Manoel de Oliveira me dijo que ese era el peor enemigo del cine. Y que lo que venía faltando eran artesanos del cine, que ya casi no había... La verdad es que es muy tranquilizador y muy esperanzador que alguien como Oliveira, a sus 103 años, diga cosas como esa. No sé, cada uno trabaja como puede o como quiere, pero a mí lo que me obsesiona cada vez más como actor es mostrarme casi pueril, infantil, y dejarme llevar, con el riesgo de hacer el ridículo que eso supone. Pero un actor no puede tener miedo al ridículo. Hay que flirtear con él. Y no caer en él, claro. ¿Intelectualizar el cine? Me puede parecer interesante hacerlo a posteriori, pero no previamente.

Perdón de antemano, pero a menudo el cine francés ¿no ha intelectualizado en exceso las cosas? Pues claro que sí. Y sigue existiendo un estereotipo de cine francés del que yo llevo huyendo como de la peste desde mi juventud... y que resulta de un complejo de la nouvelle vague.

Algunos querrán quemarle vivo por eso. Como diría Polanski, la nouvelle vague ha hecho mucho daño. También ha dado películas extraordinarias y trajo todo eso de la democratización del cine, pero el problema es que las generaciones posteriores no digirieron bien nada de todo aquello. Se quedaron solo con la forma y el naturalismo, y se olvidaron de los guiones y de las historias. Así que hubo toda una generación posnouvelle vague que nos ha dado bastante por saco. Se creyeron que sus problemas personales eran suficientes para interesar al mundo. También estaban convencidos de que, para ser un verdadero artista, un cineasta tiene que dirigir la película y escribir el guion. ¡Pero si esas dos cosas son dificilísimas de hacer! No te digo nada si las haces a la vez...

La idea del 'artista total' y el falso renacentismo... Hay grandísimos directores que no han escrito sus guiones. Algunos de los directores que más me interesan no lo han hecho. Fellini no lo hizo. Scorsese, muy poco. Truffaut, sí; pero, por ejemplo, para mí, Jules et Jim es una historia apasionante... mal rodada. Todos ellos han sido enormes cineastas. Hay otros que no, que creen que hacen cine, pero no es verdad, hacen otra cosa, cine no. Y también hay periodistas y críticos que creen que hacen las películas. Pues no. Los periodistas cambian. El cine sigue. Yo conozco a varios periodistas jóvenes a los que les gustan mucho algunos de mis primeros papeles... aunque sus padres periodistas, en Le Monde, en Cahiers du Cinéma y en Les Inrockuptibles, dijeron en su día que lo que yo hacía era mierda y que yo era un fascista. Es divertido.

Dijo usted en una entrevista que su relación con el cine francés era "racista". Sí, pero no tiene nada que ver con la raza, cuidado. Quise decir que hay un tipo de cine francés que rechazo frontalmente. Y en un momento dado quise desmarcarme, así que me fui a Estados Unidos. Y tuve que pasar allí un tiempo para darme cuenta de hasta qué punto era francés. Y de que necesitaba las cualidades y los defectos franceses para vivir. ¿Sabe?, los franceses tenemos reputación de quejicas... y es verdad, lo somos, y yo reivindico eso. Nunca estamos contentos.

Volvamos a su experiencia en Estados Unidos. Es de suponer que cuando ha trabajado allí habrá establecido comparaciones con el cine francés y, en general, europeo. ¿Son planetas distintos? No. Las que marcan la diferencia son las personas, no las nacionalidades. Y luego yo tengo que decir que siempre he trabajado con verdaderos autores, con cineastas, no con meros realizadores... Cronenberg, Soderbergh, Aronofsky... bueno, Ocean's twelve con Soderbergh es quizá lo más parecido a Hollywood que he llegado a hacer, y eso que él es un autor que lo hace todo, no es el Hollywood puro y duro.

¿Puede decirse que el fenómeno de 'Cisne negro' fue un antes y un después en su carrera? Le diré lo que es Cisne negro. Estamos hablando de una película que salió baratísima; de una película que nadie quería; de una película que solo pudo ser salvada en el último minuto, y es que estuvimos a punto de pararlo todo ¡tres días antes de empezar el rodaje! De una película oscura, triste, protagonizada por una neurótica... ¡vamos, no precisamente el tipo de producto que espera el mercado americano! Una película cuyo resultado final nos sorprendió a todos.

Pero ¿cambió algo en su carrera? Puede decirse que sí; en cierto modo, yo antes era el francés de Ocean's twelve... y ahora soy el francés de Cisne negro. Creo que me ha proporcionado un perfil internacional más evidente, más potente.

Me gustaría que hablara de su experiencia junto a David Cronenberg. ¿Es tan sombrío y oblicuo como da a entender su cine? Del señor Cronenberg, yo diría antes de nada que es el gentleman perfecto. Es de una delicadeza, de una inteligencia, de una educación, de una precisión, de un humor y de una atención a los demás que hacen que sea casi perfecto. Ufff, de muy joven yo iba a ver sus películas sin ni siquiera saber no ya que un día trabajaría con él, sino que un día yo sería actor.

¿Sueña rodar con algún director concreto con quien no lo haya hecho? Yo no funciono así. No sueño con personas ni con papeles. Sueño con emociones y con energías. Que si sería un sueño trabajar con Scorsese... o con De Niro... pues no. Por cierto, adoro a Scorsese y a De Niro, pero me daría miedo conocerlos de cerca.

¿Por qué? Por miedo a sufrir una decepción. Son demasiado grandes para mí.

También adorará a Pacino, es de suponer... Pues fíjese, mucho menos. Creo que en la última parte de su carrera ha hecho una caricatura de sí mismo.

Visto lo visto, y echando la mirada hacia atrás... ¿qué diría que tiene que tener y no tener un gran actor? Mmm... sí. Pues sobre todo creo que debe saber inscribirse bien en su época. Nuestra razón de ser es efímera, dura lo que dura. El actor que se cree eterno, por grande que sea, es ridículo. El que se toma en serio no tiene sentido, está muerto. Estamos aquí solo para vivir nuestra ligereza, nuestra fantasía, al cien por cien. Ese es nuestro espacio. Y no es fácil.

Un juego que hay que jugar en serio. O una profesión seria que hay que tomarse a la ligera. Completamente. En mi caso, lo que yo hago, el cine, es lo único importante que hago en la vida, mi única pasión. Pero para respetarla, tengo que tratarla como si me la trajera floja. Cuando me la tomo muy en serio resulto patético. Por eso admiro al actor Michael Fassbender. Da la impresión de que todo le resbala. Y eso hace que resulte genial.


El rostro que adoran los cinéfilos

Vincent Cassel (París, 1966) es hijo de una periodista y del actor Jean-Pierre Cassel, uno de los rostros emblemáticos del cine francés de los años sesenta y setenta. Vincent (arriba, en una fotografía de 1993) estudió interpretación en el Actor's Institute de Nueva York y actuó con el grupo teatral de Jean-Louis Barrault.

Su salto a la categoría de esos actores cuya cara suena a los aficionados y apasiona a los cinéfilos llegó de la mano del director Mathieu Kassovitz, con quien trabajó en Métisse (1993) y El odio (1995), película por la que fue candidato al Premio César como mejor actor y mejor actor revelación. Desde 1999 está casado con la actriz Monica Bellucci, a quien conoció en el rodaje de El apartamento (1996).


Borja Hermoso
El País Semanal
22 de enero de 2012








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19 enero 2012

Nevermore


Un 19 de enero de 1809 nació ese grande entre los grandes, forjador de esencias oscuras y amigo de las sombras: Mr. Edgar Allan Poe xD 


A Songs Of Terror es un tributo musical que el sello discográfico Cleopatra Records lanzó en 2001. Varias bandas góticas  participaron con temas originales basados en los trabajos de Edgar Allan Poe. Y mi tema favorito es el que interpreta Desmo Donte basado en el poema El Cuervo ;-)




http://www.youtube.com/watch?v=Fp_7espDKAI





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16 enero 2012

Cierta perversión y sus criaturas



 http://www.youtube.com/watch?v=0QDons2iDPk



Cierta perversión y sus criaturas
(acercamiento al rock gótico)



La tierra despide humos desconocidos,
gemidos y estremecimientos
al beber la savia de sus hijos.
¡La mirada no puede
avizorar la temblorosa orilla!
William Blake

La lujuria es uno de los placeres capitales. Por ella se atreve uno a vagar de noche. Midnight Rambler de andar vigilante y bragueta tab. La curiosidad del Gato de Parménides para el que no hay bardas, rejas o muros; para el que los códigos no existen, inescrupuloso y fascinado por la caza. Por ella se atreve uno con las vampiras. A seguirlas a sus cuevas por el delirio prometido de sus traseros. Long Cool Woman in a Black Dress: palabras de ritmo desquiciante, el abracadabra fatal para que aparezca lo evocado, quizá dando vuelta a esa esquina. Lo demás se sucede rápido, sin secuelas de naturalismo. Con su andar de cabra en aquelarre uno se lo facilita todo, Black is Black. Ropa, pestañas, labios, corazón. El encanto de la ausencia de color atrae. La cosa era seguirla por aquellas calles céntricas, oscuras, tras el guiño de una mirada que torna el mundo en otro: Paint It Black.

Yo no lo sabía pero Pino Páez sí y me lo dijo: "Es el augur más afamado de esta capital. Es el único que predice el tiempo exacto de la muerte. Él no sabe mentir, y no hay propina que alargue la existencia, ni súplicas que retrasen el reloj de los silencios. Oficia en un altísimo cuarto de azotea. No hay luz eléctrica en la pieza, sólo un quinqué de fulgor agónico, como si un puñado de mariposas de colores estuvieran a punto de expirar".

Ahí, a ese lugar la seguí. entre pasillos y escaleras mugrosas y malolientes. A mi memoria acudían las palabras del cronista: "El Maestro oficia de diez de la noche a cuatro de la mañana, cuando la oscuridad nace del guiñar de un dios tuerto que baña con su ojo inútil la madriguera de un bostezo. En su habitación no se descubren muebles, apenas se le puede mirar un trozo de rostro semialumbrado por la moribunda vasija de los destellos: se guarece en unos lentes de cristal ahumado que resaltan su intensa palidez; la nariz es un relieve escurriente en que se amontonan las verrugas, y en su boca hay una especie de tumor como para que las palabras salgan lastimadas".

Para entonces la lujuria se había vuelto metafísica y la explicación en palabras una necesidad. "Aquí me reúno con mi banda -dijo ante una puerta indefinible y cargada de presagios-. somos fans de aquel que se limita a precisar sólo la fecha del adiós. Ni causas ni detalles. Hay que tocar siete veces en esta puerta y luego emitir un suave carraspeo para que brote nítida la frase de acceso. Hazlo", me apremió. A partir de ahí todo fue un torbellino de escatología cósmica abrazada a una sensualidad distinta, oculta, un murmullo casi.

Abierta la puerta, el tiempo se convirtió en otra cosa. Pasamos por una cortina lateral para no dirigirnos al cuarto principal. Sentados en el suelo, frente a signos pintados en él, se encontraban varios chavos alrededor de los veinte años. Allá, en una esquina, el aparato de sonido con sus foquitos resplandecientes a un volumen regular y una pila de discos compactos. Mientras ella hablaba al oío de uno de aquellos tipos, me acerqué a ver de qué música se trataba: Fields of the Nephilim, Lycia, The Cure, Sisters of Mercy, Masochistic Religion, Diamanda Galás, Siouxsie and the Banshees, Nick Cave, Christian Death, Dive...

"Oye, ve y calla", me dijo ella al tiempo que hacía que me sentara. Tras otra cortina negra se alcanzaba a distinguir a las personas en el otro lado. El famoso quinqué a la izquierda del maese. Frente a él una figura desgarbada lloraba y daba gritos quedos, dolorosos. Salió de aquella habitación y luego de la vivienda tapándose los oídos. El Maestro, inmutable. Recordé entonces el recado que ella me había enviado luego de que nos vimos por primera vez: "Los que estamos aquí hemos huidos del reino de la luz. Solos, postrados, nos consumimos en la memoria oscura y difusa que ilumina nuestros negros pensamientos. Arde y relumbra en nuestro nublado pecho, como sobre una tumba tenebrosa donse de apagan las estrellas, como esos rayos débiles sobre los que se yergue la silueta citadina después que el sol se ha ocultado en nuestros desiertos cotidianos".

En ese momento sonoraron siete toquidos. Las bajas notas del Nephilim se acentuaron. El invitado depositó unos billetes y monedas en el platón dispuesto a la entrada. La sesión comenzó. el solicitante se desnudó del tórax y se puso rígido y horizontal como un cadáver. El quinqué dibujó su sombra en la pared. El maese -escucho dentro de mí a Pino- escarba con una espátula la integridad del reflejo y lame los despojos de cal. Regresa al muro raspado y lo inunda con una guácara torrencial. "Más tarde todo es hincarse y sudar, medir el asco y la humedad, como si los augurios se sazonaran en los revoltijos de la entraña. Recita a continuación muy quedo el arribo de la parca": El cliente se retira entonces presa del desasosiego. En ese instante ha muerto en realidad. Ninguna luz lo volverá a iluminar. Ella me toma de la mano con la suya y sé que aquel gesto es el reflejo de una lubricidad famélica.

II

Todos los horrores -leí en algún lado- son necesarios y útiles para quienes desean conocr al hombre en sus extremos. La visión de esos cuadros es de gran utilidad para el desarrollo del perfil humano. Tal vez nuestra ignorancia en la ciencia del conocimiento de los seres humanos se deba al estúpido falso pudor de los que antaño escribieran sobre estas cosas. Encadenados a sus prejuicios y temores, se limitaron a relatar puerilidades que todos conocían, sin atreverse a bucear en los siniestros laberintos, plagados de fantasmas, del alma humana, ni a describir y a comunicar sus descubrimientos a sus semejantes. Los hacedores del Rock Gótico sí lo han hecho. algunos de sus seguidores también. La prisión de la vida que delatan es la imagen de la soledad de un universo habitado por las monstruosas cristuras que atormentan el espíritu.

Los darkies son el símbolo de la incmunicación o, mejor dicho, del deseo de alcanzar un a comunicación imposible. Y acaso sea ésa la razón por la que, en un desesperado intento por estrabecerla, se asocian entre sí para entregarse a la orgía de conocimientos elitistas. Una perversión que lo es tanto en el delirio de sus pasiones como en su pálida calma. En todo caso, los señalamientos que caen sobre los semejantes se convierten en placeres para ellos. Presos de sí mismos buscan la comunicación imposible en el supremo orgasmo que, de acuerdo a su mitología, estremece los últimos instantes de quienes se conectan con la muerte.

III

El Gótico propicia que el miedo sea sacado del reino de lo convencional y elevado a la negra nube que se cierne sobre el destino mismo de la humanidad. Así, ciertos extraños pensamientos ligados a otras dimesiones trascienden los cuidados habituales y por un instante pleno de música se asoman a su paraído particular, disipando las nieblas que enturbian y obstaculizan la visión de la oscuridad.

Vivir, escribió Ibsen alguna vez, es combatir contra los seres fantasmales que nacen en las cámaras secretas de nuestro corazón y de nuestro cerebro. Para los roqueros góticos, la estancia en lo tenebroso es acercarse a ellos, juzgarse a sí mismos, poetizar. ¿Cómo? Llevando al extremo contrario lo que acosa las mentes de nuestro tiempo: el aspecto egoísta de la permanencia.

El conocimiento científico nos ha enseñado que el mundo es el realidad discontinuo; que la noción de vida no es más que un existir entre los momentos de un tiempo dividido y que éste se transforma del sueño a la vigilia. Así, el aspecto último del mundo y del conocimiento es la muerte: un saber del que se puede sacar un placer ignoto.

Esta visión pasional no produce seres enteros, finos, valientes o aventureros. No. La flor de esta perversidad es el placer de la negación, entre otros. Por ende, tal perversidad se vuelve absoluta, mientras que los hedonistas sólo buscan la muerte para evitar el dolor. En esencia, los góticos son seres románticos florecidos en el pensamiento de John Donne, Walpole, Coleridge, Blake, Poe, Lovecraft, Velvet Underground, Patti Smith, Iggy Pop, Cocteau Twins, The Cult, DeadCan Dance, Joy Division, The Mission UK, New Order, Xymox, Bauhaus, X-Mal Deutschland, Lord of the New Church, Alien Sex Fiend, Peter Murphy... quienes los sujetan y llevan de la mano hacia el concepto del no ser y dejar de ser ellos.

Los que han podido diferenciarse y dejar de ser ellos mismos saben aplicar su "voluntad zombie" a la creación estética y han engendrado música fantasmal y mórbida, en donde proyectan a esos seres que en otros se ocultan. Esos extraños que nulifican la actividad están ahí, en la isla que es la vida, rodeados por un mar desconocidos y creciente. Los roqueros ocultistas de un fin de siglo les tienden la mano. Tales roqueros, cuyo cerebro es perseguido por fantasmas, representan un momento de la evolución intelectual, como muchos artistas de nuestro tiempo, y no tienen otra locura que no sea ésa. Quieren interesarles a personas que ven deformadas, para que éstas se vean proyectadas en el arte. Escriben canciones que así lo hacen y logran que algunos escuchen sus poemas como ellos los conciben. su perversión está en le placer por la morbidez y la extrañeza; sin embargo, no llegan a empujar sus fantasmas a la vida.  Los recrean en el arte. No tienen aún suficiente lástima por sus creaciones como para someterse a ellas y sufrir para que vivan.

Los roqueros góticos hacen nacer seres terribles en las cámaras secretas de su corazón y cerebro, pero en la gestación se han vuelto poetas y con ello trascendido a sí mismos. Porque a la postre, como escribiera Blake, la perversión tiene corazón humano y el corazón humano es una gola hambrienta.



Sergio Monsalvo
Corriente Alterna 
Agosto de 1993







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09 enero 2012

Sobre reglas y remordimientos



Hace unos días recibí una interesante carta de un lector, a la que todavía doy vueltas en la cabeza. Aunque el interés resida menos en lo concreto que ese lector plantea que en la visión del mundo y la vida de la que tal carta es reflejo, o síntoma. Leída la última aventura del capitán Alatriste, el comunicante -amable y afectuoso- me dirige un reproche singular: la falta de remordimientos expresos por parte de Alatriste tras la muerte de varios de sus camaradas, en Venecia, en el curso de la misión a la que los condujo. La ausencia, en suma, de un acto de contrición alatristesco. De una pesadumbre expiatoria de carácter público, ante terceros o ante el lector mismo, por la suerte que han corrido algunos de los hombres, viejos compañeros de armas, a los que el capitán comprometió en la aventura. Ni un ápice de dolor por su pérdida, se lamenta el lector. Nula expresión de culpa. La carta no sólo expone la desazón de ese lector ante la aparente falta de escrúpulos de Alatriste, sino que en ella apunta un sentimiento casi ideológico: un lamento porque el veterano soldado no haga ostentación de ciertos valores morales o éticos que desde un punto de vista actual podrían sonar adecuados, como solidaridad, compasión o remordimiento. Porque se cisque en el canon de lo correcto, dicho en corto. Que vaya a lo suyo y, escabechados los colegas, ahí me las den todas. Mejor vivo que muerto. Punto. Que reaccione, por ejemplo, como Aglae Masini en Nicosia, 1974, cuando en un tiroteo espeso me tumbé sobre ella en plan machote, para protegerla -yo era un pardillo jovencito que todavía jugaba a los héroes-. Y ella, irónica y sabia, dijo: «Gracias, flaquito. Tienes razón. Si han de matar a uno, mejor que te maten a ti».

En lo que se refiere al capitán Alatriste, la clave para entender hoy por qué se comporta así, o lo parece, podría resumirse en dos detalles: desde 1627 ha pasado mucho tiempo y muchas cosas, y él es un profesional para quien la violencia y sus complejas maneras son el duro pan de cada día. Alatriste intenta sobrevivir en territorio hostil, peleando por su pellejo; y en tales circunstancias, las lágrimas impiden ver con claridad el mejor camino para poner pies en polvorosa cuando las cosas se tuercen. Sus camaradas eran del oficio, y como él conocían las reglas: dejas de besar la mano de curas y caciques, olvidas esta tierra ingrata que hay que regar con sudor a falta de agua, empuñas una espada rumbo a América, Flandes o al infierno, y una de dos: haces fortuna o revientas intentándolo. En treinta años de patear callejones oscuros y campos de batalla, Diego Alatriste dejó atrás demasiados cadáveres de amigos y enemigos, incluido el riesgo de incluir el suyo propio, para que una docena más le altere el pulso, o le haga malgastar un resuello que necesita para sobrevivir. Lo suyo no es indiferencia, sino resignación profesional. Asumir que el mundo donde vive y pelea es un lugar peligroso donde lo más fácil es que te pille el toro. Algo que sólo los idiotas -los menguados, diría él- se empeñan en ignorar. Eso, naturalmente, no excluye el dolor. Pero éste discurre por otros cauces. No tiene por qué ser melodramático, ni inmediato. Como lo de Márquez en Sarajevo, después de aquellas jornadas con mucha bomba y mucha morgue, cuando te ibas de los sitios con las suelas de las botas dejando huellas de sangre en el suelo. Soltaba la cámara, se acuclillaba con la espalda contra la pared, encendía un cigarrillo y se pasaba una hora inmóvil, mirando el vacío. Ordenando remordimientos.

El otro punto son los cuatrocientos años transcurridos. La literatura también es salir de nosotros para mirar con ojos ajenos, viviendo vidas que de otro modo serían imposibles. Comprender, diferenciar, lo que fuimos y lo que ahora somos. Por eso, cada vez que tecleo una aventura de Alatriste -sicario que mata por dinero, que ha torturado, que marcó la cara de una mujer- intento que el lector vea el mundo no con anacrónicos ojos de ahora, sino como se veía entonces: áspero, cruel, sin oenegés ni lacitos solidarios en la solapa. Cuando lo políticamente correcto lo traían todos, y no sólo Alatriste, en la punta de la espada o en la punta del cimbel. Un mundo imposible de juzgar con criterios occidentales modernos, pues -todavía ocurre eso en buena parte del planeta- una vida no valía ni el acero o la soga que se empleaban en quitarla. Aunque nos empeñemos en olvidarlo, no siempre fuimos amantes de las focas y los delfines, ni a un niño de ocho años lo expulsaban del colegio por pelearse en el recreo, o lo acusaban de acoso por decirle guapa a una profesora. Tanto para lo bueno como para lo malo, éramos más realistas. Más humanos, quizás. Menos gilipollas.


Arturo Pérez-Reverte
XL Semanal
2 de enero de 2012










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06 enero 2012

De Barbie a muñeca zombi



Una tiene cicatrices por todo el cuerpo y a otra, tanto vello, que debe depilarse constantemente. Son las Monster High, ocho descendientes de míticos monstruos, como Frankenstein o el hombre lobo, que han destronado a la rubia y clásica Barbie como muñeca estrella de estas Navidades. Siempre agotadas, traen de cabeza a los padres de niñas y preadolescentes. Elvira Sanjurjo, directora de marketing de Mattel, la empresa que las fabrica, no facilita cifras de ventas, pero sí revela que en el último mes estas se han multiplicado por ocho con respecto al último trimestre del año pasado. Y pese a que han adelantado producción prevista para 2012 y traído muñecas de otros países donde ya ha terminado la campaña juguetera la demanda sigue superando la oferta. Para hacerse un idea de las dimensiones del fenómeno Monster High basta decir que El Corte Inglés insertó ayer cuñas publicitarias en distintas radios para anunciar que sólo por un día dispondría de “unidades limitadas” de estas monstruitas. Algunas grandes cadenas, como Toys’r’us, restringen incluso el número de muñecas que cada cliente puede comprar para evitar el engrosamiento del mercado negro: en Internet se venden hasta por el triple de su valor original (24,99 euros).

 Pero ¿qué ha pasado para que las niñas hayan relegado a Barbie -esa valquiria que posee un descapotable, un caballo rosa y un novio rubio- en favor de unas chicas encorsetadas (literalmente), que no tienen alma y a veces tampoco sangre? “Las muñecas son juegos simbólicos que reflejan los cambios de la sociedad. Los niños están en el mundo, y en la medida en que evolucionan los modelos y los cánones de belleza también lo hacen sus gustos”, explica Andrés Paya, doctor en Pedagogía y miembro del Observatorio del Juguete. No significa que vivamos en una realidad gótica, pero sí que esta estética se está abriendo paso. “Todos los niños intentan imitar a los adultos, a la gente que les rodea, y el hecho de que sus hermanos mayores sean fans de películas como Crepúsculo y tengan como ídolos a sus protagonistas influye en su éxito”, insiste.

Para Sanjurjo, su “carácter moderno y fashion” –llevan botas de tacón, medias de rejilla y microminifaldas- pesa y mucho en su popularidad. Un síntoma, según Paya, de la reducción de la etapa infantil: “La niñez cada vez dura menos. Modelos que hace unas generaciones eran para adolescentes ya se han llegado a la infancia. Las niñas quieren ser adolescentes”. Y quieren muñecas con mechas, labios exuberantes y ropa ajustada.

La directora de marketing de Mattel explica que las Monster High van dirigidas a un público preadolescente (entre 11 y 12 años), pero reconoce que las niñas más pequeñas también piden a los Reyes Magos estas muñecas o alguno de los productos de las más de 40 licencias que ha concedido la juguetera, como mochilas, cojines o manualidades. Además, insiste en que las muñecas transmiten valores positivos: “Aseguran la personalidad de las niñas. El hecho de que luzcan cicatrices o están en las antípodas de una belleza estándar les enseñan a reírse de sí mismas y que nadie es perfecto. No representan modelos estéticos inalcanzables”.


Carmen Mañana
El País
Sección Sociedad
4 de enero de 2012






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02 enero 2012

Desdentado



 http://www.youtube.com/watch?v=rnyp9lBTqjI

 Furia Nocturna, mejor conocido como Desdentado, en la peli Cómo entrenar a tu dragón ;-) 
He de avisar que así estamos llamando a Happy Demon pues entre el viernes pasado y el sábado, se le han caído los dos incisivos superiores, mejor conocidos como paletas ;-)
 
 
 
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01 enero 2012

Que el viento sople a tu favor



http://www.youtube.com/watch?v=0mKjof0jT0k

"Que el viento sople a tu favor" - Magö de Öz


11:10 am y sé que muchos seguirán en brazos de Morfeo ;-) En casa hemos comenzado la marcha desde poquito antes de las nueve con una muy buena sensación en el cuerpo y en el corazón y con muchos ánimos. De nuevo terminamos el año como no imaginamos y comenzamos este 2012 más que bien ;-) 

!!!!!Felicidades a todos!!!!!







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