Una tiene cicatrices por todo el cuerpo y a otra, tanto vello, que
debe depilarse constantemente. Son las Monster High, ocho descendientes
de míticos monstruos, como Frankenstein o el hombre lobo, que han
destronado a la rubia y clásica Barbie como muñeca estrella de estas
Navidades. Siempre agotadas, traen de cabeza a los padres de niñas y
preadolescentes. Elvira Sanjurjo, directora de marketing de Mattel, la
empresa que las fabrica, no facilita cifras de ventas, pero sí revela
que en el último mes estas se han multiplicado por ocho con respecto al
último trimestre del año pasado. Y pese a que han adelantado producción
prevista para 2012 y traído muñecas de otros países donde ya ha
terminado la campaña juguetera la demanda sigue superando la oferta.
Para hacerse un idea de las dimensiones del fenómeno Monster High basta
decir que El Corte Inglés insertó ayer cuñas publicitarias en distintas
radios para anunciar que sólo por un día dispondría de “unidades
limitadas” de estas monstruitas. Algunas grandes cadenas, como
Toys’r’us, restringen incluso el número de muñecas que cada cliente
puede comprar para evitar el engrosamiento del mercado negro: en
Internet se venden hasta por el triple de su valor original (24,99
euros).
Pero ¿qué ha pasado para que las niñas hayan relegado a Barbie -esa
valquiria que posee un descapotable, un caballo rosa y un novio rubio-
en favor de unas chicas encorsetadas (literalmente), que no tienen alma y
a veces tampoco sangre? “Las muñecas son juegos simbólicos que reflejan
los cambios de la sociedad. Los niños están en el mundo, y en la medida
en que evolucionan los modelos y los cánones de belleza también lo
hacen sus gustos”, explica Andrés Paya, doctor en Pedagogía y miembro
del Observatorio del Juguete. No significa que vivamos en una realidad
gótica, pero sí que esta estética se está abriendo paso. “Todos los
niños intentan imitar a los adultos, a la gente que les rodea, y el
hecho de que sus hermanos mayores sean fans de películas como Crepúsculo
y tengan como ídolos a sus protagonistas influye en su éxito”, insiste.
Para Sanjurjo, su “carácter moderno y fashion” –llevan botas
de tacón, medias de rejilla y microminifaldas- pesa y mucho en su
popularidad. Un síntoma, según Paya, de la reducción de la etapa
infantil: “La niñez cada vez dura menos. Modelos que hace unas
generaciones eran para adolescentes ya se han llegado a la infancia. Las
niñas quieren ser adolescentes”. Y quieren muñecas con mechas, labios
exuberantes y ropa ajustada.
La directora de marketing de Mattel explica que las Monster High van
dirigidas a un público preadolescente (entre 11 y 12 años), pero
reconoce que las niñas más pequeñas también piden a los Reyes Magos
estas muñecas o alguno de los productos de las más de 40 licencias que
ha concedido la juguetera, como mochilas, cojines o manualidades.
Además, insiste en que las muñecas transmiten valores positivos:
“Aseguran la personalidad de las niñas. El hecho de que luzcan
cicatrices o están en las antípodas de una belleza estándar les enseñan a
reírse de sí mismas y que nadie es perfecto. No representan modelos
estéticos inalcanzables”.
Carmen Mañana
El País
Sección Sociedad
4 de enero de 2012
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