23 enero 2008

R.I.P querido Sir Ulrich von Lichtenstein


Resulta difícil encontrar una explicación que nos convenza cuando nos sorprenden las muertes prematuras. Más aún si hay indicios de suicidio. Más aún tratándose de gente joven que ha aportado pequeñas o grandes dosis de su talento al mundo de las artes. Y el cine, no olvidemos, es el séptimo arte.

Ayer por la noche de aquí, estaba leyendo la página de el periódico El Universal de México y me encontré con la noticia tan impactante de que apenas un par de horas antes (horario de Nueva York) habían encontrado muerto al actor australiano Heath Ledger en su departamento en el SoHo de la Gran Manzana. Desnudo, boca abajo y rodeado de pastillas para dormir. Fue su ama de llaves quien descubrió el cadáver. Uys, hasta un vuelco me dio el corazón. Mi marido tampoco podía creerlo y no es que fuera nuestro actor fetiche, pero vaya que nos gustaba su buen ojo para escoger papeles a los que terminaba bordando.

Quizá puedo decir que he visto casi toda su filmografía, acaso sólo me faltará Candy, aquella peli un tanto polémica y me negué en redondo a verlo en Casanova, jejeje, estoy aferrada a las viejas versiones protagonizadas desde Marcelo Mastroianni hasta Richard Chamberlain. Gracias a mi marido, conocí esa historia tan disparatada como entrañable como es A knight's tale y cuantas veces podemos, la volvemos a ver con tanto gusto como si fuera la primera vez. Nos sorprendió en Sin Eater tanto por su actuación como por la historia (donde repetía con un par de actores de A knight's tale) que habla de un sacerdote carolingio que descubre a un devorador de pecados. Ned Kelly es una historia un tanto épica de su Australia natal y desarrolla un gran papel. En The Four Feathers demuestra que la amistad está por encima de todo y en The Patriot (otra de nuestras favoritas) no se desvanece bajo la sombra de Mel Gibson, al contrario. The Brothers Grimm, una historia digna de Terry Gilliam y un Jacob Grimm interpretado por Ledger ingenioso y aventurero. Y por supuesto fue muy merecida su nominación al Oscar por Brokeback Mountain.

Sobra decir que esperamos ansiosos el estreno de The Dark Knight, la nueva entrega de un Batman interpretado por segunda ocasión por un Christian Bale inmejorable. Heath Ledger será el Joker y según las fotos de la post-producción y varios comentarios, su actuación no tiene nada qué pedirle a la de Jack Nicholson. Tal vez es una reinvención del personaje y sin duda, el último legado de un actor que despuntaba como uno de los mejores de su generación.

Quizá su muerte no fue accidental. El año pasado se había separado de la actriz Michelle Williams (que actúo como su esposa en Brokeback Mountain) con quien había procreado a Matilda, una nena que ahora tiene dos años. Es probable que hubiese caído en una fuerte depresión de la que no lograba levantar cabeza. A finales de noviembre pasado, varios usuarios del metro de Nueva York apenas y lo reconocieron bajo la ropa tan sucia que llevaba, el pelo enmarañado y un fuerte olor corporal a pesar de que iba acompañado de su hija.

Es una lástima que apenas haya vivido 28 años.

Creo que puedo decir que me gustará recordarlo como su personaje en A Knight's tale: Sir Ulrich von Linchtenstein, claro, el reinventado para poder participar en los torneos medievales, jejeje.





http://www.youtube.com/watch?v=sr2ODpidSX0



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12 enero 2008

¿Las herederas oscuras?


¿Alguien me puede explicar por qué ya no se escriben buenos libros de historias de vampiros?
¿Dónde están los autores que valgan la pena y sean capaces hasta de revolucionar por enésima vez uno de los subgéneros que más me gustan o al menos sacudirlo?

¿Por qué son éxitos de venta cosas tan infumables como La Historiadora?

Yo no sé si la verdad está allá afuera como decía el agente Mulder en los Expedientes X, pero lo cierto es que estoy a punto de vomitar con el empacho que me ha provocado empezar a leer una tontería titulada Placeres de la noche. Claro, Mac, pero si el título ya lo decía todo. Ni digno de ser el de una novela erótica ni mucho menos. Sólo es el resultado de la mente calenturienta de una ama de casa que ha dado en la diana escribiendo sobre cazadores nocturnos, mujeres con poderes paranormales y vampiros. Pero nada épico, damas y caballeros. Es como si pusiéramos en una licuadora a Anne Rice en sus peores momentos (tal vez en Blood and Gold o en Pandora) y a Johanna Lindsey (sí, aquella escritora norteamericana de novela romántica-histórica cuyas portadas de la mayoría de sus libros han sido engalanadas con el modelo italiano Fabio, aquel rubio fortachón de larga melena y siempre dibujado o retratado desnudo de cintura para arriba) y no sé, una versión femenina de Jim Carrey, por ejemplo.

Hace mucho tiempo que leí críticas feroces sobre Anne Rice las cuales, a pesar de ser una fan declarada, no pude rechazar del todo cuando a mi querida dama sureña se le empezó a ir la pinza y escribió libros que ni siquiera fui capaz de hojear, como el más reciente sobre la infancia de Jesús (¿?) Decían que sus personajes rayaban lo lacrimógeno de manera gratuita, que todos sus vampiros era los más bellos entre los bellos, que nadie estaba jodido económicamente hablando porque tal parecía que ser vampiro era igual a ser un as en los negocios y a ser un heredero fortuito que estaba en el lugar y momentos precisos. No seré yo quien niegue tales verdades, pero habrá que reconocer (aunque aquellos que me conocen sabe que lo que voy a soltar es algo así como mi caballo de batalla cuando se habla de Ms. Rice) que le dio sangre nueva y un giro o varios giros muy especiales a un género o subgénero que casi parecía dar patadas de ahogado por mucha inmortalidad que posean sus personajes. Y casi se podría decir que aflojó las ataduras de aquel corset victoriano donde los expertos habían encasillado la literatura referente a los vampiros, a pesar de que desde mediados del siglo XIX había historias basadas en leyendas o en delirios de sus creadores, que se olvidaban de las estacas, los crucifijos y a veces hasta de los clásicos ataúdes. Por cierto, la mayoría tenían protagonistas femeninas.

Siempre se señala con el dedo a los best-sellers, siempre se les critica porque se califican como literatura basura, casi desechable. En la gran mayoría de los casos, puede ser que haya algo de razón. Pero también eso provoca que las historias que guardamos en nuestra memoria colectiva, se renueven o se revisiten, aunque a veces sea hasta un punto vomitivo. Como lo sucedido a raíz del Código Da Vinci y todos esos escritores e investigadores metidos a novelistas cuya mayor parte han sido o son mediocres copiadores. De repente, todos se interesaron por los enigmas sagrados, por las antiguas sociedades secretas, por desmenuzar el cristianismo y todos los cabos sueltos que ha ido dejando la Iglesia a lo largo de su historia.

Y yo no sé, pero tal parece que sigue siendo muy atrayente la imagen del vampiro romántico en el más estricto sentido de la corriente literaria. De aquel ser monstruoso pero seductor surgido de la mano John Polidori, el médico de Lord Byron. Por siempre cautivando, por siempre inquietando, oh Lord Ruthven. Anne Rice parecía haber estado, como la gran mayoría de sus personajes, en el lugar y momentos precisos para abrir brecha dentro de la literatura vampírica. Y aunque han tardado en surgir las mediocres copiadoras, ya están aquí: Stephenie Meyer y Sherrilyn Kenyon, eso sí, nada tontas y tan predecibles que sus mayores influencias son dos de las reinas de la novela romántica: Danielle Steel y la ya mencionada Johanna Lindsey.

Creo que he sido una lectora curiosa y esta particularidad me ha llevado a leer algunas cosas de estas señoras y por supuesto, de nuestra versión en castellano conocida como Corín Tellado (vía la revista Vanidades) que hasta hace muy poco supe que es asturiana y que sigue vivita y coleando. Cuando era una puberta, aunque me aferraba a mis pelis de terror y a mi siempre amado Poe, curioseé leyendo aquellas novelitas románticas que se vendían en los puestos de periódicos que eran del tamaño de la famosa Selecciones (Reader's Digest) y cuya series siempre tenían nombres tan cursis como Jazmín o Bianca. Por lo regular, las historias rayaban un poco en el soft-muy soft-porno sobre chicas frágiles y un tanto anodinas, enamoradas de hombres peligrosos de gran corazón, expertos amantes y conquistadores natos. Casi todas eran traducciones, escritas bajo múltiples seudónimos (seguro sólo eran dos o tres autores) e intentaban copiar el estilo de Danielle Steel, por ejemplo.

Salta a la vista que este tipo de "literatura" no hizo mella en mis gustos pero soy capaz de reconocerla aunque se oculte bajo la apariencia de una novela dirigida a los amantes del horror o de los "temas paranormales". Placeres de la noche de Sherrilyn Kenyon (que pertenece a una amplia colección que ha sido editada a través de algunos años) y Crepúsculo de Stephenie Meyer (que es el primer tomo de una trilogía) son un baturrillo de vampiros, humor y el clásico soft-porno que invade cada página de toda novela romántica que se precie de serlo. La Kenyon se dirige a un público un poco más adulto (já) y la Meyer parece que se quedó con la idea de que todas las adolescentes o post-adolescentes son adoradoras por naturaleza de series de televisión tipo Beverly Hills 90210. Una de las grandes, pero muy grandes diferencias que tienen estas autoras con una de sus ídolas: Anne Rice, es que abusan de un humor mediocre que muchísimas veces sobra. Es por eso que mencionaba líneas arriba de que en la mezcla de la licuadora había que incluir una versión femenina de Jim Carrey. Los vampiros de estas autoras (curiosamente gringas las dos) son guapérrimos, millonarios, misteriosos y ultra-sexys aunque, en el caso de Crepúsculo traten de ocultarse en un poblacho pequeño y anodino del noroeste de EstadosUnidos y de pasar por jovencísimos estudiantes de último año de bachillerato.

Placeres de la noche se ubica en Nueva Orleans (já, qué casualidad) y es como si trataran de mezclarse, con nulo éxito, La hora de las brujas y Blood and Gold de Ms. Rice. Lo dicho, no fui capaz de acercame ni a la mitad del libro: aquel erotismo de tres al cuarto y unos diálogos que parecen escritos por una quinceañera (eso sí con mucha mejor ortografía y sin el vicio de escribir todo como si redactara un mensaje de móvil), puffh, me aburrieron y me pusieron los pelos de punta. Entre las dos novelas y gracias al Círculo de Lectores había gastado los peores 32 euros de mi vida. Bueno, no. Si sumamos los 20 euros que le costó a mi marido La Historiadora de Elizabeth Kostova, que tampoco he sido capaz de leer más allá de la mitad, ya tenemos una cantidad que bien pude aprovechar en otras cosas. Por cierto, la Kostova no padece de un exceso de humor ni de erotismo primario, sino todo lo contrario: precisamente carece de estilo definido. Su novela cuenta una historia cuyo planteamiento podría resultar atrayente, pero Kostova se dedica a masacrarlo con una escritura y unos personajes planos.
Hay gente para todo, como dicen por ahí, y queda claro que hay un público cautivo (para bien o para mal, femenino en su gran mayoría) que vive y muere por un género "literario" llamado romanticismo o novela romántica (nada qué ver con la verdadera corriente literaria surgida a principios del siglo XIX). Los éxitos de venta de estas supuestas herederas oscuras de Danielle Steel, Johanna Lindsey e inútiles intentos de copia de Anne Rice, lo demuestran.
Me parece que lo único que nos queda es el cine y hay varios rayitos de esperanza con los que ya me froto las manos, jejeje, pero de eso hablaré en otra entrada.

09 enero 2008

Cuando camino sola

He llegado a la conclusión de que para ponerse triste, para desgarrarse las vestiduras y cortarse las venas con una galleta María hay que predisponerse y aún así, resulta difícil arrastrar la cobija y ensuciar el apellido como dice una canción ranchera.

Será que yo no tengo ni tiempo ni ganas de predisponerme, pero me resulta raro no poderme sentir triste y buscar la forma de expresar esos sentimientos melancólicos y pesarosos en papel, como antaño lo hacía. Pero es que a estas alturas de mi vida, empezando este 2008, con un nano a punto de cumplir tres años y todas las vicisitudes que conlleva vivir como adulto, me parece que limitan mi cuota de tristeza y casi la ponen en ceros.

Aún así, intento evocar a la tristeza y a la melancolía con ciertas ayudas. Por ejemplo, acabo de encontrarme con la noticia de que Tarja Turunen, ex-vocalista del grupo Nightwish (por siempre, uno de mis favoritos y provocador de que descubriera que la opera y el rock no podían sólo unirse en Broadway), ha lanzado su primer disco solista el pasado mes de noviembre cuyo primer sencillo I walk alone mantiene muchas similitudes con lo que hacía un par de años atrás. Y precisamente por eso y por una letra tan trabajada y que transmite tanto, me sigue moviendo fibras y me permite sentirme melancólica al menos por cuatro minutos, jejeje.

Oh, si los ángeles me pudieran llevar a donde mora la tristeza...


I walk alone

Put all your angels on the edge
Keep all the roses, I'm not dead
I left a thorn under your bed
I'm never gone

Go down the world, I'm still around
I didn't fly, I'm coming down
You are the wind, the only sound
Whisper to my heart
When hope is torn apart
And no one can save you

I walk alone
Every step I take
I walk alone
My winter storm
Holding me awake
It's never gone
When I walk alone

Go back to sleep forevermore
Far from your fools and lock the door
They're all around and they'll make sure
You don't have to see
What I turned out to be
No one can help you

I walk alone
Every step I take
I walk alone
My winter storm
Holding me awake
It's never gone
When I walk alone

Waiting up in heaven
I was never far from you
Spinning down I felt your every move
I walk alone

I walk alone
Every step I take
I walk alone
My winter storm
Holding me awake
It's never gone
When I walk alone


02 enero 2008

¿A quién me parezco?





Nada es verdad, nada es mentira, todo es según con la foto con que se mira ;-)

Divirtiéndonos para empezar el año con una buena sonrisa.