Es difícil de creer (o tal vez no), pero hace algunos ayeres, fui la versión femenina de Scrooge, sip, el personaje de Dickens, aquel que odia la Navidad. Recuerdo que la de 1999, al igual que la Nochevieja, fueron de las más miserables de mi vida. Ni siquiera cené y mi padre se encerró en su habitación, y así, dormidos, recibimos al "maravilloso" nuevo milenio, sin caos tecnológicos, ni fin del mundo, ni todas esas tonterías que tanto angustiaron a la humanidad. Un buen amigo mío que vive en San Francisco, California, me había comentado que el gobierno de la ciudad les hizo llegar por correo, "instrucciones" para poder sobrevivir al cambio de milenio. Valgamito, a todas luces aquello daba a entender que se acercaba no un huracán, sino la misma guerra nuclear: acopio de toda clase de víveres, agua, baterías, velas, linternas, botiquín de primeros auxilios, y poco faltó que incluyeran un arma. Sí, recuerdo la angustia por el "caos informático", que los ordenadores casi enloquecerían. El famoso YK2000.
Pero regresando al tema central, mi amargura contra la Navidad, aquella que me llevaba a desear con toda el alma desaparecer desde el 1 de diciembre hasta el 7 de enero, creció conforme yo también fui creciendo. El ambiente en casa siempre fue poco pacífico en esas fechas. Siempre regresábamos de casa de mi abuela paterna con un nudo en el estómago y mis padres peleados entre ellos. Mi madre, al cabo de los años, optó por no ir a las cenas de Navidad, ni mucho menos a festejar Nochevieja. Mi padre simplemente se alzaba de hombros y se marchaba casi sin mirar atrás. En fin, quizá cada familia ha tenido sus momentos tensos, violentos, los mismos que muchas veces nos van haciendo mella en nuestra forma de ser o de reaccionar. Por eso, cuando dejé de "creer" en los Reyes Magos y en el Niño Dios (pues en México los niños reciben sendos regalos tanto el 24 de diciembre como el 6 de enero) algo en mí se volvió amargoso y pocas, muy pocas veces, disfruté de esas fechas con mi familia.
Alguna Nochevieja sólo estuvimos mi padre, mi madre y yo, y ella, tan buena cocinera como siempre, preparó un pescado enorme al horno, jejeje, relleno de mariscos. Ainss, qué bien nos la pasamos, cuántas risas y cuánta emoción desde que "pescamos" ese bicho en el mercado. Después... después mi madre murió un 28 de diciembre, y mi amargura creció. Sí, una vez más lo digo: me convertí en la versión femenina de Scrooge.
Hace algunos años que decidí dejar de complicarme la vida y permitir expresar a mi alma y a esa niña que aún vive en mí, aunque a veces le cuesta trabajo siquiera asomar las narices, jejeje. Me reconcilié o traté de hacerlo con todas mis fuerzas, con aquellos viejos fantamas y esto me ayudó no sólo a hacerme más ligera la existencia, sino la relación con mi padre, aquel gran desconocido que fue para mí a los 21 años, cuando mi madre nos dejó solos y sin saber muy bien a qué atenernos. La Navidad me hacía un poco más de ilusión, y pude atesorar los buenos recuerdos que guardaba de esas fechas con mi madre, con mi abuelo paterno y cómo se las ingeniaba mi padre para que yo no me diese cuenta y él escondiera los regalos, jejeje. ¿Su técnica?, bueno, la que más me gustaba era aquella donde siempre tardaba un poco más en subir al coche, pretextaba cualquier cosa, y mientras mi madre y yo lo esperábamos, él "escondía" los juguetes. Cenábamos en casa de mi abuela y al volver, mi padre me ayudaba a "buscar" lo que el Niño Dios me había traído. Aquello no era precisamente una labor de detectives, jejeje, pero sí que resultaba divertido.
Esta reflexión ha venido a cuento porque el sábado pasado me sorprendió mirar los escaparates de algunas tiendas que ya lucen la decoración navideña. Más las tiendas de chinos que son tan conocidas y recurridas aquí en España. En ellas lo mismo encuentras un abrelatas, que una cacerola, ropa para toda la familia, zapatos, bolígrafos, almohadas, etc. etc. Todo barato, inclusive hay cosas que cuestan 0.60 céntimos (lo que antes eran 100 pesetas y por lo mismo esas tiendas aún se conocen como "De todo a 100"). En cierto modo me dio gusto pero también mucha nostalgia. Entiendo que habrá mucha gente que considere esas fechas como signos de comercialidad pura y dura, que se pregunten qué demonios festejamos o por qué lo festejamos. Pues bien, yo puedo decir algo que cualquiera podrá reflexionar: Estoy de acuerdo en que los comercios han logrado que perdamos el sentido real de la Navidad, pero, sin importar la religión que profesemos, si es que lo hacemos, para mí, lo más importante es estar acompañado, sentirte arropado por los seres que más quieres, así sean tu familia o no. De verdad, no hay nada más triste que vivir estas fechas más solo que la una, renegando, escupiendo al mundo.
Esta será la primera Navidad de mi Happy Demon en real, jejeje, porque la pasada estaba en mi barriga y aunque seguro guarda recuerdos auditivos de la Nochevieja donde su padre fue DJ en el bar donde solemos ir, esta será la primera que viva en todo su esplendor. Tengo tanta ilusión y estoy tan animada, además, mi padre ha confirmado que viene a pasar esas fechas con nosotros. Así que seguro esta será una de las mejores Navidades de mi vida, pues estaré al lado del hombre que más amo, de mi Happy Demon, de mi padre y de la familia de mi marido, a la que tanto aprecio y que tan bien me hacen sentir.
Sip, sé que falta más de un mes, pero no pude evitar esta reflexión. Llámenlo espíritu navideño, o resultado de este cambio de clima tan estrepitoso que hemos padecido desde la semana pasada y que justo ahora se manifiesta con un frió de los mil demonios, jejeje (y las primera nevadas, allá, por el norte de España). Por cierto, he recordado que Truman Capote, el periodista y escritor norteamericano que el año pasado cumplió 20 años de muerto, escribió un cuento navideño que a mí me parece muy entrañable. Si pinchan aquí podrán leerlo. Algunos dicen que tiene detalles autobiográficos y ahora ha sido incluido en una recopilación. Yo lo leí por vez primera, hace más de 10 años en uno de los libros de la colección de cine que sacó la editorial Planeta. No sé si la recuerden, hará cosa de unos veinte años o algo así. Este cuento de Capote, fue incluido en Desayuno en Tiffany's.
Y si se preguntan por qué he ilustrado este post con una imagen de Jack Skellington cuando descubre el mundo de Christmas Town, jejeje, es porque el sábado pasado al mirar los escaparates casi me puse a cantar: "What this? what this? There's color in everywhere...
Música de fondo: "Staring at the sun" - U2
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8 comentarios:
Es bueno que empieces desde ahora con ese ánimo navideño, porque los preparativos para esta primera navidad de Happy serán gozosos y te durarán más.Muchos recuerdos bellos para atesorar. Me voy a leer el cuento. Gracias por alegrarme la mañana.
Que bueno que la perspectiva haya mejorado, ya lo sabes amiga, la felicidad te espera... ^_^
Gracias a Lety y a Korkuss :)
Besos y abrazos para ambos.
Como gira la vida...es cristal por el que vemos el mundo, a veces se vuelve opaco, a veces el dolor, la rabia...lo empaña...pero siempre, más tarde o más temprano, llega alguien o algo, que pasa su trapito por el cristal, y lo torna transparente, y así podemos hacer revisión de algunas cosas. Espero que disfrutes mucho de esta nueva etapa, con mucha serenidad, y disfrutando a tope de tu familia.
Besos a todos :*
Interesante blog tienes!, estaré pasando por aquí, saludos,
JD
Gracias Ana de Lorien, me ha gustado tu metáfora :)Besos y abrazos para ti.
Gracias dinobat, vuelve cuando quieras.
Algo parecido me sucede a mi con este tema. También conmigo ha crecido esta "fobia" navideña y también ha sido proporcional mis ansias de descomplicarme la vida con ella.
Resultado, hoy me da igual, y lo único que busco es pasarla bien, con flia, amigos o lo que sea.
Creo que de nada vale una navidad de la hostia y un año de terror. Mejor al revés, no?
Buenisimo el blog
Laura, gracias por tus comentarios :)
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