02 octubre 2009
100 años de Malverde
Cae la tarde y los reflejos del Sol destellan en el río Tamazula. Sentada en una banca del Malecón Viejo, dice con serenidad: "Es como un Dios. Las cosas que recibe son impresionantes; dinero, alhajas, dólares. Para pasar cargamentos todo el tiempo se le pide. Es el Dios de Sinaloa, un chin...".
Magdalena no habla de un operador del narco, o al menos no de cualquiera. La devoción fulgura en sus palabras. Parte de su vida en las entrañas del tráfico de drogas le permiten referirse con autoridad al tema. Habla de Jesús Malverde, el bandido sinaloense de principios de la Revolución Mexicana habilitado como santo laico, que ayer 3 de mayo, cumplió un siglo de muerto.
Muerte y santidad
En este caso no es el bosque de Sherwood, sino los Altos de Culiacán y el personaje no se llama Robin Hood. La tradición cuenta que un día como ayer, de 1909, los Rurales -Policía Secreta Porfirista- detuvieron a Jesús Malverde, líder de una banda que mantenía asolada la región, con asaltos a las familias acaudaladas, cuyo botín compartía con los pobres. Lo ahorcaron y las autoridades no permitieron que descolgaran sus restos, para que quedara como lección de lo que les sucedería a quienes pretendieran imitarlo. Luego de un tiempo, el cadáver cayó y la gente fue cubriendo los restos con piedras, hasta formar un montículo al que alguien le colocó una cruz.
Hasta hace un lustro la leyenda contaba que aquel bandolero era Jesús Juárez Mazo; su mote, "Malverde", obedecía a que actuaba cubierto con hojas de plátano -era un "mal verde" que se camuflaba- y su fecha de nacimiento era el 24 de diciembre de 1870. Pero a finales de 2004, Gilberto López Alanís, director del Archivo Histórico de Sinaloa, encontró el acta de un niño "nacido en este lugar (Paredones, al Norte de Culiacán) hoy (5 de marzo de 1888) a las 5 de la mañana, a quien se puso de nombre Jesús, hijo natural de Guadalupe Malverde, mayor de edad, soltera".
¿De modo que Malverde existió?, se le pregunta al titular de los archivos sinaloenses. "Existe como deidad. Ahí está... Y como archivo histórico nosotros lo que hacemos es presentar el acta y que cada quién asuma su forma de interpretación. Nosotros damos una evidencia a través de un documento de época".
La devoción de esta figura, aunque incipiente, habría iniciado apenas muerto el personaje. El ánima de Malverde empezaría a ser para muchos una entidad siempre atenta a sus súplicas. Su capacidad de convocatoria en las primeras décadas sería modesta, hasta que, paradójicamente, la llegada de la modernidad lo afincaría en la creencia popular: a finales de los setenta, en las postrimerías del régimen de Alfonso Calderón Velarde, en el sitio donde habría caído el cadáver de Malverde se iniciaría la construcción de la actual Unidad Administrativa de Gobierno.
Pero, según la leyenda, la maniobra para derribar la cruz se complicó. Eligio González, custodio de la devoción a Malverde por más de 30 años, hasta su fallecimiento en 2004, narraba la fantasía de que "poderosos buldózer limpiaron y emparejaron los terrenos, pero al llegar a la cruz misteriosamente se descomponían". Al final, el inmueble habría sido levantado en un terreno contiguo, permitiendo así que se construyera la ermita que hasta hoy es el núcleo del ascenso sostenido de la feligresía.
Un santo eficaz
¿De dónde tanto fervor? "El sinaloense es romántico en el sentido estricto y decimonónico de la expresión", expone el sociólogo Ronaldo González Valdés, ex director del Instituto Sinaloense de Cultura. "Le da más peso a la pasión que a la razón y como buen romántico es muy apegado a la naturaleza; nuestra manera de vincularnos con la naturaleza y por lo tanto con nuestros semejantes, ha sido muy rudimentaria, elemental, básica (...).
Más pragmática, la dramaturga Dolores Espinosa apunta que la identificación con la figura de Malverde trasciende Sinaloa, pues hay capillas en México, Estados Unidos, América Latina y Europa. "...Malverde sigue siendo un santo muy eficaz, que resuelve los problemas que tú quieras. Y sí, genera una identidad, pero no como sociedad sinaloense, sino en grupos marginales".
Migrantes, giranos, militares, narcos
Ivonne Valdés, encargada de la capilla de la Santa Muerte en la Doctores, dice: "Tenemos más devotos de la Santa Muerte, pero se sienten las diferencias. En el primer rosario (al inicio de su culto en esa capilla) que le ofrecimos a Malverde, hace casi 2 años, sólo vinieron 3 personas. Ahora se llena, pues vienen más de 100. Y todos son colaboradores, vienen a rezarle, a tocar, a cantar, a convivir con él".
En la ermita de Malverde, sobre la avenida Independencia de Culiacán, es igual. De algún modo sus devotos han colaborado en su edificación, tapizándola con ex votos y mensajes de gratitud a lo largo de los años; placas con leyendas como "Gracias a Dios, a la Virgen de Guadalupe y a Jesús Malverde por los favores concedidos" o "Jesús Malverde, Dios bendiga mi camino y permita mi regreso"; dólares adheridos; fotos y más fotos; Polaroid, recortadas, tamaño infantil, de óvalo. Y en el corazón de todo, a tamaño natural, el busto venerado de un hombre rústico, camisa blanca y pañuelo al cuello, bigote negro y cejas hirsutas; con un parecido a otro sinaloense: Pedro Infante.
Migrantes que bajan del ferrocarril que pasa a un lado; gitanos que vienen por temporadas; narcotraficantes agradecidos por la supuesta concreción de "jales"; soldados del Operativo Culiacán-Navolato; personas en búsqueda de una historia que sabe a leyenda; personajes de farándula; turistas, académicos y sinfín de otras visitas recibe la Casa de Malverde. "Los militares compraban cosas, no esculcaban a nadie, siempre respetaron la capilla", dice Jesús Manuel González, encargado. "Ha venido también Verónica Castro, Los Tigres del Norte y los de El Recodo".
Espiritualidad Narca
"En muchas de las placas dice 'Gracias por iluminar los caminos', 'Gracias por garantizarme un regreso seguro', 'Gracias por los caminos despejados'. Regularmente se refieren al tráfico de drogas, llevar y traer mercancía ilícita, hacer los 'jales', como le llaman y volver con vida, íntegros, a su lugar de origen", afirma el cronista Javier Valdez.
"No, pues aquí viene gente de todo, de todas clases. Prenden veladoras, flores, dejan limosnas", responde Jesús Manuel a la pregunta de quiénes son los feligreses más frecuentes. Y es cierto, la gama de posibilidades a la vera de Malverde es amplia, aunque personas inmiscuidas en el narcotráfico son las más llamativas, lo cual explica que aparezcan en la capilla "fajos de dólares de muy buen calibre, que se han utilizado para ayudar a los pobres en gastos funerarios, por ejemplo (...) Hacen mucha labor de asistencia pública", comenta Manuel Esquivel, autor de Jesús Malverde: el santo popular de Sinaloa. Jesús Manuel, el cuidador, difiere: "Llega de todo, un peso, cinco pesos, diez pesos, 500 pesos".
A la entrada de la capilla, cada visitante recibe un sobre con esta leyenda: "Ayúdanos para ayudar / nadie es tan pobre que no pueda ayudarnos, ni tan rico que no pueda necesitarnos". Visto así, Malverde confirma el origen de su popularidad: a 100 años de muerto sigue ayudando a los pobres y es con este estereotipo de benevolencia con que se identifican los traficantes de drogas.
Esto no significa, matiza López Alanís, del Archivo Histórico del Estado, que sólo "se le pida ayuda para cosas violentas; por ejemplo, hay mujeres que a las 12 de la noche van a la capilla y le ruegan a gritos que les haga el favor de un enamorado: '¡Házmela buena, Malverde, con Fulano, Sutano o Mengano!'".
El sinaloense es romántico en el sentido estricto y decimonónico de la expresión".
'El buen narco ya no existe'
"La Iglesia Católica no ve a Malverde como santo. La santidad consiste en haber sido una persona que haya destacado por su ejemplo de vida y por haber sido un buen cristiano", precisa Esteban Robles, vocero de la Diócesis de Culiacán. "Son religiones facilonas, light, donde no hay exigencia y Malverde por eso tiene ese éxito, porque son personas donde no hay arrepentimiento y ganas de una conversión de vida".
En cambio, Robles no concuerda con la destrucción de capillas de Malverde y la Santa Muerte. "Ni la apoyamos ni la suscitamos ni invitamos a que lo hagan; tenemos que dar testimonio de amor".
El ocaso luce los rojos atardeceres culiacanenses. Magdalena, al referirse a la destrucción de capillas, cree que el peligro está en otro lado, pues "el respeto ya se acabó. (...) Malverde ya perdió fama, ya no le interesa a un narco llegar ahí (...) Se lo están pasando por los hue.... Las nuevas generaciones lo que quieren es poder, pues. O ya no poder, sino un instinto de maldad (...) El 'buen narco' ya no existe".
Diario El Siglo de Torreón
4 de mayo de 2009
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