19 septiembre 2009

El Norte, nuevo laboratorio de la literatura mexicana



Aunque no se ha escrito la gran novela sobre el narcotráfico, en México abundan las novedades literarias que tienen como escenario ciudades de la frontera norte y como ingredientes el narcotráfico, la violencia, las ejecuciones y el crimen. Élmer Mendoza asegura que "el norte es un estupendo laboratorio donde la vida se da de muchas maneras, incluyendo la violencia pública".

Muchos de los escritores que recrean sus historias en ciudades fronterizas, saben que el fenómeno del narcotráfico en los estados principalmente del Norte se había vivido desde hace muchos años; ellos han sido testigos de cómo ahora se ha extendido a todo el país. Ese tema que está en los noticieros y en los periódicos por la violencia que acarrea, toca a los escritores norteños porque no pueden sustraerse al contexto en el que viven.

"Somos muchos y de muchos orígenes los que estamos trabajando una estética de la violencia; de momento es una literatura muy fuerte y propositiva" señala Mendoza, autor de Balas de Plata y lo confirman otras voces como las de Eduardo Antonio Parra, Luis Humberto Crosthwaite, Alejandro Almazán, Heriberto Yépez, Hilario Peña, Alejandro Páez Varela y Rafael Saavedra.

Nacidos en la frontera —salvo Alejandro Almazán— y habitantes de ciudades norteñas —no así Paéz y Almazán que viven en el DF—, los narradores consultados por KIOSKO, asumen que este periodo histórico que vive México será documentado tal como lo han estado haciendo los periodistas y escritores del norte desde hace varios años.

Material de novela

Luis Humberto Crosthwaite afirma que no habrá una sola novela que deslumbre, sino un conjunto de obras que nos darán una visión general de esta época. El mismo narrador señala que el narcotráfico es llevado a la literatura porque forma parte de la realidad cotidiana, como la miseria y la corrupción. "La noticia sobre el narco es irresistible porque brinda material esencial para una novela; el escritor inventa lo que los periodistas no dicen porque no es su trabajo hablar de los detalles mínimos, las personalidades, el dolor humano".

En eso coinciden todos los escritores: las novelas no cuentan la realidad, la reinventan y aun así denuncia, como afirma Alejandro Páez: "Los románticos pusieron sobre la mesa de Europa del Siglo XIX la vida miserable de las ciudades. Los norteños hemos denunciado desde hace mucho tiempo al narco, los excesos y el abandono de la Federación; lo seguimos haciendo ahora".

Alejandro Almazán, periodista y narrador que ha publicado recientemente Entre perros, asegura que la novela del narcotráfico la escriben escritores del Norte, pero también quien no lo es, mas no como alguien que aprovecha la oportunidad. No considera que su novela sea coyuntural ni oportunista, como corren el riesgo de ser tachados algunos libros sobre el narco. "Hay varios colegas que están tomando la novela para contar, hay quien dice que la novela es la única manera de contar lo que realmente pasa con el narcotráfico porque en los periódicos no se puede", asegura.

Páez Varela, autor de Corazón de Kaláshnikov, no tiene duda de que la guerra contra el narcotráfico dejará cerca de 30 mil muertos en este sexenio.

"Esta enorme cicatriz tendrá un reflejo no sólo en el periodismo, sino también en la literatura. Habrá, por supuesto, más experiencias relacionadas con estos eventos. Habrá más historias que contar. Y serán contadas".

Tampoco Eduardo Antonio Parra le ve fin próximo a esta oleada de violencia ni al fenómeno del narcotráfico. "La gran novela del narcotráfico no se ha escrito y no sé si esté cerca de escribirse, tendría que venir de un escritor que conozca el territorio y conozca diferentes lenguajes narrativos para encontrar la perspectiva ideal y hacer una obra bastante sólida", apunta el cuentista y novelista.

El morbo y los medios

Aunque hay una tendencia a esa literatura, el narcotráfico no es un tema nuevo en el Norte. Desde los años ‘30 se exploraba el submundo fronterizo desde Tijuana, con toda su violencia, vida nocturna, narcocultura, drogas y excesos.

Lo sabe el escritor Heriberto Yépez: "Cuando vives en la frontera la vida la pones en peligro todos los días. Para llegar a mi casa paso por al menos dos fuertes retenes, hace unas semanas ejecutaron a una persona a una cuadra y media de donde redacto estas líneas, así que cuando escribo sobre la frontera, literalmente, los balazos los estoy escuchando por mi ventana".

Rafa Saavedra, también escritor tijuanense, asegura que muchas de las historias del narcotráfico merecen ser contadas por los personajes y las tramas con cierto impacto social. "Hay un morbo popular alimentado por lo mediático; el narcotraficante y sus acólitos se han convertido en México en una cuestión aspiracional y al mismo tiempo ‘El Coco’ del que hablaban las historias orales de nuestras abuelas".

Todos saben que nunca serán demasiadas las novelas sobre el narcotráfico, aunque los críticos lo afirmen. Parra se pregunta ¿cuándo es demasiado un tema para la literatura?, sobre todo teniendo en cuenta que "casi todas las novelas van a ser olvidadas en unos cuantos años y sólo sobrevivirá una pequeña minoría. Es cosa de esperar unos 10 años, un 80% de esas novelas que se publican ahora quedarán olvidadas, sólo sobrevivirán las que tienen calidad literaria y las que saben encontrar lo humano en el tema", afirma el autor.

Hilario Peña, el joven escritor que ha saltado al mundo literario con Mala suerte en Tijuana, es opositor a las etiquetas literarias como es la novela del narcotráfico; él prefiere llamarlo novela del crimen, como define su propia historia. Niega también que su novela se inscriba en la literatura de narco. "El narcotráfico es un elemento, como lo es la violencia, pero el tema central no es la cultura del narco; mi propuesta es hablar del hombre solo, como ese gran romántico que se enfrenta solo a la vida".


Yaneth Aguilar
Diario El Universal
18 de septiembre de 2009


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Miguel Cabañas: Vamos a hablar un poco de tu obra. ¿Por qué te motivó escribir sobre el tema del narcotráfico?

Élmer Mendoza: Es un asunto de contexto. Yo vivo aquí en Culiacán, Sinaloa. Desde que me acuerdo he escuchado hablar del tema, he oído cosas buenas, cosas malas, los mitos; he visto que es parte de los sueños de los jóvenes, que es parte de las preocupaciones de los viejos, que es parte del placer de los policía, es decir, me pone en un contexto. El tema me busca. Yo no siento que a mí me interese el tema así como tal, pues que sea parte de mis preocupaciones o que me exija una preparación, no. Estoy ahí y él está conmigo y entonces sale natural. Creo que es un asunto de contexto o de destino. Vivir ahí y estar ahí y querer expresar cosas sobre mi realidad real entonces siempre aparecen temas que tienen que ver con el narco.

MC: ¿Y lo que te interesa, son más las consecuencias del fenómeno que ha tenido para la sociedad dónde tú vives, o más específicamente la violencia?

EM: Como individuo sí me interesan las consecuencias, pero como escritor no. Como escritor lo que estoy intentando es dilucidar algunos registros que pudiera tener sobre la realidad y sobre la mitología; más sobre la mitología que ha surgido sobre el caso. Y buscar convertirlo en literatura, sin que haya un sentido moral o un sentido de juzgar a los que no me corresponde. Simplemente está allí e intento que quede. Evidentemente al pasar por mi tamiz debe tener alguna característica particular, pero no es algo que yo busque. Ellos hacen los suyo y yo hago lo mío y ya.

MC: Aparte no eres el único escritor que ha escrito y está escribiendo sobre este fenómeno. Está presente en el narcocorrido y muchos otros escritores mexicanos como César López Cuadras, Gabriel Trujillo Muñoz, Eduardo Antonio Parra, e incluso Paco Ignacio Taibo II, pero quizá hay gente que percibe en esto un fetichismo temático, la gente puede pensar que estás representando la parte fea de la sociedad, digamos, la parte más oscura. ¿Qué piensas tú al respecto?

EM: A mí sí me han clasificado como un escritor del narco, y es algo que a mí no me molesta, me tiene sin cuidado. Otros dicen que lo que estamos haciendo es señalar algunas de las llagas más putrefactas de la sociedad de nuestro tiempo, que es algo que tampoco me interesa, es decir, esos juicios no son juicios que yo haría e incluso me sorprenden cuando me entero que es a la conclusión a que llegan. Nos toca vivir en una época y en una región donde las formas de delinquir tienen que ver con eso. Quizá en el siglo XIX o al principio del siglo XX, eran otras las formas en que los delincuentes se desenvolvían y hay casos fascinantes y casos que me aterran como el del Jack El Destripador, “El asesino de la Luz Roja”, que mataba a muchachas y las violaba. En ese sentido, yo creo que el tipo de delincuentes que nos rodean son delincuentes que tienen que ver con la épica, así es que aparece el interés de los corridistas, digamos, ¿por qué? Porque es una actividad que no es fácil, que requiere una cierta capacidad de negociación, de ubicación, de reparto de utilidades previo incluso antes de que ocurra, hay toda una política de concertación de los sectores que pueden obstruir el trabajo, digamos que en ese sentido es una empresa muy moderna y muy globalizada, todos pueden obtener lo que les corresponde, por hacer su trabajo o por no hacer su trabajo. Se me hace interesante lo que ocurre, enterarme, por ejemplo que financian campañas políticas, de que prácticamente en este país parece que no hay campaña de ningún político en que [los narcos] no tengan algo que ver. Esa manera de ser tan "sociables" y de estar en las actividades más importantes de nuestro país. En este caso, los lectores y los escuchas de corridos son los que terminan por juzgar, por atemorizarse, por asustarse, y ojalá que pudieran llegar a conclusiones. Yo no creo que eso pase, últimamente se han estado generando espacios ya donde la crueldad es evidente, por la gente a la que matan, como que entre ellos están perdiendo los códigos de honor, los códigos de la discreción.

Fragmento de una entrevista realizada el 14 de abril de 2005

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