Pobre Gereon Rath, policía pecador de gatillo fácil de la provinciana y aburrida Colonia. Pobre y perdido en Berlín, la ciudad que debía redimirle, el lugar en el que uno no puede llamar a las puertas del cielo sin darse una vuelta por el infierno y quedarse a vivir una temporada a ver qué se cuece.
¿Y qué se cuece? Una ciudad-volcán que representa la síntesis de todos los terremotos ideológicos del siglo XX, de todas las buenas costumbres y de las nuevas depravaciones, del sexo con látigos y tacones, del arte canónico y del degenerado. Una urbe iluminada con piras de libros ardiendo.
En el epicentro, el pobre Gereon Rath ocupa su nueva plaza como inspector de la brigada de delitos sexuales, un lugar en el que es difícil aburrirse y en el que tendrá que recorrer la cara oculta de una ciudad en la que se juega el destino de Europa.
Mientras la locomotora del nazismo está a punto de colisionar con la del comunismo en el mismo centro de la Postdammer Platz, Rath nos lleva de la mano por unas calles en las que ya se percibe la diferencia entre el oeste próspero, corrupto y burgués y su opuesto, el este obrero, empobrecido y conspirador, que luego distanciaría aún más el muro.
Entre copas de champán, y con la excusa de desmantelar una red de pornógrafos que se divierten fornicando travestidos como el Káiser y otros grandes personajes de la historia alemana, la trama se va deslizando, en un viaje al fin de la noche, hacia las cloacas de los palacios berlineses, en los que se preparan varios golpes de Estado a la vez, con la República de Weimar como víctima de una violación múltiple. Y todo, con ritmo del swing recién llegado de América.
Berlín, 1929, cuarto de estar de la bohemia, una de las atmósferas más efervescentes de la historia de la novela negra. Europa baila, se emborracha, ríe y copula en sus salones mientras que fuerzas ocultas preparan el final del legado del Káiser, del asociacionismo obrero, del colonialismo, de la revolución industrial, de la Sociedad de Naciones, del capitalismo de sombrero de copa y de todo aquello que se ponga por delante.
Berlín es un tablero de ajedrez, un campo de batalla en el que se llevan jugando partidas importantes desde hace siglos. No hace falta recurrir al checkpoint de John Lecarré en El espía que llegó del frío para saber que ninguna ciudad funciona mejor como escenario de novela.
Gereon Rath es sólo un simple peón de una policía que mira mal a los exaltados de banderas rojas con hoces y martillos, esos que hablan de tomar el poder y de reventarlo desde dentro, pero que ve con simpatía a esos camisas pardas con arañas negras en el brazo, los nuevos reyes de la calle, la ley y el orden, el nuevo orden.
Pobre Gereon Rath, enamorado de la mujer equivocada, en el lugar equivocado y en la época equivocada. Venías a Berlín a limpiar tu alma y mira lo que te has encontrado. Ahora tendrás que volver a buscarte confidentes entre las transexuales, tendrás que volver a los garitos ilegales, tendrás que recurrir a aquellos métodos que juraste enterrar para siempre, tendrás que convertirte en lo que detestabas.
Al menos, Gereon, pide el mejor champán, ponte cómodo y disfruta de la fiesta mientras todo se desmorona, aunque lo que escuches de fondo no sean las trompetas de Jericó, sino el sonido de las balas. Apura tu copa, que ya hay muertos en las calles.
¿Y qué se cuece? Una ciudad-volcán que representa la síntesis de todos los terremotos ideológicos del siglo XX, de todas las buenas costumbres y de las nuevas depravaciones, del sexo con látigos y tacones, del arte canónico y del degenerado. Una urbe iluminada con piras de libros ardiendo.
En el epicentro, el pobre Gereon Rath ocupa su nueva plaza como inspector de la brigada de delitos sexuales, un lugar en el que es difícil aburrirse y en el que tendrá que recorrer la cara oculta de una ciudad en la que se juega el destino de Europa.
Mientras la locomotora del nazismo está a punto de colisionar con la del comunismo en el mismo centro de la Postdammer Platz, Rath nos lleva de la mano por unas calles en las que ya se percibe la diferencia entre el oeste próspero, corrupto y burgués y su opuesto, el este obrero, empobrecido y conspirador, que luego distanciaría aún más el muro.
Entre copas de champán, y con la excusa de desmantelar una red de pornógrafos que se divierten fornicando travestidos como el Káiser y otros grandes personajes de la historia alemana, la trama se va deslizando, en un viaje al fin de la noche, hacia las cloacas de los palacios berlineses, en los que se preparan varios golpes de Estado a la vez, con la República de Weimar como víctima de una violación múltiple. Y todo, con ritmo del swing recién llegado de América.
Berlín, 1929, cuarto de estar de la bohemia, una de las atmósferas más efervescentes de la historia de la novela negra. Europa baila, se emborracha, ríe y copula en sus salones mientras que fuerzas ocultas preparan el final del legado del Káiser, del asociacionismo obrero, del colonialismo, de la revolución industrial, de la Sociedad de Naciones, del capitalismo de sombrero de copa y de todo aquello que se ponga por delante.
Berlín es un tablero de ajedrez, un campo de batalla en el que se llevan jugando partidas importantes desde hace siglos. No hace falta recurrir al checkpoint de John Lecarré en El espía que llegó del frío para saber que ninguna ciudad funciona mejor como escenario de novela.
Gereon Rath es sólo un simple peón de una policía que mira mal a los exaltados de banderas rojas con hoces y martillos, esos que hablan de tomar el poder y de reventarlo desde dentro, pero que ve con simpatía a esos camisas pardas con arañas negras en el brazo, los nuevos reyes de la calle, la ley y el orden, el nuevo orden.
Pobre Gereon Rath, enamorado de la mujer equivocada, en el lugar equivocado y en la época equivocada. Venías a Berlín a limpiar tu alma y mira lo que te has encontrado. Ahora tendrás que volver a buscarte confidentes entre las transexuales, tendrás que volver a los garitos ilegales, tendrás que recurrir a aquellos métodos que juraste enterrar para siempre, tendrás que convertirte en lo que detestabas.
Al menos, Gereon, pide el mejor champán, ponte cómodo y disfruta de la fiesta mientras todo se desmorona, aunque lo que escuches de fondo no sean las trompetas de Jericó, sino el sonido de las balas. Apura tu copa, que ya hay muertos en las calles.
Autor: Volker Kutscher. Título: Sombras sobre Berlín (Ediciones B).
Blog Post County
elmundo.es
13 de diciembre de 2010
http://www.youtube.com/watch?v=XtoRYmKRwIE
http://www.youtube.com/watch?v=ahyLLX0tmD8
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