Apenas me reconozco en el espejo. Nada en mi exterior ha cambiado, sin embargo, en mi interior algo muere y renace una y otra vez. Es la angustia que sobrecoge a mi alma o a lo que queda de ella, pues dudo que aún la conserve. El miedo la fragmentó en cientos de imágenes, las mismas que corroen mi presente al proyectar un eterno pasado en cada objeto que te perteneció: las fotos, tus cartas, el eco de tu risa alegre.
Quisiera destruirlo todo. Olvidar que de nuevo existo y regresar a donde debí quedarme. Este horror de vivir me aniquila, de volver sobre mis propios pasos y sentir una vez más lo que creí olvidado. Ya no quiero gritar tu nombre cada noche. Me destroza el simple hecho de evocar las sílabas que lo componen. Y el odio aparece como paliativo, como aliciente. Una sensación que calcina mis entrañas cuando abro las manos y las heridas se desvanecen como si nunca hubieran rasgado mi piel.
Esta noche es eterna bajo la luna de opio. En la oscuridad me oculto de los demás, de tu recuerdo, pero es inútil. El dolor está impregnado en tu voz. Tus susurros revientan mi carne y me disfrazo con el espanto que surge de mi desesperación. Adopto el matiz del horror para surcar estos cielos nublados en las alas de un destino que yo no elegí.
Morir y renacer no es tarea fácil. Volver a vivir es un bautismo de fuego. La vuelta a casa ocurrirá luego de ocho mil setecientas horas bajo el olvido.
No estás conmigo. Tu cuerpo mancillado reposa en el tiempo, en mi memoria que me fue devuelta. Pero a veces percibo tus caricias, tu olor en la lluvia que cae por siempre en este mundo que olvida cobrar cuentas viejas. Nada es perfecto y la desdicha complace a algunos. Tú y yo lo sabemos porque arrebatar es su palabra favorita.
Ahora soy la sonrisa de una sombra.
Copyright M.M.
Música de fondo: "Burn" The Cure
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