Tener un "tiempo de paz" para sentarme cómodamente delante del ordenador y vaciar mi cabeza, cada vez resulta más difícil. Este Happy Demon que me mira con ojos alegres desde su sillita y gorgojea cosas en su particular idioma, consume todo mi tiempo y mi mente. Siempre presumí de contar con una magnífica memoria y justo ahora es cuando más hago acopio de ella porque siento que la vida está corriendo más aprisa de lo que imaginé. Son tantos los recuerdos, son tantas las anécdotas, tantos detalles que aparecen en cada momento, que ojalá sea capaz de captarlos para después mostrárselos a mi Happy Demon.
Lo observo entretenido con un sonajero en forma de estrella que le compré. Se lo lleva a la boca porque necesita mordisquear algo ahora que los primeros dientes lo traen loco. Tengo la ventana abierta y a pesar del calor, entra una ligera brisa que le revuelve el cabello. La música de fondo le corresponde a ese pedazo de grupo que es The Cult. De pronto, mi Happy Demon me descubre espiándolo y con esos ojazos negros me mira sonriente. Valgamito, casi cinco meses después, aún me cuesta creer que he sido capaz de generar vida, de que mi marido y yo hemos podido traer al mundo a esta criaturita.
El viernes pasado fue una fecha especial, como tantas otras que han ido marcando mi calendario de vida. Algunas han sido tristes, las menos. Otras, totalmente inesperadas, totalmente afortunadas. El 15 de julio del año pasado supe que estaba embarazada. Una semana de retraso. Sí, ya sabía que era poco, más aún cuando sabía perfecto que podría pasar hasta un año para que lo pudiésemos conseguir. Compré la clásica prueba de farmacia pero no me la hice hasta que volvió mi marido del trabajo. Esperar, cinco, diez minutos: al fin, dos rayitas de un rosado un poco pálido. Y venga, a abrir la botella de cava, a festejar, a comunicárselo a todo Cristo: los parientes más cercanos, los amigos más queridos. Felicitaciones, bromas, abrazos y besos y mi marido y yo mirándonos de cuando en cuando, con ojos de expectación. Ilusionados, sí, pero con tremenda incertidumbre encima.
Exactamente no sabemos cuándo concebimos a nuestro Happy Demon. Al realizar cuentas, quiero imaginar que fue en la mágica noche de San Juan, jejeje. Porque esa semana fue una verdadera locura: el 22 de junio habíamos ido al concierto de Motorhead, algo surrealista por el sitio donde se realizó, por sus compañeros de cartel que fueron Sepultura y porque a mi marido estaba a punto de darle el jamacuco de la emoción de ver a uno de sus grupos favoritos en directo y por el pésimo estado de la mierda de cerveza que estaban vendiendo. El 24, bueno, sobra decir que cada quien y según sus creencias, hace o deja de hacer rituales de manera particular para festejar el solsticio de verano. El 26 me hice el cuarto tatuaje de mi vida en un sitio donde jamás imaginé que lo haría: el antebrazo izquierdo. Pero el amor, como bien dicen, te hace cometer locuras y esta es la prueba, jejejeje. No me lo pidió mi marido, pero decidí tatuarme un caballo con motivos celtas (y ciertamente basado en las banderas del reino de Rohan de el Señor de los Anillos) en señal de que él es mi fuerza. Originalmente no sería sólo el caballo, sino todo un brazalete, pero la falta de coordinación entre el amigo tatuador y nosotros, ha hecho que de momento sólo lleve el caballo que mide aproximadamente 10 cm. horizontalmente. La idea es que llevase dos letras E (la inicial del nombre de mi marido) en tipografía celta o precisamente de la que han usado en la trilogía de El Señor de los Anillos, enganchando el caballo al brazalete. Sin embargo, ahora una de esas letras, será reemplazada por una A, en honor de nuestro Happy Demon :) y espero que muy pronto pueda lucir en todo su esplendor el tatuaje totalmente terminado. Y justo al día siguiente, recibí mi "bautismo motorista": me quemé la pierna derecha justo al bajarme de nuestra moto y no darme cuenta de que una conocida se había estacionado demasiado cerca de nosotros y naturalmente, su escape estaba ardiendo. Fue cosa de segundos, los suficentes para dejarme forever and ever esa cicatriz. Mi marido me frotó con hielo la tremenda ampolla que se me hizo, nada más se podía hacer. Pero al cabo de las horas, de tanto ir y venir en la moto debido a que era una concentración de moteros de Valencia, yo estaba al borde no de un ataque de nervios, sino de ahorcar a alguien de lo mal que lo estaba pasando entre el tatuaje fresco y la quemadura en mi pantorrilla :P
Mi marido me cuidó y me curó tal como lo hacía con las iguanas cuando tuvo la tienda de animales, jejejeje. Mientras tanto, yo hacía lo mismo pero con el tatuaje. Sobra decir que fueron unos días insoportables y es por eso que quiero imaginar que nuestro Happy Demon lo concebimos en la Noche de San Juan. Lo cierto es, que si a mi marido lo identifiqué con la fuerza, mi hijo es el mayor poseedor de ella que he visto jamás. Me brindó un embarazo que yo podría llamar "benéfico", no padecí naúseas que me hicieran la vida insoportable, ni mareos que me dejaran tumbada horas y horas en la cama.
Embarazada de tres meses cogí las maletas y venga, me embarqué con mi marido en un viaje a mi tierra: a mi México lindo y querido. Había que hacer presentaciones formales entre mi padre, ejem, ejem, hahahaha y moría porque mi marido conociese mi ciudad y el ambiente donde había crecido. Horas y más horas de viaje: autobús de Valencia a Madrid (4 horas), vuelo de Madrid a Guadalajara (11 y fracción horas), descansamos dos días y venga, otro autobús a la Ciudad de México (siete horas). Menos mal que al regreso, tomamos un avión hacia Guadalajara. Ese viaje lo recuerdo con ilusión y como si alucinara todo el tiempo. Los días se fueron volando y apenas y le mostré la ciudad a mi marido. Lo que más destacó es que mi padre y él se entiendieron y llegaron a apreciarse. Pocos imaginarán que una de las cosas que más valoro y busco de la vida en familia es eso: que exista la simpatía, la sinceridad y paz, mucha paz, que eso es lo que más falta en las relaciones familiares.
Volver a Valencia significó dejar de nuevo otra parte de mi corazón en mi tierra y con mi padre, pues sé que se quedó marchito y desolado aunque intentase demostrar lo contrario. Había la esperanza de venir a conocer a su nieto/a, pero al tratarse de una persona mayor, cuesta más trabajo confiar en que la vida será pródiga y te brinde el tiempo que necesitas, que pides, que ansías. No tengo hermanos y para mi padre fue un palo muy grande que decidiera venir al otro lado del mundo a hacer mi vida. Y a veces me tragaba el montón de lágrimas que querían brotarme cuando charlaba con él vía telefónica, pues me preguntaba cómo iba el embarazo, qué tal veíamos todo en cada ecografía que me hacían mes con mes. Yo muriéndome por tenerlo aquí, a mí lado, sobre todo ahora que ya había aprendido a valorarlo en su justa medida, que reconocía sus esfuerzos por intentar ser el mejor padre del mundo. El único consuelo que tenía, era llamarlo por teléfono y escuchar su voz reconociendo entre líneas cuál era su estado de ánimo.
Las citas con el tocólogo eran emocionantes, jejeje. Mi marido siempre me acompañaba y ahí ibamos, a todo trapo en la moto, con la esperanza de ver de nuevo a nuestro hijo/a. La primera ecografía nos mató de risa: el pequeñajo parecía protestar por invadir su intimidad, hahaha, porque movía los bracitos como refunfuñando. Y venga, mi cuñada que es matrona y el tocólogo a atiborrarme de botellitas de hierro, pastillas de ácido fólico y vitaminas :P que yo tomaba religiosamente a la hora de la comida. Por fortuna, me tocó el otoño y el invierno y podía comer agusto cuanta cosa se me antojase, en el sentido de los caldos, las sopas y esa manía que tuve primero por la tarta de queso (pay de queso para aquellos que me leen en mi tierra), después por la piña en almíbar y al final, por tomar como postre plátanos con yogurt natural y miel. Los días pasaban y yo no veía crecer mi barriga O_O, en ocasiones me preocupaba, en ocasiones le pedía a mi pequeñajo que se "manifestara", jejejeje. Exámenes de rutina: de sangre, de orina. En todos y en cada uno salí muy bien, afortunadamente. Pasando los cinco meses, según los cálculos normales (ya que en ginecología cuentan por semanas y realmente resulta un desmadre y confusiones) me quité el piercing que lucía en el ombligo y al poco tiempo, al fin, empezó a crecer mi barriga. En la cita médica de las 20, 21 semanas, mi marido y yo estábamos más ilusionados que de costumbre. Al fin podríamos saber si seríamos padres de una nena o de un nene. Mi marido estaba incrédulo, pero yo desde el principio estaba segura de que era un pequeñajo. Algo me lo decía, algo en el ambiente, en el agua, en el aire, hahahahaha, como dice Galadriel.
Esa cita fue en el hospital donde daría a luz, pues se trataba de una de las principales donde los médicos revisan de cabo a rabo, mediante el ecógrafo, a los nenes. Checan cada parte de su cuerpo, de sus huesos, del corazón y de todos los demás órganos. Yo siempre asistía con una sonrisa de oreja a oreja, pero en le fondo, lo confieso, tenía mucho miedo. Hasta el momento todo marchaba muy bien, pero naturalmente me preocupaba que algo, algo que no se pudiese ver en las citas de rutina, surgiera. Después de esperar y esperar (nunca cumplían con las horas de cita fijadas), al fin entramos al consultorio mi marido y yo. Me tocó la misma doctora joven y simpática de la primera vez, sólo que en esta ocasión tenía a una residente ayudándola. Hahahaha, nunca olvidaré que al acostarme en la camilla, noté que había una música de fondo y era el tema de la Pantera Rosa, lo que le daba un tono cómico a la tensión que sentía. Posteriormente, se escuchó el tema de la película Los 10 Mandamientos, hahahaha, justo cuando la residente y la doctora miraban a fondo a mi pequeñajo y me tocaban la barriga para que él se moviera y nos dejara ver su sexo. Y vaya que lo hizo, en todo su esplendor, hahaha, muy claro que nos dejó que se trataba de un nene. Jamás olvidaré la sonrisa que iluminó la cara de mi marido ni la señal que yo le hice con el pulgar hacia arriba festejando que mi sexto sentido (y no se trata de aquel que me hace ver muertos, hahahaha) no me había fallado.
Saber el sexo de tu hijo te quita grandes pesos de encima, más aún, te previene de regalos que podrían ser inservibles, jejeje, y te ayuda a fantasear pensando en el futuro, imaginando situaciones, sueños, anhelos y tratando de hacer reales las esperanzas. Pronto empezé a hacerme a la idea de que la moto y la chaqueta de cuero de mi marido, ya tendrán un futuro dueño, jejeje. Pronto lo empezé a identificar con la canción de The Cult que dá título a este mensaje: Wild Hearted Son porque la letra no tiene madre de lo buena que es, jejeje y porque refleja justo lo que imagino que será mi Happy Demon. Pronto intensifiqué las charlas que mantenía con él "haciendo planes" para cuando él arribara a ese mundo. Vivimos a orillas del Mediterráneo y yo creo que mi marido algo tendrá todavía corriendo por sus venas, de romano, árabe, fenicio y pirata. Así que, alguna gotita seguro habrá heredado nuestro Happy Demon. Cuando ya empezó a manifestarse, moviéndose en mi vientre, lo calmaba leyéndole un poco "El Corsario Negro", jejeje. Y cantaba a todo pulmón esa adaptación que hizo el grupo Tierra Santa del poema de José de Espronceda: "La canción del Pirata"
Que es mi barco mi tesoro,
que es mi dios la libertad,
mi ley, la fuerza y el viento,
mi única patria, la mar.
Sip, lo admito, desde niña fui fan de las películas y los relatos de piratas. He visto las tres versiones de El motín del Bounty: con Clark Gable, Marlon Brando y Mel Gibson, respectivamente (y fui feliz viendo Los piratas del Caribe con Johnny Deep). Soñaba con surcar los siete mares en un barco bucanero y saber manejar la espada como el más valiente de todos los piratas, jejeje. Y es eso lo que me gustaría que heredara mi Happy Demon. Ahora, con casi cinco meses desde que debutó en ese mundo, le canto ese estribillo y alguna que otra vez, le leo algo sobre el Corsario Negro. Por incentivos para su imaginación no protesará, hahahaha, tiene unos padres que son adictos a la fantasía, a la lectura de viejas leyendas y que le inventan canciones donde juega con las hadas, los duendes y los monstruos además de hacerle ver que tiene un dragón que duerme a los pies de su cama, que con su aliento vigila sus sueños y a las pesadillas las mantiene alejadas. Vale, eso de las canciones, soy yo la creadora, jejeje y sólo se las canto cuando estamos mi Happy Demon y yo a solas, porque mi marido es un criticón y dice que no riman :P
Cuánto cambia la vida un hijo, cuánto te enseña a valorarla y a saborear cada minuto que compartes con él, que velas su sueño y que pones todas tus esperanzas en el futuro. Ver cómo juguetea con su padre me provoca lágrimas de felicidad, porque ambos son mi vida y la daría por los dos. Sus sonrisas son el mejor aliciente y abrazarlo es suficiente para reforzar el amor, para recobrar la fe y la paz.
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