08 marzo 2011

Soldado perdido


A ella sí que la construí (Tánger Soto), ella fue algo más trabajoso. Hay en la novela (La Carta Esférica) un triángulo, mujer, vida, mar, como son los tres vértices del triángulo en el cual se mueven Coy y el marino sin barco. La mujer como misterio, como enigma, como cómplice, como enemigo, como compañía, como clave de todas las cosas. Yo ya he dicho alguna vez, no es nuevo, lo que pienso sobre el papel de la mujer en la vida del hombre, y esta vez quería hablar de la mujer con mayúscula, la Mujer, esa mujer que es el fruto de una larga decantación genética, esa mujer que es el resumen de muchos siglos de mirar, de callar, de escuchar, de ser un rehén de los hombres, de parir, de enterrar a sus hijos, de ser botín , de mirar al hombre... Además, yo tengo... - te iba a decir una teoría, pero es una certeza-, yo creo que el hombre tiene un montón de mecanismos para aliviar la soledad con la que la vida confronta siempre al ser humano, tarde o temprano, mecanismos sociales que ha ido depurando a lo largo del tiempo: desde el fútbol hasta la cerveza de la esquina, los amigos..., hay un montón de cosas, ¿no?

- Hasta las guerras.

- Hasta las guerras, alguna vez. Entonces, el hombre, incluso ante el fracaso, tiene un montón de mecanismos consoladores, digamos, que habitualmente se basan en la relación de grupo o en una serie de usos de grupo, grupales. Sin embargo, la mujer no. La mujer, hasta la madre más feliz, hasta la amante más cariñosa, la abuela más venerable, hasta la niña más inocente, todas, tienen una porción de soledad personal, tienen un rincón íntimo en el que nadie entra, ni siquiera sus mejores amigas, en el cual están ellas solas. Así que -ocurre a veces-, cuando tienes suerte de que la vida te pone unto a una de esas mujeres y puedes asomarte a ese agujero oscuro que hay ahí, cuando te acercas con la humildad personal suficiente para aprender, para mirar, cuando tienes esa lucidez de pararte y mirar ese momento en el que hay ahí diez segundos singularísimos que tú no hace más que facilitar, si en vez de estar en lo tuyo, estás en lo de ella, y estás mirando y observando, te das cuenta de que, de pronto, tú no existes, de que tú desapareces, de que no estás ahí, de que ahí está ella con una soledad que viene de siglos, enorme, tremenda, intensa. Entonces, entiendes un montón de cosas de las que el hombre hace en la vida. Qué es la mujer para la vida del hombre, por supuesto, a los 20 años no se sabe, son cosas que la vida te enseña. Todo esto estaba en mi cabeza a la hora de crear el personaje de Tánger Soto, y de ahí salió ella.

- Tánger Soto es un personaje muy complejo. si nos ponemos, por ejemplo, en el punto de vista de Palermo, sería una especie de bruja con intenciones muy aviesas.

- Lo decía en el video: ves que ella no tiene retaguardia. Tú y yo podemos replegarnos a mil sitios, ella no. Ella cuando fracasa, se acabó, no tiene segunda oportunidad. Socialmente, en general, digamos, tiene un segmento operativo muy corto en el cual puede utilizar todas las armas y todos los elementos, todas las fuerzas que la vida te proporciona.

- Con cierta crueldad a veces, quizá.

- Ella no es cruel. Es claro, te lo decía antes, que el hombre es malo o cruel por ambición, por lujuria, por estupidez habitualmente. La mujer es mala por necesidad de supervivencia: cuando decide ser mala, cuando la mujer tiene que sacar esa fortaleza moral que ella tiene, de la que el hombre carece, y utilizarla para pelear, sabe que marcha o muere, o sea, que si fracasa está lista. Por eso lucha a vida o muerte, por eso la mujer, cuando decide lanzarse a algo, a un amor, a una pasión, a una aventura, a un trabajo, a un sueño, a unas oposiciones, a lo que sea, lo hace de una forma absolutamente intensa, porque sabe a lo mejor no hay segunda oportunidad. Además, pelea en un mundo que es de hombres, marcado territorialmente, en el cual ella sabe que tiene menos armas. De ahí entonces, se explica que aquello injustificable en los hombres, lo a menudo abyecto, en la mujer sea un mero mecanismo de supervivencia, con lo cual es muy intereante analizar y estudiar los casos de las malvadas.


("El lenguaje del mar", entrevista con Iñaki Esteban. Aula de Cultura Virtual del Grupo Correo. Bilbao, 4 de mayo de 2000)


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Hay un concepto que me gusta, del que he hablado alguna vez en estos días, y es el del "soldado perdido".

Cuando traducía la Anábasis de Jenofonte y la Eneida de Virgilio, aparecía esto del soldado perdido en territorio enemigo, ese concepto que describe al hombre que sabe que si es vencido no tiene retaguardia a la que retirarse, que se mueve por un mundo hostil, y me ha venido muy bien rescatar la idea para esta historia; sobre todo, teniendo en cuenta que, en mi opinión, la mujer es el último soldado perdido, el último héroe solitario de nuestro tiempo. Quizá porque el hombre tiene un montón de consuelos, una capacidad de auto-engaño mayor frente al horror, al dolor, a la soledad y demás, mientras que la mujer tiene esa especie de lucidez genética que le hace ver más consciente de todo.

Por eso mismo he tenido tan presente esa imagen del soldado en territorio enemigo, de ese soldado que se mueve por un campo hostil, que intenta encontrar el mar, de llegar a casa -hipotético mar o hipotética casa- al escribir que ella (Teresa Mendoza) se mueve en el mundo del narco, donde los códigos son muy masculinos, más que en otros ámbitos.


("La Reina del Sur", conversación con el periodista Félix Linares, Aula de Cultura Virtual del Grupo Correo. Bilbao, 13 de junio de 2002.)


Arturo Pérez-Reverte





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