A 180 kilómetros de San Francisco, el pueblo de Carmel-by-the Sea, en plena costa californiana, se vanagloria de no tener farolas, buzones, números en las calles, luces de neón, locales de comida basura... Y de haber contado como alcalde con el director de 'Mystic River', que sigue viviendo aquí.
Nació a más de 180 kilómetros, en San Francisco, pero su día a día está ligado a Carmel-by-the-Sea, un pueblo de unas 4.000 almas, desde que recaló por aquí en los años 40. Entonces, el actor y director Clint Eastwood ejercía de instructor de natación para la Armada por la zona, en plena costa californiana. Y tanto le gustó la vida bohemia de sus vecinos, en su mayoría intelectuales y artistas en busca de paz, tranquilidad y todas esas cosas que recomiendan los psicólogos, que decidió quedarse. Le acabó de convencer ese paisaje brutal de acantilados imposibles, formaciones geológicas y eternos bosques de secuoyas que abarca el área del Big Sur a lo largo del Pacífico. La misma senda que inspiró a R. L. Stevenson para su Isla del Tesoro.
Dicen incluso que aquí, en Carmel, se pilló Eastwood su primera borrachera. Concretamente en el bar de Mission Ranch, una antigua granja lechera que él mismo adquirió a finales de los 80, reconvirtiéndola en un agradable hotel formado por casitas de campo al que acude con frecuencia. Sobre todo a su piano-bar, en el que deja aparcado el mundo del celuloide a golpe de jazz. Allí mismo conoció a su última conquista, Dina Ruiz, una presentadora de la tele que, por poco, no se convierte en la primera dama de Carmel. Y es que falta un dato importante: el director de Mystic River fue su alcalde republicano entre 1986 y 1988. Logró el puesto con el con el 72% de los votos y no cobró más de 200 dólares mensuales durante todo el mandato.
El paraíso de las bodas
Las malas lenguas (y los papeles de entonces) aseguran que el actor se metió en política por interés, ya que las leyes del lugar le impedían hacer reformas en su casa. Una de tantas normativas del pueblo, en el que también están prohibidos los tacones si se transita por el centro (para no dañar el asfaltado, aunque en la práctica no se cumple), los buzones, las calles numeradas, las luces de neón, los locales de comida rápida, las farolas... ¿La culpa de tanto esnobismo? Estética pura. Y es que el carácter bohemio y sibarita de sus habitantes les hace ver tamaña lista como algo inncesario y de mal gusto.
No todos comprenden el porqué de tanta excentricidad, que supone engorrosos trámites para el simple hecho de recibir una carta, ya que toca ir a buscarla siempre a Correos. Y hay cosas peores, como los atropellos nocturnos que se repiten de vez en cuando al no ver bien por dónde se circula. Aun así, Carmel sigue el patrón que sus inquilinos diseñaron el siglo pasado: un encantador pueblo de cuento de hadas con casitas calcadas a las cabañas suizas que ahora está repleto de tiendas delicatessen con 300 tipos de quesos, aceras empedradas al estilo francés, refinadas boutiques de souvenirs, artículos de Navidad, maquetas de barcos o cajas de música, 150 galerías de arte, refinados cafés en los que matar glamourosamente el tiempo...
La localidad californiana también está ganando adeptos en el maravilloso mundo de la organización de bodas hasta el punto de competir con la mismísima Las Vegas en esto de los casamientos. Basta echar un vistazo a las mil y una joyerías que pueblan las calles y al número de locales que preparan enlaces de lo más chic.
Para famosos... y para perros
Aun así, la vida apacible y la ansiada privacidad consiguen sumar cada vez más vecinos (famosos) a este enclave de la península de Monterey. De ejemplo están personajes como Kevin Costner, Charlie Chaplin, Rupert Murdoch, Jack London, James Ellroy, Kim Novak o Brad Pitt, que pasan (o han pasado) por aquí largas temporadas o incluso tienen casa propia. Pitt, sin ir más lejos, se la compró con su ex Jennifer Aniston cuando todavía eran una pareja feliz. Ahora, es él quien la disfruta, pero junto a Angelina Jolie y su extensa prole.
Doris Day es otra de las celebrities que pasea palmito por Carmel. Ella... y sus perros, ya que es la dueña de un hotel en el que los animales son tan bien recibidos (o mejor) que los humanos. Se llama Cypress Inn y en él los canes disponen de su particular hora del té con galletitas en forma de hueso, niñera, tratamientos de belleza, paseos por la playa... Y, por supuesto, los huéspedes pueden comer con su terrier sentado al lado. Es una práctica que se repite por todo el pueblo, donde abundan los espacios pet-friendly con tiendas dedicadas exclusivamente a las mascotas, así como peluquerías y restaurantes. El centro comercial Carmel Plaza incluso cuenta con una fuente sólo para ellas. Y todo, desde que un artista local expusiese en 2004 una muestra con esculturas del mejor amigo del hombre, cuya recaudación se donó a obras de caridad... ¿para perros? No tenemos conocimiento.
Nació a más de 180 kilómetros, en San Francisco, pero su día a día está ligado a Carmel-by-the-Sea, un pueblo de unas 4.000 almas, desde que recaló por aquí en los años 40. Entonces, el actor y director Clint Eastwood ejercía de instructor de natación para la Armada por la zona, en plena costa californiana. Y tanto le gustó la vida bohemia de sus vecinos, en su mayoría intelectuales y artistas en busca de paz, tranquilidad y todas esas cosas que recomiendan los psicólogos, que decidió quedarse. Le acabó de convencer ese paisaje brutal de acantilados imposibles, formaciones geológicas y eternos bosques de secuoyas que abarca el área del Big Sur a lo largo del Pacífico. La misma senda que inspiró a R. L. Stevenson para su Isla del Tesoro.
Dicen incluso que aquí, en Carmel, se pilló Eastwood su primera borrachera. Concretamente en el bar de Mission Ranch, una antigua granja lechera que él mismo adquirió a finales de los 80, reconvirtiéndola en un agradable hotel formado por casitas de campo al que acude con frecuencia. Sobre todo a su piano-bar, en el que deja aparcado el mundo del celuloide a golpe de jazz. Allí mismo conoció a su última conquista, Dina Ruiz, una presentadora de la tele que, por poco, no se convierte en la primera dama de Carmel. Y es que falta un dato importante: el director de Mystic River fue su alcalde republicano entre 1986 y 1988. Logró el puesto con el con el 72% de los votos y no cobró más de 200 dólares mensuales durante todo el mandato.
El paraíso de las bodas
Las malas lenguas (y los papeles de entonces) aseguran que el actor se metió en política por interés, ya que las leyes del lugar le impedían hacer reformas en su casa. Una de tantas normativas del pueblo, en el que también están prohibidos los tacones si se transita por el centro (para no dañar el asfaltado, aunque en la práctica no se cumple), los buzones, las calles numeradas, las luces de neón, los locales de comida rápida, las farolas... ¿La culpa de tanto esnobismo? Estética pura. Y es que el carácter bohemio y sibarita de sus habitantes les hace ver tamaña lista como algo inncesario y de mal gusto.
No todos comprenden el porqué de tanta excentricidad, que supone engorrosos trámites para el simple hecho de recibir una carta, ya que toca ir a buscarla siempre a Correos. Y hay cosas peores, como los atropellos nocturnos que se repiten de vez en cuando al no ver bien por dónde se circula. Aun así, Carmel sigue el patrón que sus inquilinos diseñaron el siglo pasado: un encantador pueblo de cuento de hadas con casitas calcadas a las cabañas suizas que ahora está repleto de tiendas delicatessen con 300 tipos de quesos, aceras empedradas al estilo francés, refinadas boutiques de souvenirs, artículos de Navidad, maquetas de barcos o cajas de música, 150 galerías de arte, refinados cafés en los que matar glamourosamente el tiempo...
La localidad californiana también está ganando adeptos en el maravilloso mundo de la organización de bodas hasta el punto de competir con la mismísima Las Vegas en esto de los casamientos. Basta echar un vistazo a las mil y una joyerías que pueblan las calles y al número de locales que preparan enlaces de lo más chic.
Para famosos... y para perros
Aun así, la vida apacible y la ansiada privacidad consiguen sumar cada vez más vecinos (famosos) a este enclave de la península de Monterey. De ejemplo están personajes como Kevin Costner, Charlie Chaplin, Rupert Murdoch, Jack London, James Ellroy, Kim Novak o Brad Pitt, que pasan (o han pasado) por aquí largas temporadas o incluso tienen casa propia. Pitt, sin ir más lejos, se la compró con su ex Jennifer Aniston cuando todavía eran una pareja feliz. Ahora, es él quien la disfruta, pero junto a Angelina Jolie y su extensa prole.
Doris Day es otra de las celebrities que pasea palmito por Carmel. Ella... y sus perros, ya que es la dueña de un hotel en el que los animales son tan bien recibidos (o mejor) que los humanos. Se llama Cypress Inn y en él los canes disponen de su particular hora del té con galletitas en forma de hueso, niñera, tratamientos de belleza, paseos por la playa... Y, por supuesto, los huéspedes pueden comer con su terrier sentado al lado. Es una práctica que se repite por todo el pueblo, donde abundan los espacios pet-friendly con tiendas dedicadas exclusivamente a las mascotas, así como peluquerías y restaurantes. El centro comercial Carmel Plaza incluso cuenta con una fuente sólo para ellas. Y todo, desde que un artista local expusiese en 2004 una muestra con esculturas del mejor amigo del hombre, cuya recaudación se donó a obras de caridad... ¿para perros? No tenemos conocimiento.
Isabel García
ocholeguas.com
El Mundo
23 de junio de 2010
No hay comentarios:
Publicar un comentario