¿Por qué envejecemos? ¿Qué queda de una persona que muere? ¿Cómo es la muerte? Estas son algunas de las preguntas que pretende responder la muestra interactiva 'Cuéntame algo sobre la muerte', organizada por el ZOOM, Museo de los Niños de Viena.
A lo largo de trece salas temáticas, la exposición guía a los visitantes por el ciclo de la vida tanto de los seres humanos como de animales, plantas y productos de consumo cotidiano. Además, se reflejan distintas tradiciones históricas y culturales relacionadas con la muerte, por ejemplo, en el antiguo Egipto o en el México actual.
Según el material didáctico que acompaña la muestra, la idea no es asustar ni deprimir a los jóvenes visitantes, sino "devolver la muerte a la vida y concienciar de que la vida y la muerte están inseparablemente relacionados".
Un pasaporte hacia el más allá
Con ese fin, se presentan cuentos de hadas, mitos y también juegos, que a lo largo de la historia ayudaron al hombre para explicar mejor la vida y la muerte. "Es casi más fácil tratar este tema con los niños que con los adultos", explica Andreas, uno de los guías en el museo ZOOM.
'Antes de los ocho años, la muerte es algo demasiado abstracto'Los grupos de escolares de entre 6 y 14 años de edad pasan unos 90 minutos en la muestra, de los cuales 60 son de tiempo libre. "De esta forma, los niños pueden interactuar a su propio ritmo con la temática", cuenta el guía.
"Me encanta este museo, porque te dejan tocar las cosas, no hay sólo que mirar", cuenta Phillip, de ocho años. Esa es justo la edad límite para poder entender la temática de la muerte. "Antes de los ocho años, la muerte es algo demasiado abstracto", asegura Andreas.
El recorrido comienza con la denominada "agencia de viajes", en la que los visitantes, que en su mayoría llegan en cuatro turnos diarios en el marco de excursiones escolares, obtienen "el pasaporte hacia el más allá".
La primera sala es la "máquina del tiempo", que marca la transición entre el mundo de los vivos y de los muertos, y que cuenta con un gigante reloj de péndulo y un reloj de arena, con el objetivo de hacer reflexionar sobre el tiempo y la vida. A continuación, los visitantes pueden elegir libremente a qué salas temáticas acuden, como por ejemplo el "laboratorio de la inmortalidad", en el que pueden componer su propio brebaje para no morir nunca, un viejo sueño de la humanidad.
En la llamada "sala de la basura" se describe el ciclo natural de la creación y la descomposición, no sólo del hombre sino también de las plantas y de los bienes de consumo. En el "salón del recuerdo" se plasma lo que queda de una persona cuando muere, y los niños pueden investigar en base a fotos, cartas y muebles la historia de un carnicero fallecido.
El "instituto fúnebre" se centra en las distintas tradiciones de la cultura occidental en cuanto a la muerte y los rituales y utensilios desarrollados a lo largo de la historia. Allí, los jóvenes visitantes pueden ver de cerca y tocar un ataúd y varias urnas para las cenizas de personas incineradas.
En el "jardín del paraíso" se muestra que el hombre, a lo largo de las diferentes épocas de la historia, siempre creyó en una vida después de la muerte. En esa parte de la muestra, los visitantes son llamados a escribir en pequeños papeles sus propias reflexiones sobre la muerte y colocarlas en los árboles situados en la sala.
En una de esas hojas, una niña dejó escrito: "me gustaría llevar mi ratón a la tumba, pero espero que haya una vida después de la muerte". Al final de la exposición se encuentran las salas del viejo Egipto y del México actual, dos regiones que desarrollaron cultos de muerte muy particulares.
"La sala con el ataúd es la más popular, junto con el salón mexicano y el gran esqueleto", cuenta Andreas, que guía a cuatro grupos de jóvenes todos los días por esta exposición. 'Cuéntame algo sobre la muerte' es una coproducción de los Museos de los Niños de Berlín y de Viena, y estará abierta al público hasta el 28 de junio próximo.
Jordi Khus (EFE)
Diario El Mundo
31 de mayo de 2009
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Desconozco si actualmente, los niños de mi tierra están tan familiarizados con la muerte, como lo hemos estado otras generaciones gracias al culto que tenemos por los muertos desde tiempos inmemoriables. En mi casa, sin ir más lejos, jamás se me ocultó la muerte... Será porque mi abuelo paterno murió cuando yo tenía cinco años y ante la imposibilidad de dejarme con nadie, mis padres decidieron cargar conmigo desde el velorio hasta la espera (que me pareció interminable) de la cremación. Tengo muy presente que mi madre y yo recorrimos los alrededores del crematorio del Panteón de Dolores para hacer menos tediosa la espera. Creo que a partir de ese momento nació mi atracción por los cementerios, por los mausoleos antiguos y por esos lápidas coronadas con ángeles y querubines.
Yo no fui una niña "preguntona", me bastaba con observar y después ir procesando la información. Tampoco recuerdo haber sido miedosa, así que mis padres no temieron enfrentarme a algo tan natural como la muerte. Es por eso que no entiendo a aquellos padres que pretenden que sus hijos vivan en una especie de limbo hasta que tengan la edad suficiente para saber qué es la vida. Algunos pecan de exagerados y evitan que los niños vean los telediarios pero por otro lado los chiquillos se enfrentan a la violencia de todo tipo que brota de las pelis y de los videojuegos.
La muerte es algo natural e inevitable. Ojalá el resto del mundo pudiera afrontarla como lo hacemos en México (aquí y aquí).
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