La Gran Tenochtitlán se fundó en un islote del Lago de Texcoco que fue aumentado artificialmente mediante chinampas: sembradíos artificiales que se basaba en la construcción de una estructura parecida a la de las balsas de los náufragos: un armazón de grandes troncos atados con cuerdas de ixtle que luego se iba completando con un entramado de ramas, cañas y troncos más delgados. Una especie de esqueleto tejido, que posteriormente era cubierto con capas de guijarros, grava y tierra propia para la siembra. Se delimitaban por canales por los cuales se transitaba con canoas. Así se fueron asentando los caseríos y creando calles mediante el trazado de canales internos que permitían el paso del agua y la circulación navegable por toda la ciudad. A la acumulación de varias casas se le denominó chinancalla, los cuales formaron calpullis (casas grandes cuyos habitantes podían ser varias familias que se encargaban de funciones muy diversas), los cuales podían tener calles de tierra firme insular (tlaxilacalli) o canales, así como acequias de mayor tamaño y profundidad. El núcleo central del islote fue el sitio en donde se fundó el Templo Mayor (encima de los restos del que fuera el recinto ceremonial más importante de los aztecas, los españoles edificaron lo que ahora es el centro histórico de la Ciudad de México), que fue delimitado por un muro zoomorfo denominado coatepantli (muro de serpientes). Como se supondrá, el agua ha sido y es un elemento fundamental en la historia de la Ciudad de México. Quizá por eso la leyenda de la Llorona continúa tan arraigada en la memoria colectiva y en muchos de los barrios más antiguos de la ciudad. Habemos generaciones enteras que hemos crecido escuchando el relato espeluznante, jejeje, de la mujer vestida de blanco, de larga cabellera negra que deambula por las calles oscuras y solitarias lamentándose por sus hijos, cuyo recorrido siempre termina a la orilla de un río. En las versiones más antiguas jamás muestra su faz, un leve velo (en ocasiones será más grueso) la protege. Es la sin cara, lo cual ahonda el horror, al ser más intangible, más impenetrable.Durante la Colonia, la leyenda sufrió transformaciones. No podría hablarse de la advocación de una diosa o diosas prehispánicas, pues ello sería blasfemia y herejía, así que la Llorona se fue transformando hasta parecerse un poco más a los conquistadores y la historia fue cambiando de acuerdo con los diversos gustos y tradiciones, o debido a las consejas que corrían de boca en boca; sin embargo, su esencia indígena no pudo romperse del todo. Así es como se mantuvieron intactos distintos elementos: la noche, la mujer vestida de blanco con el cabello largo y negro, el grito desgarrador de ¡Ayyyy mis hijos!, y la presencia de agua (ríos, lagos, cauces secos, barrancas):
"A mediados del siglo XVI, los habitantes de la Ciudad de México acostumbraban a refugiarse en sus hogares a la hora del toque de queda, especialmente los sobrevivientes de la antigua Tenochtitlán. Cerraban puertas y ventanas, y todas las noches algunos despertaban por los llantos de una mujer que andaba en las calles gritando '¡Ay, mis hijos!' (de ahí el nombre de la Llorona). Este suceso se repitió por mucho tiempo.
Quienes se cercioraron del llanto durante las noches de luna llena, dijeron que la iluminación de la luna les permitió ver que las calles se llenaban de una neblina espesa al ras del suelo y también a una persona que parecía ser una mujer que vestía un traje blanquísimo y un espeso velo cubría su rostro. Con lentos y callados pasos recorría muchas calles de la ciudad, todas las noches distintas, aunque sin faltar ni una sola a la Plaza Mayor, donde vuelto el velado rostro hacia el oriente, hincada de rodillas, daba el último, angustioso y languidísimo lamento; puesta de pie, continuaba con el paso lento y pausado hacia el mismo rumbo, al llegar a orillas del lago de Texcoco, que en ese tiempo penetraba dentro de algunos barrios, como una sombra se desvanecía. Pocos hombres se arriesgaron a acercarse a la manifestación fantasmal y sufieron espantosas revelaciones o murieron".
En aquel entonces, había especulaciones sobre el motivo de su lamento porque no hubo valiente capaz de preguntarle. La leyenda colonial nos cuenta que lloraba porque al abandonarla su amante español, ella en venganza, había matado a sus hijos, siendo condenada a buscarlos. Otra versión contaba que la mujer enloquecía al descubrir el engaño de su marido, tomaba a sus hijos y tras apuñalarlos los arrojaba a un río. Cuando el marido venía a detenerla, ella se arrepentía de lo que hizo y se arrojaba al río, donde se ahogaba. También de la época colonial viene la versión de que la Llorona podría ser el alma de la Malinche que pena por traicionar a los antiguos mexicanos durante la Conquista de México.
Con el paso de los años, la leyenda de la Llorona se extendió hacia otros lugares de México, inclusive se ha llegado a comparar con la Xtabay maya (región del sur de México): una aparición fantasmal que habita cerca de los ríos, pero como se trata de una bella mujer que viste huipil blanco y siempre está peinando su larga caballera, logra atraer a los viajeros hasta que los ahoga.
De la región del Istmo de Tehuantepec (sureste de México) surge un famoso son conocido particularmente por su estrofa "Tápame con tu rebozo, Llorona, porque me muero de frío". No tiene un autor específico, pero muchos cantantes han creado o copiado versos que convierten a esta canción en una historia de amor y dolor muy representativa de la época de la Revolución Mexicana, aunque se cree que sus orígenes vienen desde la época prehispánica.
A lo largo de mi vida, he escuchado tres o cuatro versiones de este son: la particular de Chavela Vargas, tan difundida después de su inclusión en la película "Frida" protagonizada por Salma Hayek, la de Lila Downs que es intensa y en cierto modo muy particular además de tener arreglos de jazz, la de Jaramar que es muy nostálgica y alguna otra más.
Dicen que no guardo duelo, Lloronaporque no ven llorar,hay muertos que no hacen ruido, Lloronay es más grande su penar.Ay de mí, Llorona, LloronaLlorona llévame al río,tápame con tu rebozo Lloronaporque me muero de frío.Salías un día del templo, Lloronacuando al pasar yo te vi,hermoso huipil llevabas, Lloronaque la virgen te creí.Ay de mí, Llorona, Lloronade un campo lirio,el que no sabe de amores, Lloronano sabe lo que es el martirio.No sé qué tiene las flores, Lloronalas flores del camposanto,que cuando las mueve el viento,parece que están llorando.Ay de mí, Llorona, Llorona,Llorona llévame al río,tápame con tu rebozo, Lloronaporque me muero de frío.Dos besos llevo en el alma, Lloronaque no se apartan de mí,el último de mi madrey el primero que te di.Todos me dicen el Negro, LloronaNegro pero cariñoso,yo soy como le chile verde, Lloronapicante pero sabroso.Ay de mí, Llorona Llorona,Llorona, llévame al ríotápame con tu rebozo, LloronaPorque me muero de frío.Si porque te quiero quieres, LloronaQuieres que te quieres másSi ya te he dado la vida, Llorona¿Qué mas quieres?¿Quieres más?
Qué buen post acabas de escribir, Mac; no sabía algunas cosas sobre la Gran Tenochtitlan. Con respecto al relato que transcribiste, cuando se cuenta que la Llorona se detenía a rezar en medio de la Plaza Mayor, muchos aseguran que ella salía de la Plaza de Santo Domingo, caminaba por la calle de República de Brasil hasta llegar a la Plaza Mayor.(Quienes no conozcan la ciudad, esa calle desemboca en la esquina noroeste de la Plaza.)
Gracias, Mario :)Es probable que según las leyendas, sea cierto el recorrido que mencionas, tomando en cuenta que el Tribunal de la Santa Inquisición y sus calabozos se ubicaban donde hoy es el Antiguo Colegio de Medicina que está frente a la Plaza de Santo Domingo.Lo cierto es que siempre la leyenda de la Llorona se ha relacionado con el agua.Saludos.
Exacto, Macarena, El Santo Oficio estaba ahí. En un programa de radio que trata sobre narraciones de terror, una persona contó de cuando era joven (allá por los años setenta) y todos los domingos iba a las funciones de media noche (no se tataba de películas porno o eróticas, sino de fimes no comerciales, las que llamamos "cine de arte") Pues esta persona vivía por las calles del centro y, cuando salía del cine, pasaba caminando por la calle de República de Brasil, y precisamente cerca de Santo Domingo escuchó, por tres domingos seguidos, el llanto de una mujer.Él no le tomó mucha importancia hasta el tercer domingo porque el llanto lo escuchó más cerca. Dijo que se escondió entrando en una vencidad hasta que el lamento se alejó. Desde esa noche, jamás volvió al cine de media noche. Personalmente, su voz no sonaba como alguien a quien le gusta bromear.
Mac, una vez más, ¡qué interesante escrito! Alguna vez yo creí escuchar ese lamento, cerca del Río Becerra que está entubado. Ciertamente es una leyenda que ha hecho sentir escalofríos a más de uno, he de confesar que a mí produce cierto morbo y al mismo tiempo en algún lugar de mi mente guardo la creencia que es verdad. Besos.
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4 comentarios:
Qué buen post acabas de escribir, Mac; no sabía algunas cosas sobre la Gran Tenochtitlan.
Con respecto al relato que transcribiste, cuando se cuenta que la Llorona se detenía a rezar en medio de la Plaza Mayor, muchos aseguran que ella salía de la Plaza de Santo Domingo, caminaba por la calle de República de Brasil hasta llegar a la Plaza Mayor.
(Quienes no conozcan la ciudad, esa calle desemboca en la esquina noroeste de la Plaza.)
Gracias, Mario :)
Es probable que según las leyendas, sea cierto el recorrido que mencionas, tomando en cuenta que el Tribunal de la Santa Inquisición y sus calabozos se ubicaban donde hoy es el Antiguo Colegio de Medicina que está frente a la Plaza de Santo Domingo.
Lo cierto es que siempre la leyenda de la Llorona se ha relacionado con el agua.
Saludos.
Exacto, Macarena, El Santo Oficio estaba ahí. En un programa de radio que trata sobre narraciones de terror, una persona contó de cuando era joven (allá por los años setenta) y todos los domingos iba a las funciones de media noche (no se tataba de películas porno o eróticas, sino de fimes no comerciales, las que llamamos "cine de arte")
Pues esta persona vivía por las calles del centro y, cuando salía del cine, pasaba caminando por la calle de República de Brasil, y precisamente cerca de Santo Domingo escuchó, por tres domingos seguidos, el llanto de una mujer.
Él no le tomó mucha importancia hasta el tercer domingo porque el llanto lo escuchó más cerca. Dijo que se escondió entrando en una vencidad hasta que el lamento se alejó. Desde esa noche, jamás volvió al cine de media noche. Personalmente, su voz no sonaba como alguien a quien le gusta bromear.
Mac, una vez más, ¡qué interesante escrito! Alguna vez yo creí escuchar ese lamento, cerca del Río Becerra que está entubado. Ciertamente es una leyenda que ha hecho sentir escalofríos a más de uno, he de confesar que a mí produce cierto morbo y al mismo tiempo en algún lugar de mi mente guardo la creencia que es verdad. Besos.
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