31 julio 2008

Hasta siempre, querido Alejandro Aura


A veces, decían las abuelas, nos quejamos de vicio y sin embargo, no valoramos las cosas que tenemos sin apenas pedirlas: la salud, por ejemplo, y ese algo que nos indica cómo seguir adelante en esta vida, así nos guste o no.

De las muchas cosas buenas que me han pasado viviendo en este lado del mundo, se encuentra la casualidad que me llevó a reencontrarme con don Alejandro Aura (aunque él vivía en Madrid), después de tantísimos años desde nuestro último encuentro frente a frente, un sábado placero de Coyoacán, hahahaha, a las afueras del Hijo del Cuervo cuando estaba en su pleno apogeo el Club de Lectura Las Aureolas y don Alejandro partía el bacalao cocinando, atendiendo a la peña, llevando la batuta de las lecturas, en fin, desparramando su enorme don de gentes. Y ahora mismo viene a mi mente aquella tarde que pasamos en su casa en el barrio de La Condesa, deleitándonos con su charla, sus bromas y su insuperable forma de cocinar.

Saber que ha perdido aquella batalla que sostenía cuerpo a cuerpo, como un jabato, con el cáncer de pulmón, me ha dolido como si se tratase de alguien de mi familia, de alguien muy cercano. Don Alejandro se nos adelantó el día de ayer, a las cuatro y media de la tarde, hora de este lado del mundo. Tenía 64 años.

Alejandro Aura poseía tremenda pasión por la vida que le brotaba por cada uno de los poros. Nada la minó, ni siquiera la enfermedad. Cumplía cabalmente con el propósito de escribir todos los días en su blog y lo mismo nos deleitaba hablando de sus magníficas recetas de cocina mexicana tradicional (jo, cómo se me hacía agua la boca leýendolas) como nos volvía a presentar a sus pequeñas grandes hijas transformadas en poesía, o nos contaba cómo le iba en las sesiones de quimioterapia como si nos contase que había ido a la peluquería. Siempre en el fondo había un dejo de gracia innata, de tratar de evitar el dramatismo natural de una situación de ese tipo. Siempre acompañado por su querida Milagros, su mujer, la que lo apoyó hasta los últimos instantes.

Creo que todos los que le estimábamos, teníamos la pequeña gran esperanza de que podría ganar la batalla. Y en cada uno de nuestros mensajes le dábamos ánimos a diestra y siniestra (como aquella terrible ocasión en que unos subnormales profundos hackearon su blog en nombre de la guerrilla colombiana). Por eso, ha sido más que duro y difícil, saber que casi de un día para otro fue internado y abandonó sus padecimientos y esa forma física que últimamente aprisionaba demasiado a su alma.

Aura fue un hombre polifacético. Fue guionista, dramaturgo, actor, director de escena, presentador de radio, empresario, pero ante todo poeta. A él se debe el rescate y posterior transformación de El Hijo del Cuervo, fue el presentador más recordado del programa de tele Boleros y un poco más, también durante el mandato de Cuauhtémoc Cárdenas como regente de la Ciudad de México fue responsable cultural del Gobierno. En 2001 vino a España como responsable del Instituto de Cultura de la Embajada de México, donde además, acompañado por su inseparable amiga María Cortina, dirigió un programa de radio llamado Hora México, que emitía Radio Círculo de Bellas Artes. Después asumió el cargo de representante del Estado de Zacatecas en España.

Querido Alejandro, lo que más recuerdo de ti, es tu pasión por la vida. Esa, para mí, es tu mejor herencia.


DESPEDIDA

Así pues, hay que en algún momento cerrar la cuenta,
pedir los abrigos y marcharnos,
aquí se quedarán las cosas que trajimos al siglo
y en las que cada uno pusimos nuestra identidad;
se quedarán los demás, que cada vez son otros
y entre los cuales habrá de construirse lo que sigue,
también el hueco de nuestra imaginación se queda
para que entre todos se encarguen de llenarlo,
y nos vamos a nada limpiamente como las plantas,
como los pájaros, como todo lo que está vivo un tiempo
y luego, sin rencor, deja de estarlo.

¿Se imaginan el esplendor del cielo de los tigres,
allí donde gacelas saltan con las grupas carnosas
esperando la zarpa que cae una vez y otra y otra,
eternamente? Así es el cielo al que aspiro. Un cielo
con mis fauces y mis garras. O el cielo de las garzas
en el que el tiempo se mueve tan despacio
que el agua tiene tiempo de bañarse y retozar en el agua.
O el cielo carnal de las begonias en el que nunca se apagan
las luces iridiscentes por secretear con sus mejillas
de arrebolados maquillajes. El cielo cruel de los pastos,
esperanzador y eterno como la existencia de los dioses.
O el cielo multifacético del vino que está siempre soñando
que gargantas de núbiles doncellas se atragantan y se ríen.

Lo que queda no hubo manera de enmendarlo
por más matemáticas que le fuimos echando sin reposo,
ya estaba medio mal desde el principio de las eras
y nadie ha tenido la holgura necesaria para sentarse
a deshacer el apasionante intríngulis de la creación,
de modo que se queda como estaba, con sus millones,
billones, trillones de galaxias incomprensibles a la mano,
esperando a que alguien tenga tiempo para ver los planos
y completo el panorama lo descifre y se pueda resolver.
Nos vamos. Hago una caravana a las personas
que estoy echando ya tanto de menos, y digo adiós.

Alejandro Aura

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