Arturo Pérez-Reverte presenta la sexta entrega del Capitán Alatriste
'Corsarios de Levante' discurre en las peligrosas fronteras del mar Mediterráneo del XVII
Las intrigas palaciegas, los tercios de Flandes y los duelos en las calles de Madrid de anteriores entregas han dejado paso, en palabras del autor, a una "novela de soldados" que tiene como escenario las peligrosas fronteras del mar Mediterráneo del siglo XVII.
Por las páginas de 'Corsarios de Levante' desfilan corsarios berberiscos y piratas turcos, y se suceden los abordajes y los zafarranchos en alta mar. "Esta vez he elegido el Mediterráneo del siglo XVII porque es un tema narrativamente poco conocido". Alatriste cumple 10 años (la primera entrega apareció a finales de 1996). En esta década se han vendido cuatro millones de ejemplares de sus aventuras en todo el mundo, se han hecho traducciones a la mayoría de idiomas y Alatriste ha dado nombre a exposiciones, cómics, juegos de rol y hasta restaurantes con su nombre, y que han culminado en este 2006, con el estreno de la multimillonaria producción cinematográfica protagonizada por Viggo Mortensen.
De esta sexta entrega, Pérez-Reverte destaca, además del recurso al 'Mare Nostrum', que ha querido ir "un poco más lejos" en el lenguaje, recuperando viejas palabras de la jerga soldadesca y marinera. Lo que sí se mantiene como una constante es la mirada que quiere ofrecer el escritor sobre una época dura y un mundo cruel, "en el que la vida y la muerte valían de forma diferente que ahora".
"Intento mirar ese mundo sin juicios morales, con los ojos de ese mundo", señaló el autor, que está seguro de que Alatriste no tendría sitio en el mundo actual. "En aquella época", añadió, "Alatriste era un marginal pero con reputación. Ahora, en este mundo donde se manipulan palabras como honradez y decencia torera, Alatriste sería un proscrito. El mundo de hoy rechaza a los Alatriste".
De la película de Alatriste, Reverte hace un balance muy satisfactorio, aunque admite que, como siempre ocurre en estos casos, habría escenas o actores que le hubiera gustado cambiar. A su juicio, la interpretación de Mortensen es magnífica, porque refleja a la perfección esa mirada a una época de "tristeza" con la que ha querido dotar a sus personajes.
Con vistas al futuro, Pérez-Reverte tiene comprometidas otras tres entregas de Alatriste, que en principio llevarán por título "El puente de los asesinos", "La venganza de Alquézar" y "Misión en París". Ninguna de ellas se desarrollará en América, porque "en aquella época no había Air Madrid ni Iberia y un viaje de ese tipo era muy largo y se hacía para quedarse", bromea el novelista cuando la prensa del otro lado del Atlántico le pregunta con insistencia sobre esta posibilidad.
El autor de "El maestro de esgrima" descarta la segunda parte de una película, aunque dice que le ha llegado una propuesta para hacer una serie de televisión sobre Alatriste que va a estudiar.
Fuente: Servimedia
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"¡Bogad, bogad, malditos!"
Pardiez que hay coraje en Corsarios de Levante, el primer Alatriste poscinematográfico. Y emoción. Y aventura. Y amistad. Arturo Pérez-Reverte nos lanza una novela que es como una buena estocada: rápida, directa y efectiva, con la engañosa sencillez de la esgrima del maestro. Nos encontramos en el inicio del relato -un mediodía de mayo de 1627- con el Capitán Alatriste e Íñigo de Balboa (17 años recién cumplidos) navegando ya a toda castaña en una galera española a la caza de una galeota berberisca. "¡Aferra las dos!" ... ¡Ropa fuera! ¡Pasaboga!". El cómitre con su látigo tejiendo en las espaldas de los galeotes "un jubón de amapolas". Tensión, besos a los escapularios, las mechas de los arcabuces a punto, hambre de botín. Acaso miedo ("miente quien diga que nunca conoció el miedo, pues no hay cosa que no tenga su día"). Seguirá el pandemónium de un abordaje sangriento en el que Pérez-Reverte trazará el ancho escenario histórico en que nos vamos a mover: la peligrosa "turbulenta frontera mediterránea, encrucijada de razas, lenguas y viejos odios".
La novela no dejará de ir subiendo en intensidad hasta un final absolutamente espectacular, con cinco galeras turcas mortalmente enfrentadas a la nuestra en las costas de Anatolia, un pequeño Lepanto con hechuras de Trafalgar. Un trance malo, sin duda: "No hay otra, esta noche cenamos con Cristo o en Constantinopla". Ahí llega Uluch Cimarra, jenízaro grande pegando mandobles feroces y gritando "¡bir mum!" ("hijos de la gran puta", con perdón, en turco)...
Persecuciones y batallas navales por todos los rincones del Mediterráneo, el ataque a un campamento moro en un uadi cerca de Orán (ecos de Beau Geste -"ah, pero es que eso era nuestro Beau Geste", señala Pérez-Reverte-), peligrosos galanteos en Nápoles, "pepitoria del mundo"; el escamoteo de la escultural favorita del bajá de Chipre... El horror (ahorcamientos, desollamientos, los sesos volantes del caporal Conesa, el niño que espanta las moscas de la cabeza cortada de su padre, el culpable recuerdo de Alatriste de la represión de los moriscos) y también el humor (en el golfo de Escanderlu, situación desesperada, tres galeras que van a jugársela al amanecer contra la flota turca; dice el capitán Urdemalas: "Ningún socorro a nadie. Cada cual para sí y puto el último". A lo que recuerda oportunamente el sargento Quemado: "El último somos nosotros"). ¡Vaya singladura, Arturo!
"Me he inventado pocas cosas, las situaciones son auténticas; es un tema que tengo localizado hace muchos años y me lo sé. Manejo mucho material de la época, de las campañas corsarias de España y Nápoles. Hay mucho trabajo detrás. He leído libros enteros que me han servido para una sola línea de la novela. Lo asombroso es que esa gente que muestro eran realmente así. El coraje, la aventura, la crueldad, eran los mismos que muestro. Había realmente individuos que saltaban a una galera enemiga solos. Eran una gente peligrosísima. Éramos muy peligrosos. Esa singularidad, esa arrogancia, sentirse dueños del mundo, poseedores de la religión verdadera. Alatriste me permite entrar en la psicología de aquellos tíos. Cuando lees esas acciones ... eran tíos asombrosos, una combinación de valor, desesperación, ambición y salvajismo absolutamente español. Un país de miserables era el nuestro. Ser soldado, ir a América, a Flandes, al Mediterráneo, era salir de la miseria a por botín. Eso sí, como hidalgos y vendiendo cara la piel, pues hacen de su reputación, de su dignidad personal -que es lo único que poseen- una filosofía de vida". Como aquello de que los "señores soldados", la infantería embarcada, no reman en la galera ni que les vaya la vida en ello. La tropa no boga ni hartos de alboroque, que dicen en la novela. "Efectivamente. Eso es cierto. Lo cuenta Cervantes. No reman. Remar es cosa de los galeotes y para el soldado es deshonroso. Al leer el libro te pueden parecer unos animales, unos marcianos. Pero eran así, exactamente así. Alonso de Contreras, Jerónimo de Pasamontes, Osuna y sus capitanes... Lo de las bocas de Escanderlu, esa lucha atroz y desproporcionada en el mar, tres a ocho... " Esa batalla ocurrió. Y el episodio real es aún más increíble: un bajel y dos galeras contra treinta. Lo dicho, hay mucho material, mucha documentación, el siglo XVII es muy rico en ella, pero es un tema poco trabajado, en buena parte desconocido. Se habla mucho del pirata turco, del corsario berberisco... pero nosotros hicimos lo mismo en esa frontera mestiza que era el Mediterráneo. Los españoles hicimos mucho el corso".
Al turco, al moro, al berberisco, se le mata y destaza si hace falta, pero es una rivalidad sana; en cambio a los ingleses... "Ése viene de fuera a robar, es un intruso, al moro lo conoces bien, incluso frecuentemente, si tiene reaños, se le admira; es de aquí, vecino del mismo patio. Se le odia, se le degüella, pero con un respeto".
¿No se ha teñido un punto este Alatriste de la negra perspectiva de El pintor de batallas (Alfaguara), la anterior novela de Pérez-Reverte? "No, lo que pasa es que Íñigo ha crecido y eso hace que surjan unas lucideces y amarguras en la relación que no se daban cuando era más joven. Hay enfrentamientos. Cosas que cualquier padre que haya tenido hijos adolescentes entiende".
A Pérez-Reverte le gusta especialmente el episodio del soldado varado en Orán, el viejo veterano Malacalza. "Se entiende en él lo que era el abandono de España a sus gentes, cómo todo se fue perdiendo por desidia". Le place también el lance del "rufián de entremés", cuando Íñigo se ve metido en una clásica situación de enredo en Nápoles, rico vergel... Para él ha sido, por supuesto, "un gustazo", hacer una novela con tanta trama marina. "He manejado cartografía de la época, he analizado cada barco, cada derrotero, cada maniobra, cada viento". Como con Patrick O'Brian, el lector siente que navega en las páginas, aunque los capitanes de mar y de guerra del escritor inglés nunca soltarían una retahíla tan elocuente como los de Pérez-Reverte: "Bogad, cuarta a babor, me cago en Satán, bogad malditos, bogad, amolla ese cabo, tensa aquella driza, bogad que ya son nuestros, bogad u os arranco la piel, bellacos, voto a Dios y a la hostia que vi alzar". El mundo de la galera que describe Corsarios de Levante es muy bestia. "Era así. Un infierno hediondo e insalubre. Piensa que a lo máximo que te condenaban era a remar diez años, porque nadie aguantaba más vivo. Era durísimo. Y ellos, las gentes de entonces, también, para aguantarlo. Si ahora navegar ya es jodido, en aquella época, con guerra, esclavitud... Ya lo decían: 'La galera, dela Dios a quien la quiera". Eran tiempos crueles, esa crueldad aparece en la novela. "Esta novela no se puede escribir desde el siglo XXI, es un error aplicar nuestros criterios éticos -como hacen muchos autores de novela histórica, especialmente mujeres- a otras épocas. No se puede juzgar. La crueldad era algo natural, impuesto por la supervivencia limitada, por las circunstancias; ¿cómo ibas a tomar prisioneros heridos en una galera abarrotada ya?: al agua con ellos. Así era el mundo. Mataban, pero también sabían morir cuando venían mal dadas. Con dignidad, con fatalismo profesional".
Corsarios de Levante es la primera novela de Alatriste tras encarnarse en la gran pantalla. "La película estaba bien, pero Alatriste existe antes y después de ella. Alatriste no ha de luchar con la película, que es un complemento. Tenía curiosidad para reencontrar a Alatriste después de la película. No hay ningún problema, Alatriste está intacto. No está contaminado. La película se adaptaba mucho a los libros, era muy fiel, no los violentaba. Al no hacer Viggo (Mortensen) ni Agustín (Díaz Yanes) su capitán, sino basarlo en las novelas, no ha habido otro Alatriste diferente".
Hace diez años que nació Alatriste, con esa frase -"no era el hombre más honrado", etcétera- que ya ha saltado a los colegios y al cine. Pérez-Reverte recuerda: "Hice desde el principio un plan que he ido siguiendo, que he ido ampliando pero sin cambiarlo. El cuadro inicial se mantiene". En Corsarios de Levante, descubrimos que Malatesta está vivo, que Luis de Alquézar conspira desde América y que Angélica -"he crecido por dentro y por fuera", escribe a Íñigo- lanza el cebo desde allí. Pero nuestros héroes no cruzarán el charco en el futuro. "Sería falso llevar a Alatriste a América, la gente de su clase no iba tan lejos, a no ser para quedarse. Seguirán por el Mediterráneo, irán a París... Y Rocroi espera".
Hablar de los diez años de Alatriste -tantos años como heridas- da pie a recalcar algunas cosas. "No es justo poner a Alatriste en la estela de la novela popular de aventuras. Alatriste es mucho más complejo. La serie maneja mecanismos humanos, documentación y desarrollos lingüísticos que son ajenos a Salgari o a Dumas. Alatriste, y no se entienda esto como una herejía, va más allá que Dumas. En relación con Alatriste se puede usar la asociación con la novela de aventuras y sus mecanismos -yo mismo hago uso de ello-, pero al tiempo hay en Alatriste una cantidad de información, reflexión y trama complejísima que trasciende el género. El lector lúcido constata que hay un trabajo ímprobo de creación de un lenguaje. Alatriste no es un pastiche, es una obra viva y fresca, nueva".
Jacinto Antón, Diario El País, 2 de diciembre de 2006
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Ainss, qué emoción ;-) Aunque ya he recibido mis regalos de Navidad y Reyes por adelantado, creo que no me vendría mal la nueva aventura del Capitán Alatriste y más aún si se combina con el mar y los piratas. Varios de mis temas favoritos en una misma historia.
Por cierto, el canal de televisión de aquí: Antena 3 convertirá en serie de televisión La piel del tambor, novela que publicó Pérez-everte hace una década. Roberto Enríquez interpreta a Lorenzo Quart, un sacerdote al que el Vaticano envía a Sevilla después de que el Papa recibiera una enigmática denuncia de un pirata informático. El pasado mes de noviembre, la productora Endemol comenzó en Madrid el rodaje de Quart, en la que el propio Pérez-Reverte supervisa los guiones.
Antena 3 aborda un ambicioso proyecto en el que rodará, en formato cine, La piel del tambor, cuya acción comienza en Roma y transcurre en la Sevilla de la actualidad. El Vaticano envía a la capital hispalense a un especialista en asuntos sucios, Lorenzo Quart, para saber qué pasa en una pequeña iglesia barroca en la que se han producido dos muertes. A partir de ahí se cruzan tramas de pirateo informático, especulación inmobiliaria, corrupción, suspense y amoríos. "La gente de esa novela sabe que no hay un futuro, que sólo hay el presente. Son náufragos", explicó Pérez Reverte cuando editó el libro.
Esta fue la primera novela que leí de este magnífico autor y sin duda, es una de mis favoritas.
Si quieren leer las primeras páginas de Corsarios de Levante pinchen aquí (es documento pdf)
2 comentarios:
Soy fan, me falta el libro anterior a éste también. Ya me urge ver la peli.
Saludos!!!
En alas de la imaginación me llevaste a los lejanos tiempos en que leía El tigre de la Malasia, la perla de labuan, y tantas otras historias de Zandokan que llenaron mis noches de espadachines y aventuras,
Vengo a dejarte un abrazo navideño y a desearles felicidad.
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