31 diciembre 2006
Huellas
Martín había vivido gran parte de su vida con intensidad y gozo. De alguna manera su intuición lo había guiado cuando su inteligencia fallaba en mostrarle el mejor camino. Casi todo el tiempo se sentía en paz y feliz. Pero en algunas veces, ensombrecía su ánimo, esa sensación de estar demasiado en función de sí mismo.
Él había aprendido a hacerse cargo de sí y se amaba suficientemente como para intentar procurarse las mejores cosas. Sabía que hacía todo lo posible para cuidarse de no dañar a los demás, especialmente a aquellos de sus afectos. Quizás por eso le dolían tanto los señalamientos injustos, la envidia de los otros o las acusaciones de egoísta que recogía demasiado frecuentemente de boca de extraños y conocidos.
¿Alcanzaba para darle significado a su vida la búsqueda de su propio placer?
¿Soportaba él mismo definirse como un hedonista centrando su existencia en su satisfacción individual?
¿Cómo armonizar estos sentimientos de goce personal con sus concepciones éticas, con sus creencias religiosas, con todo lo que había aprendido de sus mayores?
¿Qué sentido tenía una vida que sólo se significaba a sí misma?
Ese día, más que otros, esos pensamientos lo abrumaron.
Quizás debía irse. Partir. Dejar lo que tenía en manos de los otros. Repartir lo cosechado y dejarlo de legado para que, a pesar de la ausencia, ser en los demás un buen recuerdo.
En otro país, en otro pueblo, en otro lugar, con otra gente, podría empezar de nuevo. Una vida diferente, una vida de servicio a los demás, una vida solidaria. Debía tomarse el tiempo de reflexionar sobre su presente y sobre su futuro.
Martín puso unas pocas cosas en su mochila y partió en dirección al monte. Le habían contado del silencio de la cima y de cómo la vista del valle fértil ayudaba a poner en orden los pensamientos de quien hasta allí llegaba. En el punto mas alto del monte giró para mirar su ciudad quizás por última vez. Atardecía y el poblado se veía hermoso desde allí.
- Por un peso te alquilo el catalejos.
Era la voz de un viejo que apareció desde la nada con un pequeño telescopio plegable entre sus manos y que ahora le ofrecía con una mano mientras con la otra tendida hacia arriba reclamaba su moneda. Martín encontró en su bolsillo la moneda buscada y se la entregó al viejo que desplegó el catalejos y se lo alcanzó.
Después de un rato de mirar consiguió ubicar su barrio, la plaza y hasta la escuela frente a ella, algo le llamó la atención. Un punto dorado brillaba intensamente en el patio del antiguo edificio. Martín separo sus ojos del lente, parpadeó algunas veces y volvió a mirar. El punto dorado seguía allí.
- Qué raro - exclamó Martín sin darse cuenta de que hablaba en voz alta.
- ¿Qué es lo raro?, preguntó el viejo.
- El punto brillante, dijo Martín, ahí en el patio de la escuela, siguió, alcanzándole al viejo el telescopio para que viera lo que él veía.
- Son huellas - dijo el anciano.
- ¿Qué huellas? - preguntó Martín.
- Te acordás de aquel día... debías tener siete años; tu amigo de la infancia, Javier, lloraba desconsolado en ese patio de la escuela. Su madre le había dado unas monedas para comprar un lápiz para el primer día de clases. Él había perdido el dinero y lloraba a mares, contestó el viejo. Y después de una pausa siguió, ¿te acordás lo que hiciste? Tenías un lápiz nuevito que estrenarías ese día. Te arrimaste al portón de entrada y cortaste el lápiz en dos partes iguales, sacaste punta a la mitad cortada y le diste el nuevo lápiz a Javier.
- No me acordaba- dijo Martín - pero eso ¿qué tiene que ver con el punto brillante?
- Javier nunca olvidó ese gesto y ese recuerdo se volvió importante en su vida.
- ¿Y?
Hay acciones en la vida de uno que dejan huellas en la vida de otros, explicó el viejo, las acciones que contribuyen al desarrollo de los demás quedan marcadas como huellas doradas...
Volvió a mirar por el telescopio y vio otro punto brillante en la vereda a la salida del colegio.
Ese es el día que saliste a defender a Pancho, ¿te acordás?. Volviste a casa con un ojo morado y un bolsillo del guardapolvo arrancado. Martín miraba la ciudad. Ese que está ahí en el centro, siguió el viejo, es el trabajo que le conseguiste a Don Pedro cuando lo despidieron de la fábrica... y el otro, el de la derecha, es la huella de aquella vez que juntaste el dinero que hacía falta para la operación del hijo de Ramírez... las huellas esas que salen a la izquierda son de cuando volviste del viaje porque la madre de tu amigo Juan había muerto y quisiste estar con él.
Martín apartó la vista del telescopio y sin necesidad de él empezó a ver cómo, miles de puntos dorados aparecían desparramados por toda la ciudad.
Al terminar de ocultarse el sol, el pueblo parecía iluminado por sus huellas doradas.
"Huellas doradas"
Jorge Bucay
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Último día de 2006, con o sin balances, atrás quedan 364 días que estoy despidiendo con una variante espantosa de constipado, jejeje, que me ha noqueado como nunca en mi vida :P En 2006 cumplí 34 años que puedo confesar sin pena, hahahaha, y me ha pesado el paso del tiempo ahora con este revival medio rabioso de los '80. A veces, escuchar canciones que sonaban hace veinte años me sacude algo más que el esqueleto, pues nunca imaginé que cumpliría 30, menos aún que me acercaría a los 35 :P Tal parece que todos los directivos de merchandising rondan mi edad porque desde los anuncios de autos, hasta los de electrodomésticos o inclusive el nuevo de Coca-Cola Light han echado mano de éxitos de los '80. Por cierto, alguien me puede decir dónde quedaron esos anuncios navideños de la Coca-Cola donde los protagonistas eran la familia de osos polares? Este año los eché mucho de menos pues el anuncio de esta temporada me ha parecido sin gracia (me refiero al que han emitido en España, no sé si será el mismo en México) mostrando todo el "procedimiento" que se lleva a cabo dentro de una máquina para expender una clásica botella.
2006 está a punto de desaparecer y seguro que todos hemos dejado huellas como las del cuento de Jorge Bucay, sólo espero que sean resultado de acciones bien intencionadas. Yo la tarea más difícil que tengo, al igual que mi marido, es dejar huellas pero en nuestro Happy Demon que este año se ha tornado más personita (a punto está de cumplir dos años). Ainss, jamás imaginé que ser madre sería algo tan fascinante pero también tan difícil. Han sido 364 días de intenso aprendizaje pero con mucha alegría y satisfacción y como dicen por ahí: y los que faltan... ;-)
Paz, amor y suerte para todos.
Bienvenido 2007
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2 comentarios:
Muchísimas felicidades amiga!!!
Lo mejor para ti ytu hermosa familia, que el 2007 esté lleno de bendiciones para ti!!
Felicidades!!!
Feliz Año!!!!
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