Pilas recargadas. ¡Al fin hemos ido a la playa! :) Ya era hora, dirán muchos de ustedes. Casi estamos a mediados de agosto y en este rincón del Mediterráneo la playa se llena desde finales de junio, días más, días menos. Lo que pasa es que a mí me sucede aquello de: la mujer propone, Dios dispone, viene el diablo y todo se descompone, hahaha. Me había hecho la auto-promesa de que en cuanto los días fueran plenas muestras de verano, agarrar a Happy Demon con todos sus triques playeros incluida pala, cubeta (cubo), rastrillo, protector solar, gorra y una buena botella de agua, subirnos al tranvía cuya estación más cercana está a una calle de distancia de casa y en quince minutos llegar a la playa de la Malvarrosa y dar un paseo de una horita más o menos. Pero nanay, el plan se vino a abajo por X o por Y, así que hasta que no convencí a mi marido, no pisamos la playa. Y eso de convencerlo no es broma: a mi señor marido no le gusta nada relacionado con mar y arena y eso que ha nacido aquí! Jo, con lo que a mí me gusta, con lo mucho que me revitaliza el simple hecho de poder aspirar el olor del mar, de sentir la brisa, de meter los pies en la arena, y aunque no tengo complejo de lagartija, sentir el sol en cada centímetro de mi piel. Es una de las cosas que más me gustan de vivir en Valencia: su cercanía con el mar y aunque no soy de esa clase de gente que le gusta la playa en plan fiesta, broncearse, ligoteo y demás memeces, me encanta como renueva mi energía el mar. Simplemente observarlo, simplemente escucharlo. Perderme en los recovecos de la imaginación pensando que tengo ante mí al mar Mediterráneo, con tantas historias que cruzan sus aguas y reposan en sus fondos, con tantos navíos que lo han surcado y tantas lenguas que le han contado sus secretos. Le comenté a mi marido que si yo hubiese nacido en esta parte del mundo y por alguna razón tuviese que cambiar de ubicación, una de las cosas que más extrañaría seguro iba a ser el mar y me contesta sin más: "Claro, tú eres de tierra adentro..." Y ante esa verdad tan grande como una catedral, no tengo más remedio que admitir que durante 31 años fui rata de ciudad :p
Media luna de verano. Anoche, después de que sobrevivimos a un día de poniente donde casi alcanzamos los 41 grados en algún momento, la noche mostró su mejor cara con una coqueta media luna que me acompañó durante unos momentos mientras decidía cuál será mi próxima lectura (he terminado de leer "Amor y muerte en Florencia" y me ha dejado un agradable sabor de boca, así que le dedicaré una entrada exclusiva, jejeje). Y la compañía no fue en sentido metafórico: me sorprendió descubrir que la potente luz que se colaba por la ventana de nuestro dormitorio no era otra que la de la luna pues debido a su paseo por el firmamento, pudo asomarse unos minutos a través de la persiana. Generalmente, cuando hay luna llena, la podemos contemplar desde la parte trasera de nuestra casa, donde se encuentran los dormitorios y ha sido espectacular en algunas ocasiones. Pero la de anoche me hizo recordar cuando también la Reina Niña Blanca custodiaba mis sueños en mi casa de México. Durante 31 años viví en el último piso de un edificio de cuatro niveles y casi siempre, en noches despejadas (que sí que las hay en plena Ciudad de México) la luna iluminaba mi habitación buena parte de la noche. Guardo ese recuerdo casi desde que tengo uso de memoria. Será que desde muy pequeña, la luna me atrajo y me intrigó.
El Bosco animado. Es de sobra conocido que puedes toparte con las cosas más extrañas cuando navegas por la red: hace unos días, en youtube.com, para variar, encontré un video que me ha dejado totalmente alucinada en todos los sentidos. Por un lado, porque se trata de un perfecto trabajo de animación basado en una de los cuadros más extraordinariamente hechos por una mente que seguro no era de este mundo ni tal vez el otro, hahaha. Me refiero al tríptico "El Jardín de las Delicias" de Hieronymus Bosch, mejor conocido como El Bosco. No miento ni presumo de nada, si les confieso que desde niña ese cuadro me ha atraído como pocas obras de arte. Ya mucho he comentado que mi madre tenía diversos libros de pintura y que yo siempre los miraba y los miraba. Claro que el Bosco pintó muchas más obras, pero creo que ninguna contiene tantas pesadillas reunidas como la parte que corresponde al Infierno del tríptico. Y creo que es la más representativa de este pintor holandés. Pues bien, el video que descubrí no sólo tiene la enorme cualidad de la animación de varios puntos del cuadro sino que está musicalizado con la melodía "Spokes for the wheel of torment" interpretada por el guitarrista Buckethead de quien yo no tenía ni pajolera idea quién era. Así que me di a la tarea de buscar información porque lo único que tenía claro es que es un virtuoso de la guitarra. Lo que he visto aquí y allá es que se trata de un multi-instrumentista y compositor nacido en Estados Unidos en 1969 cuya peculiaridad radica básicamente en su aspecto porque siempre luce a modo de sombrero, un cubo tamaño familiar de la conocida marca Kentucky Fried Chicken y una máscara blanca, según él, basada en la que luce uno de nuestros psicópatas fílmicos favoritos: Michael Myers-Halloween.
Quizá con esta pinta, a primera vista, nadie podría tomarlo en serio, pero basta con que tenga una guitarra en sus manos para que nos deje con la boca abierta. Lo mismo toca thrash metal que jazz o death metal e inclusive dicen que hasta música minimalista. Entre sus influencias siempre menciona a Joe Satriani, por supuesto y a Yngwie Malmsteen, claro está, entre otros. Su biografía está salpicada de reclamos por su actitud poco seria inclusive para gentes del calibre de Ozzy Osbourne que se queja amargamente de su actitud infantil y poco profesional si se trata de colaborar con otros personajes del mundo del rock. Aunque hay constancia de su colaboración con el mismísimo Viggo Mortensen en varias ocasiones y en varios soundtracks de cine. Por cierto, uno de sus temas ha sido incluido en ese maravilloso videojuego que es Guitar Hero en su versión II.
Aquí les dejo el video:
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3 comentarios:
Qué envidia vivir tan cerca del mar. Gracias por el link del Bosco (desde la prepa no me había vuelto a acordar de él), al Gran Arkham le fascina la locura.
Qué bueno que pudiste darte una escapadita amiga. Siempre es bueno para la mente, el cuerpo y el alma.
Arkham: Jejeje, sip, vivir junto al mar es un privilegio. Lo bueno y lo malo es que tenemos temperaturas extremas: en verano, como ya lo has leido podemos llegar a los 40 grados y en invierno, algunos días podemos tener cinco o seis grados :p
Korkuss: Sip, siempre es bueno desconectar y como ya lo dije: el mar me revitaliza y me despeja :)
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