24 abril 2008

Pongan un libro en su vida


Uno de los mayores temores que conservo en mi interior es la extinción de los libros como objetos, como pequeñas joyas que aún podemos acunar en nuestras manos, palparlas, descifrar los rumores que emergen de sus páginas y que nos dicen de qué papel están hechas así como hasta olerlas cuando recién han salido de la imprenta, jejeje.

Sueno cuasi apocalíptica, lo sé, pero esto del poder de la Red y todo lo que implica, a veces dá mucho miedo aunque también despierte fascinación. Espero que nunca llegue ese día en que el libro como tal, hasta pueda estorbarnos y decidamos leer a través de una pantalla (que yo lo intento con algún e-book, pero al cabo de un tiempo me duelen los ojos y no soporto los destellos blanquecinos) única y exclusivamente. Hace algunos meses leí en el periódico que en noviembre se lanzó a la venta el Kindle: un lector de libros electrónicos patrocinado por el portal Amazon y cuyo objetivo es convertirse en el "iPod de la lectura" emulando y ampliando la experiencia de la lectura. Kindle apuesta por tecnología de E-Ink, tendrá conectividad inalámbrica (EVDO, 2.5G norteamericana), pesará 600 gramos y costará 400 dólares. La conexión será una de las claves del dispositivo. La idea es que desde cualquier lugar se pueda adquirir el libro que quieras y acceder a las revistas, periódicos y blogs a los que estás suscrito. Además se podrá utilizar Google, la wikipedia o navegar siguiendo los enlaces de los mismos. Amazon Kindle podrá almacenar alrededor de 200 libros y tendrá una autonomía de nueve treinta horas. El precio por libro rondará los 10 dólares. Por su parte Google planearía servir, con el acuerdo del editor, y a un precio fijado por éste (que sería una fracción del precio del libro en papel), libros digitalizados.

En algún blog leí también la crítica feroz de que este aparatejo va destinado principalmente para el consumidor de 30 años en adelante que mantiene una relación fetichista con el libro como objeto-símbolo de la cultura... Aunque al autor de dicho blog le queda el "consuelo" de que para las generaciones venideras ya no significará eso puesto que han crecido teniendo acceso a la cultura y a la información a través de una pantalla. Pues vaya forma de consolarse, digo yo. Sí, ya sé eso de la globalización, las nuevas tecnologías y la madre que los parió, pero yo insisto que tanta información causa desinformación. Ahora cualquier cualquiera se pega un viaje por la red con escalas mínimas y se auto-proclama un experto en todo lo que se nos pueda ocurrir.

De pronto, me pongo a pensar que aquella imagen "mítica" del amanuense medieval, casi siempre un monje, que era algo así como el guardián de la saber antiguo, valdrá sólo para los cuentos y las novelas históricas ficticias, jo.

Y espero que tampoco llegue el día en que cuasi tengamos que convertirnos en traficantes ya no de incunables, hahaha, sino de simple y sencillamente, por ejemplo, de las primeras ediciones de tal o cual libro de autores hoy reconocidos. Es que, en serio, el futuro para los que amamos los libros y el placer de la lectura, nos lo pintan muy negro.

Yo, como soy fiel creyente de que los niños imitan todo lo que hacen sus padres (y a veces con una precisión que dá verdadero miedo, hahaha) procuro que mi Happy Demon tenga el "buen ejemplo" de que vea a sus padres leyendo lo mismo un periódico que un libro. Y a pesar de que yo no fui la clásica niña a la que su madre le leía cuentos mientras agarraba sueño, hahaha, pues mi progenitora fue más partidaria de aquello de la tradición oral y contarme historias lo mismo siniestras y macabras que hasta históricas, jejeje, muchas veces procuro leerle algo a mi nano. A veces, él decide y me sorprende con El Corsario Negro, por ejemplo, jejeje. Será que recuerda que se lo leía en voz alta cuando aún estaba en mi barriga. Otras veces, aunque aún no sabe leer, claro está, me pide que le dé un libro y lo empieza a hojear aunque no tenga imágenes. A ver si como dicen por ahí: de la costumbre surja el cariño, hahaha.

Ayer, en este lado del mundo, se festejó el Día del Libro en conmemoración de la muerte de Cervantes (que, según sus biógrafos, murió el 22 de abril de 1616 pero fue enterrado hasta el día siguiente) y de la casualidad (misma fecha y mismo año) controvertida de la también muerte de Shakespeare. La controversia surge porque hay una diferencia de calendarios usados: la fecha de Shakespeare se refiere al calendario juliano (basado en el movimento del sol para medir el tiempo), vigente entonces en Inglaterra. En tanto que en los países católicos ya había entrado en vigor el gregoriano. En realidad, la muerte de Shakespeare tuvo lugar diez días después de la de Cervantes (según los autores, se fecha en el 3 o en el 4 de mayo del calendario gregoriano). En fin, que aquí el que "rifa" es Cervantes y por lo tanto, el 23 de abril es el Día del Libro.

Hubo festejos, lecturas, firmas de libros y una pequeña antesala para la Feria del Libro que hoy se inaugura aquí en Valencia en los Viveros (detrás de mi casa, jejeje). Algunos podrían desollarme viva pero yo no soy fan del Quijote y no lo he leído de cabo a rabo, lo siento. Así que para festejar a los libros, no necesito de un día específico, pero sí que me gustaría recordar algunos párrafos de una de las novelas de ese pedazo de escritor que es don Arturo Pérez-Reverte.

Ah, por cierto, antes de que se me olvide: Por favor, pongan un libro en su vida, pero no lo dejen como elemento decorativo en las estanterías de su casa. Disfrútenlo, atesórenlo y no dejen de preservarlo para las generaciones futuras.

. Los libros son puertas que te llevan a la calle. Con ellos aprendes, te educas, viajas, sueñas, imaginas, vives otras vidas y multiplicas la tuya por mil. A ver quién te da más por menos, Mejicanita. Y también sirven para tener a raya muchas cosas malas: fantasmas, soledades y mierdas así. A veces me pregunto cómo conseguís montároslo las que no leeis.

. Leer, había prendido en la cárcel, sobre todo novelas, le permitía habitar su cabeza de un modo distinto, cual si al difuminarse las fronteras entre realidad y ficción pudiera asistir a su propia vida, como quien presencia algo que le pasa a los demás. Aparte de aprenderse cosas, leer ayudaba a pensar difrente, o mejor, porque en las páginas otros lo hacían por ella. Resultaba más intenso que en el cine o en las teleseries; éstas eran versiones concretas, con caras y voces de actrices y actores, mientras que en las novelas podías aplicar tu punto de vista a cada situación o personaje. Incluso a la voz de quien contaba la historia: unas veces narrador conocido o anónimo, y otras una misma. Porque al pasar cada hoja -eso lo descubrió con placer y sorpresa- lo que se hace es escribirla de nuevo.

. Y así Teresa comprobó que lo que no era más que un objeto inerte de tinta y papel, cobraba vida cuando alguien pasaba sus páginas y recorría sus líneas, proyectando allí su existencia, sus aficiones, sus gustos, sus virtudes o sus vicios. No hay dos libros iguales porque nunca hubo dos lectores iguales. Y que cada libro leído es, como cada ser humano, un libro singular, una historia única y un mundo aparte.

"La Reina del Sur"

Arturo Pérez-Reverte, 2002

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