05 noviembre 2007

Jefes de jefes

Los Tigres del Norte en Madrid, octubre 2007


Creo que ya lo dije en alguna otra entrada, pero lo cierto es que en mi casa escuchábamos todo tipo de música: rancheras, ópera, norteña, flamenco, tangos, boleros, rock, blues y hasta el viejo y verdadero son cubano... Eso sí, lo tropical poco o escaso éxito tuvo, será que no teníamos raíces costeñas ni del sur de mi México querido. Sin embargo, cuando era adolescente caí en la tontería de negar que me gustaran las rancheras ni mucho menos la música llamada norteña. Me burlaba y criticaba al "populacho" que se emocionaba con grupos tan legendarios como Los Tigres del Norte, aunque en el fondo (en ese entonces, muy pero que muy en el fondo, hahaha) podía tararear canciones clásicas como La Puerta Negra o Contrabando y traición.

Los años han pasado y creo que las ideas en mi cabeza se han asentado. Poco más de un año antes de venir a España, en una fiesta familiar que incluyó un magnífico trío que lo mismo podían interpretar boleros que rancheras, me di cuenta de que me cuesta muy poco para arrancarme a cantar un amplio repertorio, jejeje, eso sí, hago acompañamientos, que yo no podría ser ni en sueños primera voz sólo si se tratara de hacerlo tipo Alaska, que yo no tengo un timbre agudo ni mucho menos.

Siempre se ha dicho que en la distancia se valoran mucho más las pequeñas grandes cosas, incluyendo por supuesto, a nuestra familia y a nuestra tierra. Hoy me pongo con mi marido a escuchar a todo volumen mi música mexicana y lo digo con mucho orgullo. Menos mal que a él desde pequeñito parece que le inocularon cierto aprecio por canciones como Juan Charrasqueado o La Adelita que dice que su abuelo cantaba con singular alegría. Y ahora que ha conocido a Los Tigres del Norte ya hasta tiene una canción favorita: Pacas de a kilo cuya letra pronto se aprendió de memoria. Y es que los Tigres, son mucho Tigres, hahahaha.

Los hermanos Hernández, acompañados de su primo Oscar Lara en la batería, han visitado España el pasado mes de octubre. Es una lástima que nadie se interesara en traerlos otra vez a Valencia como lo hicieron en el 2002 (donde uno de los mejores amigos de mi marido estuvo con ellos bebiéndose unos tequilas, suspirando por el México mítico con el que sueña desde niño gracias a los discos de Jorge Negrete de su madre) y en cambio fuesen a Bilbao (¿?) y naturalmente a Madrid y Barcelona. Las crónicas fueron muy buenas, en los diarios españoles destacan su poder de convocatoria y sobre todo su humildad, dicen que la que tienen los "grandes". Y cómo no, si los respalda una carrera de más de treinta años, 130 discos de platino, 120 de oro, siete veces nominados a los Grammys y merecedores de uno de esos premios.

Como era de esperar, Arturo Pérez-Reverte dedicó el espacio donde escribe todos los domingos a sus buenos amigos, sus compas, jejeje. Dicen por ahí que luego de escucharlos por primera vez declaró que "escribían novelas de 500 páginas en tres minutos" y que su reacción posterior fue escribir un narcorrido de 500 páginas al que tituló La Reina del Sur. A partir de entonces, se creó una unión muy especial entre el escritor y los músicos.

La moneda de plata y el tigre del Norte

Pongo la moneda de plata encima de la mesa y Jorge Hernández la mira sin comprender al principio. "Te la debo desde hace dos siglos y medio", digo. Jorge la agarra y la estudia, aún desconcertado, dándole vueltas entre los dedos. Es una pieza de ocho reales de plata mexicana, acuñada en 1769. "Ya es hora de que vuelva a su dueño", aclaro. Entonces Jorge, al fin, comprende y sonríe. Híjole. La plata de Taxco, o de por allí. Me da un abrazo. "Será muy valiosa", dice. Yo me encojo de hombros. "De ti depende -respondo-. Vale lo que tú qieras que valga".

Estamos comiendo en un restaurante de Madrid. A Jorge no se le nota huella ninguna de las cuatro horas que pasó anoche en un escenario de Madrid, con sus hermanos pequeños, los Tigres del Norte: el grupo norteño más famoso del mundo, pionero del narcocorrido y de la canción social de la frontera, cuya inmortal Contrabando y Traición -la historia de Camelia la Texana- empezó un género musical que hoy es cumbre del folclore mexicano, fenómeno cultural capaz de conseguir que Jorge y sus hermanos llenen de público el Estadio Azteca, o congreguen en sus conciertos al aire libre a cien mil personas que corean sus canciones porque las saben de memoria. Yo también las coreé anoche en Madrid. Estuve entre el público, a mis años y con la mili que llevo a cuestas, gritando "Sinaloa" en las pausas musicales, voceando la letra de Pacas de a kilo, de Jefe de Jefes, La reina del Sur, La mesera o Somos americanos, entre los aficonados españoles y la comunidad de México en Madrid, algunos de cuyos miembros vestían para la ocasión, sombreros y botas de piel de iguana, y agitaban banderas de su país, emocionados hasta la locura cuando Jorge, con su acordeón, sombrero alzado en la mano, cantaba aquello de: "Indios de dos continentes/ mezclados con español/ somos más americanos/ que el hijo de anglosajón"

Me gusta escuchar a Jorge -es muy inteligente y narra como nadie, por eso canta novelas en tres minutos- cuando confirma, con el tono sencillo de la buena gente de su tierra, que pese a treinta años de éxito y dinero no ha olvidado su infancia de niño pobre en Rosa Morada, Sinaloa, donde empezaba el colegio el 20 de septiembre porque el 15 sólo iban los chamacos que podían pagarse un uniforme. Cuando cuenta cómo aprendió a tocar el acordeón buscando en él las notas que hacía sonar en la guitarra. Cuando recuerda que empezó a cantar con ocho o nueve años por cantinas y burdeles, a veinticinco centavos canción, entre mesas manchadas de mezcal y tequila donde borrachos y putas fueron su primer público -ellas lo escondían bajo sus faldas cuando llegaba la policía-, hasta que una serie de azares y coincidencias lo pusieron en el camino que había de llevarlo al éxito de masas, a vender millones de discos y a ser imitado hasta la exageración por cientos de grupos norteños -algunos también excelentes- que fueron naciendo al socaire de los Tigres cuando éstos se conviertieron en maestros indiscutibles del género. Y mientras observo a Jorge Hernández comer despacio y mojar apenas los labios en la copa de vino, considero lo singular que resulta encontrar a alguien tan leal todavía a lo que en otro tiempo fue, inclido el niño que cantaba en las cantinas, y que aún pueda reconocerse ese niño en el hombre que ahora, en el escenario, bajo los focos, conserva la humilde calidez humana que permite a una superestrella del flolklore mexicano convertir su trabajo en espectáculo de comunión con un público enfervorizado, que sube al escenario a hacerse fotos con sus ídolos, mientras éstos recogen, obedientes, cada uno de los papelitos con peticiones que les entregan en pleno concierto, las leen en alto sin dejar de tocar y cantar, y procuran satisfacerlas. "Carga ladeada, cómo no... Para ustedes, con nuestro cariño, La puerta negra, claro que sí... Con mucho gusto, También las mujeres pueden"

"Ha sido un largo camino, Jorge". Se me queda mirando y asiente, dándole vueltas entre los dedos a la moneda de 1769. "Largo y pagándolo todo -responde-. Sin más deuda que con mis amigos". "Y con el público" apunto yo. "De él hablo -responde, suave- cuando digo mis amigos". Después, los dos echamos un vistazo a los periódicos, que traen fotos a toda página del concierto de anoche, y Jorge pone, sonriente, el dedo sobre una de las líneas de un artículo: "Interpretaron la mítica Reina del Sur, inspirada en una narcotraficante real, canción de la que Pérez-Reverte tomó algunas ideas para su novela". "No te molestará, ¿verdad?", comenta. Muevo la cabeza, y sonrío, feliz. "¿Molestarme? Todo lo contario, amigo. Me encanta. Así es como se construyen las leyendas

Arturo Pérez-Reverte
XL Semanal
4 de noviembre de 2007

2 comentarios:

LeBoheme dijo...

Es ya todo un clásico en mi família que me tio coja la guitarra en la comida de Navidad (bueno,a la hora de los licores/turrones/café) y cante la canción "de el rey", perdona mi ignorancia pero es que no se como se llama... la de: "con dinero y sin dinero..." jejejee

Es normal que eches en falta esas cosas, cuando estuve fuera simplemente con oler el romero me acordaba de mi tierra... y es que a que huelen los montes valencianos??? jajajaja

Besos

MacVamp dijo...

Jejeje, no te preocupes pequeña horrorita, simple y sencillamente esa canción se llama así: "El Rey", grande entre las grandes y una de las más clásicas dentro del repertorio de música ranchera.

Y mira, las echo en falta y no, pues afortunadamente he logrado reunir un gran repertorio de música típica de mi tierra gracias a la "mulita"... Así que, cuando la nostalgia pega fuerte o por puro gusto, siempre tengo a mano las canciones con las que crecí :)

Besos,
Mac