06 julio 2007

Trece


- Ha planteado el tema de la mentira - dije -. Quizás eso sí deba preocuparnos.

- ¿En qué sentido? - A través de los oscuros cristales podía vislumbrar los movimientos de las pestañas de la señorita Winter.

Estas se agazapaban y temblaban alrededor del ojo como largas patas de una araña.

- En los últimos dos años ha dado a los periodistas diecinueve versiones diferentes sobre su vida. Y ésas son sólo las que encontré en una búsqueda apresurada, pero debe de haber muchas más, probablemente centenares.

Se encogió de hombros.

- Es mi profesión. Soy narradora.

- Y yo soy biógrafa. Trabajo con hechos reales.

La señorita Winter asintió con la cabeza y sus tiesos bucles se movieron a una.

- Qué aburrido. Yo no podría haber sido biógrafa. ¿No cree que la verdad se puede contar mejor con un relato?

- Con los relatos que le ha contado al mundo hasta ahora, no.

La señorita Winter cedió asintiendo con la cabeza.

- Señorita Lea -comenzó con una voz pausada-, tenía mis razones para crear una cortina de humo en torno a mi pasado, pero le aseguro que esas razones ya no son válidas.

- ¿Qué razones?

- La vida es el abono.

Parpadeé.

- Sé que mis palabras le extrañan, pero es así. Toda mi vida y todas mis experiencias, las cosas que me han sucedido, la gente que he conocido, todos mis recuerdos, sueños y fantasías, cuanto he leído, todo eso ha sido arrojado al montón del abono que, con el tiempo, se ha ido descomponiendo hasta convertirse en un humus orgánico oscuro y fértil. El proceso de descomposición celular vuelve todo irreconocible. Otros lo llaman imaginación. Yo lo veo como un montón de abono. Cada cierto tiempo tomo una idea, la planto en el abono y espero. La idea se alimenta de esa materia negra que en otros tiempos fue una vida, absorbe su energía. Germina, echa raíces, produce brotes. Y así hasta que un día tengo un relato o una novela.

Asentí dándole mi aprobación a la analogía.

- Los lectores - prosiguió la señorita Winter - son ingenuos. Creen que todo lo que se escribe es autobiográfico. Y lo es, pero no como ellos creen. La vida del escritor necesita tiempo para descomponerse antes de que pueda ser utilizada para alimentar una obra de ficción. Hay que dejar que se pudra. Por eso no podía tener a periodistas y biógrafos hurgando en mi pasado, recuperando retazos y fragmentos, conservándolos mediante sus palabras. Para escribir mis libros necesitaba dejar tranquilo mi pasado a fin de dejar que el tiempo hiciera su trabajo.

Después de meditar su respuesta, le pregunté:

- ¿Y qué ha sucedido para que ahora desee cambiar las cosas?

- Ya soy vieja. Estoy enferma. Una esos dos hechos, biógrafa, ¿y qué obtiene? El final de la historia, creo yo.

"El cuento número trece"
Diane Setterfield

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Hace tiempo que un libro no me entusiasmaba tanto dejándome tan buen sabor de boca. Podría decirse que es un homenaje a la clásica novela gótica y al legado de las hermanas Brönte y Wilkin Collins. Además, de alguna forma, se las ingenia para mantener una atmósfera atemporal que bien puede ubicarse tanto a principios del siglo pasado hasta mediados, más o menos. Hay toda clase de sentimientos y un final satisfactorio, el que se espera en toda historia bien construida y redondeada que se precie de serlo. Y me temo que su éxito cuasi inmediato se ha debido en buena parte a que se escapa por completo de toda esa oleada asfixiante de novelas que intentan imitar al Código Da Vinci, inclusive, en la más reciente revista de el Círculo de Lectores he descubierto una que se llama: "La clave Gaudí", por favor!!!!

En lo personal, me encuentro un poco harta de tanto misterio ligado con el pasado. Sí, me encantan los enigmas sagrados y eso ha sido desde siempre, no sólo a raíz de la lectura de El Código Da Vinci (que leí mientras estaba embarazada), pero es que todas las editoriales pretenden montarse en el mismo carro del éxito y repletan el mercado con historias que no son otra cosa más que variaciones sobre el mismo tema, y no sólo en el aspecto de misterios ligados con la religión y/o sociedades secretas y herméticas, sino con personajes antiguos y muy conocidos (de preferencia escritores).

Nacida en Berkshire, Inglaterra, Diane Setterfield estudió en la Theale Green Community School y, posteriormente en la Universidad de Bristol, donde se licenció en Literatura francesa. Especializada en la creación literaria gala del siglo XX y, en particular, en la obra de André Gide, durante años colaboró en distintas instituciones y centros académicos. La publicación en 2006 de su ópera prima El cuento número trece -una obra que se inscribe en la mejor tradición de la novela gótico-romántica- ha supuesto una de las mayores y más agradables sorpresas literarias de los últimos años y ha alcanzado el primer puesto en la lista de los libros más vendidos del New York Times.

Más que recomendable :)


1 comentario:

Korkuss dijo...

Wow, suena muuuy interesante amiga. Me pregunto si podré conseguirlo por aquí.