Pues eso, que hoy 1 de diciembre, publico el post número 1000 en estos nueve y medio años de haberme lanzado hacia la blogosfera :D
Quizás, hace tiempo que debí llegar a esta cantidad, pero cada vez resulta más difícil mantener estos espacios que sufren una dura competencia con las aparición de las redes sociales. Y a veces, las más, pienso que ya es una pérdida de tiempo porque no creo que existan lectores cautivos o que persistan aquellos que caimos rendidos ante esta oportunidad que nos daba la red.
Hoy he decidido 'celebrar' publicando una reseña muy personal que hice sobre la novela El Tango de la Guardia Vieja de mi admirado Arturo Pérez-Reverte, a mediados de enero de 2013. La publiqué en un par de sitios pero no se me ocurrió hacerlo en mi propio blog... Así que he decidido poner remedio :)
La mañana del lunes pasado terminé de leer El
Tango de la Guardia Vieja (lo leí en el fin de semana, luego de la
espera de casi tres semanas a partir de que una querida amiga lo
depositó en Correos de Madrid ) “Reposé” la lectura lo que restó del día y el martes me dediqué a hacer otra lectura rápida
No es nada nuevo en Don Arturo hacer ese encaje de bolillos para que todas las piezas encajen de forma precisa. Pero en El Tango, se nota el oficio. Me ha gustado mucho la “facilidad” con que nos lleva y nos trae en el tiempo, no sólo por los detalles de las canciones o de la moda, sino por la forma de actuar de los personajes: sus reacciones, sus pensamientos. Debo confesar que he caído rendida ante ese es canalla simpático llamado Max. Que si bien, en un principio no le encontraba un rostro donde “ubicarlo”, conforme iba leyendo se me “dibujó” una mezcla entre Cary Grant y los primeros años como actor de Gary Cooper.
Y me gusta “ver” a ese Max sesentón a lo Vittorio De Sica Joer, me costó Dios y ayuda no imaginármelo como él cuando las pasa tan putas para entrar a la habitación del ruski. Que miren que ya son ganas de tentar a la suerte, jejeje. Pero se entiende que después de cierta edad, no voy a decir cuál precisamente porque puede ser después de los cuarenta o de los setenta, qué sé yo, uno eche la vista atrás y lo invada la nostalgia y quiera sentirse, aunque sólo sea por un momento, como se sentía en aquellos años. Y esta es la sensación que me dio toda la novela: nostalgia. Ya no porque lo que pudo haber sido y no fue, sino precisamente porque lo que fue y no volverá a ser. Porque la vida se ha encargado de enredar o desenredar los hilos del destino. Porque Don Arturo escogió con gran tino la frase de Joseph Conrad. Y porque una de mis partes favoritas de la novela es cuando ese Max sesentón se “envalentona” y le reclama a Mecha (páginas 412 y 413) que nunca se bajó de sus pedestal para vivir una vida real no la que la suerte le había otorgado sin carencias de ningún tipo. Y para mí, en ese momento, está una de las claves de la historia de Max y Mecha:
-Podías permitirte ese lujo. También ése. Yo tenía otras cosas de qué ocuparme. Amar no era la más urgente.
Max saca la casta, como aquel que dice y nos permite vislumbrar lo que más tarde, algunos (quizá) hemos confirmado: la historia de ellos es más pasional que pletórica de amor. Lo cual a mí, no me disgusta. Es por eso que agradecí como no se imaginan que Don Arturo no cayese en el “recurso fácil” del happy end y comieron perdices Y aquí aprovecho para confesarles que Mecha no se ganó mi simpatía… Ni aun siendo mayor deja de ser tan hijaputa, tan manipuladora y tan fría. Que sí, que muy pasional, pero las entretelas como un congelador. Y disculpen, pero no alcanzo a distinguir si lo suyo es pura fachada debido a las circunstancias o a aquello que nos decían las abuelas, a generaciones enteras de que ‘tú hazte la inancansable, date a deseo, bla, bla, bla’ o a que verdaderamente sólo se tienta el corazón cuando se convierte en madre. Porque vaya manera de “aprovecharse” del tontorrón de Max para beneficiar a su hijo. Y hablando de Jorge Keller, me gusta que tras la confesión de Mecha (que en cierto modo, se “veía venir” o a mí me lo pareció) Max ni por un instante caiga en el melodrama de la voz de la sangre, de sentir algo y todo eso. Y que con todo y todo, quede flotando el aire la duda de Max sobre su paternidad.
Mecha, ay Mecha. A pesar de que podamos imaginarla como una Grace Kelly (influencia de la portada) yo, por momentos, la ubicaba ya como Lauren Bacall, ya como Ingrid Bergman, dependiendo de la “circunstancia” Sí, muy guapa, muy arrebatadora, una semi-diosa por la que cualquiera daría la vida, pero ella a la suya, que los demás bailen al son que ella toca sea con 25 años que con más de sesenta. Repito, no se ganó mi simpatía. Tal vez, sólo tal vez, cuando Jorge le comenta a Max lo afectada que la nota por su aparición. Quizá, entonces, puede que creamos que ha mantenido a raya sus sentimientos por gusto, por conveniencia o por como fue educada. Tal vez asimilemos que es de carne y hueso y no de simple hielo cuando Don Arturo la muestra tan pasional. Y aunque para los demás, para el público promedio, eso de sexo turbio les suena a cosa secreta, oculta, inexplorada, jejejeje, yo no califico de sexo turbio lo que Don Arturo muestra. Es simple y sencillamente otra forma de tener relaciones, de quedar en carne viva para vibrar con los cinco sentidos. Es más, lo que quizá se pueda considerar orgía, no lo es. Queda en un menage a trois algo peculiar, jejejeje. Y Armando no es más que un voyerista. Que ojo, no minimizo su “papel” dentro del auto-descubrimiento que hace Mecha sobre sus gustos sexuales, al contrario, considero que sólo siendo de esa forma, pudo abrirle tantas puertas a su mujer y puede conservarla. No olvidemos que Mecha son las antenas que lo conectan con el mundo real. Y Max, ay Max, “dejándose llevar” por las circunstancias, seducido por esa malicia “inimaginable” que exuda la niña bien El seductor resultó seducido.
Para mí, la relación de Max y Mecha es pura pasión. Querer medirse de igual a igual aunque provengan de mundos tan distintos. Es haberlo conseguido aunque fuese por instantes fugaces y esos quedasen grabados a fuego en la memoria y en el cuerpo. A mí me queda la duda del amor así, simple y sin acentos.
Me gusta cómo Don Arturo logró combinar el campeonato de ajedrez y la historia de espionaje. Como pasa de puntillas por el inicio de la Guerra Civil y lo hijoputa que se adivina que es Mostaza con una simple sonrisa. Y será que tengo una simpatía natural por los italianos, jejeje, pero logran volverse entrañables Barbaresco y Tignanello. Me gustó la descripción que hizo del segundo: “Siciliano o calabrés, imaginó Max. Con toda la melancolía racial de allá abajo pintada en la cara”. Me sigue gustando como con algunas pinceladas que pueden parecer tan simples, logra que imaginemos a los personajes ya sea físicamente o psicológicamente. Y encontré una “similitud” con La Reina del Sur: ‘…y supo que aquella luz azulada y gris, sucia de lluvia otoñal, era presagio de que pronto la perdería para siempre’. Esos amaneceres sucios, esa hora de las ejecuciones, de los fusilamientos. Teresa siempre pensando que esa será la hora de su muerte. Max fatalista también.
Dos frases que me hicieron soltar una carcajada ‘Reprimiendo el deseo de retroceder y protegerse –se sentía como una almeja cruda que acabara de recibir un chorro de limón- miró los gemelos de miel mientras procuraba desmentirlo todo con una sonrisa’. Y esta: ‘El ambiente era artificial, deliberado, entre apache tardío y surrealista rancio’. Carcajada por las descripciones tan certeras, porque inmediatamente las imagina una Lo mismo que las descripciones del paisaje. Quizá en algún momento se engolosinó demasiado, pero resultan totalmente cinematográficas.
En esta ocasión eché un poco de menos el thriller trepidante, jejejeje. Sí, ya, los tiros no iban por ahí, pero con todo y la historia de espionaje, sentí que me faltó esa dosis al estilo de Don Arturo. Tengo muy presentes El Club Dumas y La Piel del Tambor, por ejemplo. Lo mismo que El Asedio. Y mentira que “su” Madame Bovary sea Mecha como se ha comentado o creí escuchar en la presentación en Sevilla. La suya, sin dudarlo es Teresa Mendoza y punto. Pocos escritores, quizá contados con la mano y hasta sobren dedos, han logrado ponerse en la piel y en los zapatos de una mujer y hayan creado personajes tan bien logrados.
Entiendo por qué hasta ahora don Arturo pudo escribir El Tango de la Guardia Vieja. Encuentro la similitud con la película The Unforgiven de Eastwood que es considerada un western crepuscular. Eastwood no podría haberla hecho en la época de los spaghetti western No tenía ni la experiencia ni el bagaje y tampoco hubiese sido creíble la historia de un hijoputa redimido que por circunstancias de la vida intenta hacer de nuevo lo único que sabía hacer bien. Sólo los años nos dan ese tipo de mirada, ese tipo de visión. Y la nostalgia de todo lo que vivimos o hicimos. Puede que con sesenta y tantos años Max esté de capa caída, un poco avergonzado de la playa donde el naufragio de la vida lo ha depositado, pero es un sobreviviente y eso lo deja Don Arturo muy claro en ese soberbio final
Por supuesto, no hay mejor banda sonora para esta historia que el tango, sexo en vertical, sin duda Y que la mejor escena, la más emblemática, sea el tango sin música que se marcan Max y Mecha.
No es nada nuevo en Don Arturo hacer ese encaje de bolillos para que todas las piezas encajen de forma precisa. Pero en El Tango, se nota el oficio. Me ha gustado mucho la “facilidad” con que nos lleva y nos trae en el tiempo, no sólo por los detalles de las canciones o de la moda, sino por la forma de actuar de los personajes: sus reacciones, sus pensamientos. Debo confesar que he caído rendida ante ese es canalla simpático llamado Max. Que si bien, en un principio no le encontraba un rostro donde “ubicarlo”, conforme iba leyendo se me “dibujó” una mezcla entre Cary Grant y los primeros años como actor de Gary Cooper.
Y me gusta “ver” a ese Max sesentón a lo Vittorio De Sica Joer, me costó Dios y ayuda no imaginármelo como él cuando las pasa tan putas para entrar a la habitación del ruski. Que miren que ya son ganas de tentar a la suerte, jejeje. Pero se entiende que después de cierta edad, no voy a decir cuál precisamente porque puede ser después de los cuarenta o de los setenta, qué sé yo, uno eche la vista atrás y lo invada la nostalgia y quiera sentirse, aunque sólo sea por un momento, como se sentía en aquellos años. Y esta es la sensación que me dio toda la novela: nostalgia. Ya no porque lo que pudo haber sido y no fue, sino precisamente porque lo que fue y no volverá a ser. Porque la vida se ha encargado de enredar o desenredar los hilos del destino. Porque Don Arturo escogió con gran tino la frase de Joseph Conrad. Y porque una de mis partes favoritas de la novela es cuando ese Max sesentón se “envalentona” y le reclama a Mecha (páginas 412 y 413) que nunca se bajó de sus pedestal para vivir una vida real no la que la suerte le había otorgado sin carencias de ningún tipo. Y para mí, en ese momento, está una de las claves de la historia de Max y Mecha:
-Podías permitirte ese lujo. También ése. Yo tenía otras cosas de qué ocuparme. Amar no era la más urgente.
Max saca la casta, como aquel que dice y nos permite vislumbrar lo que más tarde, algunos (quizá) hemos confirmado: la historia de ellos es más pasional que pletórica de amor. Lo cual a mí, no me disgusta. Es por eso que agradecí como no se imaginan que Don Arturo no cayese en el “recurso fácil” del happy end y comieron perdices Y aquí aprovecho para confesarles que Mecha no se ganó mi simpatía… Ni aun siendo mayor deja de ser tan hijaputa, tan manipuladora y tan fría. Que sí, que muy pasional, pero las entretelas como un congelador. Y disculpen, pero no alcanzo a distinguir si lo suyo es pura fachada debido a las circunstancias o a aquello que nos decían las abuelas, a generaciones enteras de que ‘tú hazte la inancansable, date a deseo, bla, bla, bla’ o a que verdaderamente sólo se tienta el corazón cuando se convierte en madre. Porque vaya manera de “aprovecharse” del tontorrón de Max para beneficiar a su hijo. Y hablando de Jorge Keller, me gusta que tras la confesión de Mecha (que en cierto modo, se “veía venir” o a mí me lo pareció) Max ni por un instante caiga en el melodrama de la voz de la sangre, de sentir algo y todo eso. Y que con todo y todo, quede flotando el aire la duda de Max sobre su paternidad.
Mecha, ay Mecha. A pesar de que podamos imaginarla como una Grace Kelly (influencia de la portada) yo, por momentos, la ubicaba ya como Lauren Bacall, ya como Ingrid Bergman, dependiendo de la “circunstancia” Sí, muy guapa, muy arrebatadora, una semi-diosa por la que cualquiera daría la vida, pero ella a la suya, que los demás bailen al son que ella toca sea con 25 años que con más de sesenta. Repito, no se ganó mi simpatía. Tal vez, sólo tal vez, cuando Jorge le comenta a Max lo afectada que la nota por su aparición. Quizá, entonces, puede que creamos que ha mantenido a raya sus sentimientos por gusto, por conveniencia o por como fue educada. Tal vez asimilemos que es de carne y hueso y no de simple hielo cuando Don Arturo la muestra tan pasional. Y aunque para los demás, para el público promedio, eso de sexo turbio les suena a cosa secreta, oculta, inexplorada, jejejeje, yo no califico de sexo turbio lo que Don Arturo muestra. Es simple y sencillamente otra forma de tener relaciones, de quedar en carne viva para vibrar con los cinco sentidos. Es más, lo que quizá se pueda considerar orgía, no lo es. Queda en un menage a trois algo peculiar, jejejeje. Y Armando no es más que un voyerista. Que ojo, no minimizo su “papel” dentro del auto-descubrimiento que hace Mecha sobre sus gustos sexuales, al contrario, considero que sólo siendo de esa forma, pudo abrirle tantas puertas a su mujer y puede conservarla. No olvidemos que Mecha son las antenas que lo conectan con el mundo real. Y Max, ay Max, “dejándose llevar” por las circunstancias, seducido por esa malicia “inimaginable” que exuda la niña bien El seductor resultó seducido.
Para mí, la relación de Max y Mecha es pura pasión. Querer medirse de igual a igual aunque provengan de mundos tan distintos. Es haberlo conseguido aunque fuese por instantes fugaces y esos quedasen grabados a fuego en la memoria y en el cuerpo. A mí me queda la duda del amor así, simple y sin acentos.
Me gusta cómo Don Arturo logró combinar el campeonato de ajedrez y la historia de espionaje. Como pasa de puntillas por el inicio de la Guerra Civil y lo hijoputa que se adivina que es Mostaza con una simple sonrisa. Y será que tengo una simpatía natural por los italianos, jejeje, pero logran volverse entrañables Barbaresco y Tignanello. Me gustó la descripción que hizo del segundo: “Siciliano o calabrés, imaginó Max. Con toda la melancolía racial de allá abajo pintada en la cara”. Me sigue gustando como con algunas pinceladas que pueden parecer tan simples, logra que imaginemos a los personajes ya sea físicamente o psicológicamente. Y encontré una “similitud” con La Reina del Sur: ‘…y supo que aquella luz azulada y gris, sucia de lluvia otoñal, era presagio de que pronto la perdería para siempre’. Esos amaneceres sucios, esa hora de las ejecuciones, de los fusilamientos. Teresa siempre pensando que esa será la hora de su muerte. Max fatalista también.
Dos frases que me hicieron soltar una carcajada ‘Reprimiendo el deseo de retroceder y protegerse –se sentía como una almeja cruda que acabara de recibir un chorro de limón- miró los gemelos de miel mientras procuraba desmentirlo todo con una sonrisa’. Y esta: ‘El ambiente era artificial, deliberado, entre apache tardío y surrealista rancio’. Carcajada por las descripciones tan certeras, porque inmediatamente las imagina una Lo mismo que las descripciones del paisaje. Quizá en algún momento se engolosinó demasiado, pero resultan totalmente cinematográficas.
En esta ocasión eché un poco de menos el thriller trepidante, jejejeje. Sí, ya, los tiros no iban por ahí, pero con todo y la historia de espionaje, sentí que me faltó esa dosis al estilo de Don Arturo. Tengo muy presentes El Club Dumas y La Piel del Tambor, por ejemplo. Lo mismo que El Asedio. Y mentira que “su” Madame Bovary sea Mecha como se ha comentado o creí escuchar en la presentación en Sevilla. La suya, sin dudarlo es Teresa Mendoza y punto. Pocos escritores, quizá contados con la mano y hasta sobren dedos, han logrado ponerse en la piel y en los zapatos de una mujer y hayan creado personajes tan bien logrados.
Entiendo por qué hasta ahora don Arturo pudo escribir El Tango de la Guardia Vieja. Encuentro la similitud con la película The Unforgiven de Eastwood que es considerada un western crepuscular. Eastwood no podría haberla hecho en la época de los spaghetti western No tenía ni la experiencia ni el bagaje y tampoco hubiese sido creíble la historia de un hijoputa redimido que por circunstancias de la vida intenta hacer de nuevo lo único que sabía hacer bien. Sólo los años nos dan ese tipo de mirada, ese tipo de visión. Y la nostalgia de todo lo que vivimos o hicimos. Puede que con sesenta y tantos años Max esté de capa caída, un poco avergonzado de la playa donde el naufragio de la vida lo ha depositado, pero es un sobreviviente y eso lo deja Don Arturo muy claro en ese soberbio final
Por supuesto, no hay mejor banda sonora para esta historia que el tango, sexo en vertical, sin duda Y que la mejor escena, la más emblemática, sea el tango sin música que se marcan Max y Mecha.
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