Fred Vargas, entre las tumbas del cementerio de Montparnasse.
(Foto: Daniel Mordzinski )
Dicen que es una mujer difícil a la que no le gusta hablar de su
trabajo. Pero la sensación dura solo un momento. Basta citar el nombre
de Cesare Battisti y Fred Vargas se convierte en un torrente. Lleva años
apoyando la causa de este exmilitante de la extrema izquierda italiana,
que se fugó a Francia y luego a Brasil y que hace unos meses se libró
de ser extraditado a Italia gracias al expresidente Lula da Silva.
Durante media hora, esta novelista de arrollador éxito mundial -seis
millones de libros vendidos en 20 idiomas- cuenta cómo renunció a su
vida y su rutina familiar para defender a Battisti, sus continuos viajes
a Brasil, sus gestiones con abogados y políticos, su enfado con los
medios que a su juicio tomaron partido contra el exterrorista, condenado
en rebeldía por cuatro asesinatos en los años de plomo que siempre negó
haber cometido.
Una vez zanjado el asunto -"ahora Battisti está
mejor, se va a mudar a Río y publicará su libro en febrero"-, Vargas, de
54 años, sonrisa dulce y cara de niña, está lista para hablar de su
último libro, El ejército furioso (Siruela), un nuevo caso que
sitúa a su comisario, el ecologista y desgarbado Adamsberg, en medio de
una leyenda medieval que amenaza a los habitantes de Ordebec, un pueblo
ficticio situado en Calvados (Normandía), la zona donde la autora vivió
de niña.
Es el último enigma urdido por Vargas, una arqueóloga
especializada en zoología que se llama en realidad Frédérique
Audoin-Rouzeau. El seudónimo se lo copió a su hermana gemela, Jo, que lo
tomó de María Vargas (La condesa descalza) y que además de
pintora es la correctora de sus novelas. "Tenemos una relación especial,
como todos los gemelos. Nuestra identidad no está completa sin la otra.
Juntas formamos un ocho. Yo corrijo sus cuadros, ella mis libros. Jo
conoce mejor la música de mis diálogos que yo misma. Sabe lo que
funciona y lo que no. Y hasta que ella no cambia las disonancias, la
novela no está terminada".
La acción de El ejército furioso
arranca en un París muy caluroso, con un crimen insólito -un anciano
asfixia a su mujer con migas de pan- y una imagen: una paloma con las
patas atadas por un alambre. Adamsberg resuelve el primer crimen en
cinco minutos, pero enseguida se ve metido en una vorágine de
superstición, altas finanzas y asesinatos en serie: cadáveres vivientes
vuelven de la Edad Media, y los viejos fantasmas infantiles determinan
el presente.
"Oí hablar de la armada furiosa en los libros y me
gustó el sonido", explica Vargas. "Pero, como siempre, la novela empezó
con una imagen. En este caso vi a una anciana tumbada en un camino,
cruzada como un tronco de árbol. Me puse a escribir sin saber quién era.
'Mierda, ¿quién es? Ah, una condesa. No, es imposible porque es pobre
como una rata...'. Ese hilo me sirvió para relacionar la aristocracia
del lugar con los financieros, y me fue llevando... Al empezar tampoco
sabía quién era el asesino. El 80% de las cosas que suceden en mis
libros son imprevistas. No tengo mucha imaginación, pero una palabra me
lleva a una imagen, y esa imagen a otras palabras... Las imágenes van
pasando ante mí mientras escribo, como en el cine. Y es siempre un lío
controlarlas. Por eso tengo que escribir muy deprisa, porque me da miedo
olvidar las cosas que veo...".
Como por arte de magia, esa
insensata mezcla de apariciones, mitos, realidad y espectros va
haciéndose tangible ante el lector, a medida que lo atrapa. Ayudan unos
diálogos magníficos, unos personajes dibujados con chispazos de genio,
la relación entre la historia central y los enigmas colaterales... Hasta
que, de repente, lo increíble se torna creíble, impepinable... Y todo
encaja.
¿Cómo se las arregla para cerrar todas las historias al
final? "¡Sufro lo mío! A mitad me suelo parar y me hago un mapa que me
ayuda a orientarme. De pronto recupero a un personaje de un libro
anterior, o escribo a un amigo pidiendo ayuda... Lo que más me cuesta es
encontrar los móviles del asesino, eso es lo más difícil. Racionalizo
poco, si lo hiciera no me pondría a hacer una historia de muertos
vivientes. Y soy incapaz de programar un guion, porque de pronto me
viene algo real que se mete en la intriga a la fuerza. El palomo con las
patas atadas, por ejemplo, lo vi realmente un día desde un café
mientras hablaba con una periodista. Me afectó mucho ese sadismo
absoluto, tan gratuito. Ella lo recogió y lo curó en casa. Luego lo
soltó, y un día volvió y tocó en su ventana con el pico...".
Estamos
al lado del cementerio de Montparnasse. Las ventanas de la casa de Fred
Vargas dan sobre las tumbas. La luz de París agoniza, y el fotógrafo
Daniel Mordzinski sugiere dar un paseo entre los muertos. La foto parece
estar hecha en Normandía. Son los misterios de Fred Vargas, que tiene
cara de hada pero escribe como una hechicera. Como las anteriores, esta
novela fue terminada en 21 días. Ni uno más ni uno menos, asegura: "Me
fui a Normandía con una mesa y un ordenador. Y todo el tiempo escribí
con la misma intensidad. No es escritura automática, para que el arte
parezca verdad y no un folletón hay que trabajar mucho. Cuando acabé, 21
días justos después, lloré de lo mala que era. Los diálogos eran
horribles y había salido larguísima. Por suerte, Jo me ayudó a cortar y a
corregir la melodía".
*******
25 años de carrera
- En 25 años de escritura, Fred Vargas ha publicado ensayos, obras científicas y, sobre todo, novelas. Los juegos del amor y de la muerte (1986) fue su ópera prima.- En 1991 debutaba el comisario Adamsberg (El hombre de los círculos azules, Siruela), protagonista de 10 novelas de Vargas, siendo la última El ejército furioso.
- Su novela Huye rápido, vete lejos (Siruela) fue llevada al cine por Régis Wargnier en 2007.
- Sus obras han sido traducidas a 20 idiomas y han vendido más de seis millones de ejemplares
Miguel Mora
El País
5 de diciembre de 2011
*******
El enigma Fred Vargas
La cita es en un café de su barrio, a doscientos metros de su casa. Ha
sido difícil obtenerla porque ella anda ocupadísima en la defensa de su
amigo Cesare Battisti, antiguo refugiado político en la Francia de
Mitterrand y hoy encarcelado en una prisión brasileña en espera de su
extradición hacia Italia, donde ya fue condenado -en rebeldía- por un
crimen que él asegura no haber cometido. "Todo el juicio descansa en el
testimonio de un arrepentido, un personaje que, a base de denunciar a otros, ha obtenido la libertad", explica Vargas, que ha escrito un libro-dossier sobre el caso: La vérité sur Cesare Battisti.
El hecho de que ahora se descubra que un antiguo ministro italiano de
Justicia aceptaba sobornos de la Mafia la ratifica en su convicción
sobre la inocencia de Battisti. La responsable de prensa de la editorial
-Éditions Viviane Hamy- me ha prevenido: "No le hable de Battisti o no
conseguirá hacerle hablar de ningún otro tema".
Fred Vargas (París, 1957) ha cumplido los 50 pero tiene facciones de
bebé. Habla sin levantar la voz, incluso cuando se refiere a temas que
le apasionan. En el café no se puede fumar, como en todos los lugares
públicos en Francia, y eso la obliga -nos obliga- a interrumpir la
entrevista de cuando en cuando y a salir a la calle. Cambiamos de tema.
"Todas las estadísticas sobre el tabaquismo pasivo son falsas. La lucha
contra el tabaco sirve para focalizar la atención en algo que no tiene
importancia. Mientras, el planeta sigue recalentándose y el hielo de los
polos fundiéndose. Cuando en París el agua nos llegue a las rodillas
aún habrá idiotas que seguirán preocupándose por el tabaco".
Ahora Siruela, en su colección Nuevos Tiempos, publica La tercera virgen, la traducción castellana de Dans les bois éternels,
publicada en francés en abril de 2006 y de la que se han vendido más de
400.000 ejemplares en su idioma original. Fred Vargas se ha convertido
en un fenómeno pues la publican en 35 países y más de cinco millones de
personas han comprado sus libros. "Del primero vendí 1.500 ejemplares. Y
los que escribí después, en 1986 y 1987, L'école du crime y Los que van a morir te saludan, no
fueron publicados hasta años después. Las editoriales no los querían,
me decían que no casaban con su línea, que no encajaban en el molde de
lo que se ha dado en llamar novela negra. ¡Y es que yo no escribo novela
negra sino novela de enigmas!". Y no tiene el menor reparo en
declararse admiradora de Agatha Christie, tan poco estimada por los
partidarios de la novela negra pura y dura -"en Agatha Christie no hay
música, sólo sonido", dice, para resumir las prodigiosas mecánicas
ideadas por la novelista británica-, al tiempo que reconoce que las
suyas no son tampoco meras charadas que se proponen al lector: "Mire, el
arte es un medicamento. Nos ayuda a vivir. Entre todos los animales, el
hombre es el único que se ha inventado la creación artística. La
necesitamos para escapar de la realidad y poder volver a ella y mirarla a
los ojos".
Lo dice ella, que se oculta tras un seudónimo. En
realidad o, mejor dicho, en la vida administrativa, Fred Vargas se llama
Frédérique Audoin y durante más de veinte años ha trabajado como
investigadora, concretamente como arqueozoóloga. "Me he ocupado de la
historia de la transmisión de las epidemias, concretamente de la pulga
que transmitía la peste. Y también de la economía en la Edad Media a
partir del consumo de carne, un estudio que parte de otro sobre el
tamaño de los animales de labor. Los bueyes romanos eran mucho mayores
que los que existieron dos siglos después de la caída del imperio. A
base de cruzar razas los romanos lograron bestias que daban más carne o
más leche. Pero modificar el volumen muscular o de carne no es difícil
mientras que lograr esa modificación en la estructura ósea lleva siglos.
Por eso, a partir de un cierto momento, hay que ayudar a parir a los
animales y muchos de ellos nacen muertos o con deformaciones". La
comparación entre la arqueología y la medicina forense es obvia y en las
novelas de Vargas el paralelismo es evidente.
La coexistencia
entre los dos mundos, el de la investigación y el de la novela
policiaca, no siempre ha sido fácil. "Quería escribir una novela, para
divertirme, y eso coincidió, en el tiempo, con el momento en que
preparaba mi concurso de entrada en el CNRS (Centro Nacional de
Investigación Científica). Mi hermana gemela, Jo, que pinta, había
adoptado el apellido Vargas en homenaje a María Vargas, el personaje que
interpreta Ava Gardner en La condesa descalza, y yo, como no puedo separarme de ella, también pasé a ser Vargas, Fred Vargas. Así nadie supo nada en el CNRS".
Jo, la hermana, es la primera lectora de sus novelas. Y se las comenta de manera muy sucinta, anotando los márgenes con smileys, esos rostros sonrientes, serios, carcajeándose o llorando que ha adoptado la informática. "En La tercera virgen,
Jo me decía que había que sacar la historia del gato, que era
increíble, que nadie iba a tragarse aquello. Pero esa vez no le hice
caso. Me divertía demasiado imaginar una cuadrilla de hombres, unos en
helicóptero, los otros en coche, siguiendo a un gato que les ha de
conducir hasta donde está oculta una mujer. La idea misma de un monstruo
mecánico dependiendo de los caprichos de una gata gordita me parece
poética y divertida". Y es cierto que lo es y que da pie a uno de los
mejores capítulos del libro. Aunque quizás no sea realista. "Pero es que
yo no soy realista. Me preocupo por la realidad, eso sí".
En casi
todos sus libros asistimos a una confrontación entre dos mundos, el de
París, que es una ciudad contemporánea pero algo imprecisa, y el campo o
la alta montaña, Normandía o una región vecina a los Alpes. O los
bosques de Quebec. "Nunca incluyo detalles sobre marcas como tampoco doy
títulos de canciones ni explico si el coche tiene radio o tocadiscos
para evitar que se pueda datar con exactitud lo que cuento. De la misma
manera, tampoco hay referencias explícitas a la política. Si los hombres
hacemos arte no es para repetir la vida, para hacer un doble de la
vida. Y eso ya era así cuando vivíamos en cavernas. Creamos a partir de
lo real pero lo desfiguramos, lo exageramos, lo miniaturizamos o le
damos un carácter grotesco. Eso nos permite ver la realidad bajo otro
prisma y comprender mejor y aceptar. Pero para que la creación artística
funcione, para que tenga las virtudes terapéuticas que yo le atribuyo,
hace falta que no esté demasiado alejada de lo real. Si es una
abstracción, si no hay permeabilidad entre arte y vida, entonces el
trasplante no funciona, se produce un rechazo. Fíjese, usted no podrá
transcribir esta conversación tal cual, sin ordenarla, sin cortar las
repeticiones, las vacilaciones, sin buscar una mayor intensidad. Si se
limita a copiar lo que oiga en su magnetófono, entonces eso será
ilegible. No parecerá real. Para que las cosas parezcan reales, el arte
sabe cómo hay que falsificar".
El tema de la gemelidad aparece
varias veces en sus novelas. En la última, el comisario Adamsberg se
encuentra con un casi gemelo, Veyrenc. Y en otras novelas, como Huye rápido, vete lejos,
el personaje de Damas también tiene una suerte de gemelo. En algunas
los protagonistas son tercetos o tríos -de estudiantes, de
historiadores, de funcionarios de policía, etcétera-. "Además de mi
hermana Jo, tengo un hermano mayor, que nos lleva dos años. Me he
inspirado en él, en Jo y en mí misma para la serie de los Evangelistas. No somos reconocibles pero somos nosotros. Y es nuestra manera de funcionar como hermanos".
Lejos
de París -pero también en París- coexisten todos los tiempos. Hay
aviones pero también hombres-lobo, se mira la televisión pero también
encontramos libros en latín y pócimas que garantizan la inmortalidad. El
mundo aparece con todos sus estratos superpuestos. Y hay que saber
cavar para distinguir entre ellos. "Lo notas con los dedos. La textura
de la tierra no es la misma. Son capas superpuestas que, cuando excavas,
tienes que evitar mezclar para no estropear lo que quieres
desenterrar".
No admite los reproches que se le hacen a la "novela
de enigmas", a saber, que es una novela del orden y que su estructura
es fruto de una mera combinación mecánica, previsible. "La novela de
enigmas es un libro que intenta identificar un peligro. Es una novela de
vida o muerte. Cuando no puedes resolver tus angustias, tus temores,
los representas en una novela. La ficción te permite reconocerlos.
Saber. Avanzar para volver al mismo tiempo pero tranquilizado. Es la
función de los cuentos. Te ayudan a dormir. Y de los mitos".
Se ha
dicho y escrito que en Edipo está la génesis de la novela policiaca. No
es Fred Vargas quien lo desmentirá. "El mal, el demonio, la amenaza no
identificada, es el minotauro. Y el héroe, al que nadie ha llamado, que
ha llegado ahí por azar, tiene como misión identificar y vencer al
minotauro. Para ello tiene que atravesar el laberinto y en ese difícil
camino sólo cuenta con la ayuda del hilo de Ariadna". Ese esquema es el
que ella usa y repite en sus libros. Es un esquema que permite mil
variaciones. "En la Edad Media, con otros dioses, otro sistema
económico, otros valores, los hombres se inventan el dragón. O el ogro. U
otro tipo de encarnación del mal. Que está en el centro del bosque, en
un castillo o cueva. El caballero o héroe tiene que cruzar un bosque muy
peligroso, que se cierra tras él. Es la transposición perfecta del
laberinto. Pulgarcito tira piedras para no perderse. Es una forma nueva
del famoso hilo. Y si el héroe vence al dragón-minotauro, entonces puede
salvar a la princesa. O despertarla con un beso. Y encontrar el cofre
en el que están las piedras preciosas".
Princesa y joyas. Sexo y
dinero, dirán algunos. No Fred Vargas. "No, porque las joyas, las
piedras preciosas, en el mundo medieval, son un símbolo del
conocimiento, del saber. La mujer mala, al hablar, lanza sapos por su
boca mientras que la mujer sabia lanza rubíes o esmeraldas. Y nadie los
recoge porque su valor es el de la sabiduría. De la misma manera, la
mujer no representa el sexo sino el equilibrio, la armonía, la
complementariedad". Y del mito griego o del cuento infantil, a la novela
de enigmas. "El comisario es el héroe; el asesino, el minotauro, y las
falsas pistas son el laberinto. Con esos elementos juego cada vez".
Durante
años, Fred Vargas escribía sus novelas durante tres semanas de
vacaciones, a un ritmo de trabajo de quince horas diarias. De una
tirada, sin notas previas, sin un esquema al que ceñirse. Sin red. "Lo
importante es identificar el mal. Cuando arranco una novela tengo unas
pocas ideas, algunas situaciones, pero luego me dejo llevar. Por
ejemplo, que la brigada de estupefacientes le quiera quitar el caso a
Adamsberg sucede porque al escribir un diálogo entre éste y el jefe de
aquélla resultó que dicho jefe me salió antipático". Tras el enorme
éxito de sus novelas y, sobre todo, tras haber investigado sobre los dos
temas que le apasionaban, Frédérique Audoin se ha tomado un tiempo de
"disponibilidad" en el CNRS. Para dedicarse sólo a escribir. Para dejar
de redactar sus novelas en tres semanas. "¡Pero la última la he vuelto a
escribir en tres semanas! Nada que hacer. Debo ser así. Hubiera podido
hacer una página al día o avanzar con un planillo perfecto, pero me ha
sido imposible. Sigo descubriendo la novela mientras la escribo. Es el
lenguaje el que me proporciona las ideas".
Asegura que sus tres
grandes referencias literarias son el filósofo Jean-Jacques Rousseau y
los novelistas Ernest Hemingway y Marcel Proust. Del primero ha sacado
una idea de la relación entre el hombre y la naturaleza; del segundo, el
individualismo moral, y del tercero, el arte de la digresión. Y de la
sentencia: "Si quieres comenzar historias, hazte profesor; si quieres
acabarlas, sigue de poli", o "las historias se escriben para evitar que
ocurran en la vida". Se inventa calles en París o largas citas eruditas
en latín, es una persona muy documentada pero evita hacer exhibición de
su saber. Y si cree en la eficacia del arte como medicamento también
cree que hay formas de relato que están incrustadas en el inconsciente
colectivo. "La novela de enigmas juega con lo que los griegos llaman la
catarsis. De las buenas novelas negras se dice que no se sale indemne de
su lectura. Son obras que comportan un viaje y un desplazamiento. En
las mías, el lector tiene que haber aprendido algo, debiera ser algo más
sabio sobre sí mismo al terminarlas, pero de ningún modo quedar sumido
en una depresión durante dos semanas. Yo le dejo en el punto de partida.
Indemne pero, si todo ha ido bien, algo cambiado".
Esa
obstinación en la idea de que un mundo mejor es posible es la que la
impulsa a dedicar horas, dinero y esfuerzo a la causa de Battisti.
"Sarkozy sabía dónde estaba desde siempre, pero nos ha dejado creer que
él había conseguido escapar. Le ha detenido cuando lo ha considerado
oportuno". O a la lucha por salvar el planeta. De una novela sobre la
peste ha pasado a interesarse en profundidad por la gripe aviar, por el
peligro de que se convierta en una epidemia mortal. De pronto me pide el
bolígrafo y mi libreta y me dibuja la capa y la máscara de plástico,
muy sencilla, con la que cree que podrían protegerse las personas. Se la
presentó al anterior ministro de Sanidad. "Es segura en un 91% o 92% de
los casos. El virus de la gripe aviar puede resistir unas tres horas al
aire libre. Es fácil que pueda transmitirse. Y sería a través del
hombre. En una situación de ese tipo la civilización dura un máximo de
tres días. El barniz que nos protege de atacarnos unos a otros saltaría
en esos tres días. Cada vecino sería visto como una amenaza. Una
situación así crea unos dramas que tardan muchos años en cicatrizar. Mi
capa y mi máscara son eficaces y baratas. Las hay más eficaces pero
muchísimo más caras, imposibles de repartir entre la población".
Ese
apocalipsis de una peste contemporánea no le parece inverosímil.
Además, se ha informado sobre la capacidad de mutación del virus, que
siempre le hace llevar ventaja respecto a las vacunas, que se conciben
de acuerdo con las características del virus anterior. Su capa y su
máscara se las ha hecho probar a su hijo y a su madre. "Un día, al
llegar a casa, me encontraron dentro de esa ropa de seguridad de
plástico. Primero se pensaron que me había vuelto loca, pero luego,
cuando les expliqué, vieron que esa locura puede acabar convirtiéndose
en realidad, en el demonio del siglo XXI".
Le interesan las formas
concretas de la lucha política. Por ejemplo, sigue publicando en la
misma pequeña editorial a pesar de las ofertas millonarias que le han
hecho los grandes grupos. "Los autores tenemos que ser responsables. No
se puede criticar a Hachette, quejarse de su condición de monopolio, de
que edite libros al mismo tiempo que vende cañones, del control de la
prensa, la radio y la televisión por los grandes grupos, y al mismo
tiempo dar todas las ganancias a esos mismos grandes grupos. Si cuando
eres un autor desconocido sólo te publican los pequeños, cuando empiezas
a ser conocido debes aportar tu éxito al editor que te ayudó a
arrancar. Si queremos editores independientes, los escritores debemos
comenzar por querer serlo también nosotros. Además, la gente de Viviane
Hamy no habla de poner mi foto en grandes carteles ni de lanzar mi
novela siguiente a base de una gira promocional. Saben que no tengo
ningún deseo de ser reconocida por la calle, que no voy a programas de
televisión ni de radio y que no pienso escribir una columna semanal en
los diarios hablando de lo divino y lo humano. Sólo quiero seguir
escribiendo y preocupándome de lo que de verdad creo que vale la pena".
Octavi Martí
El País
2 de febrero de 2008
***
No hay comentarios:
Publicar un comentario