24 septiembre 2011

Narcopótamos


Los hipopótamos de Pablo Escobar sobreviven salvajes en Colombia.

De todas las cicatrices absurdas que Pablo Escobar ledejó a Colombia -como la droga, las mafias del narco, la impunidad y los 10.000 muertos-, de todas sus pestes quizás la más absurda sea una colonia de hipopótamos que vaga salvaje por los ríos de Antioquía. Hasta ahora los hipopótamos vivían en África y solo en África. Eso sucede desde que el mundo el mundo, al menos hasta que el narco más importante y despiadado de la historia los importó a su finca Nápoles. Cuando en 1993, unos 4.000 policías consiguieron dar caza al monstruo y le llenaron el cuerpo de balas mientras corría por una azotea, el asunto se fue de madre. Hoy 35 bichos vagan sin ningún tipo de control por la zona asustando a pescadores, poniéndose ciegos de vegetales en los cultivos, flotando al sol, demostrando la determinación por sobrevivir de la naturaleza y la dimensión absurda del ser humano. Ahora son protagonistas de una película.
La dirige Antonio Von Hildebrand, que a los 14 años, en plena época del 'narcoterror', se encontró una mañana que los depósitos de su colegio de Medellín llevaban un regalo de 80 kilos de explosivos. El recado de Escobar le dejó marca, pues sus padres lo mandaron a California a vivir su adolescencia. «Escobar me cambió la vida y quería contar lo que supuso». Investigó su trayectoria, sus sucios quehaceres. Incluso se coló en su casa en la Hacienda Nápoles, su centro de operaciones , ya saqueada en busca de tesoros, roída por la dejadez y la vegetación y se coló en su habitación. Allí había una virgen y se la llevó. Ahora tiene en su mesilla «lo único en el mundo ante lo que se arrodilló Escobar, lo único que lo hizo arrepentirse». Otro símbolo fueron esos hipopótamos asilvestrados que ahora recoge en un documental increíble bajo el nombre 'Pablo's Hippos', proyectado en varios festivales, entre ellos Sundance. En la cinta, Von Hildebrand dibuja un curioso juego entre la historia de los animales y el exceso, la violencia y el absurdo del mundo del narco en su país, encarnado en el que fuera 'pope' del movimiento, Pablo Escobar. «Los hipopótamos y los narcos se parecen mucho. Ambos son gordos, calvos, feos, fuertes, aparentemente inofensivos pero muy peligrosos y su única amenaza son los jóvenes de su manada que quieren arrebatarles el poder», explica.
La historia comienza en 1993. Pablo Escobar era un hombre de sueños grandes, un tipo original. Fue el primer narco político (llegó a ser senador y estuvo invitado en la toma de posesión de Felipe González en el 82) y pretendía que la coca fuera legal. Hasta tenía preparada su marca: Coca Escobar. También jugaba a ser Noé. Ya era uno de los hombres más ricos del mundo y se le llegó a calcular una fortuna de 25.000 millones de dólares. Con esa cartera y el cerebro desastrado no le costó trabajo hacerse con un avión Hércules de transporte militar y traerse desde África más de 200 animales en un viaje con ambiente: un cocodrilo se comió a un camello en pleno vuelo. A aquello le llamaron el narco-arca y los animales terminaron confiscados por el gobierno y confinados en el zoo de Medellín hasta que el 'Patrón' le pagó al guarda un soborno equivalente a cinco años de su sueldo y se llevó su rebaño a casa. Dejó gallinas a cambio en los recintos donde estaban sus mascotas, para curar el orgullo y hacer un chiste. Llegaron leones, gacelas y una pareja de hipopótamos a Nápoles y se hicieron grandes.
También dinosaurios
Cuentan que llegó a tener en aquel campo -convertido en parque temático- más de 2.500 animales. También le gustaban los dinosaurios y llenó aquello de réplicas de aquellos animales. Claro, que los dinos no se reproducen y los hipopótamos sí. Encontraron en el río un ambiente parecido al de África y trajeron al mundo los primeros regordetes mamíferos colombianos de la historia del planeta. Cuando mataron a Escobar, todo se torció. La finca pasó a manos de la administración de estupefacientes, que de coca sabe mucho, pero de animales de África muy poco. Cuando llegaron a arrestarlos, se escaparon dos. 
El resto lo hizo la pasión y la supervivencia: ahora son 35 y algunos se mantienen en los alrededores de Nápoles, pero otros (que ordena cazar el gobierno contra la oposición animalista) son expulsados por la manada y vagan por la zona a más de 100 kilómetros del 'disney-narco' que pretenden montar en la finca de Escobar. Los antiguos machos alfa que se quedan sin grupo tienen que emprenderla río arriba en busca de otras hembras que no encontrarán nunca, absurdos, perdidos y terribles como los narcos derrotados.


Francisco Apaolaza
Las Provincias
3 de septiembre de 2011




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