Los hipopótamos de Pablo Escobar sobreviven salvajes en Colombia.
De todas las cicatrices absurdas que Pablo Escobar ledejó
a Colombia -como la droga, las mafias del narco, la impunidad y los
10.000 muertos-, de todas sus pestes quizás la más absurda sea una
colonia de hipopótamos que vaga salvaje por los ríos de Antioquía. Hasta
ahora los hipopótamos vivían en África y solo en África. Eso sucede
desde que el mundo el mundo, al menos hasta que el narco más importante y
despiadado de la historia los importó a su finca Nápoles. Cuando en
1993, unos 4.000 policías consiguieron dar caza al monstruo y le
llenaron el cuerpo de balas mientras corría por una azotea, el asunto se
fue de madre. Hoy 35 bichos vagan sin ningún tipo de control por la
zona asustando a pescadores, poniéndose ciegos de vegetales en los
cultivos, flotando al sol, demostrando la determinación por sobrevivir
de la naturaleza y la dimensión absurda del ser humano. Ahora son
protagonistas de una película.
La dirige Antonio Von Hildebrand, que a los 14 años, en
plena época del 'narcoterror', se encontró una mañana que los depósitos
de su colegio de Medellín llevaban un regalo de 80 kilos de explosivos.
El recado de Escobar le dejó marca, pues sus padres lo mandaron a
California a vivir su adolescencia. «Escobar me cambió la vida y quería contar lo que supuso». Investigó su trayectoria, sus sucios quehaceres.
Incluso se coló en su casa en la Hacienda Nápoles, su centro de
operaciones , ya saqueada en busca de tesoros, roída por la dejadez y la
vegetación y se coló en su habitación. Allí había una virgen y se la
llevó. Ahora tiene en su mesilla «lo único en el mundo ante lo que se
arrodilló Escobar, lo único que lo hizo arrepentirse». Otro símbolo
fueron esos hipopótamos asilvestrados que ahora recoge en un documental
increíble bajo el nombre 'Pablo's Hippos', proyectado en varios
festivales, entre ellos Sundance. En la cinta, Von Hildebrand dibuja un
curioso juego entre la historia de los animales y el exceso, la
violencia y el absurdo del mundo del narco en su país, encarnado en el
que fuera 'pope' del movimiento, Pablo Escobar. «Los hipopótamos y los
narcos se parecen mucho. Ambos son gordos, calvos, feos, fuertes,
aparentemente inofensivos pero muy peligrosos y su única amenaza son los
jóvenes de su manada que quieren arrebatarles el poder», explica.
La historia comienza en 1993. Pablo Escobar era un hombre
de sueños grandes, un tipo original. Fue el primer narco político
(llegó a ser senador y estuvo invitado en la toma de posesión de Felipe
González en el 82) y pretendía que la coca fuera legal. Hasta tenía
preparada su marca: Coca Escobar. También jugaba a ser Noé. Ya era uno
de los hombres más ricos del mundo y se le llegó a calcular una fortuna
de 25.000 millones de dólares. Con esa cartera y el cerebro desastrado
no le costó trabajo hacerse con un avión Hércules de transporte militar y
traerse desde África más de 200 animales en un viaje con ambiente: un
cocodrilo se comió a un camello en pleno vuelo. A aquello le llamaron el
narco-arca y los animales terminaron confiscados por el gobierno y
confinados en el zoo de Medellín hasta que el 'Patrón' le pagó al guarda
un soborno equivalente a cinco años de su sueldo y se llevó su rebaño a
casa. Dejó gallinas a cambio en los recintos donde estaban sus
mascotas, para curar el orgullo y hacer un chiste. Llegaron leones,
gacelas y una pareja de hipopótamos a Nápoles y se hicieron grandes.
También dinosaurios
Cuentan que llegó a tener en aquel campo -convertido en
parque temático- más de 2.500 animales. También le gustaban los
dinosaurios y llenó aquello de réplicas de aquellos animales. Claro, que
los dinos no se reproducen y los hipopótamos sí. Encontraron en el río
un ambiente parecido al de África y trajeron al mundo los primeros
regordetes mamíferos colombianos de la historia del planeta. Cuando
mataron a Escobar, todo se torció. La finca pasó a manos de la
administración de estupefacientes, que de coca sabe mucho, pero de
animales de África muy poco. Cuando llegaron a arrestarlos, se escaparon
dos.
El resto lo hizo la pasión y la supervivencia: ahora son
35 y algunos se mantienen en los alrededores de Nápoles, pero otros (que
ordena cazar el gobierno contra la oposición animalista) son expulsados
por la manada y vagan por la zona a más de 100 kilómetros del
'disney-narco' que pretenden montar en la finca de Escobar. Los antiguos
machos alfa que se quedan sin grupo tienen que emprenderla río arriba
en busca de otras hembras que no encontrarán nunca, absurdos, perdidos y
terribles como los narcos derrotados.
Francisco Apaolaza
Las Provincias
3 de septiembre de 2011
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