Patricia Cornwell (Foto: Christian Maury)
La estadounidense Patricia Cornwell conquista el V Premio Internacional de Novela Negra RBA,
el mejor dotado en su categoría con 125.000 euros. Un reconocimiento
para una escritora cuya trayectoria empezó cuando no era más que la
redactora de Sucesos de un periódico cualquiera, allá en Miami, ciudad
de futuros forenses asesinos. "De repente estaba en una escena del crimen y me pregunté qué demonios pasaba con el cuerpo después
y por qué todos estábamos más preocupados por lo que pasaba con el
asesino", cuenta que se dijo la autora en un momento determinado de su
por entonces aún incipiente carrera.
Lo siguiente fue descubrir el mundo forense, que por entonces,
principios de los 90, era aún un continente por explorar (se dice que en
parte la ficción forense, que arranca con la mítica Dana Scully y
culmina con el retorcido Dexter Morgan, nació gracias a Cornwell y su
sacrificado 'alter ego', la doctora Kay Scarpetta), y enamorarse de una
profesión, la del 'desmontamuertos', que, en su opinión, representa a la
del detective más fiable.
"El cuerpo de la víctima contiene todas las pistas. Basta con examinarlo con detenimiento para descubrir al asesino",
asegura la escritora, una auténtica experta en técnicas forenses (hasta
el punto de ser invitada habitual en la televisión norteamericana para
hablar sobre el tema), que ha montado centros como el Virginia Institute
Forensic Science And Medicine y la National Forensic Academy y se atrevió a asegurar que Jack El Destripador había sido el pintor Walter Sickert porque una asombrosa (aunque dudosa) técnica de estudio forense que ella misma había descubierto así lo demostraba.
Todo es posible en el mundo Cornwell
En el mundo según Patricia Cornwell, coleccionista de armas, amiga personal de los Bush, y piloto de su propio helicóptero,
todo es posible. Incluso convivir durante 20 años con la doctora Kay
Scarpetta, alguien que, para su autora, "sería una buena compañera de
vuelo", perfeccionista, amante de la cocina (lo único que realmente la
relaja) y los Mercedes (algo que no tiene en común con Cornwell, la
autora prefiere una Harley, o, en su defecto, un Ferrari).
"Con el tiempo, Scarpetta (cuyo apellido significa, literalmente,
'zapatito') ha cambiado de la misma forma en que lo he hecho yo. Recibo cartas de lectores que me preguntan por qué Scarpetta ya no es como antes
y lo único que puedo decirles es que las personas cambian, y que ella
ha crecido conmigo", dice la escritora, que viaja con su propia
peluquera, su propia fotógrafa, dos guardaespaldas y un 'tour manager'.
La flamante ganadora del V Premio RBA de Novela Negra
no quiere correr riesgos. Desde que el marido de una de sus amantes la
descubrió en la cama con su mujer (que, a todo esto, era agente del FBI)
y estuvo a punto de matarla (no a ella sino a la agente en cuestión)
prefiere no correr riesgos. De ahí los coches de cristales tintados.
Un misterio con futuro televisivo
Casada desde 2005 con una profesora de psiquiatría 10 años menos que
ella que conoció en la Universidad de Harvard cuando se documentaba
sobre sociopatía para la que por entonces era su próxima novela,
entrega, con 'Red Mist', el caso número 19 de la forense a la que admira
la mismísima Angelina Jolie (que podría llegar a encarnarla en la serie
que prepara la Fox y que empezaría a rodarse el próximo año).
Un caso en el que Scarpetta, a solas en una furgoneta con un cadáver, sin jurisdicción y en medio de la Nada Más Absoluta
(un desierto, en Georgia, América Profunda), tendrá que hacer uso de lo
único que tiene a mano (su nutrida y extraña y retorcida experiencia
como 'desmontamuertos') para resolver el misterio, una suerte de vuelta a la casilla de salida en un mundo dominado por máquinas que no pueden con todo.
"Al final es siempre un ser humano el que resuelve el misterio, por
mucho que avance la tecnología, siempre necesitaremos a un ser humano
para encontrar al culpable", dictamina la escritora, que confiesa no
leer novela negra para no contaminarse. "Prefiero la poesía. Lorca. O la
bella literatura. Hemingway".
Laura Fernández
El Mundo
8 de septiembre de 2011
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