09 mayo 2010

Contar historias


"Denys Finch-Hatton no tenía otro hogar en África que la granja. Vivía en mi casa entre safaris y allí tenía sus libros y su gramófono. Cuando volvía a la granja, esta se ponía a hablar; hablaba como pueden hablar las plantaciones de café, cuando con los primeros aguaceros de la estación de lluvias florecía, chorreando humedad, una nube de tiza. Cuando esperaba que Denys volviera y escuchaba su automóvil subiendo por el camino, escuchaba, al mismo tiempo, a las cosas de la granja diciendo lo que en verdad eran. Era feliz en la granja, venía sólo cuando quería venir, y ella percibía en él una cualidad que el resto del mundo no conocía, humildad. Siempre hizo lo que quiso, nunca hubo engaño en su boca.

Había un rasgo en el carácter de Denys que para mí lo hacía especialmente precioso, y era que le gustaba que le contaran historias. Porque yo siempre he pensado que hubiera destacado en Florencia durante la peste. Las costumbres han cambiado y el arte de escuchar un relato se ha perdido en Europa. Los nativos de África que no saben leer, lo siguen teniendo, si empiezas a contarles 'Una vez un hombre caminaba por las praderas y se encontró con otro hombre', estarán pendientes de ti, sus mentes seguirán a los dos hombres de la pradera por sus sendas desconocidas. Pero los blancos, aunque piensen que deben hacerlo, son incapaces de escuchar un relato. Si no se ponen intranquilos y recuerdan cosas que deberían estar haciendo, se quedan dormidos. Esa misma gente os puede pedir algo para leer y se pueden quedar absortos durante toda la noche con cualquier cosa impresa que les des, hasta un discurso. Están acostumbrados a recibir sus impresiones a través de los ojos.

Denys, que vivía principalmente a través del oído, prefería escuchar un cuento a leerlo, cuando llegaba a la granja me preguntaba:

-¿Tienes algún cuento?

Durante su ausencia yo preparaba nuevos. Por las noches se ponía cómodo tendiendo cojines hasta formar como un sofá junto al fuego y yo me sentaba en el suelo, las piernas cruzadas como la propia Scherezade, y él escuchaba atento, un largo cuento desde el principio hasta el fin. Llevaba mejor la cuenta que yo misma y ante la dramática aparición de uno de los personajes, me paraba para decirme:

-Ese hombre murió al principio de la historia, pero no te preocupes.

Denys me enseñó latín y a leer la Biblia y a los poetas griegos. Sabía de memoria grandes partes del Antiguo Testamento y llevaba la Biblia consigo en todos sus viajes, lo que hizo que los mahometanos tuvieran una elevada opinión acerca de él".


Memorias de África
Karen Blixen
(1937)

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La esplédida vejez de 'Memorias de África'

"Yo tenía una casa en África, al pie de las colinas del Ngong" es una de las frases más famosas que ha regalado el cine. Y así comienza 'Memorias de África', una película que cumple 25 años convertida en uno de los romances más memorables de la historia del celuloide.

A principios del siglo XX, Karen Blixen, una mujer europea, llega a Kenia para dirigir una plantación junto a su marido, un mujeriego incorregible con el que se ha casado pero del que no está enamorada.

La relación que Karen establece con África, sus gentes y el cazador Denys Finch-Hatton son el hilo de una película que es tan sencilla como poética.

No era una historia fácil de resolver y antes que Kurt Luedtke, guionista de 'Memorias de África', ya se habían interesado por narrar la biografía de Blixen otros cineastas, como el director Orson Welles, incondicional admirador de la escritora.

Después de tres años de trabajo y sintetización, Luedtke recogió algunos capítulos de todas las obras de Blixen, que firmó sus libros con el seudónimo de Isak Dinesen, centrándose en su relación con Finch-Hatton.

Siete Oscar para una 'obra maestra'

Ganadora de siete Oscar, entre ellos mejor película, mejor director (Sydney Pollack) y mejor guión adaptado, la cinta tuvo un enorme éxito de público y fue calificada de "obra maestra" y "joya inolvidable", convirtiéndose en un clásico del cine.

Aunque también ha sido criticada por su carácter "excesivamente edulcorado" y "blando", especialmente al comparar la película con la biografía de Blixen, más centrada en la relación de la autora danesa con el pueblo masai y la tierra africana que en su romance con el cazador Denys Finch Hatton.

Sin embargo, resulta innegable que la película es, cinematográficamente, una sucesión de aciertos en muchos aspectos.

Para empezar, la selección de los actores. Por un lado Meryl Streep, como una mujer de la alta sociedad danesa, quien manifestó que aprender el acento danés de Blixen fue uno de sus trabajos más complicados como actriz.

Streep da la réplica a un Robert Redford que borda los papeles de galán. Karen Blixen y Denys Finch Hatton son ya personajes icónicos cuyo estilo ha sido copiado en revistas, fotografía e imágenes de moda.

Otro acierto es la cuidada fotografía de David Watkin, fácilmente reconocible, con imágenes llenas de luz del continente africano, que se han convertido en referente para todos los directores de fotografía.

Un símbolo para el continente negro

'Memorias de África' situó en el mapa del cine al continente negro a través de imágenes poderosas, convirtiéndose en su mejor embajadora, al nivel de 'Lost in Translation' para Tokio o 'Lawrence de Arabia' para Oriente Medio.

Varias secuencias han pasado a la historia, como el simbólico lavado de pelo de Denys a Karen, con el agua enjabonada resbalando sobre el suelo, o los dos vuelos en avioneta disfrutando del paisaje africano.

La inolvidable banda sonora, que está en la mente incluso de aquellos que no han visto la película, es obra de John Barry, autor también de la música de 'Bailando con lobos'.

Puede que no sea su obra más compleja, pero la música orquestada parece fluir de las colinas africanas, dotando a las imágenes de un carácter poético que afecta al espectador.

A pesar de la apariencia épica, la película dura 60 minutos y desarrolla todo un mosaico atractivo y emocional de su personaje femenino, con sus pensamientos más vitales, sus relaciones sentimentales y su impresión de otras culturas.

Abordando a través de imágenes poéticas temas tan difíciles como la ausencia, la necesidad de amar, la amistad o el colonialismo, aunque quizá este sea el tema peor planteado, al darse una visión romántica de aquella época.

Muchas películas han intentado reproducir su éxito: 'Soñé con África', protagonizada por Kim Bassinger; 'Australia', de Baz Lhurman y encabezada por Nicole Kidman; 'El cielo protector' de Bernardo Bertolucci o, la mejor considerada, 'El paciente inglés', dirigida por el discípulo aventajado de Pollack, Anthony Minghella, son sólo unas de ellas.

'Memorias de África' es, ante todo, una historia bella, llena de magia, que tiene el poder de emocionar al espectador y hacer que su imagen perdure. Al preguntarse qué tal le sientan estos 25 años sólo cabe decir que ni bien ni mal, que los clásicos nunca envejecen.


Vera Blanco - EFE
Diario El Mundo
21 de febrero de 2010


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Esta es una de mis pelis favoritas de todos los tiempos y de todos los géneros. No podría declarar si la conservo en un sitio privilegiado dentro de mis films favoritos, pero lo cierto es que le tengo un cariño especial porque gracias a él, conocí a una de mis escritoras favoritas. Hubo un tiempo en mi vida que Memorias de África me sirvió de libro de cabecera, por así decirlo, cuando buscaba respuestas sobre mi condición de contadora de historias. Hubo un tiempo en que descubrí que no había demasiada información sobre Karen Blixen, mejor conocida por su pseudónimo Isak Dinesen, en castellano y que su obra apenas era conseguible en México a pesar de que a mediados de los '90 aparecía en los catálogos de Alfaguara. Así que conservé como oro en paño Memorias de África y Cuentos de Invierno que reúne varias historias breves cuyo estilo recuerda a los cuentos tradicionales donde la bondad, la crueldad, la inteligencia y el destino se entrelazan.

Hace muchos años tomé un cursillo para narradores orales escénicos, un poco impulsada por esa faceta de Karen Blixen que siempre la llevaba a auto-considerarse una especie de Sherezade ;-) Y si bien no fue lo que yo esperaba, al menos me sirvió para darme cuenta de que cuesta y mucho captar la atención de un público (de cualquier edad) que no está nada acostumbrado a escuchar. Pero también resulta increíble darse cuenta del poder que emerge de la voz, de sus matices y de sus tonos.

2 comentarios:

Bruja Blanca dijo...

Ains. Robert. Tan guapo que duele.

Y yo admiro muchísimo a losnarradores orales o cuentacuentos. Por aquí vienen muchos y realmente es fascinante como son capaces de envolverte con las palabras....

UnbesoooMacmuás

MacVamp dijo...

Jejeje, sip, R. R. Forever!!! ;-)

Los cuentacuentos deberían considerarse una especie de patrimonio mundial cultural, o algo así :P

Besazos, guapísima.