20 febrero 2010

¡Por fin, más Dunsany!



En 1919 llegó a las manos de Lovecraft un libro llamado 'Cuentos de un soñador', de Lord Dunsany (1878-1957). Diez años después, en una carta a Clark Ashton Smith rememora el flechazo al comenzar a leer el primer relato, el memorable 'Poltarnees, la que mira al mar': "El primer párrafo me paralizó como una descarga eléctrica y con sólo leer dos páginas me convertí de por vida en devoto de Dunsany".

Hoy, en España, ese librito de relatos ha sido lo más fácil de conseguir de este visionario irlandés, dieciochoavo barón de Dunsany. Pero esto y los títulos breves sueltos que incluía la antología de literatura fantástica de Borges y 'Los mitos de Cthulhu' sabían a poco. Ya estaban descatalogadas desde hace mucho las antologías de Siruela 'En los confines del mundo' (aquí se puede descargar el libro) y 'En el país del tiempo', que el curioso debía rastrear por el laberinto amarillento de las librerías de segunda mano. Ahora la editorial Alfabia ha contribuido a sanar nuestra aguda carencia con 'El libro de las maravillas' y 'Cuentos asombrosos'.

No es sólo fantasía épica de primer nivel, y fascinación de tiempos remotos, de confines y ciudades impronunciables, es un "estilista mayor" (en palabras de Gimferrer) y una depuradísima aptitud lírica de precisión para lo onírico. Un dragón amarillo que baja sobre el Londres eduardiano, un hombre, Pombo el idólatra, que busca a una divinidad al final de un camino, siempre lo desconocido, el fin tras el fin. Nombres raros, tipo Afarmah, Lool Haf o Zeroora.

Lo oriental, lo desconocido. Reyes y princesas, piratas como el capitán Sahrd, y espectros, un esfinge en silencio, como en el sueño de un opiómano. Hay un trazo sereno e historiado en estas fabulaciones, también un abismo. Sus seres tienen nombres solemnes como de niños jugando a los indios: Anciano que Cuida del País de las Hadas o la Casa Hacia Ninguna Parte, o El Pájaro del Atisbo Difícil.

Edward John Moreton Drax Plunkett (su verdadero nombre) fue un personaje muy peculiar, en las estancias de su vetusto castillo familiar (tiene una web para visitas) pudo cultivar semejante don para la ensoñación, exótico reverso del mundo. Las breves reseñas biográficas que se pueden encontrar de él hacen referencia a su don para el ajedrez, para el cricket y las armas de fuego. Hizo la guerra en Sudáfrica y fue amigo de Yeats (otro enamorado de las arcanas leyendas).

Falta de traducciones

Todo lo que nos ha llegado de él son cuentos entre 1905 y 1919, aún faltan traducciones de sus novelas y de su dramaturgia (llegó a representar en el Abbey Theatre de Dublín, teatro Nacional de su país). A ver si más ediciones como la de Alfabia traducen a autor tan sugerente.

Por cierto, aquí se incluye un poema que Lovecraft le envió a su ídolo con el pseudónimo de Lewis Theobald, cuando Dunsany fue a Boston a dar conferencias (en 1919). No es un gran poema. Le llama "monarca de la fantasía". No hacía falta, ¡pero queda tan patente la superioridad de Dunsany sobre el famoso autor de 'Las montañas de la locura'! Ay, injusticias de la fama.

’El libro de las maravillas. Cuentos asombrosos., Lord Dunsany. Ediciones Alfabia. 2009. 295 páginas.
 
Alvaro Cortina
El Mundo
17 de febrero de 2010

PD: Aquí un link para descargar el libro Cuentos (hay que pinchar en la imagen).

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Solo entre inmortales

Escuché decir que, muy lejos de aquí, en un despreciable lugar del desierto de Cathay, y en un país dedicado a invernar, están todos los años que han muerto. Y hay cierto valle que los encierra y los oculta, según el rumor, del mundo, pero no de la vista de la luna ni de aquellos que los sueñan.

Entonces dije: iré desde aquí por los senderos del sueño y llegaré a ese valle y entraré con luto por los buenos años que han muerto. Tomaré una corona, una corona funeraria, y la pondré a sus pies como signo de mi pena por sus destinos.

Y cuando busqué entre las flores, entre las flores para mi corona funeraria, el lirio pareció demasiado grande y el laurel me pareció muy solemne, y no encontré nada lo bastante delicado ni valioso como para entregar como ofrenda a los años que habían muerto. Y al final hice una delgada corona de margaritas, de una forma que ya había visto hacer, para uno de los años que había muerto.

Esto, -dije-, es menos sutil o valioso que cualquiera de aquellos olvidados años. Entonces tomé con mi mano la corona y fui hacia allí. Y cuando llegué por las rutas del misterio a esa romántica tierra, donde estaba el valle nombrado en el rumor, busqué entre la hierba aquellos pobres años para los que yo había traído mi dolor y mi corona. Y cuando vi que no había nada en la hierba, dije: el Tiempo los ha quebrado y barrido y no ha dejado ningún resto perceptible.

Pero mirando hacia arriba, al resplandor de la luna, repentinamente vi al Coloso sentado, elevándose y borrando las estrellas y cubriendo la noche con negrura; y a los pies de ese ídolo vi reyes que rezaban y hacían reverencias y los días que son y todas las veces y todas las ciudades y todas las naciones y todos sus dioses. Ni el humo del incienso ni la combustión de sacrificios alcanzaban sus colosales cabezas, estaban ahí para no ser alcanzados, para no ser derribados, para no ser despojados.

-¿Quienes son?- interrogué

Alguien respondió: "solo los Inmortales."

Y yo dije con tristeza: no vine a ver dioses pavorosos, sino que vine a verter mis lágrimas a los pies de ciertos pequeños años que están muertos y que jamás volverán.

Y Él me respondió: estos SON los años que están muertos, sólo los inmortales; todos los años son Sus hijos. Ellos modelaron sus sonrisas y sus risas; todos los reyes de la tierra fueron coronados por Ellos, todos los dioses fueron creados por Ellos; todos los hechos y eventos fluyen desde sus pies como un río, los mundos son piedras que Ellos han arrojado al aire, y el Tiempo y todas sus centurias postradas detrás con crestas doblegadas en símbolo de vasallaje a Sus potentes pies.

Cuando escuché esto, dí media vuelta con mi corona, y volví a mi propio y confortable hogar.

Lord Dunsany



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