Porque todos los días debemos celebrar la existencia de esos terremotos en miniatura que alegran nuestros días y nos arrebatan a besos el egoísmo.
Porque los adultos tenemos la obligación total de velar por ellos, de protegerlos de todo y de todos, de mostrarles que el mundo también tiene cosas buenas aunque cada vez sean más escasas.
Porque no es justo que un niño padezca las mismas carencias que los adultos ni que sea utilizado como moneda de cambio, objeto sexual ni mano de obra.
Porque nosotros, los adultos, debemos incentivar su imaginación y preservar su inocencia.
Porque aquellos que abusan de la confianza que depositan los niños, deberían ser condenados con mayor rigor y olvidarse de los programas de reinserción. Aquel que se atreve a arrebatarle la inocencia a un niño debe permanecer recluido y alejado de la sociedad por siempre.
Porque un niño inspira dulzura y ganas de protegerlo, no inspira deseos sexuales.
Porque nosotros, los adultos, tenemos la obligación de cuidar de nuestros niños, no de pisotearlos ni de incentivar los abusos físicos o sexuales.
Porque ningún niño, sin importar la condición que tenga, merece ser parte del vasto mundo de la pornografía.
Porque debemos rechazar tajantemente a aquellos que buscan saciar sus instintos en los niños. Y no mirarlos con la compasión que puede dársele a un enfermo. Su actitud no tiene justificación.
Los niños son nuestros tesoros. Nuestro pequeño gran caudal de esperanza.
Porque los adultos tenemos la obligación total de velar por ellos, de protegerlos de todo y de todos, de mostrarles que el mundo también tiene cosas buenas aunque cada vez sean más escasas.
Porque no es justo que un niño padezca las mismas carencias que los adultos ni que sea utilizado como moneda de cambio, objeto sexual ni mano de obra.
Porque nosotros, los adultos, debemos incentivar su imaginación y preservar su inocencia.
Porque aquellos que abusan de la confianza que depositan los niños, deberían ser condenados con mayor rigor y olvidarse de los programas de reinserción. Aquel que se atreve a arrebatarle la inocencia a un niño debe permanecer recluido y alejado de la sociedad por siempre.
Porque un niño inspira dulzura y ganas de protegerlo, no inspira deseos sexuales.
Porque nosotros, los adultos, tenemos la obligación de cuidar de nuestros niños, no de pisotearlos ni de incentivar los abusos físicos o sexuales.
Porque ningún niño, sin importar la condición que tenga, merece ser parte del vasto mundo de la pornografía.
Porque debemos rechazar tajantemente a aquellos que buscan saciar sus instintos en los niños. Y no mirarlos con la compasión que puede dársele a un enfermo. Su actitud no tiene justificación.
Los niños son nuestros tesoros. Nuestro pequeño gran caudal de esperanza.
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