Sería fácil hacer una semblanza al uso. Al fin y al cabo, estamos hablando de una actriz que representa a la perfección el star-system de los estudios cinematográficos de la era dorada de Hollywood. Una jovencita canadiense que llegó a la meca del cine en los años 40 sin más aval que algún título merecidamente ganado en concursos de belleza y algo de experiencia en teatro amateur. Una más entre un millón, incluso una más entre los cientos que llegaban a fichar por los grandes estudios para luego ser olvidadas como extras de cualquier película. Así fueron sus comienzos en la Paramount, que decidió contar con ella debido a su parecido con una de sus estrellas, Dorothy Lamour, práctica habitual de las productoras para recordar a las divas que en cualquier momento de rebeldía podían ser sustituidas por una nueva belleza. Y así, teñida de rubio para acentuar su parecido con la estrella oficial, comenzó Peggy Ivonne Middleton su carrera cinematográfica.
Poco duró la experiencia en rubio, sus primeras apariciones con algo de trascendencia ya muestran la imagen que la convirtió por derecho propio en una de las guapas oficiales de Hollywood: morena, sinuosa y de mirada clara. Ese físico impactante la encasilló en decenas de películas de género con papeles que rondaban lo exótico, como espía, bailarina o la chica del malo. Su cambio a los estudios Universal la llevó a compartir protagonismo con actores como Burt Lancaster o Rock Hudson. Sin embargo, apenas se recuerda alguna de sus películas. De todas ellas, la única que sigue siendo programada de forma habitual eb las cadenas televisivas es Los diez mandamientos, donde interpretó a Sephora, la abnegada esposa del Moisés encarnado por Charlton Heston.
Las series de televisión le brindaron la oportunidad de continuar su carrera más allá del cine, y apareció como actriz episódica en prácticamente todas las que se produjeron en la década de los 60 y 70. Además, en 1964 la cadena CBS estrenó La familia Munster , donde interpretó a Lily Munster. La serie se dejó de grabar un par de años más tarde, cuando la productora no aceptó el incremento presupuestario que suponía el paso del clásico blanco y negro al color. Aun así se hicieron un par de películas para el cine con la familia Munster como protagonista.
Yvonne de Carlo continúo con su carrera cinematográfica, televisiva y al frente de musicales de Broadway (era una estupenda bailarina y cantante que llegó a grabar un disco), donde triunfó en los años 70 con el Follies de Sondheim, por el que recibió un premio Tony. En los años 80 le entregaron su último premio, el de mejor intérprete por American Gothic. Ésta fue sólo una de las películas de terror en las que participó en una década en la que prácticamente se encasilló en el género.
Lo que Yvonne de Carlo y los productores de la CBS nunca imaginaron es que estaban creando una serie de culto que influiría en la mentalidad, en la estética y hasta en la ética de los niños que la veían. Quince años después del estreno de La Familia Munster, esos niños convertidos en adolescentes participaban de los cambios traídos por el Glam y el Punk, transformando la moda, la música, el lenguaje cinematográfico... una revolución cultural que hundía sus raíces en una percepción nada acomodada de los normal/anormarl, de los hermoso/horroroso.
Ni Tim Burton, ni Marilyn Manson, ni John Galliano existirían si no participaran de esa visión distorsionada de la normalidad. Esa misma visión distorsionada que ofrecía la serie de televisión, donde una familia de monstruos clásicos (vampiros, hombres lobo, criaturas del Doctor Frankestein) daban la imagen de una familia ideal, con convicciones morales bastante más sólidas que las de sus vecinos normales, que por supuesto no los aceptaban y salían huyendo para perplejidad de los Munster, que nunca se sintieron extraños ni diferentes. Ellos eran la normalidad. Así que era posible una normalidad desde la marginalidad del diferente. Ése es el mensaje captado de forma inconsciente por una generación de niños que se negaron a aceptar los límites de lo convencional en cuanto tuvieron edad para manifestar sus inquietudes.
Yo fui una de ellos. Los Munster marcaron mi infancia. Mis sex symbols fueron Herman y Lily Munster (y por supuesto el Señor Spock de Star Trek, otro ejemplo de filosofía de respeto al diferente, pero eso merece otro artículo). Mirar al personaje interpretado por Yvonne de Carlo y pensar que ella era la mujer más guapa y mejor vestida de la galaxia tuvo mucho que ver en el desarrollo de mis inclinaciones estéticas. Claro que estamos hablando de una miss ganadora de varios concursos de belleza caracterizada de vampira. Pero lo importante es que detrás de esa imagen había un mensaje redentor para millones de niñas y niños que no teníamos o no queríamos las armas oficiales con las que se supone que uno sale adelante en la vida. Lily Munster y su familia nos salvaron. Gracias Yvonne.
Magazine, Diario El Mundo, 30 de diciembre de 2007
2 comentarios:
Las canas nos dan un toque elegante *^^* Yo he visto a muchos compañeros muy jóvenes con algumas canas ya en su cabellera; tal vez el dedicarse a escribir tenga algo que ver con eso.
La Familia Adams y Los Munsters son una maravilla. Recuerdo un comentario que hizo una persona en el lugar donde trabajaba: "Si te das cuenta, los Adams son una familia funcional, donde todos se quieren, se apoyan; nunca tienen problemas familiares. Yo creo que por eso son tan extraños y tan anormales."
Lo mismo pasa con los Munster: son la familia ideal, perfecta y amorosa.
Un abrazo.
Jejeje, cierto es, lo "anormal" en esas grandiosas familias es que todos se llevan bien y se aman incondicionalmente. Los raros son los de fuera que ni se respetan entre ellos.
Y bueno, lo de las canas... generalmente a algunos hombres les quedan bien, les dan un aire distinguido o hasta misterioso, hahaha. Ahora mismo viene a mi cabeza Sean Connery, por ejemplo.
Pero en el caso de las mujeres, mmhhh... No me acaban de gustar :p A veces parecen resultado de un descuido personal y cuesta trabajo domarlas, jejeje.
Gracias por seguir visitándome :)
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