18 octubre 2007

Día de la Alimentación



Que sí, que está muy bien que nos detengamos un momento y reflexionemos sobre el cambio climático y le otorguemos premios y más premios a Al Gore. Que sí, que hay montones de animalitos maltratados y que mueren en pro de usar sus pieles sólo costeables por un puñado de damas rancias, pero a mí que no me toquen los ovarios (pues pelotas no tengo aunque fuese en sentido figurado) con aquello de las corridas de toros y que la tortuta no es arte y bla, bla, bla, porque sé perfecto que todo está patrocinado por gente descerebrada, alarmista y que no tiene nada mejor qué hacer que mirar la paja en el ojo ajeno y no hacer algo con la viga que tiene no en uno sino en ambos y en mitad del cerebro. Las corridas de toros han dado de comer a mi familia por más de dos generaciones y lo siguen haciendo, así que, a mí nadie puede venir argumentado estupideces que sólo los subnormales profundos son capaces de creer. Soy muy tolerate y soy capaz de dialogar con quien quiera hablar sobre el mundo taurino, lo he vivido desde que estaba en la barriga de mi madre y lo siento con la última célula de mi ser, pero soy francamente chocante cuando leo o escucho barbaridades tan grandes como una catedral que son obra de fanáticos de tres al cuarto.

En fin, damas y caballeros, que estoy de acuerdo y respeto que cada quien abraze una causa, es más, me ha sorprendido enterarme que hay famosos actores de Hollywood que realizan obras sociales sin apenas hacer ruido y eso sí que es para ovacionarles de pie, pero me parece que lo importante en este mundo somos nosotros, los seres humanos, y en todo caso los niños aún más. Es por eso que hace unos días coloqué un banner de una asociación que lucha contra la pornografía infantil. Puedo tener un cerebro muy retorcido, en todos los sentidos imaginables, pero no soy capaz de "procesar" cómo es que un adulto puede sentirse atraído sexualmente por niños, cómo es que puede ser capaz de abusar de ellos y ufanarse de tales cosas. Es que ni siquiera puedo sentir asco, sinceramente no puedo comprenderlo. Ojalá todas las acciones que están emprendiendo tanto aquí en España como en otras partes del mundo, logren acabar de una vez por todas con este cáncer social.

Y no es que me afecte más todo esto por el hecho de ser madre, sino que siempre me he sentido más identificada con la defensa del ser humano. Los animalitos son un regalo preciado así como la naturaleza y el medio ambiente, pero hay cosas que me mueven más las fibras interiores. Como la hambruna y esas imágenes dantescas que no dejan de aparecer desde hace años en los medios de comunicación. Hace ya 23 años que el mundillo del rock británico puso el dedo en la llaga sobre la hambruna que se vive en África y a pesar de todo, la situación no ha cambiado mucho. Miles de niños siguen murriendo, pequeños cabezones apenas con los huesitos forrados, aferrados a unas tetas donde seguro no pueden sacar más que unas gotas de leche, comidos por las moscas y la indiferencia de las grandes potencias donde se hacen planes casi a nivel gubernamental para que sus jóvenes pobladores dejen de tragar tanta grasa y se pongan a dieta porque se han convertido en países de obesos. Eso es lo que tiene vivir montado en el cuerno de la abundancia y pensar que se pueden limpiar las conciencias protestando desnudo para que paren de matar "foquitas blancas", o dejando escapar hordas de visones que acaban con todos los plantíos que encuentran a su paso o tragándose a las gallinas, jodiendo a los pescadores para que no salgan a faenar en áreas donde se permite la pesca sin afectar ecosistemas... Ejemplos hay muchos y maneras de crearse limpieza de conciencia, aún más.

Esta mañana he leído en el diario que compro todos los días, un artículo de opinión que me ha gustado y que quiero compartir con ustedes. Lo ha escrito una profesora de nutrición que sabe de lo que habla y que si bien no ahonda mucho, es capaz de transmitir un pequeño llamado para que reflexionemos sobre lo que acontece no muy lejos de nuestras sociedades plenas de bienestar y confort. Y cierto es, la gente de antes valoraba mucho más todo y aunque mi abuela estaba muy pequeñita cuando la Revolución, a mi madre le inculcó aquello que menciona la profesora Lagarda de que "la comida no se tira" y ahora recuerdo con cariño cuando me reprendía diciéndome: "Niñaaaa, que en África se mueren de hambre y tú sin comerte las orillas del pan Bimbo", hahahaha.

Ahora se hacen muchas bromas y chistes al respecto, creo que esta generación vivimos en mayor o menor medida esas cantaletas de nuestras madres, sin embargo, espero que seamos capaces de aportar una pequeña ayuda para rescatar, lo que se pueda rescatar, de la verdadera solidaridad con nuestro prójimo.


Color del cristal con que se mira: Día de la Alimentación

El pasado 16 de octubre conmemoramos el día mundial de la Alimentación. Este día lo llevamos celebrando desde 1979, año en el que se proclamó por la Conferencia de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO); se eligió este día por coincidir con la fundación de la FAO (en este caso en 1945). El lema elegido para este año es el del "Derecho a la Alimentación". La propia Declaración de los Derechos Humanos (1948), en su artículo 25.1, indica: "Toda persona tiene derecho a un nivel de vida adecuado que le asegure, así como a su familia, la salud y el bienestar, y en especial la alimentación..."

Creo que no estaría mal que esta conmemoración nos sirva para reflexionar un poco sobre lo grotesca que puede resultar nuestra sociedad occidental, en el ámbito de la alimentación, en comparación con las sociedades de los inmigrantes que acuden a nuestras costas en cayucos, o que ni siquiera pueden aspirar a salir de su país, dada la extrema pobreza en que se encuentran. Mientras que nuestros problemas están en le exceso de alimentación y, así se busca el diseño de nuevos alimentos que agraden a nuestro paladar pero que no aporten poca, o menos, energía que los tradiconales, para poder comer sin que el pasarnos pase recibo al peso corporal; o llegamos al refinamiento de los llamados "alimentos funcionales", es decir, aquellos que poseen alguna propiedad añadida más la que simplemente aportar nutrientes a nuestro organismo, como son los alimentos enriquecidos con "omega-3", o con "péptidos bioactivos", etc., que está muy bien, pero en su justa medida; contrastan los estados de desnutrición y desnutrición extrema que se dan en otras latitudes y, cada vez más, también cerca de nosotros. Las cifras hablan, en la actualidad, de más de 854 millones de seres humanos que sufren hambre en el mundo.

En la Cumbre Mundial sobre la Alimentación que tuvo lugar en Roma, a finales de 1996, se fijó como uno de los objetivos a conseguir llegar a reducir la mitad del número de personas que padecen malnutrición crónica en el mundo para el año 2015. Allí hubo quien dijo: "Tenemos la posibilidad de hacerlo, tenemos los conocimientos prácticos, tenemos los recursos y, con la Declaración de Roma y el Plan de Acción, hemos demostrado que tenemos la voluntad necesaria" y también, "si cada uno de nosotros da lo mejor de sí, considero que podremos alcanzar, incluso superar, la meta que hos hemos fijado". Vaya por delante que el problema no está en la falta de recursos alimenticios, sino en su reparto.

No basta contentarnos con decir que de esas desigualdades y del problema del hambre en el mundo ya se ocupan los gobiernos de las naciones y los organismos internacionales, amén de tantas ONG que, sin ánimo de lucro, están haciendo un gran bien allí donde trabajan. Aparte de nuestra ayuda material que siempre será bien venida, todos podremos aportar nuestro "granito de arena" a favor de la solidaridad y la concienciación del derecho a la alimentación que tiene toda persona. Estoy pensando en la sociedad del bienestar y en la educación que deberíamos transmitir a niños y jóvenes. Estos días, también, conmemoramos en Valencia los 50 años de la riada; por los reportajes, los archivos históricos y lo que cuentan quienes la vivieron, se deduce que fue una situación que marcó la vida de los valencianos y en donde todos se volcaron para ayudar en lo que hiciera falta. Se constata que las personas que han vivido épocas de escasez valoran mucho más los bienes conseguidos y, si esto lo aplicamos a los alimentos, podemos recordar cómo nuestra madres o nuestras abuelas, ponían el grito en el Cielo cuando caía un pedazo de pan al suelo y lo recogían con especial cuidado, o congoja; y así también nos inculcaron aquello de "la comida no se tira". También es verdad que hace unas décadas las comidas y cenas reunían a la familia, eran lugar de encuentro (alguien dirá: de discusión) pero también de cultura; se nos enseñaba, porque entraba por los ojos, en qué consistía la sobriedad, o la generosidad, y no se consentían los "caprichos" o el "no me gusta" en las comidas. Ahora, desgraciadamente, los horarios de trabajo, de estudio y de otras ocupaciones, junto con la presencia de la "tele" hacen que sea más difícil la transmisión de cultura, pero de alguna manera tendremos que seguir inculcando que "la comida no se tira" y que la primera muestra de solidaridad es evitar el hambre y la pobreza en el mundo buscando cada uno cuál puede ser su "granito de arena" para esta causa.

María Jesús Lagarda Blanch
Profesora titular de Nutrición y Bromatología,
Universitat de València

2 comentarios:

Korkuss dijo...

Fuerte pero cierto.

Hay que tomar conciencia.

| Alison | dijo...

Ya sabes q no comparto contigo tu explicaccion dada sobre la Tauromaquia, se q hay gente q habla x hablar, y gente q dice "se tiene q hacer asi" y luego no lo hacen ni ellos, xo mi amor por los animales es mas fuerte q otras cosas, y seguire defendiendolos en la medida de lo posible.

Se q el toreo siempre ha estado ahi, y como tu dices ha dado de comer a tu familia, xo hoy en dia es un sin sentido habiendo mas artes q desarrollar.

Nos vemos pronto!! :**