11 septiembre 2007

Where were you?



¿Qué dónde estaba yo?, pues en mi casa, charlando por teléfono con la madre de mi mejor amiga, eran las once de la mañana (hora de la Ciudad de México), más o menos y a través del sistema de llamada en espera, respondí a mi padre que alarmado apenas me pudo explicar que había visto por la tele como bombardeaban el Pentágono. ¿Bombardear?, por supuesto que no lo pude creer, seguro se había equivocado. Casi sin pensar terminé la llamada con mi amiga e inmediatamente encendí la televisión. Menos mal que me pilló sentada porque las primeras imágenes que vi me dejaron estupefacta: eran tomas a pie de calle, de los alrededores de una de las Torres Gemelas, gente desorientada, llena de polvo, mirando sin mirar, llorando, desesperadas. Poco después repitieron lo que creo que todos hemos visto: los ataques, las explosiones luego de las colisiones, la gente saltando por las ventanas, las interminables hordas de trabajadores que debieron volver caminando por el puente de Brooklyn, el avión que se estrelló en el Pentágono, el total desconcierto de un país que se sentía hasta ese momento omnipotente e intocable. Sobra decir que pasé la mayor parte del día pegada a la televisión, con un cierto temor colándose por mis huesos: no en vano siempre han dicho que pobre de México tan lejos de Dios y tan cerca de Estados Unidos. De pronto, surgió la creencia, un tanto generalizada, de que podríamos ser objeto de atentados debido a la cercanía, a las fronteras comunes. Mi mejor amiga vivía en aquel entonces en San Diego, CA, y pronto se comunicó con su madre pues al ser uno de los puertos militares más importantes de USA, también temían sufrir atentados. Poco tiempo después nos contó que no le quedó más remedio que entrar en la especie de psicosis que obligó a los norteamericanos a comprar máscaras anti-gas y toda esa parafernalia, esperando un ataque bacteriológico.


Al mediodía del 11 de septiembre de 2001 la historia mundial había dado un tremendo giro, independientemente de que simpatizemos o no con los norteamericanos, con su gobierno, con sus tonterías dignas no sólo de la América profunda sino de la alienación donde los sumerge un supuesto ministerio de educación que no es capaz de enseñarles qué lugar ocupa en el globo terráqueo Afganistán, por ejemplo. Pero sí les meten hasta el tuétano que se trata de un pueblo hostil, lo mismo dá que la mayor parte sean civiles atormentados Dios sabe desde cuándo por facciones extremistas musulmanas y demás fauna.


Muchas cosas se han dicho a lo largo de seis años: desde aquella teoría de que el propio gobierno norteamericano provocó un auto-ataque, hasta las historias personales más tremendas de los soldados que han sobrevivido al horror de servir a su patria que se siente con la obligación de velar por "el bien mundial" cuando nadie se los ha pedido. Ahora se empieza a considerar esta "guerra contra el terrorismo" como una sucursal o una repetición de Vietnam, según las más recientes declaraciones que han aparecido en los noticieros y en los diarios (Bush ha declarado que sería un tremendo error -orgulloso e inconsciente que es el idiota- retirar sus tropas, en todo caso, rendirse). Bin Laden sigue vivito y coleando, con una "renovada" imagen y haciéndose presente con un mensaje televisivo de casi media hora donde recomienda al pueblo norteamericano que se convierta al Islam para evitar más problemas. ¿Y acaso no se supone que todas las tropelías provocadas en Oriente Medio se han ejecutado para capturarlo, matarlo o qué sé yo? Hussein ha sido juzgado, condenado y ejecutado, sin embargo todo parece seguir igual o en todo caso, peor: secuestros de periodistas y cooperantes de diversas ONG, ataques suicidas, y miles, allegados o no, a esas tres mil víctimas que desprenden los recuentos del atentado contra las Torres Gemelas que incluye bomberos, policías, ocupantes de los aviones, trabajadores de diversa índole, etc. Más los civiles y soldados que se van sumando día tras día ya sea en Irak, Afganistán, Londres o Madrid. Poco puedo decir de lo terrible que fue haber vivido casi en directo los atentados del 11 de marzo de 2004 en la capital de España. Aunque yo vivo en la costa este, la impotencia me invadió como pocas veces en mi vida.

Sí, han pasado ya seis años, el mundo ha dado muchas vueltas, pero parece que pocas cosas cambian. De sobra se sabe que las guerras sacrifican a inocentes atrapados en la locura por el poder, pero también dejan mucho, mucho dinero. Qué importa que esté manchado de sangre.

1 comentario:

Anónimo dijo...

No me gusta demasiado que se recuerde año tras año aquel 11 de septiembre, más que nada porque me parece una triste propaganda bushiana para seguir recordando y justificando lo que está haciendo, mas que un recuerdo a las víctimas de aquel día.

De hecho me negué a ver cualquier reportaje tremendista y lacrimógeno sobre el tema y por supuesto, la mítica película... Que vamos, que eso de que se hace para que la gente esté bien informada y sepan bien el horror que se vivió ese día no me lo trago.

Aún así te contaré que a mi me pilló en Roma..calculo que en el momento del ataque a las Torres Gemelas debía estar en el Coliseo. Era el día que volviamos a España, así que tras la visita al Coliseo y al Foro Romano, volvimos al hotel. Teníamos el equipaje listo, así que sólo nos quedaba esperar a que nos recogiera el autobus para el aeropuerto y, para hacer tiempo, nos sentamos en la sala común del hotel donde había una TV.

Recuerdo mirar a mi alrededor despistadamente y volver al mundo al ver las caras de la gente mirando la tele... Entonces la miré yo.. Sinceramente pensé: "una peli de polis buenos retirados que vuelven a la acción para capturar a los más temidos terroristas...y además lo consiguen ellos solos" (vamos, del palo de Jungla de cristal y demás)

Tardamos en darnos cuenta de lo que pasaba...

El camino al aeropuerto se hizo entre móviles sonando sin parar y una veintena de personas hablando en su lengua natal intentando enterarse de algo.. En el aeropuerto mismo...un caos! Todos los pasajeros de todos los vuelos teníamos que pasar por una sóla puerta de detección de metales llena de policia y ejército, tratandote como si fueses el mismo Bin Laden.

En mi vuelo subió un chico árabe. Le habían denegado el embarque en tres vuelos anteriores...solo por ser árabe, claro, y todo el pasaje (me incluyo) le mirábamos, unos con curiosidad, los más con miedo.

En fin...fue un fin de viaje terrible y, aunque suene frívolo teniendo en cuenta la gente que murió, me dejó un regustillo amargo de la bella ciudad de Roma (a la que volveré para quitármelo jeje)


Pues bueno, todo este rollo, para decirte que me ha gustado tu entrada! jajajajjaja

Besos