El jueves escuché por la radio de un transporte público de que hay una clase de 'muertos' que hay que dejar en paz, sin esperar que vuelvan en una noche como esta... Son los malos recuerdos, las situaciones que nos negamos a olvidar, las personas tóxicas de las que no podemos desprendernos. Y es que la memoria, los recuerdos, quizás son uno de los más grandes dones del ser humano. Sin ellos, no somos nadie. No recordamos quienes fueron nuestros padres, a qué sabe una chuche, quién fue nuestro primer amor, cómo fuimos capaces de aprobar aquel examen de aritmética, cómo fue el primer beso del amor de nuestra vida, el olor a recién nacido de nuestros hijos...
Recordar, echar la vista atrás, rememorar los momentos felices, la alegría genuina, el gozo y la dicha. Alejar el masoquismo de recordar el dolor, la angustia, la amargura, el pesar. Recordar a todos y cada uno de esos seres queridos que siguen con nosotros aunque su cuerpo se haya convertido en polvo o cenizas con amor y alegría. En días como estos y siempre.
Disfrutemos el inicio de un nuevo ciclo. Algo muy escondido en nuestro genes nos trae a la memoria esos días cuando los antiguos se regían por los ciclos agrícolas. Cuando recogían la última cosecha del año y agradecían a los espíritus por velar y procurar el bienestar de sus familias, de sus comunidades.
Queridos todos, que tengan una noche donde sean arropados por los espíritus que aman y recuerdan.
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