01 noviembre 2015

Los muertos chiquitos



Ofrendar significa compartir con los parientes y amigos fallecidos ciertos goces y algo de los frutos obtenidos de la anualidad pasada, así como ofrecer alimentos, además de los tradicionales que se ofrendan en cada población, los preferidos en vida por los difuntos. Todas las ofrendas o Altares de Muertos tienen la misma finalidad: recibir a los familiares difuntos para compartir con ellos los buenos frutos de la tierra, recordarlos y halagarlos. Pero sobre todo, tener presente de que a pesar de que se han ido, los días 1 y 2 de noviembre volverán para estar nuevamente reunidos con los suyos. La ofrenda es el reencuentro con un ritual que convoca a la memoria.

En muchas comunidades donde prevalecen las viejas costumbres, el repique de campanas de las iglesias, a las ocho de la noche del 31 de octubre, anuncia la llegada de los espíritus de los niños que "ya vienen". Para esa hora, las señoras de la casa ya tienen arreglado el altar: dos mesas puestas en dos niveles con manteles blancos o con papel de china, en donde se coloca la ofrenda para los "angelitos". Esta consiste en alimentos que les gustan a los niños: pan de muerto, fruta, elotes, atole de masa o "champurrado" (atole de chocolate), leche en jarritos especiales, tamales de dulce y de elote, arroz con leche, dulce de calabaza (calabaza en tacha), conserva de tejocotes y refrescos. Varias familias ponen juguetes de madera y barro: jarritos, canastitas, coches, muñecas de trapo, baleros, sin faltar en ningún lado las calaveritas de azúcar. 

Todo el día siguiente, 1 de noviembre, repican las campanas por el gozo que causa la visita de los infantes. La hora de retiro de los "chiquitos" varía, en algunos lugares lo hacen desde las doce del día, en otros lo llevan a cabo a las ocho de las noche.



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