03 mayo 2011

Réquiem por la máquina de escribir


La noticia me ha producido un profundo pesar, como el que causa la muerte de un viejo amigo con el que se había perdido contacto hace mucho tiempo y que había caído en el olvido. Ha cerrado la última empresa que fabricaba máquinas de escribir y se apaga definitivamente ese sonido metálico y mecanicista que a medida que se aproximaba la hora de cierre atronaba en las redacciones de los periódicos.

Ha tenido que cerrar para enterarme de que la única que resistía era la india Godrej & Boyce, que comenzó a fabricarlas en los años 50 y que finalmente ha sucumbido a la falta de pedidos. Su gerente general, Milind Dukle, dice al Daily Mail que hasta 2009 se siguieron fabricando entre 10.000 y 12.000 máquinas cada año que compraban, por lo visto, agencias de defensa, cortes y oficinas de gobierno. He leído la noticia en el Ipad y, unas horas más tarde, he sonreído después de leer en la tableta táctil un blog de CNN con el desmentido de una compañía de New Jersey, que afirma seguir fabricando máquinas de escribir en factorías de China, Japón e Indonesia, pero ¿a quién quieren consolar? Están hablando de máquinas electrónicas y con bancos de memoria que apenas guardan cierto parecido con mi entrañable Olivetti.

Es mejor hacerse a la idea. La máquina de escribir ha muerto hace ya tiempo y ni siquiera habíamos celebrado un funeral, eufóricos con nuestros nuevos compañeros electrónicos, que no solamente fijan en negro sobre blanco nuestras ideas, sino que además las interrelacionan y envían a la velocidad de la luz a formar parte de una red infinita, un nuevo universo bajo el que la vieja máquina de describir quedó sepultada muchas páginas atrás.

Personalmente, no recuerdo el último día que la usé, aunque sí guardo viejísimas anécdotas que he compartido hoy con varios colegas. Paloma Gómez Borrero, con la misma tenacidad que la fábrica de Bombay, ha seguido utilizándola hasta que la detuvieron bajo sospecha de terrorismo en varios aeropuertos internacionales por los que seguía al Papa. Para algunos siguen siendo un objeto fashion, como James Bobin, de la revista Rolling Stone, que está buscando una. Rafaela recomienda encarecidamente reciclar esa vetusta pieza de museo que abandonamos en casa de nuestros padres y un amigo en Facebook me recomienda hacerme follower de este blog que demuestra que hay vida más allá de la puerta de entrada de una tienda de máquinas de escribir. ¿Nostalgia? ¡Ni hablar! Me comprometo a no vender en E-Bay las piezas de coleccionista que quedan en mi familia, aunque suban los precios tras la defunción, pero eso es todo.


Rosalía Sánchez
Blog Crónicas desde Europa
El Mundo
26 de abril de 2011


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Yo no sé mecanografía pero tengo cierta velocidad para teclear gracias a que desde niña toqueteaba la máquina de escribir de uno de mis tíos :) Creo que era una Smith-Corona de color gris casi metálico. Una compra de segunda mano que ahora no sé dónde haya ido a parar... una pena :P Poco tiempo después, otro tío me regaló mi querida Olivetti Lettera 32 :) Compañera fiel y trabajadora como pocas. Inclusive, en 2002 aún la usaba y fue motivo de burla del director de la última revista donde trabajé ¬¬ Debía entregar un artículo y sin tener pc propia y sin tiempo para ir a un cybercafé, eché mano de mi máquina portátil. El director de la mentada revista me preguntó que por qué aún vivía en la era de las cavernas :/

Ojo, también tuve una eléctrica pero al cabo del tiempo, me dio muchos problemas con el rodillo luego de que se quedó enganchada una etiqueta que rotulaba. La llevé con un técnico, me la devolvieron en buenas condiciones, pero poco después comenzó a fallar y ya no era tan sencillo ni tan barato encontrar los carretes de la cinta que usaba. Desde hace años que es un "motivo decorativo" más del escritorio de mi casa en México :P




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