12 enero 2008

¿Las herederas oscuras?


¿Alguien me puede explicar por qué ya no se escriben buenos libros de historias de vampiros?
¿Dónde están los autores que valgan la pena y sean capaces hasta de revolucionar por enésima vez uno de los subgéneros que más me gustan o al menos sacudirlo?

¿Por qué son éxitos de venta cosas tan infumables como La Historiadora?

Yo no sé si la verdad está allá afuera como decía el agente Mulder en los Expedientes X, pero lo cierto es que estoy a punto de vomitar con el empacho que me ha provocado empezar a leer una tontería titulada Placeres de la noche. Claro, Mac, pero si el título ya lo decía todo. Ni digno de ser el de una novela erótica ni mucho menos. Sólo es el resultado de la mente calenturienta de una ama de casa que ha dado en la diana escribiendo sobre cazadores nocturnos, mujeres con poderes paranormales y vampiros. Pero nada épico, damas y caballeros. Es como si pusiéramos en una licuadora a Anne Rice en sus peores momentos (tal vez en Blood and Gold o en Pandora) y a Johanna Lindsey (sí, aquella escritora norteamericana de novela romántica-histórica cuyas portadas de la mayoría de sus libros han sido engalanadas con el modelo italiano Fabio, aquel rubio fortachón de larga melena y siempre dibujado o retratado desnudo de cintura para arriba) y no sé, una versión femenina de Jim Carrey, por ejemplo.

Hace mucho tiempo que leí críticas feroces sobre Anne Rice las cuales, a pesar de ser una fan declarada, no pude rechazar del todo cuando a mi querida dama sureña se le empezó a ir la pinza y escribió libros que ni siquiera fui capaz de hojear, como el más reciente sobre la infancia de Jesús (¿?) Decían que sus personajes rayaban lo lacrimógeno de manera gratuita, que todos sus vampiros era los más bellos entre los bellos, que nadie estaba jodido económicamente hablando porque tal parecía que ser vampiro era igual a ser un as en los negocios y a ser un heredero fortuito que estaba en el lugar y momentos precisos. No seré yo quien niegue tales verdades, pero habrá que reconocer (aunque aquellos que me conocen sabe que lo que voy a soltar es algo así como mi caballo de batalla cuando se habla de Ms. Rice) que le dio sangre nueva y un giro o varios giros muy especiales a un género o subgénero que casi parecía dar patadas de ahogado por mucha inmortalidad que posean sus personajes. Y casi se podría decir que aflojó las ataduras de aquel corset victoriano donde los expertos habían encasillado la literatura referente a los vampiros, a pesar de que desde mediados del siglo XIX había historias basadas en leyendas o en delirios de sus creadores, que se olvidaban de las estacas, los crucifijos y a veces hasta de los clásicos ataúdes. Por cierto, la mayoría tenían protagonistas femeninas.

Siempre se señala con el dedo a los best-sellers, siempre se les critica porque se califican como literatura basura, casi desechable. En la gran mayoría de los casos, puede ser que haya algo de razón. Pero también eso provoca que las historias que guardamos en nuestra memoria colectiva, se renueven o se revisiten, aunque a veces sea hasta un punto vomitivo. Como lo sucedido a raíz del Código Da Vinci y todos esos escritores e investigadores metidos a novelistas cuya mayor parte han sido o son mediocres copiadores. De repente, todos se interesaron por los enigmas sagrados, por las antiguas sociedades secretas, por desmenuzar el cristianismo y todos los cabos sueltos que ha ido dejando la Iglesia a lo largo de su historia.

Y yo no sé, pero tal parece que sigue siendo muy atrayente la imagen del vampiro romántico en el más estricto sentido de la corriente literaria. De aquel ser monstruoso pero seductor surgido de la mano John Polidori, el médico de Lord Byron. Por siempre cautivando, por siempre inquietando, oh Lord Ruthven. Anne Rice parecía haber estado, como la gran mayoría de sus personajes, en el lugar y momentos precisos para abrir brecha dentro de la literatura vampírica. Y aunque han tardado en surgir las mediocres copiadoras, ya están aquí: Stephenie Meyer y Sherrilyn Kenyon, eso sí, nada tontas y tan predecibles que sus mayores influencias son dos de las reinas de la novela romántica: Danielle Steel y la ya mencionada Johanna Lindsey.

Creo que he sido una lectora curiosa y esta particularidad me ha llevado a leer algunas cosas de estas señoras y por supuesto, de nuestra versión en castellano conocida como Corín Tellado (vía la revista Vanidades) que hasta hace muy poco supe que es asturiana y que sigue vivita y coleando. Cuando era una puberta, aunque me aferraba a mis pelis de terror y a mi siempre amado Poe, curioseé leyendo aquellas novelitas románticas que se vendían en los puestos de periódicos que eran del tamaño de la famosa Selecciones (Reader's Digest) y cuya series siempre tenían nombres tan cursis como Jazmín o Bianca. Por lo regular, las historias rayaban un poco en el soft-muy soft-porno sobre chicas frágiles y un tanto anodinas, enamoradas de hombres peligrosos de gran corazón, expertos amantes y conquistadores natos. Casi todas eran traducciones, escritas bajo múltiples seudónimos (seguro sólo eran dos o tres autores) e intentaban copiar el estilo de Danielle Steel, por ejemplo.

Salta a la vista que este tipo de "literatura" no hizo mella en mis gustos pero soy capaz de reconocerla aunque se oculte bajo la apariencia de una novela dirigida a los amantes del horror o de los "temas paranormales". Placeres de la noche de Sherrilyn Kenyon (que pertenece a una amplia colección que ha sido editada a través de algunos años) y Crepúsculo de Stephenie Meyer (que es el primer tomo de una trilogía) son un baturrillo de vampiros, humor y el clásico soft-porno que invade cada página de toda novela romántica que se precie de serlo. La Kenyon se dirige a un público un poco más adulto (já) y la Meyer parece que se quedó con la idea de que todas las adolescentes o post-adolescentes son adoradoras por naturaleza de series de televisión tipo Beverly Hills 90210. Una de las grandes, pero muy grandes diferencias que tienen estas autoras con una de sus ídolas: Anne Rice, es que abusan de un humor mediocre que muchísimas veces sobra. Es por eso que mencionaba líneas arriba de que en la mezcla de la licuadora había que incluir una versión femenina de Jim Carrey. Los vampiros de estas autoras (curiosamente gringas las dos) son guapérrimos, millonarios, misteriosos y ultra-sexys aunque, en el caso de Crepúsculo traten de ocultarse en un poblacho pequeño y anodino del noroeste de EstadosUnidos y de pasar por jovencísimos estudiantes de último año de bachillerato.

Placeres de la noche se ubica en Nueva Orleans (já, qué casualidad) y es como si trataran de mezclarse, con nulo éxito, La hora de las brujas y Blood and Gold de Ms. Rice. Lo dicho, no fui capaz de acercame ni a la mitad del libro: aquel erotismo de tres al cuarto y unos diálogos que parecen escritos por una quinceañera (eso sí con mucha mejor ortografía y sin el vicio de escribir todo como si redactara un mensaje de móvil), puffh, me aburrieron y me pusieron los pelos de punta. Entre las dos novelas y gracias al Círculo de Lectores había gastado los peores 32 euros de mi vida. Bueno, no. Si sumamos los 20 euros que le costó a mi marido La Historiadora de Elizabeth Kostova, que tampoco he sido capaz de leer más allá de la mitad, ya tenemos una cantidad que bien pude aprovechar en otras cosas. Por cierto, la Kostova no padece de un exceso de humor ni de erotismo primario, sino todo lo contrario: precisamente carece de estilo definido. Su novela cuenta una historia cuyo planteamiento podría resultar atrayente, pero Kostova se dedica a masacrarlo con una escritura y unos personajes planos.
Hay gente para todo, como dicen por ahí, y queda claro que hay un público cautivo (para bien o para mal, femenino en su gran mayoría) que vive y muere por un género "literario" llamado romanticismo o novela romántica (nada qué ver con la verdadera corriente literaria surgida a principios del siglo XIX). Los éxitos de venta de estas supuestas herederas oscuras de Danielle Steel, Johanna Lindsey e inútiles intentos de copia de Anne Rice, lo demuestran.
Me parece que lo único que nos queda es el cine y hay varios rayitos de esperanza con los que ya me froto las manos, jejeje, pero de eso hablaré en otra entrada.

3 comentarios:

Korkuss dijo...

Vaya, y mira que Crepúsculo comenzaba a darme curiosidad...

MacVamp dijo...

Pues, querido Korkuss, si es por curiosidad, puedes darle una ojeada, pero de antemano te digo que te aburrirás :P

| Alison | dijo...

Por eso cuando voy a comprar libroa o me paro en una libreria soy una indecida de cual comprar. En ocasiones lo q parece una buena portada y un buen prologo se puede convertir en una bazofia, y me duele gastarme 20 EUR por una bazofia, y mas viendo los tiempos q corren.

Mac tan solo puedo decirle a tu dinero... D.E.P.

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