02 mayo 2006

Viggo, el capitán

Viggo Mortensen como el Capitán Alatriste
Conocí a Viggo Mortensen en un restaurante del Escorial: un danés rubio y flaco, callado, de aire tímido, que hablaba un excelente español con acento argentino. Iba a interpretar al capitán Alatriste, pero yo sabía poco de él. Lo había visto en algunas películas y recordaba sobre todo sus ojos claros, su mirada de hielo mientras atormentaba a Demi Moore en La Teniente O'Neil. Me gustaba su careto flaco y duro, su talento como actor, su interés por el personaje y el proyecto. Durante aquella comida hablamos de fotografía, de literatura y de España. Dos días más tarde vino a mi casa, y mientras tomábamos café rodeados de libros relacionados con la época y el personaje, me regaló varias cosas editadas por él, entre ellas un magnífico álbum de fotografías suyas sobre caballos. En correspondencia, le di un tratado de equitación del siglo XVIII.

No nos vimos mucho durante la intensa preparación de la película, y sólo en tres ocasiones durante los largos meses de rodaje. Me llamó alguna vez para comentar aspectos del personaje y de la historia, como el lugar de nacimiento de Alatriste. Nunca lo detallé en ninguna de las cinco novelas publicadas hasta ahora, pero a Viggo le interesaba el dato. La vieja Castilla, respondí. ¿Puede ser León?, preguntó tras pensarlo mucho. Puede, respondí. Así que se fue a León y lo pateó de punta a punta, deteniéndose en cada pueblo, en cada bar, hablando con quien se le puso delante. En efecto, concluyó al fin. Alatriste es leonés. Y lo dijo tan convencido que a estas alturas ni yo mismo cuestiono ya el asunto. De ese modo, viajando, leyendo, mirando, Viggo se llenó de España; de nuestra historia, de la luz y la sombra que nos hicieron como somos. Y así, en un proceso asombroso de asimilación, terminó haciéndose español hasta la médula: lo estudió todo, trabajó hasta perder el acento argentino, y hasta frecuentó a toreros para aprender ciertas maneras, cierto sentido de respeto por el enemigo, cierta actitud de resignado estoicismo ante la vida y ante la muerte.

Hace unos días estuve en la llanura de Uclés, convertida cinematográficamente en el campo de batalla de Rocroi: allí donde, en 1643, los temibles tercios españoles fueron destrozados por la artillería y la caballería francesas. Se rodaba la secuencia final de la película, porque en Rocroi, en el último cuadro formado por los veteranos del tercio viejo de Cartagena, termina la historia del capitán Alatriste. Estuve detrás de cámaras, espectador privilegiado, viendo a un centenar de jinetes cargar una y otra vez contra la fiel infantería española, y a Viggo en primera línea, cabeza descubierta y espada en mano, vendiendo cara su piel y la de sus camaradas. Se cree de verdad que es Diego Alatriste, me comentó el director, Agustín Díaz-Yanes, entre toma y toma. Los actores son todos unos tíos raros, añadió, pero este es un caso especial. Lo cree por completo. Se ha metido tan dentro del personaje que parece más español que nadie. Observa esa desesperación y esa mala leche. Hasta los días en los que no tiene que rodar, se viste y se queda aparte, con su espada entre las manos, pensando. Y así está, el cabrón. Inmenso. Que se sale.

Después, en una pausa del rodaje, estreché la mano de Viggo, manchada de sangre cinematográfica. Charlamos un rato y nos fuimos a comer bajo la carpa que nos protegía del sol, mientras yo observaba su mostacho soldadesco, sus cicatrices, el coleto cubierto de polvo y sangre, los ojos claros y absortos que miraban como sólo miran los veteranos, más allá de la vida y de la muerte. No era un actor, pensé de pronto. Era la imagen rigurosa del héroe cansado. En resumen vivo de todos aquellos hombres arrogantes, valientes, crueles, que sostuvieron con su espada y con su sangre un imperio agonizante, y luego, olvidados por reyes imbéciles y por una patria ingrata y miserable, terminaron como perros callejeros, mendigos, enfermos, mutilados, ahorcados por la justicia o acuchillados en un campo de batalla. Y allí, sentado bajo la carpa frente a mi personaje, cada uno con su gazpacho, su merluza y su agua mineral en la bandeja del catering, comprendí que nunca podré pagarle a Viggo Mortensen la deuda que durante esta larga y compleja aventura cinematográfica contraje con él. Por encarnar con perfección absoluta lo que Sebastián Copons, fiel compañero de Alatriste, le dice al joven Íñigo Balboa antes de la última carga de la caballería enemiga: Si sales de ésta, cuanta lo que fuimos.

Artículo extraído de la sección "Patente de Corso" que cada domingo escribe Arturo Pérez-Reverte en la revista El Semanal del periódico Las Provincias. Este apareció el 24 de julio de 2005.
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Mi primer acercamiento con Arturo Pérez-Reverte fue con la novela "La piel del tambor", gracias a la recomendación de un director de Comunicación de la Procuraduría General de Justicia del Distrito Federal. En 1997 yo trabajaba en un noticiero, detrás de cámaras, provisionando, eligiendo, buscando y concendiendo la mayor parte de las noticias que daban cuerpo a aquel programa que aquí llamarían de sucesos y que en México sería más cercano a la nota roja. Así que, una parte de mi trabajo consistía en gestionar la presencia de los reporteros cuando la Procu (así se conoce coloquialmente) presentaba a los medios los delicuentes que recién habían atrapado junto con las armas, drogas y demás que les habían confiscado en el momento de la detención. El director de Comunicación parecía un tipo simpático y quizás tan joven como yo, que en cuanto supo cuál era mi nombre siempre me saludaba con aquel: Hola personaje de Pérez-Reverte, qué cuentas hoy? (la protagonista de La piel del tambor y yo somos tocayas, jejeje). Y de esa manera, rompíamos el hielo de una relación que bien podría ser sólo cortés y punto. Nunca lo conocí en persona pero a veces charlábamos sobre literatura y gracias a él supe que aquel reportero español que había escrito "Territorio Comanche" (y que otro reportero compañero mío lo tenía casi como libro de cabecera) también escribía novelas. Poco después, compré "La piel del tambor" y quedé fascinada por la destreza literaria de Pérez-Reverte. Por la manera que tiene de desarrollar sus personajes, de cuidarlos y de ser coherente con ellos y con sus historias. Porque tiene una prosa que casi podría decirse perfecta donde todo tiene cabida gracias al modo que tiene de plantear la intriga, el romance nada ñoño sino intenso y real, los conflictos y las miserias humanas. Y por ser capaz de transportarte al pasado casi con los cinco sentidos.

Dicen que tiene un trato difícil, que con él no van las medias tintas y que inclusive puede llegar a ser huraño y demasiado petulante. Yo no sé si el escritor debe ser un cascabel de alegría o un ogro, porque a fin de cuentas, lo que habla de él es su trabajo. He vivido muy de cerca el mundo literario y puedo decir que casi se trata de un baile de máscaras, de un mundo que vive mucho de cara a la galería. Así que, si Arturo Pérez-Reverte no le cae bien a la gente, no es algo que me quite el sueño. Él lleva la procesión por dentro, no en balde ser reportero de guerra marca y eso durará mientras viva. Yo gozo con sus libros (que reconozco no haber leído todos, pero sí la gran mayoría y sólo tengo ciertos problemas con La Carta Esférica porque me parece que intenté leerlo en un momento no propicio de mi vida) y me emociono como si de nuevo fuera aquella niña que leía Los Tres Mosqueteros o las historias de piratas, deseando vivir esas aventuras y devorando página tras página. Y segura estoy que disfrutaré de la adaptación cinematográfica de el Capitán Alatriste que se estrena en septiembre. Fue sorprendente la elección de Viggo Mortensen pero como ustedes ya bien leyeron, de la sorpresa podríamos pasar a la aceptación total. Un actor de los pies a la cabeza, se mete de lleno en su personaje, lo vive, lo sufre, lo suda y dejémonos de métodos de actuación y demás. El verdadero actor es un sismógrafo de intensidad y emoción.

Página de Arturo Pérez-Reverte

3 comentarios:

Selara Majere dijo...

Recuerdoq ue mi primer libro de alatriste fue un regalo de cumpleaños, cuando lo termine me lace sobre mi padrastro al grito de !Pero como me regales el numeor uno cuando queda un año para le siguiente!

De Perez-Reverte me lo he leido casi todo, empezando pro la Tabla de Flandes, y tmabien tuve problemas ocn al carta esferica, auqneu he de admitir que no hay como un Bombay azul con hielo.

Korkuss dijo...

Desafortunadamente yo aún no me leo las novelas del Capitán Alatriste, pero ya me han daod muchas ganas.

Saludos

MacVamp dijo...

Selara: Pues buscaré un momento de inspiración, jejeje, para decidir leer "La Carta Esférica" ;-)

Skeletona: Me dejas con los ojos como platos, no tenía idea de que hubiese un juego de rol del Capitán Alatriste. Ahora mismo le digo a mi marido que lo consiga, hahahaha.

Korkuss: Te recomiendo ampliamente los cinco libros del Capitán Alatriste y sus "espadachinescas aventuras" hahahaha. Seguro te gustarán.