Persiste la confusión en el cine actual entre horror y terror. Mientras que el primero tiene que ver con lo que percibimos y no vemos, el segundo es la 'aparición', el monstruo, el psicópata.
El trailer de The Witch pintaba muy bien aunque sonaba un poco exagerado eso de que a partir de su exhibición en el Festival de Sundance, se la consideraba la nueva película que nos haría estremecer de horror. A mí me pareció que sería algo tirando a la modalidad 'horror folk' que tanto me gusta porque apela a historias antiguas relacionadas con viejas creencias y naturaleza, por ejemplo. A fin de cuentas, la película está ambientada en la Nueva Inglaterra de los pilgrim, poco antes de los casos de Salem.
Logré verla online porque moría por saber de qué iba. Fotografía muy buena, muy austera en color. Y el fanatismo religioso presente desde las primeros momentos cuando esa familia es expulsada de su comunidad. Lo que vino después no fue sino el camino directo y sin escalas a la histeria colectiva, nada más. Detesté que mostraran gratuitamente a las brujas: una con toda la presencia avejentada, monstruosa, dando a entender que guisaría y se comería al bebé desaparecido. La otra, toda lujuria y pecadora ¿seduciendo? a un chiquillo puberto :P Sin contar el aquelarre del final con esas brujas como recién salidas de uno de los grabados de Goya...
Una familia con una hija adolescente, un hijo puberto y dos chiquillos, donde el fanatismo religioso gobierna cada uno de sus actos, donde la culpa y el pecado residen hasta en la respiración. Aislados del mundo, rumiando sus penas y sus reclamos, cayendo en una espiral de sinrazón y pérdida de juicio. Además de grandes penurias económicas que marcan tanto a los padres en su relación, como a los hijos que absorben como esponjas toda la tensión. Ese es el 'horror': cómo influyen unos a otros hasta contagiarse de histeria. No es el mentado Black Phillip de presencia tan gratuita y manoseada como es un macho cabrío y para más inri negro.
Quizás eso es lo que gusta tanto y provoca que aplaudan hasta con la orejas una película de este tipo: ya no impone, por así decirlo, el monstruo como tal, deformado físicamente, alienado, y sin más motivo que matar. No. Hoy se impone el horror de reconocer que dentro de cada uno de nosotros hay una pequeña bomba de relojería que en cualquier momento puede estallar y hacernos perder la razón. Peor aún cuando este tipo de historias son presentadas en el cine con aderezos como sentimientos de culpa, angustia, deseos de venganza, obsesiones. Esa es la columna vertebral de películas como The Babadook y Good Night Mommy. No es terror, de acuerdo. Es el horror, sí, EL horror que provoca una desviación en nuestra perfecta y convencional forma de llamarnos cuerdos.
Es posible que los entusiastas de este tipo de películas no hayan experimentado histeria colectiva. Es por eso, tal vez, que sientan una atracción por historias donde el aislamiento y las obsesiones provocan la pérdida de cordura. Hace muchos años, cinco personas y yo vivimos un caso de histeria colectiva espantoso. Una casa común y corriente, un grupo de tontos que se creyeron con capacidad para enfrentar hechos paranormales. Nos influimos unos a otros y yo recuerdo perfecto las sensaciones y las cosas que escuché. La cara de una de esas personas que había podido 'comunicarse' con un ser querido muerto. El descontrol en otras dos que habían sido los causantes de la 'invocación'. Y aquello no fue ni experiencia paranormal ni hostias benditas. Fue histeria colectiva, sugestión, pérdida de la realidad y peor aún, sin haber nada 'artificial' de por medio...
Este 'nuevo' cine de horror sólo gira alrededor de las obsesiones que de un modo u otro han acechado al ser humano. Situaciones que no son provocadas por algo 'tangible' como un agente externo, sino por todo lo que llevamos dentro, por lo que albergamos en la mente. The Witch es una historia donde la histeria colectiva es generada dentro de una familia y ese final con propuesta de Black Phillip y posterior integración de la chiquilla al aquelarre, es una forma simbólica de decir que se 'liberó' de esa familia que la hacía sentir oprimida y de un mundo donde la religión reina por encima de todo.
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