George R. R. Martin (Foto: Ángel De Antonio)
En el juego de tronos o ganas o mueres,
y George R. R. Martin sigue vivo. El autor de la saga «Canción de hielo
y fuego» ha vendido más de 15 millones de ejemplares en todo el mundo y
aún le quedan dos ases en la manga: las dos últimas entregas de una
heptalogía fantástica que empezó a escribir hace casi veinte años.
Cuando
el éxito llamó a sus puertas, las comparaciones con J. R. R. Tolkien
(«El señor de los Anillos») y las ofertas de Hollywood no se hicieron
esperar. Finalmente, la cadena de televisión HBO fue la elegida para adaptar sus novelas a la pequeña pantalla. Dos temporadas después –la tercera está en el horno–, el fenómeno ha adquirido dimensiones inesperadas.
El
éxito cosechado por Martin no parece haber alterado su vida. La fama le
llegó tarde, a los 60 años (ahora tiene 63), y acepta los laureles sin
sobresaltos. El estadounidense recibe a los medios a la hora de la
siesta y se conjura contra el sueño desvelando secretos que
«destriparán» la serie a los no iniciados.
- ¿Cree que el éxito de su historia se debe a que es una metáfora sobre cómo funciona el mundo actual?
-
(Risas). Decir eso quizás sea un poco exagerado... Es verdad que en la
obra trato temas universales como el poder, la justicia o la
responsabilidad de los gobernantes y los gobernados, cuestiones que nos
afectan a todos. Se pueden establecer muchos paralelismos con el mundo
en que vivimos, pero no pretendía hacer una alegoría ni un comentario
medio velado de la política actual. En realidad hablo de hilos
conductores que nos mueven a todos: el deseo de poder, de proteger a la
familia, las obligaciones hacia los amigos, la patria, principios
abstractos como el honor o la verdad... A Tolkien también le preguntaban
si «El Señor de los Anillos» era una alegoría de la II Guerra Mundial, y
él siempre dijo que no taxativamente. Yo hago lo mismo en mi caso.
- ¿Por qué ese interés por el poder y la ambición?
-
La saga sigue la gran tradición del género fantástico, pero también el
de la ficción histórica, que siempre ha tenido mucho contenido en
materia de luchas de poder. Las Cruzadas, la Guerra de las Dos Rosas o
la Guerra de los cien años han sido grandes fuentes de inspiración para
mí. También me baso en mis observaciones sobre la vida, donde parece que
el poder y el sexo son los dos grandes motores del deseo y la necesidad
humana a escala universal. Fui profesor durante varios años en Iowa y
las luchas para ser simplemente el jefe del departamento de inglés eran
intestinas. Los mejores amigos dejan de serlo cuando hay un ascenso o un
aumento de sueldo en juego. En este sentido, el poder político también
es muy interesante de observar tanto en el mundo real como en la serie.
- El leitmotiv de la serie es «Winter is coming» (El invierno está llegando). ¿Cuál es el trasfondo de la frase?
-
Es una verdad universal que nos afecta a todos, igual que «los hombres
deben morir». Todas las civilizaciones, las grandes familias y los
grandes sueños tienen que morir en algún momento, y esa sombra nos
persigue a todos. Se trata de saber qué hacer cuando «el invierno se
acerca». ¿Se prepara uno por lo que pueda pasar o se entrega al «carpe
diem»? Hay muchas actitudes ante esa certeza. La casa Stark tiene
siempre muy presente que vive en el norte, y que la oscuridad acecha al
otro lado del muro.
- ¿Está usando en sus novelas los trucos que aprendió como guionista?
-
La verdad es que aprendí mucho durante los diez años que trabajé en
cine y televisión (entre 1985 y 1995): las rupturas dramáticas, el
ritmo... He aplicado bastantes cosas, no obstante, matar a uno de los
protagonistas nada más empezar la serie no es un truco habitual. Quería
marcar claramente el ángulo desde el que debían enfrentarse los
espectadores a la historia: «Nadie está a salvo». La gente está
acostumbrada a ver cómo el héroe, el protagonista, se mete en líos pero
siempre sale airoso, así que no tiene de qué preocuparse. Lo que quiero
es que la gente sienta visceralmente el miedo, la angustia de saber si
va a sobrevivir o no. Como si ellos mismos lo vivieran y no supieran si a
la vuelta de la esquina les acecha un peligro. Quiero despertar esa
misma respuesta emocional.
- ¿Sabe ya lo que pasará en la última página de la saga?
-
En líneas generales, sí. Sé qué va a pasar con los personajes
principales: ya sé quién va a vivir, quién va a morir, cuándo y cómo.
Pero también hay cientos de secundarios, extras... y lo que pasará con
ellos lo decidiré sobre la marcha. Eso sí, si de repente se me ocurre
algo mejor, me reservo el derecho a cambiar de opinión en el último
momento. Eso siempre puede ocurrir.
- ¿Cuál ha sido su implicación en la serie de televisión?
-
Soy coproductor ejecutivo y he estado presente en el proceso de
selección de personajes desde el episodio piloto. Tengo voz y voto, pero
soy uno más. David Benioff y Dan Weiss (productores de la serie) y la
HBO (canal que la emite en Estados Unidos) tienen mucho que decir.
- ¿Cree que se están ajustando a la «dureza» de los libros?
-
El mundo de la serie no es menos cruel que el de las novelas. Al
contrario, ¡se están dando una prisa en matar a gente...! (Risas) Yo
mato a gente, pero ellos matan a más. ¡Se cargan a personajes que aún
están vivos en el libro! Creo que la visión que tienen de mi mundo es
casi más cruel que la mía.
- ¿Qué le parece el reparto?
-
Estoy contentísimo con los actores. Creo que tenemos uno de los mejores
repartos de series de televisión de la actualidad. Los castings se
celebran en Londres, Belfast y Dublín, y tenemos acceso a una pléyade de
actores irlandeses y británicos que, por una parte, tienen una
formación clásica de teatro, y por otra, son casi todos grandes
desconocidos para el público estadounidense. Son caras nuevas y los
espectadores no piensan si vieron a este o aquel personaje en una serie
de policías hace unos años; así es más fácil que los identifiquen con el
personaje que interpretan en «Juego de Tronos».
- ¿Siente debilidad por alguno?
-
Contar con Peter Dinklage (Tyrion, el enano de la casa Lannister), que
ha sido nominado por segunda vez al Emmy, es una satisfacción especial. Y
los niños no dejan de sorprenderme. Nos ha tocado tres veces la lotería
con Arya (Maisie Williams), Sansa (Sophie Turner) y Bran (Isaac
Hempstead). Además, ya hemos terminado el casting de la tercera
temporada, y tendremos el privilegio de contar con Diana Rigg
(interpretando a la Reina de Espinas).
- ¿Los personajes están inspirados en referencias reales concretas?
-
Sí que me he inspirado en personajes históricos, pero no he dicho:
«Enrique VIII va a ser este personaje». No voy a coger a Alejandro
Magno, a Cromwell o a la Reina Isabel de Inglaterra y a cambiarles el
nombre sin más: sería un truco demasiado barato, demasiado fácil.
- La narración se caracteriza por ser polifónica y muy fragmentada, ¿por qué ha elegido esta técnica?
-
Quería escribir una epopeya en tamaño gigantesco, una narración épica
con cientos de personajes y batallas que partiera de un conflicto menor y
poco a poco se fuera desarrollando hasta abarcar todo el mundo. Es lo
que ocurrió en la II Guerra Mundial. Entonces, ¿qué punto de vista debía
elegir? ¿El de Roosvelt, Churchill, Hitler, los soldados franceses, las
islas de Japón...? Es necesario abordar todos los puntos de vista para
contar lo que sucedió. Cada persona tiene un punto de vista único: no
somos dios, no podemos ver el de los demás ni cambiarlo. Creo que es la
única manera que existe de contar historias. Eso de que un narrador
omnisciente diga: «Y entonces pasó esto», no lo considero plausible. Yo a
eso no lo considero buena literatura. En la Ilíada, por ejemplo,
tenemos a Aquiles y a Héctor. ¿Quién es el héroe y quién el villano?
Depende del bando en el que estés. Es uno de los grandes momentos de la
Literatura, un momento formativo para autores y lectores.
- ¿Los productores le han «invitado» a tomar algún rumbo en las últimas entregas de la saga?
-
La verdad es que no, porque les llevo unos años de ventaja. Tengo cinco
volúmenes publicados y el tercero, por cierto, aparecerá en dos
temporadas. Si alguien tiene que sentirse presionado son ellos, que
tienen que llevar a la televisión lo que hay en los libros. No voy a
adaptarme en nada a lo que salga en pantalla; la única presión que tengo
es darme prisa en sacar los próximos libros para que no me «pillen». Es
como si estuviese colocando los raíles de la vía del tren y empezase a
ver detrás de una colina el humo de la locomotora acercándose...
E. Vasconcellos
Diario ABC
26 de julio de 2012
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