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09 marzo 2015

Príncipe Lestat



¡Es mío, es mío! 
Muchas gracias a un buen amigo mío (James) que acompañó tan grandioso regalo con unos chocolates british y un cajita de té de Ceilán :D






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17 noviembre 2014

Sólo los amantes sobreviven



Traducido al castellano como Sólo los amantes sobreviven, Only Lovers Left Alive es el primer film de Jim Jarmusch de vampiros. Yo lo esperé con ansia viva, jejeje, porque en el mismo año, se me cumplieron dos 'deseos': ver a Tilda Swinton como David Bowie (que yo sigo asegurando que si se llega a hacer un biopic de Mr. Bowie nadie mejor que ella para encarnarlo, jojojo) en el vídeo The Stars (are out tonight) y verla como vampira :)

La peli es lentaaaa, como si se hubiese instalado en el ánimo del vampiro Adam (Tom Hiddelston de quien adoré esas manos grandes y de dedos largos y finos, jejeje) que lo percibo casi como un homenaje a Louis de Ponte du Lac con ese 'ánimo' pesimista, misántropo y melancólico. Tilda-Eve es el mejor ejemplo de lo que ella misma comenta casi al vuelo: una sobreviviente. Y no tiene precio ver a un actorazo como John Hurt a lo vampiro y nada menos que como Christopher Marlowe. Buena fotografía que compensa en muchos momentos la lentitud de la peli, buena idea ambientar una historia de vampiros en Detroit con esa desolación de las orillas, un poco psicotrópico eso de ambientar a vampiros refugiados en Tánger y esos homenajes a la música soul de los 50s y 60s es el colmo de llevar a cabo una historia que rompiese con todo lo 'establecido' en cuanto a historias de vampiros, jojojojo. 

Me gusta cómo se alimentan los vampiros de Jarmusch, resultan lógicos sus miedos y sus precauciones, pero son los mismos que los 'atan' y casi pueden destruirlos si no logran adaptarse aún más a los tiempos que corren como lo demuestra Eve. Me gusta esa hermanita 'pequeña' que se comporta como una adolescente: Ava (Mia Wasikowska) y que logra en meter en serios problemas a Eve y a Adam, además de ser quien provoca los momentazos de humor negr. El guión en general está bien planteado y bien dirigido. Estos son vampiros adultos y con dilemas existenciales, si los podemos llamar así. Y noto cierta 'influencia' a lo Mrs. Rice, sólo cierta, no me atrevo a decir que es un homenaje completo ni mucho menos. Hay ciertos detalles que a mí me sobran y que no sirven para 'agilizar' el ritmo de la peli, pero son pocos. 

En términos generales, bien valió la espera de meses y más meses para poder disfrutar de este nuevo trabajo que sin duda merece estar dentro de ese grupo de pelis de vampiros que son casi una joya. 


 4 de agosto de 2014


Si pinchan aquí podrán leer el post que publiqué previamente sobre esta película.


 







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05 julio 2014

XX Aniversario

En 2014 se cumple el XX aniversario de tres cosas cuasi fundamentales para muchos de nosotros :)  Primero, el estreno de The Crow de Alex Proyas que fue el 11 de mayo, después el primer concierto internacional en plan darkie en el DF que fue el de London After Midnight el 23 de junio y por último, el estreno de Interview with the vampire de Neil Jordan que fue el 11 de noviembre.
Que veinte años no es nada ;-)



 























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16 diciembre 2013

El mejor Lestat
















El Príncipe malcriado. El vampiro que es echado al mundo sin saber prácticamente nada sobre su condición. El hombre que perdió su juventud para permanecer eternamente como testigo del paso del tiempo. El amante que sólo busca sentirse amado, querido, protegido.

 Lestat es el alterego de Mrs. Anne Rice con unas gotas de su marido Stan Rice (RIP) y es el protagonista absoluto de sus Crónicas Vampíricas. En la primera entrega de la saga Entrevista con el vampiro, es Louis quien lleva el papel protagónico porque sólo así Mrs. Rice pudo 'exorcizar' el dolor que le causó la pérdida de su hija por leucemia a sus escasos seis añitos. 

Después, en la segunda entrega, Lestar se apropia por derecho propio del papel protagónico y nos muestra a un personaje completo y complejo. A un vampiro que no reniega de su condición porque aprende a disfrutarla, pero con dolor y con rebeldía. 

Cuando comenzaron los rumores de la adaptación cinematográfica de Entrevista con el vampiro, se barajaron mil nombres de posibles intérpretes de Lestat. De todas las edades y 'estilos'. De alguna declaración que dio Mrs. Rice -afortunada o muy desafortunada- se dijo que Rutger Hauer podría interpretar a Lestat. No se mencionó que Mrs. Rice no se había 'basado' en él para crear a su Lestat de la segunda entrega de Crónicas Vampíricas, sino que le atraía la actuación y la vida que le había dado al replicante Roy Batty en Blade Runner (1982).

La elección de casting fue acertada con Brad Pitt como Louis e inclusive Kirsten Dunst como la pequeña Claudia. El desconcierto apareció cuando se declaró que Tom Cruise sería Lestat o_O Los fans protestaron. Nadie, absolutamente nadie veía a Tom Cruise como el Príncipe malcriado, rubio y ojiazul. El Matalobos francés que sabe esconder sus sentimientos y mostrarse desafiante e irreverente.

La propia Mrs. Rice hizo unas declaraciones bastante fuertes. Y a pesar de haber hecho ella misma el guión cinematográfico, intentó alejarse de la producción debido a su desacuerdo con los productores. Tom Cruise fue crucificado antes de poder comprobar si realmente era capaz de 'darle vida' a ese vampiro tan del siglo XX. El actor llegó al extremo de encerrarse en su camerino y pedir que se instalase una lona negra encima del recorrido que hacía del camerino a los sets de filmación porque no quería ninguna filtración obra de los paparazzis.

En noviembre de 1994 se estrenó la adaptación fílmica de Entrevista con el vampiro y todos nos rendimos ante Neil Jordan y su magnífica dirección, ante la propia Mrs. Rice porque le otorgó algunos detalles enriquecedores al guión y sin duda, Tom Cruise nos calló la boca a todos aquellos fans que no lo veíamos como el Príncipe malcriado :P

Una gran actuación, un gran trabajo de caracterización que no sólo incluyó dietas  extremas para que Tom Cruise quedase casi en los huesos, sino que, por ejemplo, no lleva extensiones: fue su propia cabellera oxigenada, los pupilentes azules y ese desparpajo y mala leche tan característicos de Lestat.

Tom Cruise se 'redimió'. Mrs. Anne Rice lo reconoció públicamente y los fans se lo 'agradecimos' :) Su Lestar ha quedado para los restos y es una lástima -o una bedición, según como queramos verlo- que no haya habido continuación de las adaptaciones de las Crónicas Vampíricas. Aquello que se hizo titulado Queen of the damned (2002) no cuenta... Es un pésimo trabajo de producción, un pésimo guión y del casting mejor ni hablamos :/  Sólo Stuart Townsend se salva como ese Lestat rockero-hijoputa. Punto. No se puede reconocer nada más.





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05 octubre 2013

Mrs. Anne Rice




Cuando sea grande quiero ser como ella ;-)

Mrs. Anne Rice de visita por Auverge, Francia. Fotografía hecha por su asistente Becket.




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31 julio 2012

Del amor al odio sólo hay un paso



 Amor y odio.

Pupilo y maestro

Lestat y Louis vistos por la gran artista francesa Marie Meier  xD





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05 mayo 2012

La historia de Claudia




El próximo 20 de noviembre se pondrá a la venta la novela gráfica Claudia's Story que cuenta la versión de la niña vampiro sobre Louis y Lestat y de la peculiar familia que crearon.

En 1991, se publicó la primera serie de cómics que intentaron ilustrar los momentos más álgidos de la novela Entrevista con el Vampiro. No fue un mal intento, pero hay poquita calidad (para ver scans pinchar aquí). Así que, según las escasísimas imágenes que se han publicado sobre el trabajo de Ashley Marie Witter, parece ser que la versión de Claudia será preciosista ;-)

La propia Anne ha comentado lo mucho que la han maravillado los detalles :)










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17 abril 2012

Vampiros que pretenden ser humanos ;-)







Prefiero esto a esos desarrapados muertos vivientes que quieren devorar nuestros cerebros :/

¿Por qué esa adoración hacia los zombies? ¿Dónde se perdió el buen gusto? o_O







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15 abril 2011

We kiss the stars




"Cold" - Static-X


We kiss
the stars.
We writhe.
We are

your name
desire,
your flesh.
We are

cold, we're so cold.
We are
so cold, we're so cold.
[x2]

Your mouth,
these words,
silence.
It turns
humming.
We laugh.
My head
falls back.

Cold, we're so cold.
We are
so cold, we're so cold.
[x4]


Del soundtrack de la película "The Queen of the Damned" (2002)
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No tiene una letra profunda y quizá su ritmo sea demasiado repetitivo. Tampoco se trata de una banda que me apasione :P Pero tiene algo que me gusta, que me mueve muchas fibras y que a pesar de pertenecer al soundtrack de una peli tan mala, fue utilizada en un momento "cumbre", hahahaha, como aquel donde Stuart Townsend interpretando a Lestat, se revela ante un par de groupies, subiéndose por las paredes y el techo, literalmente xD



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01 abril 2011

The face of a sinner but the hands of a priest




"Moon over Bourbon Stret" - Sting


There's a moon over Bourbon Street tonight
I see faces as they pass beneath the pale lamplight
I've no choice but to follow that call
The bright lights, the people, and the moon and all
I pray everyday to be strong
For I know what I do must be wrong
Oh you'll never see my shade or hear the sound of my feet
While there's a moon over Bourbon Street

It was many years ago that I became what I am
I was trapped in this life like an innocent lamb
Now I can never show my face at noon
And you'll only see me walking by the light of the moon
The brim of my hat hides the eye of a beast
I've the face of a sinner but the hands of a priest
Oh you'll never see my shade or hear the sound of my feet
While there's a moon over Bourbon Street

She walks everyday through the streets of New Orleans
She's innocent and young from a family of means
I have stood many times outside her window at night
To struggle with my instinct in the pale moon light
How could I be this way when I pray to God above
I must love what I destroy and destroy the thing I love
Oh you'll never see my shade or hear the sound of my feet
While there's a moon over Bourbon Street


Del álbum "The Dream of the Blue Turtles" (1985)


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Un tema delicioso rodeado de una atmósfera envolvente. Destila pasión y aflicción. Se dice que Gordon Summers, mejor conocido como Sting, escribió este tema después de leer Entrevista con el vampiro. Y no es que sea un amante del mito del vampiro ni mucho menos. En alguna entrevista, Sting declaró que lo que más le llamó la atencion, fue el personaje de Louis y esa parte que describe el dolor que le causa amar a una mortal como es Babette:

"Debes comprender que lo que entonces sentía por Babette era un deseo de comunicación más fuerte que cualquier otro deseo intenso que sentía..., salvo por el deseo físico de... sangre. Era tan intenso que me podía hacer sentir la profundidad de mi capacidad de soledad. Cuando antes había hablado con ella, había habido una comunicación breve pero directa que era tan simple y satisfactoria como la de dar la mano a una persona, estrechársela, dejándola ir suavemente. Todo eso en un momento de gran necesidad o aflicción. Pero ahora estábamos confundidos. Para Babette, yo era un monstruo y eso me parecía espantoso, y hubiera hecho cualquier cosa para que cambiara de parecer. Le dije que los consejos que le había dado eran correctos, que ningún instrumento del demonio podía hacer algo correcto aunque quisiera.

- ¡Lo sé! - me dijo.

Pero con eso ella quería decir que no podía confiar más en mí que en el mismo demonio. Me acerqué, pero ella retrocedió. Levanté la mano y ella se encogió, aferrándose a la barandilla.

- Pues bien, entonces - dije, sintiendo una profunda exasperación -. ¿Por qué me protegiste anoche? ¿Por qué haa venido a verme a solas?

Lo que vi en su rostro era astucia. Tenía una razón, pero no me la revelaría de ningún modo. Le era imposible hablarme libre y abiertamente, brindarme la comunicación que yo deseaba. Me sentí afligido al mirarla. Ya era tarde y yo podía ver y oír que Lestat había entrado en el sótano y retirado nuestros ataúdes. Y yo necesitaba irme. Aparte de sentir otras necesidades... La necesidad de matar y de beber. Pero no era eso lo que me afligía. Era algo más, algo mucho peor. Era como si esa noche fuera la única de miles de noches, un mundo sin fin, una del que no podía ver el final, una noche en la que yo andaba bajo el frío y las estrellas insensibles. Pienso que desvié la mirada y me puse una mano sobre los ojos. De improviso me sentí débil y orpimido. Pienso que hacía algún sonido en contra de mi voluntad... Y entonces, en ese paisaje vasto y desolado de la noche, donde yo estaba a solas y Babette sólo era una ilusión, vi súbitamente una posibilidad que jamás había considerado, una posibilidad de la cual había huido, absorto como estaba con el mundo, con todos mis sentidos de vampiro, enamorado del color, la forma, el sonido, el canto y la suavidad y las variaciones infinitas. Babette se movía, pero no le presté atención. Sacaba algo del bolsillo, y era un gran llavero. Subía los escalones. 'Déjala ir', pensé.

- Criatura del demonio -susurró-. Aléjate de mí. Satán -repitió. La miré. Estaba inmovilizada en los escalones, mirándome con sus grandes ojos suspicaces. Había alcanzado la lámpara que colgaba de la pared y la tenía en sus manos, mirándome, cogiéndola como a una cartera valiosa.

- ¿Piensas que vengo de parte del demonio? -le pregunté.

Ella movió rápidamente los dedos de la mano izquierda alrededor de la manija de la lámpara y con la mano derecha hizo una señal de la cruz, y pronunció las palabras latinas apenas audibles para mí; su rostro palideció y se arquearon sus cejas cuando no se produjo el menor cambio debido a eso.

- ¿Esperabas que me deshiciera en una nube de huno? -le pregunté, acercándome, porque ahora la veía objetivamente debido a mis pensamientos-. ¿Y a dónde me iría? -le pregunté-. ¿Al infierno de donde vine? ¿Con el demonio a quien represento? -Me quedé al pie de la escalinata-. Supónte que te diga que no sabes nada del demonio. ¡Supónte que ni siquiera sabes si existe!

En el paisaje de mis pensamientos, yo había visto al deminio y ahora yo pensaba en el demonio. Desvíe la mirada. Ella no me escuchaba tal como tú ahora me escuchas. Ella no escuchaba. Miré las estrellas. Lestat estaba listo, yo lo sabía. Era como si hiciera años que estaba listo con el carruaje. Tuve la súbita sensación de que mi hermano estaba allí y hacía años que estaba y que me hablaba en voz baja, pero excitada. Y lo que me decía era desesperadamente importante, pero se alejaba de mí con la misma rapidez con que lo decía, como el ruido de las ratas en los tablones de una casa inmensa. Hubo un sonido crujiente y un estallido de luz.

- ¡No sé si vengo o no del infierno! ¡No sé quién soy! -le grité a Babette, y mi voz ensordeció mis propios oídos-. ¡Voy a vivir hasta el fin de los tiempos y ni siquiera sé quién soy!".



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08 enero 2011

La bisnieta de Frankestein sigue a Lady Gaga






La afición por el amor, lujo y lentejuelas entre los adolescentes no tiene visos de ir a desaparecer. Muy al contrario, no deja de crecer con el apoyo de poderosas campañas de marketing. En los noventa los protagonistas de la serie estadounidense Sensación de vivir, (Beverly Hills 90210) ricos, guapos y glamurosos, despuntaban en los bailes del instituto al tiempo que se enfrentaban a sus inseguridades. En 2010 el escenario estudiantil es el mismo: clubes, fiestas de pijamas, animadoras lideradas por una barbie o guaperas del rugby (fútbol americano) . Pero hoy los personajes humanos, imbuidos en sus traumas juveniles, comparten su amor por Lady Gaga y la estética Beyoncé con familiares de clásicos de terror, niños fantasmas con cuentas pendientes con su pasado terrenal, hombres lobo, ángeles o zombis. Grandes dosis de humor para contar historias de amor que en el sector editorial etiquetan como "romance paranormal".

Detrás de estos superventas están unas autoras -que no autores- jóvenes, modernas y con una sólida carrera profesional en la televisión, la publicidad o la música relacionada con la adolescencia. Es el caso de las estadounidenses Tonya Hurley, cineasta y ex publicista de estrellas como George Michael, Prince o Depeche Mode; Lisi Harrison, ex guionista del canal MTV, o Gitty Daneshvari, ejecutiva de una agencia de entretenimiento.

"Las historias de amor paranormales y prohibidas están lo suficientemente alejadas de la realidad como para resultar exóticas, pero los protagonistas son lo suficientemente accesibles como para darnos la llave que nos permite abrir la historia", opina Lauren Kate, autora de la saga Oscuros y ex editora juvenil. Así el ángel Daniel, que despliega unas alas de tres metros, lleva zapatillas Converse, camisetas de estudiados rotos y conduce un Alfa Romeo.

Son títulos irónicos, de estructura fácil y una estética gótica muy pensada: páginas, por ejemplo, con el filo fucsia, portadas negras -¿quién imaginaría ese color para un público preadolescente?- decoradas con calaveras de strass o el dibujo de una niña fantasma. Su perfil lector: una chica de unos 12 años a la que no imponen las 200 páginas de estos volúmenes, y sí las 500 de los novelones en la estela de Crepúsculo. Aunque la tetralogía ha expandido su público por encima y por debajo de los 16 años, su éxito, además, lo apuntalan las redes sociales, el merchandising más sorprendente y en último extremo el cine, las series de televisión e incluso los musicales.

Durante 12 años nadie quiso publicar la serie Ghostgirl (Alfaguara Infantil y Juvenil / Estrella Polar), la historia de Tonya Hurley sobre Charlotte, una adolescente que se sentía "la hija no deseada de Hawthorne High", que idea un plan de popularidad (pelo, régimen, armario...) con el fin de atrapar a su objeto de deseo, Damen Dylan. Pero tiene la mala suerte de morir "por una golosina semiblanda con forma de osito", según cuenta ella misma. Desde entonces, es un fantasma que en el primer libro busca la forma de acudir con Damen al Baile de Otoño.

"Los editores me decían: 'La historia está muy bien, pero la niña muere...'. Yo me quedaba perpleja: si no muere no hay historia. Ahora no está mal visto hablar de la muerte a los adolescentes", piensa Hurley, quien el pasado noviembre, y por segundo año consecutivo, se citó con fans en Madrid y Sevilla. Las ventas de los tres volúmenes que componen la serie: Ghostgirl (2008), Ghostgirl. El regreso (2009) y Ghostgirl. Loca por amor (2010), superan los 170.000 ejemplares de venta (según Nielsen). "En el instituto era popular. Era la única de todo mi Estado con el pelo púrpura y tenía una banda punk, pero también era insegura, como todos, y esa falta de autoestima es lo que quería contar", recuerda quien con sus live actions, documentales, cortos y animaciones ha acudido a festivales de la talla de Sundance, Tribeca o Los Ángeles.

Lisi Harrison también se recuerda muy integrada. "Pero en Monster High hay mucho de mis inseguridades. Por ejemplo, de cuando empecé a tener pelos en las piernas. Como Claudine, la hija del hombre lobo, que lucha contra sus pelos. O en no sonreír para no enseñar el aparato como Lala, la hija de Drácula, porque no se le vean los colmillos".

Monster High (Alfaguara Infantil y Juvenil / Estrella Polar) cuenta la historia de Frankie Stein, una chica de apenas quince años de color menta con costuras y tornillos, obsesionada por la ropa, Lady Gaga o las compras online. Cuando sus padres la envían al instituto estucada de maquillaje, su plácida existencia salta por los aires al convivir con los normis.

Gitty Daneshvari, autora de Escuela de frikis (Montena), tampoco tiene reparos en reconocer sus temores: "Al principio los personajes eran solo facetas de mi personalidad. Aunque, claro, llegaron a ser ellos mismos conforme avanzaba en la escritura", recuerda. Se acaba de publicar el segundo tomo, Escuela de frikis. Y llegó Hicklebee-Riyatulle, sobre cuatro niños que tratan de curar sus fobias en una escuela de verano. Warner Bros planea estrenar la película en 2012.

Cada capítulo de Escuela de frikis, que será una tetralogía imitando a Harry Potter para mostrar el progreso de los niños, arranca con la definición de una fobia, una manera de "demostrar que todo el mundo tiene miedo a algo", como la blenofobia, aprensión a lo pegajoso. En Ghostgirl también una frase de alguien conocido como Oscar Wilde o un trozo de canción de Depeche Mode preceden a cada apartado. "Esas frases me venían a la cabeza cuando escribía y es una forma de homenajearles y si, además, los jóvenes aprenden algo mucho mejor", cuenta Hurley, coproductora de dos series de las gemelas Olsen.

En el caso de Monster High el marketing se adelantó a la literatura. Mattel sacó a la venta unos monstruos de plástico rendidos a la moda más cool. Y visto el éxito decidió regalarles una vida a cada una. Para lograrlo apostó por caballo ganador. Contrató a Lisi Harrison, ya popular por su serie de libros The clique y The Alphas, sobre pizpiretas colegialas, que suman ya 22 entregas. "Ellos tienen unas muñecas maravillosas y me dieron toda la libertad del mundo. Es una gran oportunidad para mostrar a los monstruos con sentido del humor y angustia adolescente. Nos tenemos que aceptar y reírnos. ¿Qué otra opción tenemos?".

"Conservo una historia-biblia que contiene hasta el más mínimo detalle de cada personaje. Su ropa, sus características físicas, sus latiguillos y sus enamoramientos", continúa Harrison. "En mis libros cambian más de amores que de ropa y tener la información organizada es la clave". Por ejemplo, Cloe, descendiente de La Momia, arrasa "imitando el look glamuroso de Riahanna con calcetines marrones metalizados, minivestido de tela vaquera...". Alfred Gough y Miles Millar, creadores de la serie Smallville, escribirán para Universal Pictures la versión cinematográfica.

"En la MTV aprendí a captar la atención de los adolescentes. No se les habla con condescendencia como suele ocurrir. Esa época de tu vida es tan emocional. Cada situación se vive como a vida o muerte. Y una reina del drama como soy yo convierte eso en algo divertido", bromea Harrison. "Son unos años muy crueles y hay que tratarles de tú a tú", considera también Hurley.

En Mi profe es un vampiro (La meva profe es un vampir / Mac Millan), del periodista Lewis Harris, también el lío está servido. Svetlana Grimm, una vampira que duerme bajo la cama y solo come alimentos rojos, se ve obligada a salir de su mundo secreto para asistir a sexto de primaria en un instituto de California. Este Estado soleado y dinámico es el escenario de muchos de los libros. También se sitúa allí la Escuela Costa, el centro en el que humanos y descendientes de ángeles aprenden en la segunda parte de la saga Oscuros (El poder de las sombras / Turment, Montena / Estrella Polar), de Lauren Kate, amor gótico para lectoras algo mayores, que Disney llevará a la gran pantalla. Y a otra escuela, la Montgomery High, esta vez enclavada en una pequeña localidad perdida, llega un inquietante alumno pálido y de gafas oscuras. Todas suspiran por él, pero su destino se cruzó hace años con el de Dawn. Lynn Raven, una seguidora de Anne Rice, es la autora de El beso del vampiro (Destino).

Esta comunión entre mortales y seres fantásticos se produce también en Enciclopedia de los monstruos (Edebé), de varios autores. William, de 17 años, hijo de una humana y un hombre lobo, habla en un volumen ilustrado de las criaturas fantásticas que ha ido conociendo. En la misma línea informativa para quienes quieren saber más de esta temática terrorífica está El libro de los vampiros (Bruño), que recopila leyendas, tradiciones y misterios de estos bebedores de sangre.

En el próximo trimestre las novedades de colegiales no decaen. La jefa de publicidad de Stephenie Meyer, Elizabeth Eulberg, debuta con El club de los corazones solitarios (Alfaguara Infantil y Juvenil) y cuenta, claro, con el favor de la madre de Crepúsculo: "Es una lectura para todos aquellos que se hayan enamorado alguna vez... o renegado completamente del amor".


Elisa Silió
El País
Babelia
1 de enero de 2011





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31 enero 2010

¿Muerdes?



http://www.youtube.com/watch?v=K-C9KBd8rUg

Por fin, alguna buena alma caritativa, hahaha, se ha dignado llamar muffins a los muffins y no directamente renombrarlos como madalenas, que es como en este lado del mundo llaman a todo lo que tenga cara de mantecada, como las llamamos en México gracias al emporio Bimbo, hahaha.

Lo que más gracia me ha hecho es el anuncio-parodia (o cualquier semejanza con la vida real es mera coincidencia, hahaha) de las pelis y/o ambientación Twilight, jejejeje.

Por cierto, este anuncio apenas ha comenzado a transmitirse desde la semana pasada.

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A Robert Downey Jr. lo considero un buen actor, así, a secas. No sería capaz de hacerle reverencias ni de pedir que se le otorgase un Oscar honorífico ni mucho menos (aunque ha sido nominado en dos ocasiones). Quizá en plan persona, alejado de las cámaras, resulte admirable los cojones que ha tenido para intentar recuperarse de todas sus adicciones contando con esas largas temporadas en clínicas de desintoxicación y hasta en prisión. No cabe duda que el papel de Iron Man lo ha bordado y bueno, aún no he visto su interpretación como el mítico Sherlock Holmes by Mr. Ritchie, que nada tiene qué ver con esa clásica imagen que tenemos de un británico con pipa, sombrero de caza y adicto al opio, pero las pocas imágenes que he visto me agradan y seguro también ha asombrado su caracterización de un Holmes más vital, más aguerrido y mucho más hombre de acción.

Todo esto viene a cuento porque a mediados de agosto pasado corrió, como reguero de pólvora, el rumor de que Universal Pictures quiere retomar el proyecto de adaptar a cine toda la saga de las Crónicas Vampíricas de Anne Rice. Posiblemente con el fin de "competir" con esos vampiretes de tres al cuarto vegetarianos, asépticos y célibes en todos los sentidos, hahahaha. Bien, hasta aquí la noticia animaba y mucho, sobre todo a aquellos que somos fans de esa Mrs. Rice (que ahora parece tan lejana y remota) pre-ultra católica y antes de que se le fuera realmente la olla luego de enviudar.

El mazazo que acompañó a esta noticia fue que el papel de Lestat podría interpretarlo Robert Downey Jr. O_O Sí, amables lectores, a mí también se me quedaron los ojos como platos. Vale, dos actores de los más dispar ya han interpretado a Lestat: Tom Cruise que tuvo que soportar todo tipo de declaraciones negativas de la propia Mrs. Rice cuando se enteró que había sido elegido para interpretar a su príncipe malcriado (y sinceramente, nadie lo veíamos como vampiro ni mucho menos con el físico para interpretarlo) en la adaptación a cine de Entrevista con el vampiro bajo la dirección de Neil Jordan y Stuart Townsend en una variante "lestática" (:P) para la espantosa adaptación de Queen of the Damned, aunque su interpretación/caracterización podría ser lo más rescatable de ese engendro.

Cruise sorprendió y muchos casi debimos mordernos la lengua por haber dudado sobre su capacidad de interpretación. Si bien tuvo que cuasi matarse de hambre para dejar atrás su rostro con tendencia a luna llena, hahaha y meterse un aumento por dentro de los zapatos para estar a la misma altura que Brad Pitt, teñirse el cabello y lucir melena rizada, jejeje. Pero se ganó a pulso el lugar que ocupa dentro del imaginario popular como EL Lestat fílmico.

Probablemente, Mrs. Rice ha aprendido la lección y ahora declara que la propuesta de Robert Downey Jr. para interpretar a Lestat, no le parece tan descabellada y que inclusive, le complace. Además, que no reparemos en la edad del actor (44 añejos) que ha sido el principal motivo de las críticas, pues según Mrs. Rice, los veintipocos años de un hombre de la época en que fue convertido Lestat (siglo XVIII), no son los mismos de estas épocas, al contrario. Y es que también se ha comentado mucho que habiendo tantos actores jóvenes, a quién se le ocurre pensar en un actor que hasta físicamente, no tiene nada qué ver con el Lestat imaginado por Mrs. Rice (como tantas veces lo declaró antes de que se filmase Entrevista con el vampiro): aquel Rutger Hauer jovencillo, me atrevo a pensar que el de la peli Turkish Delight de 1973.

Visto lo visto, o más bien, leído lo que se ha leído, Mrs. Rice no se opondría a que Robert Downey Jr. interpretase a su antes querido Lestat, pero según recuerdo, cuando en 1998 se estrenó la versión de El Hombre de la Máscara de Hierro que llevaba en el papel de mosqueteros a ese tremendo cuarteto formado por Jeremy Irons, Gerard Depardieu, John Malcovich y Gabriel Byrne, muchas voces clamaron que Leonardo Di Caprio con aquella melena postiza que lució para interpretar el doble papel de Felipe y de Luis XIV, podría quedar perfecto como Armand e inclusive algunos más se atrevieron a imaginarlo como el próximo Lestat. En las recientes críticas, algunos han vuelto a mencionar a Leonardo, y viéndolo bien, podría ser el más idóneo aunque hayan pasado más de doce años y ya no conserve del todo aquel rostro un tanto aniñado.

Y todo esto ha venido a cuento porque hace cosa de algunos días que en en una de las actualizaciones que la propia Mrs. Rice se encarga de hacer en su perfil de Facebook, barajó la posibilidad de que si se realizara una peli sobre su vida, le gustaría que una de las actrices que pudiera interpretarla fuese Sally Field, por ejemplo. Pero lo tremendo ha sido quien le gustaría para el papel de Gabrielle, la madre de Lestat: nada menos que Cher O_O (por supuesto, en su modalidad rubia, creo yo :P)

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En la revista más reciente de el Círculo de Lectores, viene un apartado especial sobre algunas de las colecciones a las que podemos suscribirnos. La portada de este apartado muestra el título Entra en el mundo de los vampiros.

Uys, sobra decir que miedo me dio imaginando con qué me toparía: quizá con una colección de esas escritoras que se han dedicado a meter el mito del vampiro en todo tipo de temática adolescente o alguna tontería por el estilo. Pero lo cierto es que me he llevado una gran sorpresa pues se trata de una genial colección de ocho títulos (algunos de ellos, hace tiempo que dejaron de publicarse en castellano o de plano, hay un libro que nunca ha sido traducido).

Aquí el contenido de la colección titulada La Hora del Vampiro:

1. Bram Stoker, Drácula
La novela que consolidó el mito de Drácula tal y como lo conocemos hoy en día. Un clásico imprescindible.

Dacre Stoker/ Ian Holt, Drácula, el No Muerto
Todo un acontecimiento editorial: la segunda parte de Drácula, firmada por un descendiente directo de Bram Stoker. (Ambas novelas tiene el número uno porque se venden juntas)

2. Stephen King, El misterio de Salem's Lot
Una de las novelas más terroríficas de Stephen King: las fuerzas del mal se desatan en una pequeña ciudad de Nueva Inglaterra

3. John Ajvide Lindqvist, Déjame entrar
Si la película te parece escalofriante, espera a descubrir la novela. Una fábula oscura y audaz, sangrienta pero con momentos tiernos.

4. Whitley Strieber, El Ansia
Miriam posee el don de la eterna juventud y odia la soledad. Por desgracia, ningún ser humano ama para siempre.

5. Kim Newman, El año de Drácula
"Una brillante combinación de sátira política, intriga, horror gótico e historia alternativa". The Independent.

6. Richard Mathenson, Soy leyenda
No hay peor pesadilla que ser el último hombre vivo... y no estar solo. "Uno de los libros que más me han inspirado como escritor". Stephen King

7. Suzy McKee Charnas, El tapiz del vampiro
"Un gran clásico moderno del género". The New York Times.
"Una obra asombrosa y revolucionaria". The Washington Post.

Verdaderamente recomiendo adquirir esta colección no sólo por la acertada elección de títulos (aunque me parece un poco sobrevalorado el último, quizá lo novedoso de su historia radica en que muestra a un vampiro demasiado humano que acude a psicoanalizarse ) sino también por el precio de cada uno: 16.95 euros.

La semana pasada me entregaron el primer pedido que es doble, jejeje, así que he tenido que abandonar momentáneamente la lectura de El niño robado (que me está encantando y yo no tenía ni idea de su existencia y ha sido una verdadera sorpresa), que llegó a mí a través de mi amigo invisible del foro de El Capitán Alatriste y que me fue entregado en mano antes de la cena con Don Arturo Pérez-Reverte, pues he comenzado a devorar, jejeje, Drácula, el No-Muerto.




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05 diciembre 2009

El Dueño de Rampling Gate (7a y última parte)



Pálido y febril, con la camisa empapada de sudor, mi compañero me tomó de la mano, y me arrastró fuera de la casa y del llanto del niño.

Muerte en los salones, muerte en los dormitorios, muerte en el claustro, muerte delante del altar mayor, muerte en los campos. Parecía el Juicio Final. Mil almas habían muerto en Knorwood -yo sollozaba y suplicaba que me alejara de allí-, y parecía el fin de toda la Creación.

Finalmente, la noche cubrió el pueblo muerto y él seguía vivo, cruzando tambaleante las colinas, atravesando el bosque, en dirección hacía la torre redonda en la que el Señor, con la mano posada en el alféizar de piedra de la ventana rota, esperaba su Regada.

-¡No vayas! -le supliqué. Corrí a su lado gritando, pero él no me oía. Por mucho que lo intentara, me era imposible cambiar el curso de las cosas.

El Señor se inclinó sobre él sonriendo con tristeza; le vio tambalearse y caer, dilatarse el pecho tratando de aspirar las últimas boqueadas. Finalmente los labios se movieron para pedir salvación, cuando era condenación lo que ofrecía el Señor, condenación lo que el Señor iba a darle.

-¡Sí, condenado pero vivo, respirando! -gritó el joven, alzándose en un postrer movimiento espasmódico. Y el Señor, que había permanecido inmóvil hasta ese instante, se inclinó a beber.

De nuevo el beso, el beso letal, la sangre extraída del cuerpo moribundo; después, el Señor alzó la cabeza inerte del joven para devolverle la sangre, extraída ahora del cuerpo del propio Señor.

Yo grité de nuevo: «No, no bebas». Se volvió a mirarme. Su rostro era ahora la imagen perfecta de la muerte, hasta el punto de que me pareció imposible que pudiera hablarme, y sin embargo lo hizo. Me preguntó: «¿Qué harías tú? ¿Regresarías a Knorwood, abrirías esas puertas una tras otra, tocarías la campana de la iglesia vacía? Y aunque lo hicieras, ¿revivirían los muertos?».

No esperó mi respuesta. Y yo no tenía ninguna respuesta que ofrecerle. Se volvió hacia el Señor que le esperaba, y aplicó su boca inocente en la vena que latía con toda la apariencia de la vida bajo la piel fría y translúcida de la garganta del Señor. Y la sangre fluyó en el cuerpo joven, venciendo con su poderosa irrupción la fiebre y la enfermedad que lo aquejaban, pero arrastrándolo al mismo tiempo más allá de la vida mortal.

Ahora estaba solo en el salón del Señor. La inmortalidad era suya, y con ella la sed de sangre que necesitaría para mantenerla. Yo podía sentir esa sed con todo mi ser. Contempló los muros desmoronados que se extendían a su alrededor, el fuego que lamía las piedras ennegrecidas de la gigantesca chimenea, el cielo nocturno visible a través del techo hundido con su infinita red de estrellas.

Y cada una de aquellas cosas se transfiguraba en su visión, y en la mía -en la visión que él me prestaba ahora-, en la esencia exquisita de sí misma. Una voz inaudible y eterna hablaba desde el velo estrellado del cielo, cantaba en el viento que susurraba entre las vigas rotas, suspiraba en las llamas que roían las piedras ennegrecidas del hogar.

Era el ritmo implacable del universo, presente debajo de todas las superficies, mientras dejaba de oírse el llanto de la última criatura viva -aquel frágil niño recién nacido- en el pueblo del valle.

Se levantó un viento suave que dispersó el polvo de los terrones recién removidos de los campos de labranza desiertos. El cielo negro e infinito dejó caer la lluvia.

Pasaron años y más años. Todo lo que había sido Knorwood se confundió con la simple tierra. El bosque envió allí a sus silenciosos centinelas, y troncos poderosos se alzaron donde había habido chozas y casas, y en el mismo lugar en el que se alzaron los muros del monasterio.

Finalmente, nada quedó de Knorwood: ni el pequeño cementerio, ni la pequeña iglesia. Ni tan siquiera el nombre de Knorwood sobrevivió. Y era un horror superior a todos los demás horrores el hecho de que ya nadie supiera que mil almas habían vivido y muerto en aquella aldea insignificante; que en ningún lugar de los grandes archivos en los que se registra la historia se hiciera la menor mención a aquella población.

Pero quedaba un ser que sí sabía, un ser que había sido testigo de todo y ahora miraba con fijeza el mismo lugar en el que había concluido su vida mortal. Aquel ser que había escapado arrastrándose a gatas del pozo del infierno que había sido aquella tragedia, era el joven que tenía a mi lado, el dueño de Rampling Gate.

Y a través de los muros de la vieja mansión se alzaba el recuerdo de las piedras del castillo en ruinas, y en los techos y suelos de las estancias se entrecruzaban las ramas de los antiguos árboles.

Todo lo que parecía sólido y majestuoso aquí, y seguro en la perspectiva de quienes dormían esta noche en la aldea de Rampling, era únicamente una frágil ciudadela contra el horror: sólo eso era la casa a la que ahora él se veía atado.

Sentí una inmensa pena. En algún momento de aquel desfile de imágenes me había perdido a mí misma, había perdido todo sentido del punto del espacio desde el que lo veía todo. Y en medio de una gran avalancha de luces y de ruidos regresé a la vida y me encontré de nuevo como había sido cuando viajábamos juntos por el bosque, salvo que ahora estábamos en el mundo actual, en la hora presente. Volábamos al parecer sobre los campos en tinieblas, siguiendo la vía del
ferrocarril de Londres, donde la ciudad nocturna era un estallido de risas, agitación y luces deslumbrantes. Él caminaba a mi lado bajo las lámparas de gas, y en su rostro relucía la misma inocencia oscura, el mismo irresistible calor. Y parecía que nos apretábamos estrechamente el uno contra el otro en medio de la muchedumbre. Aquella muchedumbre era algo vivo, algo que se agitaba, y en todas partes emanaba un aroma excitante y oscuro, el aroma de la sangre fresca. Mujeres vestidas de pieles blancas y caballeros cubiertos con capas salían del teatro de la ópera brillantemente iluminado; el estrépito del music-hall nos invadió, y luego fue alejándose. Sólo quedó una tenue voz de soprano que cantaba una canción aguda y triste. Yo estaba en los brazos de él, y sus labios se apretaban contra los míos, y de nuevo tuve la misma lejana sensación de desgarramiento, de apertura inmensa e incontrolable en mi interior. Era la sed, y la promesa de
saciarla medida únicamente por la intensidad de esa sed. Subimos corriendo muchas escaleras, penetramos en dormitorios de techos muy altos y paredes forradas de damasco rojo, donde yacían las mujeres más hermosas reclinadas en lechos de cabeceras de bronce, y el aroma se hizo tan intenso que no podía soportarlo; ante mí, aquellas mujeres se ofrecían a sí mismas, con los brazos abiertos.

-Bebe -susurró él-. Sí, bebe.

Y sentí que me invadía un gran calor, que me sofocaba y hacía borrosa mi visión, hasta que de nuevo partíamos, libres, ligeros e invisibles al parecer, saltando por encima de los techos o caminando de nuevo por calles resplandecientes de lluvia. Pero la lluvia no nos tocaba, ni la nieve que caía nos hacía estremecer; teníamos en nuestro interior un calor grande e indisoluble. juntos en el carricoche, conversamos en voz baja, con parrafadas exuberantes; éramos amantes, éramos constantes, éramos inmortales. Viviríamos tanto tiempo como Rampling Gate.

Intenté hablar; intenté terminar el conjuro. Sentí que sus brazos me rodeaban y supe que estábamos juntos en la habitación del torreón, y que había habido algún terrible error de cálculo.

-No me dejes -murmuró-. No entiendes lo que te estoy ofreciendo; te lo he contado todo; el resto no es sino vacío, fiebre e inquietud, las viejas palabras del poema. Bésame, Julie, ábrete a mí. No te tomaré contra tu voluntad...

De nuevo oí mi propio grito. Mis manos descansaban sobre su piel blanca y fría, sus labios eran suaves pero ávidos, sus ojos rendidos y eternamente jóvenes. Papá se volvió en la calle londinense empapada de lluvia y gritó: «Julíe!». Vi a Richard perdido entre la multitud, como si buscara a alguien; el ala del sombrero dejaba en sombra sus ojos, y los rasgos de su cara eran ásperos, rugosos como los de un anciano. ¡Un anciano!

Me aparté. Estaba libre. Lloraba sin ruido y los dos estábamos en la extraña y abarrotada habitación del torreón. Él estaba de pie junto a la ventana, recortada su figura contra las pálidas nubes. La luz de las velas brillaba en sus ojos. Me parecieron inmensos, tristes y sabios, y ¡oh, sí inocentes como he repetido una y otra vez.

-Me rebelé a ellos -dijo-. Sí, conté mi secreto. Por rabia o por amargura los convertí en mis siniestros compañeros de conspiración, y siempre vencí. No pudieron hacer nada contra mí, y tampoco lo harás tú. Pero aun así, serán ellos quienes triunfen, porque ahora me atormentan con su flor más hermosa. No te alejes de mí, Julie. Eres mía, Julie, como es mío Rampling Gate. Déjame arrancar esa flor y colocarla junto a mi corazón.

Después de muchas noches de discusiones, por fin Richard ha cedido. Me donará su parte de Rampling Gate, y yo me negaré en redondo a derribar el edificio. Entonces, él no podrá obedecer ya la orden de papá. Le he proporcionado el impedimento legal que necesitaba, y, por supuesto, legaré la casa en testamento a él y a sus hijos. Siempre deberá permanecer en manos de los Rampling.

Es una solución hábil, a mi entender, porque papá no me ordenó a mí que destruyera la mansión, y yo ya no tengo ningún escrúpulo referente a esa cuestión.

Todo lo que tiene que hacer él es llevarme a la pequeña estación del ferrocarril y verme marchar a Londres, y dejar de preocuparse por mí, que marcho a mi propia casa de Mayfair.

-Quédate aquí todo el tiempo que desees, y no te preocupes -le he dicho. Siento por él más cariño del que nunca podría expresar-. Desde el mismo momento en que pusiste los pies en este lugar, supiste que papá estaba completamente equivocado. Tío Baxter le metió esa manía en la cabeza, evidentemente, y Mrs. Blessington siempre ha tenido razón. No hay nada perjudicial en este lugar, Richard. Disfruta de él, y trabaja o estudia, según tu gusto.

La enorme locomotora pasa rugiendo a nuestro lado, y el tren frena su marcha hasta detenerse.

-Ahora debo irme, querido, dame un beso -digo.

-Pero qué te ha ocurrido, Julie, para convencerte tan aprisa...

-Todos estábamos equivocados, Richard -contesto-. Lo que importa es que ahora todos somos felices.

Y nos damos un fuerte abrazo.

Agito el pañuelo hasta que dejo de verle. Las luces parpadeantes del pueblo se pierden en la profunda luz color lavanda del atardecer, y la mole oscura de Rampling Gate aparece por un instante como el fantasma de sí misma, en lo alto de la colina.

Me siento y cierro los ojos. Luego los abro lentamente, saboreando el momento que he esperado tanto tiempo.

Él me sonríe, sentado en el lugar en el que ha permanecido todo el rato, en el rincón más lejano del asiento forrado de piel de enfrente, y ahora se incorpora con un movimiento ágil, casi delicado; y sentándose a mi lado, me estrecha en sus brazos.

-Tardaremos cinco horas en llegar a Londres -susurra a mi oído.

-Puedo esperar -respondo, mientras la sed me invade como una fiebre me aprieto contra él, sintiendo la presión de sus labios en mis párpados y en mi cuello.
-
Me gustaría ir de caza por las calles de Londres, esta noche -confieso, con cierta timidez; pero sólo veo aprobación en sus ojos.

-Hermosa Julie, mi Julie... -murmura él.

-Te gustará la casa de Mayfair -comento.

-Sí... -dice él.

-Y cuando Richard se canse al fin de Rampling Gate, volveremos a casa.


Anne Roquelaure (Rice)
1982

21 noviembre 2009

El Dueño de Rampling Gate (6a parte)



Yo flotaba, y por Rampling Gate se extendía, como siempre, una paz infinita. Era Rampling Gate lo que yo sentía a mi alrededor; era su alma intemporal e impenetrable, que finalmente se había abierto como una flor... Sentí en mi interior una enorme sabiduría, el poder de ver tal como ve un dios, y captar la profundidad de las cosas con la misma destreza con la que los ojos exteriores registran su tamaño y su forma... Sí, susurré en voz alta, esas palabras de Keats, esas palabras..., planear sobre la medianoche sin esfuerzo…

No. En un instante violento nos separamos, y él se echó atrás con la misma brusquedad que yo. Crucé tambaleante el suelo del dormitorio me así al marco de la ventana, y apoyé la frente en la pared de piedra. Durante un largo instante permanecí inmóvil, con los ojos cerrados. Sentía un dolor agudo, pero casi placentero, en la garganta, en el lugar que sus labios habían rozado; y un hormigueo delicioso que ya no había de cesar.

Después me volví, y vi con toda claridad la habitación, la cama, la chimenea, el sillón. Él seguía en pie, exactamente en el mismo lugar en el que lo había dejado, y en su rostro se reflejaba la más desolada angustia.

-¿Qué es lo que han hecho conmigo? -murmuró-. ¿Me han hecho caer en la trampa más cruel de todas?

-Algo amenazador, de una amenaza inexpresable -susurré yo.

-Algo antiguo, Julie, algo que desafía el entendimiento, algo que puede suceder y que seguirá sucediendo.

-Pero entonces, ¿qué es lo que eres tú? -Toqué aquel doloroso latido con la punta de los dedos y, al bajar la vista, tragué saliva-. Sufres tanto, y eres aparentemente tan inocente, ¡y pareces capaz de amar!

Su rostro estaba tenso, como presa de un violento conflicto interior. Se volvió para irse. Apelé a toda mi voluntad para no ir detrás de él, y no rogarle que regresara. Pero él se volvió, desconcertado; luchó aún brevemente consigo mismo y luego, decidido ya, se inclinó y tomó mi mano.

-Ven conmigo -dijo.

Me atrajo hacia él con la misma suavidad de todos sus gestos, y deslizando su brazo por mi hombro, me guió hasta la puerta.

Subimos unas escaleras, cruzamos apresuradamente un largo pasillo, y a través de una pequeña puerta de madera accedimos a unas escaleras de caracol que yo no había visto anteriormente.

Pronto me di cuenta de que estábamos subiendo a lo alto del torreón norte de la casa, la parte en ruinas de la estructura que Richard y yo habíamos dejado sin registrar.

Por los estrechos ventanucos veía el paisaje suavemente ondulado que se extendía desde el bosque que rodeaba la mansión, y el pequeño grupo de luces tenues que señalaba el lugar en el que se alzaba la aldea de Rampling, junto a la pálida estela de la carretera de Londres.

Subimos más y más hasta llegar a la cámara más alta de la torre, que él abrió con una llave de hierro. Sostuvo la puerta para dejarme paso, y me encontré con una habitación espaciosa cuyas estrechas ventanas no estaban cerradas con cristales. La luz de la luna revelaba una curiosa mezcla de muebles y objetos diversos, como los que se encuentran en muchos desvanes. Había un escritorio, un gran estante con libros, sillones antiguos de piel, rollos amarillentos de viejos mapas, y pinturas enmarcadas colgadas de las paredes. Por todas partes había velas, colocadas en nichos de piedra abiertos en el muro o dispuestas sobre las mesas y los estantes. Aquí y allá, un barril servía de mesa y contrastaba con alguna silla de fina talla isabelina. La cera había goteado un poco por todas partes, y en medio de aquel desorden había abiertos ejemplares de periódicos recientes: el Mercure de París, y el Times de Londres entre otros.

No había ningún lugar donde dormir en aquella habitación.

Y al pensar en ello, en dónde se echarla para descansar, me asaltó un estremecimiento. Volví a sentir, vívidamente, sus labios rozando mi garganta, y sentí un súbito deseo de gritar.

Pero él me tenía en sus brazos, y besaba de nuevo mis mejillas y mis labios con toda delicadeza. Luego me hizo sentar en un sillón y encendió, una a una, las velas dispersas por la habitación.

Me estremecí, y mis ojos se humedecieron ligeramente a la luz. Vi más objetos inusuales: telescopios, cristales de aumento, un violín en su estuche abierto, y un puñado de conchas marinas relucientes y exquisitamente modeladas. También había joyas descuidadamente dispuestas, un sombrero de copa de seda negra y un bastón, un ramillete de flores marchitas y secas, daguerrotipos y camafeos en sus pequeños estuches de terciopelo, y libros abiertos.

Pero ahora estaba demasiado absorta por la visión de él a plena luz: el brillo de sus grandes ojos negros, el lustre de su cabello. Ni siquiera en la estación del ferrocarril le había visto con tanta claridad como ahora, a la suave luminosidad de las velas. Me destrozó el corazón.

Y sin embargo, me miraba como si yo fuera un festín para sus ojos, y pronunció de nuevo mi nombre de tal modo que sentí que la sangre se agolpaba en mi cara. Pero de súbito pareció producirse un corte brusco en el paso del tiempo. Yo había estado pensando, eso es, «qué es lo que tú eres, cuánto tiempo hace que existes...», y de nuevo me sentí dominada por el vértigo.

Me di cuenta de que me había levantado y estaba en pie a su lado, junto a la ventana; él se había vuelto a mirarme, y el paisaje que se extendía debajo de nosotros había cambiado imperceptiblemente. Las luces de Rampling habían desaparecido en la oscuridad que se extendía como una niebla espesa sobre la tierra. Un gran bosque, mucho más antiguo y denso que el de Rampling Gate, se extendía por las colinas, y súbitamente me sobrecogió el temor, como si me estuviera deslizando en un maelstrom del que nunca podría regresar por mi sola voluntad.

Seguía presente la sensación de que hablábamos y hablábamos los dos, con voces bajas y agitadas, y yo decía que no pensaba ceder.

-Sé mi testigo, es todo lo que te pido...

Y en mi interior había una tenue certeza de que la revelación que se avecinaba me había de cambiar fatalmente. Era como la lectura de un libro prohibido, o el recitado de un conjuro secreto.

-No, es solamente lo que fue -susurró él.

Y entonces, incluso la forma del terreno varió. La habitación misma había perdido su sustancia, como si un viento silencioso de terrible fuerza hubiera entrado en aquel lugar y lo arrastrara muy lejos.

Cabalgábamos en un carruaje, a través de la noche. Habíamos dejado el torreón hacía ya mucho tiempo, era la hora del crepúsculo y el cielo tenía el color de la sangre. Cruzábamos un bosque cuyos árboles eran tan altos y gruesos que apenas algún rayo del sol poniente llegaba a acariciar el suelo cubierto por una blanda alfombra de hojas caídas.

No tuvimos tiempo de disfrutar de aquel lugar mágico. Llegamos a terreno abierto, a las pequeñas parcelas de tierra labrada que rodeaban el antiguo pueblo de Knorwood, con sus tejados de caballete y sus calles estrechas y sinuosas. Vimos los muros del monasterio de Knorwood y la pequeña iglesia parroquial, con su campana que llamaba a vísperas bajo el cielo crepuscular. Knorwood bullía de vida, mil corazones latían en Knorwood, mil voces se alzaban en una plegaria comunitaria.

Pero muy lejos del pueblo, en lo alto de la colina que dominaba el bosque, se alzaba el torreón redondo de un castillo realmente antiguo; y hacia ese castillo en ruinas, apenas ya una sombra de sí mismo, nos dirigimos. Irrumpimos en sus estancias vacías como niños impetuosos, olvidados ya del caballo y del camino, y así Regamos al lugar en que esperaba el Señor del Castillo, una criatura adusta, de piel muy blanca, erguida delante del fuego crepitante del salón sin techo. Se giró, y clavó en nosotros sus ojillos estrechos y relucientes. Era un cuerpo muerto, lo comprendí de inmediato, pero en su interior vivía una magia inapreciable. Y mi joven compañero, aquel muchacho inocente, pasó junto a mí y cayó en los brazos del Señor. Vi el beso. Vi cómo el joven palidecía y luchaba por apartarse. Era lo mismo que yo habla hecho aquella misma noche, fuera del sueño, en mí propio dormitorio; y se apartó del Señor, llevándose la mano al agudo dolor de su garganta.

Comprendí. Supe. Pero el castillo se disolvía ya con la misma seguridad con la que se disuelve todo en los sueños, y nos encontramos en algún lugar húmedo y cerrado.

La fetidez me resultaba insoportable, y era la más terrible de las fetideces: la de la muerte. Oí mis propios pasos sobre las losas del pavimento, y conseguí apoyarme en el muro. La minúscula plaza estaba desierta; un viento vagabundo hacía batir las puertas y las ventanas. Arriba y abajo de la estrecha callejuela vi las marcas en los dinteles de las casas. La peste, la Muerte Negra, había Regado al pueblo de Knorwood. La Muerte Negra lo había dejado desierto. En un instante de angustioso horror comprendí que nadie, ni una sola persona, había quedado con vida.

Pero no era del todo cierto. Alguien caminaba a tropezones por el estrecho callejón. Se tambaleaba, estaba a punto de caer, pero iba asomándose a una puerta tras otra, y finalmente Regó a un lugar caluroso y nauseabundo donde un niño lloraba tendido en el suelo. El padre y la madre estaban muertos en la cama. Y el gato grande y gordo de la familia, no afectado por la enfermedad, se divertía jugando con el infante que lloraba, con los ojos hinchados en su carita bañada por las lágrimas.

-Basta -me oí decir a mí misma. Me di cuenta de que estaba sosteniéndome la cabeza con ambas manos-. ¡Basta, basta ya, por favor!

Lloraba, y esperé que mi llanto consiguiera trascender aquella visión, de modo que el mísero cuarto se derrumbara a mi alrededor y volviera a encontrarme en la estancia de Rampling Gate. Pero no fue así. El joven se giró y me miró, y en aquel cuartucho fétido, no pude ver su rostro.

Pero sabía que era él, mi compañero, y pude oler su fiebre y su enfermedad, y el hedor del bebé moribundo, y vi el cuerpo ágil y lustroso del gato cuando daba un zarpazo a la mano tendida del niño.

-¡Basta, has perdido el control! -debí de gritar con todas mis fuerzas, pero el llanto del niño era aún más fuerte-. ¡Haz que pare!

-No puedo... -murmuró-. í Seguirá siempre así! ¡No parará nunca!

Con un penetrante alarido, di un puntapié al gato y lo envié volando fuera de aquel inmundo cuartucho, volcando al tiempo un cubo de leche, que se derramó sobre las piedras, tiñéndolas de blanco como por arte de brujería.

A. R. (1982)
(Continuará)

14 noviembre 2009

El dueño de Rampling Gate (5a parte)



La rabia debe de ser un excelente antídoto contra el miedo, porque sin duda contribuyó a paliar mi natural alarma. Aquella noche no me desvestí, ni siquiera me quité los zapatos, sino que me senté en el dormitorio oscuro y vacío mirando con fijeza la ventana de vidrios emplomados en forma de rombos hasta que toda la mansión quedó en silencio. Por fin, oí cerrarse la puerta de Richard. Después llegaron los chasquidos distantes que indicaban que otros cerrojos habían sido colocados en su lugar.

Y cuando el reloj del abuelo dio las once campanadas en el gran salón, Rampling Gate se sumió en el sueño como de costumbre.

Escuché atentamente, por si oía los pasos de mi hermano en el salón. Y cuando no le oí moverse de su habitación, me pregunté si la misma curiosidad que yo sentía no le impulsaría a venir a buscarme, para invitarme a que fuéramos juntos a descubrir la verdad.

Pero las cosas estaban bien así. No le quería a mi lado. Y sentía un oscuro júbilo al imaginarme a mi misma saliendo de mi dormitorio y bajando las escaleras, como lo había hecho la noche anterior. Esperaría una hora más, sin embargo, para estar segura. Dejaría que la noche llegara hasta el fondo: las doce, la hora embrujada. Mi corazón latía acelerado al pensarlo, y en sueños reconstruía el rostro que había visto, la voz que había pronunciado mi nombre.

¡Ah! ¿Por qué me parecía retrospectivamente tan íntima, como si nos hubiéramos conocido antes y hablado juntos a menudo, como si se tratara de alguien a quien reconocía en lo más profundo de mi ser?

-¿Cómo te llamas? -Creo que lo murmuré en voz alta. Y entonces me asaltó un espasmo de miedo. ¿Tendría valor suficiente para ir en su busca, para abrirle la puerta? ¿Estaba perdiendo la razón? Cerré los ojos y dejé reposar mi cabeza en el respaldo de mi sillón de terciopelo.

¿Qué había más vacío que esta noche rural? ¿Qué cosa podía ser más dulce?

Abrí los ojos. Había estado dormitando o hablándome a mí misma, intentando explicar a papá por qué era necesario que comprendiéramos nosotros mismos sus razones. Y entonces me di cuenta, me di plena y perfecta cuenta -creo que antes incluso de despertar- de que él estaba en pie junto a mi cama.

La puerta estaba abierta. Y él estaba allí, erguido, vestido exactamente igual que la noche anterior, y sus ojos oscuros se clavaban en mí con la misma curiosidad obvia; su boca era un simple pliegue, corno la de un escolar, y se apoyaba en el listón de la cabecera de la cama con la mano derecha, en una postura casi indolente. Parecía absorto en la contemplación de mi persona, sin advertir que yo le estaba mirando a mi vez.

Pero cuando me incorporé a medias, alzó un dedo corno para imponerme silencio, y me hizo una ligera seña

-¡Ah, eres tú! -susurré.

-Sí -contestó, en una voz discreta y casi imperceptible.

Pero habíamos estado hablando los dos, ¿no era así? Y yo le había estado haciendo preguntas, no, contándole cosas. Sentí de súbito que perdía el equilibrio y me sumergía en un sueño.

No, no era eso, sino la recuperación de un fragmento de algún sueño del pasado. Era esa especie de arrebato que nos arrastra en cualquier momento del día siguiente, al evocar el universo en el que nos encontrábamos totalmente sumergidos en sueños. Creo que por un instante oí nuestras voces, casi discutiendo, y vi a papá con su sombrero de copa y su abrigo negro, caminando solo por las calles del West End de Londres y asomándose a una puerta detrás de otra; y luego, alzándose por encima de la superficie de mármol de una mesa de un vago music-hall lleno de humo, tú... tu rostro.

-Sí...

«¡Vuelve, Julie!» Era la voz de papá.

-... penetrar en su alma -insistía yo, recuperando el hilo perdido. ¿Pero se movían
mis labios?-. Comprender qué es lo que le asustó lo que le enfureció. Dijo: «¡Derribadlo!»

-... nunca, nunca podrás hacer una cosa así. -Su rostro estaba afligido como el de
un escolar a punto de echarse a llorar.

-No, en absoluto, nosotros no queremos, ninguno de los dos, lo sabes bien... ¡Y tú no eres un fantasma' -Miré sus botas salpicadas de barro, la débil huella del polvo en aquella mejilla perfectamente blanca.

-¿Un fantasma? -preguntó casi enfurruñado, casi con amargura-. Ojalá lo fuera.

Como hipnotizada, le vi acercarse a mí y la habitación se oscureció cuando sentí en mi cara sus frías manos de seda. Yo me había levantado, estaba en pie delante de él, y le miraba a los ojos.

Oía los latidos de mi propio corazón. Los oía igual que la noche anterior, en el
momento en que rompí a gritar. ¡Buen Dios estaba hablando con él! ¡El estaba dentro y me mostraba en sus brazos, además. Rió, y yo hablaba con él! Y estaba en sus brazos además.

-¡Real, absolutamente real! -susurre, y un profundo estremecimiento recorrió mi cuerpo, obligándome a buscar un punto de apoyo en la cama para no caer al suelo.

Me miraba como si intentara comprender algo terriblemente importante para él, y no me respondió. Sus labios tenían un tono oscuro y una suavidad que aumentaba su atractivo, como sí nunca hubiera sido besado. Yo me sentí presa de un ligero vértigo, de cierta confusión, y ni siquiera me sentía segura de que realmente él estuviera allí.

-Oh, pero sí que lo estoy... dijo en voz baja y sentí su aliento en mi mejilla, casi dulce, Estoy aquí y tu estás conmigo, Julie ..

-Sí...

Mis ojos se cerraban. Tío Baxter estaba sentado a su escritorio, y yo podía oír el furioso rasgueo de su pluma.

-¡Demonio astuto! -dijo al viento de la noche, que entraba por las puertas abiertas.

-¡No! -exclamé yo. Papá se giró, en la puerta del music hall, y gritó mi nombre.

-Ámame, Julie -dijo su voz en mi oído, y sentí sus labios en mi garganta-. Sólo un
beso, Julie, no hay ningún mal en ello...

Y el centro de mi ser, ese lugar secreto en el que crecen todos los deseos y todas las exigencias, se abrió a él sin lucha y sin ruido. Habría caído de no haberme sostenido él. Mis brazos se cerraron en torno suyo, mis manos se deslizaron por la suave masa sedosa de sus cabellos.

A.R. (1982)
Continuará

07 noviembre 2009

El Dueño de Rampling Gate (4a parte)

Todavía seguía sollozando cuando finalmente llegó Mrs. Blessington. Me tendió una copita de cordial, mientras Richard me suplicaba una vez más que dijera lo que había visto.

-¡Tú ya le conoces! -dije a Richard, casi histérica-. Era él, el joven del tren. Sólo que ahora llevaba una levita pasada de moda desde hace muchos años, y un corbatín de seda desanudado al cuello. Richard, estaba leyendo tus papeles, revolviéndolos y leyéndolos en una oscuridad completa.

-De acuerdo -contestó Richard, y con un gesto expresivo me pidió calma-. Él estaba sentado en el escritorio. Y como allí no había luz, no pudiste verle bien.

-¡Richard, era él! ¿No lo entiendes? ¡Me tocó, me sujetó los brazos!

Miré implorante a Mrs. Blessington, que meneaba de un lado a otro su cabeza en la que los ojillos brillaban a la luz como cuentas de cristal azules.

-¡Me llamó Julie! -susurré-. ¡Conoce mi nombre!

Me levanté, me apoderé de una vela, y empujando a Richard fuera de mi camino me acerqué al escritorio.

-¡Buen Dios! -exclamé-. ¿No ves lo que ha ocurrido? ¡Son tus cartas al doctor Partridge y a Mrs. Sellers, sobre el asunto del derribo de la casa!

Mrs. Blessington dio un leve grito y se llevó una mano a la mejilla. Parecía un pájaro disecado con un gorro de noche. Abrumada, se dejó caer en la silla de respaldo recto colocada junto a la puerta.

-Seguro que no crees que pueda tratarse del mismo hombre, Julie, después de tantos años...

-Pero no ha cambiado ni en el más mínimo detalle. No hay confusión posible, Richard, era él, te lo aseguro, él mismo.

-Oh, querida, querida... -susurró Mrs. Blessington-. ¿Qué hará él si intentan derribar la casa? ¿Qué va a hacer ahora?

-¿Qué va a hacer quién? -preguntó despacio Richard, al tiempo que sus ojos se estrechaban. Me arrebató la vela y se acercó a ella. Yo me había quedado mirándola con la boca abierta, sin darme del todo cuenta de lo que acababa de decir.

-¡De modo que sabe quién es él! -murmuré.

-Julie, calla de una vez! -dijo Richard. Pero el rostro del ama de llaves se había vuelto rígido, su palidez había desaparecido, y los ojos eran de nuevo distantes y apagados.

-¡Usted sabía que él estaba aquí! -insistí-. Debe contárnoslo de una vez.
Con un esfuerzo, se puso en pie.

-No hay nada en esta casa que pueda hacerle daño a usted -dijo-, ni a ninguno de nosotros.

Se volvió, rechazando a Richard que intentaba ayudarla, y cruzó sola el salón oscuro.

-Ya no me necesitan aquí -declaró, en voz baja-, y si van a derribar esta casa construida por los abuelos de sus abuelos, podrán hacerlo perfectamente sin mi ayuda.
-¡0h, no pensamos hacer una cosa así, Mrs. Blessington! -insistí.

Pero ella se dirigía ya a la galería que llevaba al ala norte.

-Ve tras ella, Richard. Ya la has oído. Sabe quién es él.

-He oído lo suficiente por esta noche -contestó Richard, casi irritado-. Los dos tenemos que irnos a la cama. A la luz del día analizaremos todo este embrollo y registraremos la casa.

-Pero alguien tiene que decírselo a él, ¿no es así`? -pregunté.

-¿Decir qué? ¿Y a quién te refieres?

-¡Decirle que no vamos a derribar la casa! -contesté pronunciando con claridad las palabras, en voz muy alta, escuchando el eco de mi propia voz.

El día siguiente fue el más agotador que habíamos vivido desde nuestra llegada. Nos costó buena parte de la mañana convencer a Mrs. Blessington de que no teníamos intención de destruir Rampling Gate. Richard echó las cartas al correo y decidió no hacer nada hasta que recibiéramos ayuda.

Y los dos juntos, empezamos a registrar la casa. Pero la noche nos sorprendió a media tarea, después de haber cubierto el torreón, el ala sur y la mayor parte de la casa propiamente dicha. Nos quedaba todavía por registrar el torreón norte, que se encontraba en un estado de ruina casi total, y algunas estantías subterráneas que en épocas pasadas habían servido de mazmorras y ahora estaban tapiadas. También había armarios y escaleras ocultos por todas partes, en los que apenas habíamos mirado, y en determinados momentos no podíamos decir con Precisión dónde habíamos estado registrando y dónde no.

Pero a la hora de la cena también había quedado meridianamente claro que Richard se encontraba en un estado próximo a la exasperación, y convencido de que yo no había visto nada en absoluto la noche anterior, en el estudio.

También había llegado a la conclusión de que tío Baxter se había vuelto loco antes de morir, o bien de que las notas garabateadas en su diario se referían en clave a algún acontecimiento social que le había afectado de forma inusual.

Pero yo sabía lo que había visto. Y a medida que avanzaba el día, me fui haciendo más callada y distraída. Mrs. Blessington y yo no cruzábamos la menor palabra, y pude comprender demasiado bien la rabia que había advertido en la voz de mi padre en aquella noche lejana en la que, de regreso de la estación Victoria, mi madre le acusó de imaginar cosas.

Pero lo que me obsesionaba por encima de todo era el aspecto amable del hombre misterioso al que había conseguido ver por un instante; los ojos oscuros casi inocentes que me habían mirado brevemente antes de que yo empezara a gritar.

-Es extraño que a Mrs. Blessington no le asuste -dije en voz baja y distraída, sin preocuparme de que Richard me oyera o no-. Y ninguna otra persona de por aquí parece tenerle miedo.

Me asaltaban las más extrañas fantasías. Volvían a mi cabeza las palabras despreocupadas de los habitantes del pueblo.

-Lo más sensato es que hagas una cosa de la mayor importancia, antes de irte a dormir -dije a Richard-. Deja escrita una nota con la declaración de que no tienes intención de derribar la casa.

-Julie, has creado un dilema imposible -protestó Richard-. Insistes en tranquilizar a la aparición asegurándole que la casa no va ser destruida, cuando de hecho afirmas haber comprobado la existencia de la criatura que precisamente impulsó a nuestro padre a darnos la orden que nos dio.

-¡Ah, desearía no haber venido nunca aquí! -estallé de repente.

-En ese caso, vámonos los dos, y decidamos sobre este asunto en casa.

-No, de eso se trata. No podría irme jamás sin conocer antes... «sus secretos»..., «el demonio astuto». ¡No podría seguir viviendo sin saber la verdad!


A.R. (1982)
(Continuará)

05 noviembre 2009

Canción para Louis



http://www.youtube.com/watch?v=E3wjNKnRYgY

"Canción para Louis" (Vampiro)" - Santa Sabina (en vivo, Festival Cervantino, 1998)


¿Cuál es la orilla de la vida humana?
¿Por qué se quiebra por la sed de sangre?
¿Quién me ha ordenado gobernar la noche
con esta eternidad a cuestas?

Yo iba a morir en el temor divino
pero él quería la savia de mis venas
No sé vivir y sé que soy un ángel
abandonado a su soberbia

Mi maldición:
andar sin luz
soñar el sol

Nocturno dios
No hay más credo para mí
Nocturno dios, piedad:
déjame morir

Rojo elíxir en mi boca
Vida eterna
y Dios duerme
Déjame beberte
sufro sed de saber
por qué estoy aterrada

Me hizo su esclava por beber su sangre
No sabe de lo frágil de mi carne
Dice que no me encuentro en el espejo
y lo enmudece la belleza

La soledad es su mansión nocturna
Viaja veloz al filo de la luna
Quiere llevarme asida a sus espaldas
abandonados por la muerte

Nocturno dios:
No hay más credo para él
Nocturno dios, piedad;
déjanos morir
Noche roja en sus ojos
dios que duerme desangrado

Déjame beberte
Tengo sed de saber
tu razón de entregarte.



Del álbum "Símbolos" (1994)

*******

Es una pena que el trabajo tanto de poesía como de narrativa de la escritora Adriana Díaz Enciso haya sido publicado en editoriales pequeñas que, en muchos casos, han desparecido. Ella es la autora no sólo de este tema de la banda Santa Sabina, sino de varios más como la preciosa Alas Negras y Babel. Hace muchos años, fue una de las pioneras en impartir cursos de literatura de horror en la Ciudad de México y escribió una novela que versa sobre vampiros, La Sed, pero la editorial prefirió omitirlo "delicadamente" porque el tema como tal, sólo se explota en las últimas cien páginas.

Hoy en día, hay mucha gente que busca no sólo esta novela, sino los demás trabajos de Díaz Enciso como quien busca un oasis en pleno desierto. Y ella, desde su actual residencia en el barrio de Highgate en Londres, apenas es capaz de dar algunas señas y de atreverse a recomendar que se busque su producción en alguna librería de viejo :P

Vampiro (Una canción para Louis) como es mejor conocida, es una canción-poema surgida tras la lectura de Entrevista con el vampiro. Y no cabe duda que no tiene mejor intérprete que la magnífica Rita Guerrero, actriz y cantante no sólo de la banda Santa Sabina sino también del proyecto renacentista llamado Ensamble Galileo.

17 octubre 2009

El dueño de Rampling Gate (2a parte)


Encontramos nuestros dormitorios, los mejores de la mansión, bien aireados, con sábanas blancas de hilo y con las chimeneas encendidas para expeler la humedad siempre presente entre los gruesos muros. Las ventanas de cristales emplomados en figura de rombos se abrían al espléndido paisaje del lago y del bosque de robles allá.

Aquella noche reímos como niños mientras cenábamos en la gran mesa de roble, iluminados únicamente por la débil luz de unas velas. Y después, jugamos una encarnizada partida de billar en la sala de juegos que había sido la última reforma del tío Baxter; y me temo que también bebimos alguna copa de coñac de más.

En el momento en que me disponía ya a acostarme, pregunté a Mrs, Blessington sí había vivido alguien en la casa desde la muerte del tío Baxter. Eso había sucedido en el año 1838, hacía casi cincuenta años, y ella era ya entonces el ama de llaves.

-No, querida -respondió rápidamente, al tiempo que ahuecaba las almohadas de plumas-. Su padre vino ese año, como bien sabe, pero no estuvo aquí más que uno o dos meses, y enseguida regresó a su casa.

-¿Nunca vivió aquí un hombre joven, después...? -insistí, aunque en realidad no tenía el menor deseo de averiguar nada que perturbara la felicidad que sentía. ¡Cuánto me gustaba la pulcritud espartana de aquel dormitorio, las paredes de piedra desnudas de todo tipo de papel o de adorno, el resplandor de la pulida madera de avellano del lecho!

-¿Un hombre joven ... ? -Dejó escapar una risa fácil, casi condescendiente, y con la infalible seguridad con que manejaba las cosas que la rodeaban, levantó el hurgón y atizó el fuego de la chimenea-. ¡Qué cosas tan raras me pregunta!

Quedé silenciosa por unos instantes, sentada frente al espejo, y retiré la última aguja de mi cabello, que cayó suelto, espeso y cálido, sobre mis hombros. Me daba una sensación agradable, como si se tratara de una suave capucha bajo la cual podía ocultarme. Pero ella se volvió como si percibiera en mí alguna incomodidad, y se aproximó.

-¿Por qué habla de un hombre joven, señorita? -preguntó. Lenta, minuciosamente, sus dedos examinaron las largas trenzas que reposaban sobre mis hombros. Tomó el peine de mis manos

Contarle la historia me parecía perfectamente ridículo, de modo que recurrí a una versión abreviada; le dije, sencillamente, que nos habíamos tropezado inesperadamente con un joven diabólicamente guapo al que mí padre, furioso, había llamado más tarde el dueño de Ramplíng Gate.

-¿Así que era guapo? -inquirió, mientras cepillaba mi cabello enredado con suavidad. Pareció pendiente de cada una de mis palabras, mientras yo volvía a describirlo.

-¿No apareció ningún intruso en esta casa, por entonces, Mrs. Blessington? -le pregunté- ¿Ningún misterio sin resolver ... ?

Respondió con una risa alegre.

-¡Oh, no, querida, esta casa es el lugar más seguro del mundo! -se apresuró a declarar-. Es una casa feliz, ¡Ningún intruso se atrevería a perturbar Rampling Gate!

Y en efecto, nada perturbó la serenidad de los días siguientes. Los humos y los ruidos deLondres, y las palabras de nuestro padre moribundo, pasaron a ser un sueño. Lo real eran nuestros largos paseos juntos por los jardines descuidados, y nuestros viajes de punta a punta del lago en el bajo el techo acristalado del invernadero vacío. Y por la noche subíamos las escaleras con los mejores libros de la biblioteca del tío Baxter en las manos, dispuestos a leerlos a la luz de las velas en la intimidad de nuestros dormitorios.

Todas nuestras discretas investigaciones en la aldea nos llevaron a la misma conclusión: los aldeanos amaban la mansión y no contaban historias antiguas ni inquietantes. Por el contrario, repetidamente nos dijeron que Rampling era el pueblo más apacible de Inglaterra, y que nadie se atrevería -las mismas palabras de Mrs. Blessington- a perturbar el lugar.

-Esa vieja casa es nuestro ángel de la guarda -dijo la anciana de la librería en la que Richard compraba los periódicos de Londres-. ¿Qué sería el pueblo de Rampling, sin la casa Ramada Rampling Gate?

¿Cómo íbamos a explicarles la orden de nuestro padre? ¿Cómo podíamos tenerla presente nosotros mismos? No volvimos a hablar ni una sola vez del desastre propuesto, y Richard escribió a su empresa que no regresaría a Londres hasta el otoño.

Había encontrado una mina de materiales clásicos en los viejos volúmenes de la biblioteca del tío Baxter, y yo instalé mis bártulos de escribir en el pequeño estudio situado junto a la biblioteca, del que me adueñé por completo.

Nunca había conocido tanta paz y quietud. Parecía que la atmósfera de Rampling Gate permeaba las más simples descripciones que escribía, y enriquecía con un toque de añeja sabiduría las tramas y los personajes que creaba. El lunes después de nuestra llegada finalicé mi primera narración corta, y descendí a pie hasta el pueblo para enviarla con urgencia a los editores del Blackwood Magazines.

¿Qué era lo que había aterrorizado a mi padre en este precioso rincón de Inglaterra? -me pregunté-. ¿Qué recuerdo había podido ensombrecer sus horas postreras hasta el punto de llevarle a maldecir este lugar?

Mi corazón se abrió a aquel silencio celestial, y a la innegable majestuosidad de un paisaje que me hacía olvidarme totalmente de mí misma. Había ocasiones en las que me sentía un intelecto incorpóreo flotando en un silencio insondable, mientras recorría los senderos del jardín o los pasillos de piedra que habían sido testigos de demasiados acontecimientos para percatarse de la presencia de una joven pequeña y frágil, que en algunos momentos Regaba incluso al extremo de
hablar en voz alta a las armaduras que la rodeaban, a las estatuas rotas del jardín, a los querubes de las fuentes que desde hacía años y mas anos ya no tenían agua que verter desde las conchas que sostenían.

Pero ¿había en aquel entorno idílico alguna fuerza maligna que aún se ocultaba de nosotros, alguna historia secreta que lo explicara todo? Un horror indecible... En mi recuerdo volvía a ver a aquel joven, y me invadía la extraña sensación de que en mi memoria o en mi imaginación se había enriquecido aquella imagen en los últimos días. Tal vez lo había reinventado en sueños, y había adornado con un rubor brillante sus labios y sus mejillas. Tal vez, al recrear su figura para Mrs. Blessington, le había permitido alzar la mano hasta la bufanda roja de modo que pude advertir entonces los dedos, largos, delicados y sugestivos, de una mano de músico.

Todo aquello rondaba confusamente por mi mente cuando entré de nuevo en la casa, sin hacer ruido, y vi a Richard sentado en su sillón de piel favorito, junto al fuego.

Un aire cálido entraba por la puerta abierta del jardín, y sin embargo el brillo de las llamas era invitador, y hacía que la amplia habitación, con sus estanterías abarrotadas de libros encuadernados en cuero, pareciera atractiva y pequeña como un refugio.

-Siéntate -dijo gravemente Ríchard, sin dirigirme más que una mirada apresurada-. Quiero leerte algo de inmediato.

Tenía en las manos un libro largo y estrecho.
-Esto pertenecía al tío Baxter -dijo-. Y al principio creí que se trataba sólo de un libro de, cuentas que había llevado en la época de las reformas, pero he encontrado anotaciones de diario que corresponden a las últimas semanas de su vida. Están escritas apresuradamente y son casi indescifrables, pero he conseguido averiguar lo que dicen.

-Muy bien, pues léemelas -manifesté, pero sentí un ligero escalofrío de temor al decirlo. No quería saber ninguna cosa terrible relativa a este lugar. Si pudiéramos permanecer siempre aquí..., pero eso era imposible, por supuesto.

-Escucha esto -dijo Richard, pasando cuidadosamente una página-. «Cinco de mayo, mil ochocientos treinta y ocho: él está aquí, lo sé con toda seguridad. Ha vuelto otra vez». Y varios días más tarde: «Cree que ésta es su casa, de verdad, y bebería mi vino y fumaría mis cigarros si pudiera. Lee mis libros y mis papeles, sin molestarse en disimular. He dado órdenes de cerrar todo con llave». Y finalmente, la última anotación, escrita la mañana del día en que murió: «Estoy cansado, cansado hasta la muerte, y él no es la causa menor de mí agotamiento. La última noche le vi con mis propios ojos. Estaba en esta misma habitación. Se mueve y habla exactamente igual que un mortal, y se atreve a contarme sus secretos. Él es un demonio astuto y yo un simple mortal. ¡Cómo voy a luchar con él!».

-Buen Dios -susurré lentamente. Me levanté de la silla en la que me había sentado, y de pie a su lado leí yo misma aquella página. La escritura estaba garabateada, y era la última anotación del libro. Yo sabía que el corazón del tío Baxter había cedido. No tuvo una muerte violenta, sino pacífica, en aquella misma habitación, con un libro piadoso en las manos.

A. R. (1982)
(Continuará)