19 julio 2008

Llévame al caer la tarde, Llorona




Tu sangre es mi sagre
mi casa es tu piel
tu líbido mi aire
mi ser está en tu ser
Déjame ver cómo es que tú sientes
no creo que la muerte sea peor que estar sin ti...

Descansaré en tus labios
soñar que estoy despierto
sentir que este momento pueda seguir sin fin
Déjame ver cómo es que tú sientes
no creo que la muerte sea peor que estar sin ti...

Miro adentro y sólo estas tú!!!

Tu sangre es mi sangre
mi casa es tu piel
tu líbido mi aire
mi ser está en tu ser
Déjame ver cómo es que tú sientes
no creo que la muerte sea peor que estar sin ti...

Miro adentro y sólo estás tú..!!!(x3)

Llévame al caer la tarde Llorona
Llévame a volar contigo...
Llévame al caer la tarde Llorona
Llévame a nadar al río...

(llévame...llévame...)


"Llévame"
La Lupita
(Colaboración para el soundtrack de la película Km. 31)

*******

Obviamente, no se trata de un video oficial ni mucho menos, así que hagan el favor de no prestar la mínima atención visualmente hablando. Tampoco es que la película de donde surge esta canción, para ser más exactos la que se escucha cuando aparecen los créditos finales, (alabados sean los dioses de que hay gente que se toma la molestia de incluirlos en las grabaciones piratas, jejeje) sea la promesa del nuevo cine de horror mexicano. No, no nos equivoquemos: Km. 31 parece el resultado de una severa indigestión de películas japonesas mezcladas de forma psicotrópica con nuestra mexicanísima leyenda de la Llorona.

Aunque en este lado del mundo la "vendieron" como que estaba basada en la leyenda urbana de la chica de la curva: una aparición que se manifiesta en ciertos tramos peligrosos de las carreteras, generalmente es una mujer vestida de blanco que apenas es perceptible. Otras veces es una autoestopista quien al poco rato de subir al coche desaparece justo después de advertir al conductor que tenga cuidado en tal tramo porque ahí ella murió. Km. 31 retoma un poco esto pero con la aparición de un niño que resulta ser algo así como el hijo de la Llorona. El chiquillo (maquillado y actuando al más puro estilo de los niños de las películas japonesas de horror como The Grudge) provoca accidentes justo en el km. 31 de una antigua carretera que lleva del D.F. al Desierto de los Leones (no, no es exactamente un desierto, jejeje, sino un parque nacional).

En fin, la historia me parece que por momentos cojea mucho y que dura más de lo debido. También se intentó sacar partido de esas conexiones casi sobrenaturales de las que tanto se habla que existen entre los hermanos gemelos, usando a una actriz que hace el doble papel, pero nanay.

Quizá en la memoria colectiva de muchos de nosotros aún perdura el recuerdo de aquella serie de programas que la tele de México hizo en 1968 sobre las leyendas de la época de la Colonia (aunque mi generación las volvió a ver en una reposición que nunca más se repitió :p). Por lo regular eran siniestras y casi de horror, filmadas en color y sobre todo, bien recreadas en cada uno de los detalles y ambientación. La de la Llorona recuerdo que la protagonizó una jovencísima Jacqueline Andere que actuaba en el papel de la desdichada esposa que descubre que su marido es infiel y mata a sus hijos en un ataque de desesperación. Como su espíritu no descansa (después, claro, de ser procesada por la Inquisición), se convierte en un alma en pena que vestida de blanco se aparece por las noches, lamentándose al grito de: ¡Ayyy, mis hijos!.

La Llorona es una leyenda mexicana cuyo origen dicen que se remonta a la época de los antiguos habitantes de la gran Tenochtitlán, hoy Ciudad de México. Una versión dice que era la diosa Cihuacóatl (su representación es mitad serpiente-mitad mujer y era la protectora de los partos y en especial, de las mujeres muertas al dar a luz) vestida con ropas de cortesana precolombina y que cercano el tiempo de la Conquista de México gritaba "¡Oh, hijos míos! ¿Dónde los llevaré para que no acaben de perder?", anticipando los próximos eventos terribles.

Otros cuentan que mientras más se acercaban los españoles a la Gran Tenochtitlán en el siglo XVI, más frecuentes y directas eran las señales que recibía el emperador Moctezuma y los suyos sobre este acontecimiento. Entre otros presagios, se afirmaba que por las noches se escuchaba gemir y llorar a una mujer diciendo: ¡Mis queridos hijos! ¡Oh, hijos míos! ¿A dónde los llevaré? Según el famoso misionero franciscano Fray Bernardino de Sahagún, esos gritos los profería un diablo llamado Cihuacóatl "mujer serpiente", a quien también consideraban diosa de la guerra y de los nacimientos entre los mexicas.

En esta diosa, se tiene un antecedente directo de la Llorona que al mismo tiempo ostenta diversas manifestaciones en la cultura nahua como Tonatzin "nuestra madre", Huitztilincuatec "cabeza cortada de colibrí", Toci "nuestra abuela" y Coatlicue "la de la falda de serpientes". Estas deidades tienen los siguientes atributos: la maternidad de dioses y hombres; la serpiente, uno de los animales más importantes de la cosmovisión mesoamericana, que representaba los poderes ctónicos de la naturaleza y se relacionaba con el inframundo; el dominio sobre el tiempo y el movimiento eterno representado por el colibrí; el tema de la guerra o de la mujer guerrera.

La leyenda cuenta que la Llorona, por lo regular, se aparece donde hay agua: lagos y ríos pues se dice que así su pena es mayor y continua. Nunca las corrientes de un río serán las mismas, nunca alcanzarán el destino, nunca volverá a tener en sus manos el pasado, siempre correrá tras aguas diferentes, insondables, eternas.

La película Km. 31 echa mano de toda esta alegoría y une el pasado y el presente de las gemelas (una de ellas permanece en coma luego de sufrir un accidente, cuando en mitad de la carretera acude a ayudar a la aparición del niño) a través del hecho de que aún hay un río que persiste en la Ciudad de México: Río Mixcoac (al sur de la ciudad) que proviene desde antes de la época de la Conquista, aunque ahora se encuentra entubado. Un informe dio a conocer que de los 1,575 km2 de depósitos lacustres que vieron los asombrados ojos españoles, actualmente sólo quedan 13, principalmente en el área de Xochimilco (donde la leyenda de la Llorona persiste).



La Gran Tenochtitlán se fundó en un islote del Lago de Texcoco que fue aumentado artificialmente mediante chinampas: sembradíos artificiales que se basaba en la construcción de una estructura parecida a la de las balsas de los náufragos: un armazón de grandes troncos atados con cuerdas de ixtle que luego se iba completando con un entramado de ramas, cañas y troncos más delgados. Una especie de esqueleto tejido, que posteriormente era cubierto con capas de guijarros, grava y tierra propia para la siembra. Se delimitaban por canales por los cuales se transitaba con canoas. Así se fueron asentando los caseríos y creando calles mediante el trazado de canales internos que permitían el paso del agua y la circulación navegable por toda la ciudad. A la acumulación de varias casas se le denominó chinancalla, los cuales formaron calpullis (casas grandes cuyos habitantes podían ser varias familias que se encargaban de funciones muy diversas), los cuales podían tener calles de tierra firme insular (tlaxilacalli) o canales, así como acequias de mayor tamaño y profundidad. El núcleo central del islote fue el sitio en donde se fundó el Templo Mayor (encima de los restos del que fuera el recinto ceremonial más importante de los aztecas, los españoles edificaron lo que ahora es el centro histórico de la Ciudad de México), que fue delimitado por un muro zoomorfo denominado coatepantli (muro de serpientes).

Como se supondrá, el agua ha sido y es un elemento fundamental en la historia de la Ciudad de México. Quizá por eso la leyenda de la Llorona continúa tan arraigada en la memoria colectiva y en muchos de los barrios más antiguos de la ciudad. Habemos generaciones enteras que hemos crecido escuchando el relato espeluznante, jejeje, de la mujer vestida de blanco, de larga cabellera negra que deambula por las calles oscuras y solitarias lamentándose por sus hijos, cuyo recorrido siempre termina a la orilla de un río. En las versiones más antiguas jamás muestra su faz, un leve velo (en ocasiones será más grueso) la protege. Es la sin cara, lo cual ahonda el horror, al ser más intangible, más impenetrable.

Durante la Colonia, la leyenda sufrió transformaciones. No podría hablarse de la advocación de una diosa o diosas prehispánicas, pues ello sería blasfemia y herejía, así que la Llorona se fue transformando hasta parecerse un poco más a los conquistadores y la historia fue cambiando de acuerdo con los diversos gustos y tradiciones, o debido a las consejas que corrían de boca en boca; sin embargo, su esencia indígena no pudo romperse del todo. Así es como se mantuvieron intactos distintos elementos: la noche, la mujer vestida de blanco con el cabello largo y negro, el grito desgarrador de ¡Ayyyy mis hijos!, y la presencia de agua (ríos, lagos, cauces secos, barrancas):

"A mediados del siglo XVI, los habitantes de la Ciudad de México acostumbraban a refugiarse en sus hogares a la hora del toque de queda, especialmente los sobrevivientes de la antigua Tenochtitlán. Cerraban puertas y ventanas, y todas las noches algunos despertaban por los llantos de una mujer que andaba en las calles gritando '¡Ay, mis hijos!' (de ahí el nombre de la Llorona). Este suceso se repitió por mucho tiempo.

Quienes se cercioraron del llanto durante las noches de luna llena, dijeron que la iluminación de la luna les permitió ver que las calles se llenaban de una neblina espesa al ras del suelo y también a una persona que parecía ser una mujer que vestía un traje blanquísimo y un espeso velo cubría su rostro. Con lentos y callados pasos recorría muchas calles de la ciudad, todas las noches distintas, aunque sin faltar ni una sola a la Plaza Mayor, donde vuelto el velado rostro hacia el oriente, hincada de rodillas, daba el último, angustioso y languidísimo lamento; puesta de pie, continuaba con el paso lento y pausado hacia el mismo rumbo, al llegar a orillas del lago de Texcoco, que en ese tiempo penetraba dentro de algunos barrios, como una sombra se desvanecía. Pocos hombres se arriesgaron a acercarse a la manifestación fantasmal y sufieron espantosas revelaciones o murieron".

En aquel entonces, había especulaciones sobre el motivo de su lamento porque no hubo valiente capaz de preguntarle. La leyenda colonial nos cuenta que lloraba porque al abandonarla su amante español, ella en venganza, había matado a sus hijos, siendo condenada a buscarlos. Otra versión contaba que la mujer enloquecía al descubrir el engaño de su marido, tomaba a sus hijos y tras apuñalarlos los arrojaba a un río. Cuando el marido venía a detenerla, ella se arrepentía de lo que hizo y se arrojaba al río, donde se ahogaba. También de la época colonial viene la versión de que la Llorona podría ser el alma de la Malinche que pena por traicionar a los antiguos mexicanos durante la Conquista de México.

Con el paso de los años, la leyenda de la Llorona se extendió hacia otros lugares de México, inclusive se ha llegado a comparar con la Xtabay maya (región del sur de México): una aparición fantasmal que habita cerca de los ríos, pero como se trata de una bella mujer que viste huipil blanco y siempre está peinando su larga caballera, logra atraer a los viajeros hasta que los ahoga.

De la región del Istmo de Tehuantepec (sureste de México) surge un famoso son conocido particularmente por su estrofa "Tápame con tu rebozo, Llorona, porque me muero de frío". No tiene un autor específico, pero muchos cantantes han creado o copiado versos que convierten a esta canción en una historia de amor y dolor muy representativa de la época de la Revolución Mexicana, aunque se cree que sus orígenes vienen desde la época prehispánica.

A lo largo de mi vida, he escuchado tres o cuatro versiones de este son: la particular de Chavela Vargas, tan difundida después de su inclusión en la película "Frida" protagonizada por Salma Hayek, la de Lila Downs que es intensa y en cierto modo muy particular además de tener arreglos de jazz, la de Jaramar que es muy nostálgica y alguna otra más.

Dicen que no guardo duelo, Llorona
porque no ven llorar,
hay muertos que no hacen ruido, Llorona
y es más grande su penar.

Ay de mí, Llorona, Llorona
Llorona llévame al río,
tápame con tu rebozo Llorona
porque me muero de frío.

Salías un día del templo, Llorona
cuando al pasar yo te vi,
hermoso huipil llevabas, Llorona
que la virgen te creí.

Ay de mí, Llorona, Llorona
de un campo lirio,
el que no sabe de amores, Llorona
no sabe lo que es el martirio.

No sé qué tiene las flores, Llorona
las flores del camposanto,
que cuando las mueve el viento,
parece que están llorando.

Ay de mí, Llorona, Llorona,
Llorona llévame al río,
tápame con tu rebozo, Llorona
porque me muero de frío.

Dos besos llevo en el alma, Llorona
que no se apartan de mí,
el último de mi madre
y el primero que te di.

Todos me dicen el Negro, Llorona
Negro pero cariñoso,
yo soy como le chile verde, Llorona
picante pero sabroso.

Ay de mí, Llorona Llorona,
Llorona, llévame al río
tápame con tu rebozo, Llorona
Porque me muero de frío.

Si porque te quiero quieres, Llorona
Quieres que te quieres más
Si ya te he dado la vida, Llorona
¿Qué mas quieres?
¿Quieres más?



4 comentarios:

Asilo Arkham dijo...

Qué buen post acabas de escribir, Mac; no sabía algunas cosas sobre la Gran Tenochtitlan.

Con respecto al relato que transcribiste, cuando se cuenta que la Llorona se detenía a rezar en medio de la Plaza Mayor, muchos aseguran que ella salía de la Plaza de Santo Domingo, caminaba por la calle de República de Brasil hasta llegar a la Plaza Mayor.

(Quienes no conozcan la ciudad, esa calle desemboca en la esquina noroeste de la Plaza.)

MacVamp dijo...

Gracias, Mario :)

Es probable que según las leyendas, sea cierto el recorrido que mencionas, tomando en cuenta que el Tribunal de la Santa Inquisición y sus calabozos se ubicaban donde hoy es el Antiguo Colegio de Medicina que está frente a la Plaza de Santo Domingo.

Lo cierto es que siempre la leyenda de la Llorona se ha relacionado con el agua.

Saludos.

Asilo Arkham dijo...

Exacto, Macarena, El Santo Oficio estaba ahí. En un programa de radio que trata sobre narraciones de terror, una persona contó de cuando era joven (allá por los años setenta) y todos los domingos iba a las funciones de media noche (no se tataba de películas porno o eróticas, sino de fimes no comerciales, las que llamamos "cine de arte")

Pues esta persona vivía por las calles del centro y, cuando salía del cine, pasaba caminando por la calle de República de Brasil, y precisamente cerca de Santo Domingo escuchó, por tres domingos seguidos, el llanto de una mujer.

Él no le tomó mucha importancia hasta el tercer domingo porque el llanto lo escuchó más cerca. Dijo que se escondió entrando en una vencidad hasta que el lamento se alejó. Desde esa noche, jamás volvió al cine de media noche. Personalmente, su voz no sonaba como alguien a quien le gusta bromear.

Noirtopia dijo...

Mac, una vez más, ¡qué interesante escrito! Alguna vez yo creí escuchar ese lamento, cerca del Río Becerra que está entubado. Ciertamente es una leyenda que ha hecho sentir escalofríos a más de uno, he de confesar que a mí produce cierto morbo y al mismo tiempo en algún lugar de mi mente guardo la creencia que es verdad. Besos.